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En tu piel por Novata

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Notas del fanfic:

Aquí os dejo un nuevo fic que estaba rondando en mi cabeza desde hace mucho, muuuuucho tiempo. Así que, después de muchos miramientos, me atreví a escribirlo...

Pero dependiendo de las reacciones, veré si lo continuaré o no (tampoco es plan que me lance en algo que no interesa ;P)

Enjoy!

Notas del capitulo:

Los personajes de Slam Dunk Y Slam Dunk no son míos, pertenecen a su autor Inoue.


Diálogo: -...

Pensamiento: "..."

 

La puerta de la azotea se abrió bruscamente dejando entrever a un alto muchacho pelirrojo. Iba vestido con el uniforme de la escuela y llevaba en la mano una pequeña mochila que tiró bruscamente al suelo al ver el culpable de su desdicha apoyado contra la barandilla.

 

-¿Cómo te has atrevido a hacerle daño? -vociferó con todas sus fuerzas. Las venas de su cuello se hinchaban furiosas y tenía los puños tan fuertemente cerrados, que las uñas clavadas en su piel dejaban correr un rastro de sangre fresca.

 

El chico moreno que le daba la espalda y con el mismo uniforme, soltó un suspiro de frustración. Reconoció la voz de inmediato; y lo peor es que sabía el porqué de su enfado.

 

Se giró lentamente como si no tuviera prisa en encarar a su compañero de equipo y cuando finalmente se topó con sus ojos marrones, le observó impasible. La suave brisa de la primavera le mecía el pelo con delicadeza, los mechones negros del flequillo caían grácilmente tapándole sus enigmáticos ojos azules.

 

-¡Contéstame!

 

El pelinegro solo se limitó a suspirar. ¿Acaso el haber rechazado a una chica que no le gustaba era malo? No, no lo creía. Además, no tenía que dar explicaciones a nadie y menos a aquel cabeza hueca que siempre le hacía la vida imposible.

 

-A ti qué te importa... -le contestó al fin antes de recoger la mochila que estaba en el suelo y dirigirse a la puerta de la azotea.

 

No llegó muy lejos pues Hanamichi Sakuragi le agarró fuertemente del brazo para impedirle escapar.

 

-Suéltame idiota.

 

Esas dos palabras sonaron tajantes y despectivas en los oídos del pelirrojo y lo único que consiguieron fue enfurecerle más. Levantó el puño dispuesto a propinarle un buen golpe en la cara pero Kaede Rukawa consiguió bloquear el ataque contrarrestándolo con su brazo. Fue el inicio de una de las peleas continuas que tenían. Sin embargo, parecían enzarzarse más ferozmente de lo habitual. La nariz del pelirrojo estaba ensangrentada, el pelinegro presentaba un labio partido y hubieran llegado a peores males si no fueran por el gundam del pelirrojo, que irrumpió en la azotea separando a los dos incontrolables.

 

A duras penas pudieron hacerlo; su amigo estaba enloquecido de rabia y Kaede, que normalmente portaba un semblante de indiferencia pasmante, parecía contener un odio intenso que le transfiguraba el rostro. Empujó con fuerza a un muchacho gordito y a otro rubio que le sujetaban por la espalda y sin mirar al desastre que dejó atrás, fue directo a la salida.

 

 

-Pero Hanamichi ¡¿te has vuelto loco?! Si alguien se entera de esto, te van a echar definitivamente del equipo. -le dijo Yohei contrariado, a su fiel amigo.

 

-¡Me importa una mierda! ¡Voy a matar al engreído ése!

 

-¡¿Ah sí?! ¡¿Cómo crees que se pondría Haruko si se entera de que estás peleando otra vez...y nada menos que con Rukawa?!

 

 

Hanamichi no le contestó. Su mirada estaba clavada en el suelo, oculta bajo su desordenado cabello rojizo. La sangre de la nariz goteaba y chocaba pausadamente contra el frío suelo de la azotea. Sus amigos no sabían que leñes le pasaba por la mente y no se atrevían a preguntárselo. Su temperamento era tan imprevisible como la de una quinceañera menstruando y la mejor solución en la que pensaron era distraerle llevándole al pachinko para que no le diera más vueltas al asunto.

