En el Reino de las Flores
nací segundo príncipe
Cabello blanco rubio
ojos azules cobalto
Mi estatus, sin embargo
nunca pudo estar más errado
El primogénito Kamijo, mi hermano
ufano se paseaba por el palacio
Sabiéndose amado por las princesas
y del matrimonio seguro y confiado
Mas al arribar a mis aposentos
con reprobación me miraba
Haciéndome verter lágrimas
debido a sus duras palabras
“-Jamás encontrarás esposa
si de princesa continúas ataviándote
Que no te hizo hembra
ni mi padre ni mi madre-“
¿Cómo era posible
que de aquella manera me lastimara
aun sabiéndose querido
por mi corazón de plata?
“-Esposa no requiero
tal cual tú la deseas
Que será mi consorte aquel príncipe
que en el de dama su aspecto convierta-“
Y dicho siempre aquello
el rubio de largos rizos se retiraba
Tapándose los labios cual dictan
las costumbres cortesanas
Para acallar las burlas intemperadas
que me dejaban sangrando el alma
Y así es que pasado el tiempo
y llegada la edad núbil
Muchos me pretendieron
bajo el nombre de princesa Kaya
Pero ni a Gackt ni a Juka
ni a ningún otro caballero
mis padres me cedieron
“-¡Si insistes en tu vergüenza
solo y en la ignominia vivirás
De pie frente al altar
con tu ramo y tu velo
con tu vestido y tus zapatillas
pero falto de marido que desposar!-“
Zaherido por los insultos del heredero
recogí mi falda
Y aun a riesgo de caer al suelo
escapé corriendo
Mis lágrimas cual doliente río
de mis ojos cielo se desbordaban
Y en el pecho cubierto de encajes
el corazón sollozaba sincero
¿Sería acaso que jamás
encontraría reposo a mi tan prolongado sufrimiento?
¿Era posible pues
que el mundo todo estuviera tan ciego?
Como dagas los pensamientos me lastimaban
produciéndome desconsuelo
Pero aún así
me negaba tozudamente a creerlo
Que del amor sin juicios la existencia
para mí no estaba en juego
Que la belleza del alma
más allá de la del cuerpo
era toda condición
toda importancia, todo sueño
Y como luces en las tinieblas
me lo confirmaron dos ojos negros
grandes y poblados de largas pestañas
cuando por azar levanté la mirada
“-Princesa Kaya-“
dijo él, ejecutando una elegante reverencia
“-Por todos los confines de los doce reinos
de tu grata belleza
ha llegado la nueva
De la que ahora percibo
irrevocable prueba-“
Sequé entonces mis lágrimas
y procuré componer el rostro
Pues no menos hermosa que yo
aquella criatura me miraba
Y aunque era en todo opuesta a mí
-albo mi vestido; oscura su falda
níveo mi cabello; de ébano los caireles en su espalda-
no desmerecía ni un ápice
del linaje que al nacer en suerte le tocara
“-¿De qué me ha de servir la belleza
oh hermosa reina
ni la nobleza, ni el donaire
si soltera por siempre he de quedarme?-“
“-Gran falto de juicio
y hasta de real sangre, me atrevo a decirlo,
sería el rey que se negara
a en matrimonio dar a su hijo
Y no menos sandio el hombre
que por hipócrita no le tomara
Cuando no importa si príncipe o princesa
a su beldad nada la iguala.
Ven conmigo a mi reino
y adorna con esplendor mi morada
Para que siempre, instalado en mi corazón
seas luz inextinguible de mi alma-“
¿Cómo no aceptar entonces
si el príncipe que lo solicitaba
era tan preciosa soberana?
¿Cómo no sonreír
y sentir alborozo en el pecho
si por fin, tras tantos años
sucedió lo que ya no esperaba?
Con vítores y júbilo
llegó el ansiado día
en el que por vez primera
dos novias se besaron
Y engalanaron el altar
como grandes y tupidos ramos
Reina y reina en el trono coronados
Gobernando con dulzura y sabiduría
juntos hasta el fin de sus días