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All The Right Moves por Mary-chan6277

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Notas del fanfic:

La lista de Fics en mi usuario ya parece mi reproductor de Itunes xd

El título, esta vez, viene de una canción de One Republic que amo con el alma, y se llama igual que el fic. 

Les sugiero que la escuchen, es una canción excelente de una excelente banda n___n

 

Notas del capitulo:

Dedicatoria: 

No mencionaré tu nombre para mantener e anonimato xd pero sabes que es a tí a quien dedico esta historia! xd

Amiga, eres la más de todas :'c te quiero muchooooooo! ♥ Gracias por todo lo que has hecho por mí!

Espero te guste! ñ___ñ xddd

~

En fin... sin más preámbulos, el fic n____n

Do you think I'm special? Do you think I'm nice?

The sun is shining everyday, but it's far away.

Over the world that's dead.

 

En Hueco Mundo la noche es eterna y hermosa. Jamás se verá el sol más que de manera artificial bajo el cielo de Las Noches; y las estrellas jamás brillaran como cómplices junto a la luna, que arrulla las arenas del desierto blanco con una sutil y agradable brisa.

 

Algo no iba bien con esa noche. Quizás era el hecho de que el viento soplara más fuerte de lo acostumbrado, y que mirar por la ventana de repente pareciera desolador mientras pensaba en el dominio de los Vivos: en ese mundo lleno de colores y extravagantes formas. Lleno de apasionados sentimientos y placenteras emociones.

 

Se sentía estúpido pensando en esas cosas.

 

El ramo de rosas escarlatas parecía desentonar con la habitación; mientras que la única vela brillando sobre una pequeña mesa, combinaba perfectamente, aunque no servía para dar el toque romántico que había copiado de los humanos.

 

Suspiró.

 

En ningún momento esperó que Ulquiorra mostrara ninguna emoción por su esfuerzo: ni por la cena, ni por los chocolates, ni por las flores. Ni siquiera por su compañía. O el intento de emular a los humanos.

 

Pero ahí estaba él de todas formas, sintiéndose como un completo idiota.

 

No se decidía por qué hacer. Bien podía quedarse y esperar a que el fuego del infierno se congelara, y el espada número cuatro se dignara al menos a un “gracias”; o podía irse, con la poca dignidad que le quedaba, y harían de cuenta de que nada pasó.

 

También había pensado en la posibilidad de acercar un poco su mano que estaba a escasos centímetros de los dedos pálidos y delicados del pelinegro, y rozarlos suavemente, para convertir luego ese movimiento en una caricia, y después quizás, en un beso.

 

No se decidió por ninguna.

 

Se culpó en su fuero interno por todo esto. Culpó a Kurosaki Ichigo y a todo su discurso de la amistad y cómo se debía proteger a las personas que amas.

 

Se culpó por enamorarse del ser más insensible de la Tierra.

 

Ulquiorra había sido entrenado para no sentir compasión por nada, ni por nadie. Para no vacilar a la hora de la batalla, y acabar con sus aliados si eso significaba que lograría acabar con sus enemigos.

 

Así eran las cosas en el mundo donde siempre es de noche, y nunca de día.

 

La amistad, y el amor eran sentimientos inútiles, ahora lo comprendía.  

 

Se levantó de la silla en dónde había permanecido hasta entonces sentado en silencio, intentando frenar su característica impulsividad, y se dispuso a salir de la habitación.

 

—¿Por qué viniste, si vas a huir?— escuchó la voz del cuarto espada a sus espaldas, y su tono desalmado le hizo estremecer.  —Te comportas como un niño. —Siempre era así. Esa actitud superior que tomaba con él hacía que toda la sangre que fluía por sus venas empezara a hervir.

 

Llevó la mano derecha a la empuñadura de su katana, y desfundándola rápidamente con un ágil movimiento, se abalanzó contra el pelinegro con ganas de un enfrentamiento, olvidando totalmente su compostura.

 

Arremetió contra Ulquiorra haciendo acopio de todas sus fuerzas, sintiendo la adrenalina correr por sus venas, nublándole la mente.

 

El pelinegro sonrío divertido por un segundo. Le fascinaba ver a Grimmjow fuera de sus cabales. Ni siquiera se molestó en moverse. Con una mano fue suficiente para detener el ataque, sujetando el filo de la espada sin hacerse el menor daño, mientras la otra la utilizaba para sujetar la parte posterior de la cabeza del sexto espada, y juntar sus labios por un breve momento.

 

—Eres totalmente previsible.— comentó en tono parcial, mientras miraba fijamente los ojos azules de su contrario que tenían reflejada una evidente sorpresa.

 

—Y tú, eres un idiota— respondió con una media sonrisa luego de unos momentos, aferrando con fuerza el brazo de Ulquiorra, atrayéndolo hacia sí, hundiendo sus dedos en el cabello azabache, y besándolo de nuevo. Esta vez un beso más largo, y formal.

 

Su corazón latía desenfrenado. No podía comprender tanta rivalidad y odio transformados en ese extraño sentimiento que los humanos tanto alaban como amor.

 

No entendía por qué se sentía así cuando tenía a Ulquiorra en sus brazos. Por qué su pecho ardía con esa adrenalina similar a la que sentía cuando estaba en medio de un combate. Por qué no quería dejarle ir, y prolongar ese momento para siempre.