 

El único que sabía cómo realmente se sentía Hanamichi era su mejor amigo Yohei. Pero éste prefirió no comentarle nada hasta que estuvieran a solas.

 

-Algún día llegaremos demasiado tarde...-susurró el chico rubio por lo bajo en señal de advertencia.

 

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-Hana...Hanamichi...Despierta que llegaremos tarde.

 

Yohei zarandeó con más fuerza a su amigo; el día anterior habían llegado tarde al trabajo porque su amigo tardaba mucho en despertar, y se llevaron una gran reprimenda de su superior. Y no deseaba que volviera a pasar, pues él no tenía la culpa de que su compañero de turno no despertara pronto. Si llegaban otra vez tarde, tendrían que hacer doble turno y aquello significaba una noche entera sin dormir.

 

Finalmente, el pelirrojo abrió dificultosamente los ojos y se quedó estirado durante varios segundos encima de la litera, intentando asimilar el nuevo día.

 

-Hoy no has tardado tanto en abrir esos ojitos...-le dijo Yohei juguetonamente mientras se ponía un reluciente uniforme de guardia real.

 

Al no recibir respuesta, miró a su amigo y le pareció que estaba disgustado.

 

-¿Qué pasa? -le preguntó al fin intuyendo que algo no andaba bien.

 

-Se pelearon...

 

-¿Y qué hay de nuevo en eso?... siempre os peleáis, quiero decir, siempre se pelean, ¿no?

 

-No, esta vez ha sido más grave. Nunca había visto a Rukawa mirarle así, con tanto odio...

 

El corazón del pelirrojo se encogió de dolor. Aquella mirada, aunque no le iba realmente dirigida a él, le llegó hasta el alma. Bajó de la litera y empezó a desvestirse para poner a su vez el uniforme.

 

-Me recuerda mucho a la de él...

 

-Hanamichi tienes que dejar de soñar con tu otro yo y con su vida personal, solo te trae problemas.

 

El pelirrojo resopló cansado. Lo haría gustoso pero no sabía cómo hacerlo y ni podía controlarlo. No recordaba cuando fue la primera vez que empezó a soñar con él mismo, o mejor dicho, con un otro Hanamichi Sakuragi que vivía en un mundo extraño y diferente al suyo.

Al principio pensó que solo era eso, un sueño, pero cada noche soñaba con las andanzas de su otro yo, con su día a día; había visto como crecía, como iba al colegio, como conoció a sus amigos que extrañamente eran los mismos que tenía él en su mundo, como se convertía en un pandillero y como se unía a un grupo de jóvenes en una escuela para jugar a un extraño deporte que consistía en botar una pelota redonda y naranja. Aprendió a conocer su mundo y sus extraños cachivaches como por ejemplo, ahora sabía lo que eran los coches. La primera vez que los vio, pensó que eran monstruosos animales y cuando trató de explicárselo a su amigo, no encontró las palabras adecuadas para hacerlo. En su mundo no existía nada semejante.

 

Soñaba con él cometiendo errores, a veces los remediaba y otras no, veía como su otro yo era rechazado por numerosas mujeres y como su verdadero amor, Haruko, se enamoraba de su auto-proclamado rival. La chica de la cual su doble estaba enamorado era la princesa de su mundo y él junto con Yohei eran los guardas reales que velaban por su seguridad. Sin embargo, él no sentía lo mismo hacia la princesa y no entendía como él, es decir, su otro yo le gustara una chica así. Pensaba que tratándose aparentemente de la misma persona, les gustaría el mismo tipo de persona...Eso es lo que pensó al principio, pero rápidamente se dio cuenta de que su doble tenía un carácter y una personalidad radicalmente diferente a la suya...

 

Al parecer era el único que soñaba con su otro yo, el Hanamichi de aquel mundo no parecía tener el mismo don o... maldición. No sabía cómo llamarlo. ¿Cómo reaccionaría si descubriera que un doble suyo de otro mundo paralelo le espiaba, contra su voluntad, cada noche o a cada rato que dormía? Desconocía la respuesta y le habría gustado saberla.

 

-Hanamichi, venga que llegamos tarde.