 

Se apartaron luego de algunos momentos con la respiración entrecortada. Mirándose a los ojos con un inusitado deseo que Ulquiorra se esforzaba en ocultar sin lograrlo.

 

Grimmjow volvió a juntar sus labios. Esta vez con más ansiedad y lujuria. Sus lenguas danzaban al compás al son de una canción de guerra, de la cual ninguno de los dos quería ser el perdedor.

 

El peliazul deslizó una de sus manos por la espalda de Ulquiorra, introduciendo su mano bajo la parte superior de su uniforme, tanteando con las yemas de sus dedos la deliciosa textura de esa piel blanca y fría que se calentaba bajo su roce.

 

Dejó los labios de Ulquiorra, y se dedicó a besar su rostro por todas partes, como si así pudiera captar en su memoria una imagen infalible por siempre de ese ser al que adoraba y detestaba con tanta pasión al mismo tiempo.

 

Se ocupó de besar su cuello, y de acariciar toda la piel que tenía a su alcance. Se ocupó de observar con una sonrisa los ojos cerrados de Ulquiorra, y sentir sus puños fuertemente cerrados sujetando su ropa, intentado reprimir todo el torrente de emociones que de repente sentía y que no quería demostrar.

 

Se ocupó de leer el rostro inexpresivo de su compañero, intentando averiguar en sus bien logradas facciones y torneados contornos si es que acaso él también albergaba un sentimiento similar al suyo.

 

El sexto espada dirigió al pelinegro suavemente hasta la cama, y se dejaron caer allí, como dos amantes, como dos enemigos, y como dos cómplices.

 

Las manos de Grimmjow no se quedaban quietas, y sus sentidos estaban sobre excitados por la situación.

 

La temperatura en la pequeña habitación decorada austeramente de repente pareció incrementar. Sentían tanto calor y necesidad del otro que la ropa dejó de ser una necesidad para convertirse en un estorbo.

 

Ulquiorra apretó fuertemente los párpados y los labios en cuanto Grimmjow atentó su intimidad con una experta mano que sabía perfectamente dónde y cómo acariciar.

 

Grimmjow pensó que se veía adorable: con las mejillas arreboladas en contra de su voluntad, y todas esas sensaciones placenteras que intentaba rechazar hacía que sus facciones se suavizaran, y luciera una expresión imposible de olvidar.

 

¿Adorable era acaso un calificativo correcto para el Cuarto Espada?

 

No lo creyó posible.

 

Lo tomó entre sus brazos, y lo penetró de una sola estocada. Sabía que Ulquiorra no lloraría, ni se quejaría, ni siquiera le dolería… el Hierro de su piel era capaz de soportarlo todo. Solo recibió en consecuencia de su acción una mirada asesina por parte del pelinegro, con sus hermosos ojos verdes que brillaban espléndidamente en medio de la penumbra, y un par de brazos aferrándose a su cuello.

 

Desahogaron todos sus odios y pasiones con ese acto infinitamente humano, y que a la vez, sobrepasaba los límites de los mortales.

 

Consumieron sus pasiones con silenciosos jadeos, y un par de te amo que ninguno de los dos se atrevió a expresar en voz alta, pero que se esforzaron en transmitir por el medio físico, que parecía ser el único medio en el que podían comunicarse.

 

Habían trascendido el límite de las palabras, así como el de los sentimientos otorgados a los de su especie.

 

Con la última llama de luz de la vela extinguiéndose, olvidada obre la mesa con los chocolates y las flores, de la misma manera la velada terminó, con los dos espada abrazados, intentando recuperar el aliento.

 

—Feliz Día de San Valentín.— susurró Grimmjow al oído de su amante, acariciando su cabello suavemente, disfrutando de su suavidad.

—Esa es una excelente excusa para venir a mi habitación.— respondió simplemente, retomando de nuevo su tono neutral y desapasionado de siempre, irritando al peliazul.

—¡Tú sí que sabes matar el ambiente!— dijo molesto el ojiazul, pasándose una mano por la cabeza, intentando contenerse para no matarlo. ¡Se estaba burlando de sus estúpidamente honestos sentimientos! —Lo digo en serio, Ulquiorra, yo…

—No lo digas. —le interrumpió. —Es mejor para los dos de esa forma. — agregó, volviéndose, dándole la espalda y cerrando los ojos para dormir sin soñar.

—Sí. Mejor para los dos. — Grimmjow lo imitó, y se quedó dormido.

Afuera, la noche se apaciguó. El viento dejó de soplar, y la arena dejó de removerse.

 

Arriba, en el siempre negro firmamento, junto a la solitaria luna, apareció por primera vez un pálido lucero.

 

Eran seres que había descubierto el amor por un simple error, aunque habían sido creados para no sentirlo jamás, pensó Ulquiorra antes de dejarse atrapar por la inconsciencia. Quizás, los humanos no eran tan estúpidos como creía… tendría que agradecerle a Kurosaki Ichigo la próxima vez que lo viera. 

Notas finales:

¡Espero les haya gustado! :D

¿Reviews? si, por favor! Me encantaría saber qué piensan al respecto, si quieren asesinarme, mentarme la madre, o... elogiarme, en dado caso (?) todo será bien apreciado y recibido n__n

Solo sobra decir, ¡Muchas gracias por leer! y disculpenme si se me pasó algún error de ortografía o redacción :s

¡Ah!, y ¡Feliz Día de San Valentín!


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