 

Salieron rápidamente de la pequeña habitación que compartían y fueron corriendo por un largo pasillo cruzándose con otros compañeros que seguramente retornaban a sus habitaciones después de una larga noche de guardía. Vivían en el mismo palacio del reino, en un ala bastante separada y alejada del área principal. Solían tardar corriendo unos quince minutos hasta llegar a su puesto de trabajo, frente a la gigantesca puerta de la cámara de la princesa. Su trabajo consistía en protegerla durante todo el día; si se encontraba en sus aposentos, ellos, adornados con su traje de guarda y sus espadas, esperaban fuera controlando la situación; si ella decidía dar un paseo, siempre se encontraban a un metro de distancia vigilando cada movimiento sospechoso que pudiera atentar contra su seguridad. Eran como su sombra y ella no podía desprenderse de ella aunque lo quisiera.

 

Al llegar delante de la enorme puerta detrás de la cual la princesa Haruko estaba todavía durmiendo, se volvieron a colocar los trajes en su sitio y las espadas en sus regazos, y a alisarse con los dedos los pelos rebeldes para parecer más presentables.

 

-¿Quieres? -preguntó Yohei al pelirrojo mientras le tendía un trozo de pan seco.

 

-Sí, gracias amigo -le respondió agradecido. Aquella iba a ser una larga jornada y como casi siempre la iniciaba sin haber desayunado...

 

-Y... ¿por qué dices que esta vez es más grave?

 

Hanamichi tragó rápidamente lo que tenía en la boca y miró al único amigo con quien compartía ése secreto.

 

 -Haruko se declaró a Rukawa pero la ha rechazado...no muy delicadamente que digamos. Quedó destrozada lo que ha enfurecido a mi doble. Parecía dispuesto a matarle, se le veía en los ojos... Como si le importara un comino las consecuencias de sus actos...no entiendo como una persona así puede ser mi doble...Además, Rukawa también parecía diferente, como...-dijo intentando buscar las palabras correctas- no sé...estaba enfadado y se le notaba... y parecía como si hubiera tirado la toalla...

 

-¿Qué quieres decir?

 

-Creo que no va a volver a intentarlo...

 

Yohei no le contestó. Sabía a qué se refería...

 

-Si pudiera, iría personalmente a darle unas cuantas patadas en el trasero por ser tan estúpido y ciego de no ver lo que está dejando escapar delante de sus narices... ¡Dios!, si pudiera estar en su lugar...

 

-¿Y abandonarme? -le contestó su amigo bromeando- ¡ni pensarlo! No podría sobrevivir aquí sin ti y seguro que la princesa me pondría la vida imposible si desaparecieras.

 

El pelirrojo rió de buena gana, agradeciendo a su amigo el intentar animarle. Pero no pudo borrar aquel sentimiento de frustración que se iba apoderando de él.

 

-¿Esperamos visitas? -preguntó Hanamichi intentando desviar su atención a otro tema.

 

Yohei sacó una libreta que tenía guardada en un bolsillo del pantalón y la hojeó hasta encontrar lo que buscaba.

 

-Sí... tiene una visita. Es Rukawa-sama.

 

 

Guardó en silencio la libreta sin atreverse a ver la reacción de su amigo. Sabía que aquellos encuentros entre la princesa y Rukawa-sama ponían a Hanamichi en un estado lamentable. ¿Y a quién no? Observar delante de tus narices como el amor de tu vida se desvive por otra persona que no eres tú, aquello era lo que vivía Hanamichi casi a diario.

Lamentaba el día en que vio por primera vez a Rukawa-sama; quedó prendado de sus bellos ojos sesgados y de su porte majestuoso. Desde entonces, y sin consultárselo, su corazón había dictaminado quien sería su dueño legítimo. Se trataba de un amor imposible y tenía todas las de perder;  enamorado del único hijo varón del segundo hombre más importante del reino, el consejero del rey, una persona cuyo rango social era casi comparable al del propio monarca, además de que su amor era hombre y por eso solo podía acabar ahorcado si alguien lo descubriera.

Sin embargo, lo que realmente afligía a Hanamichi, muy a su pesar, era que  aquella persona era el amor de su vida, y sabía que no volvería a sentir nada igual por nadie... que nunca sería correspondido...

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

TBC or not TBC...


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