Lo has vuelto a hacer, como de costumbre, estas con otro, o tal vez esta vez sea otra, con la que te estás revolcando en mi cama, en nuestra cama, esa que compramos con el dinero que sobro de MI Ferrari. No te lo estoy reclamando, porque sé muy bien que aunque fuera un reclamo no prestarías atención, sólo pretendo informarte de lo que estás haciendo, Hibari, y lo que pasa ahora, es que me estás perdiendo.
Cada vez me duelen menos los engaños, cada día siento menos rabia, cada semana aprendo a controlarme mejor, o será tal vez que cada semana me importa menos. Sí, es eso. Cada día me importas menos Hibari.
Escucho los ruidos que no cesan en la habitación, no tiene ni cinco minutos que llegue y al parecer ya van por la segunda ronda. Me siento en el sillón y prendo un cigarrillo, como se me ha hecho costumbre en estos momentos. Debería darme asco acostarme en la misma cama en la que te has revolcado con otro, pero a lo largo de los meses, he aprendido que el sillón no es muy cómodo; por ello esperare a que termines, que despidas a quienquiera que sea, para poder tirarme sobre la cama a dormir una merecida siesta.
Pasan veinte minutos más, en los que me complazco a mi mismo, llenándome los pulmones de humo. Sales de la habitación dando un portazo e indicándole al pobre infeliz la salida. Estas molesto, y el pobre ingrato sólo me ve como deseándome suerte; suerte es algo que deje de necesitar hace mucho para lidiar contigo, Hibari, ahora lo único que necesito son ganas, porque hasta eso se perdió en mi, las ganas de mirarte a la cara.
Te quedas parado en el marco de la entrada, viéndome directamente, esperando que diga algo, ansiando que como antes hacia te reclame. Pero no pasara, no te voy a dar el gusto de pelear, no cuando estoy tan cansado de trabajar todo el día, y sin haberme podido tomar siquiera un café al despertar.
-llegaste muy tarde Hayato –me ínsitas a la discusión, como de costumbre, y al no recibir respuesta continuas –esto no es un maldito hotel ¿sabías? –
Me da risa la ironía de esas palabras, ¿te escuchas cuando hablas Kyoya? Supongo que no, de lo contrario te darías cuenta, de que él que usa nuestro apartamento de hotel, no es otro que tú.
-lo siento –digo apagando el cigarrillo en el cenicero sobre la mesa de centro en la sala –tratare de llegar más temprano, pero el Décimo me entretuvo con papeleo –me levanto sin más y me comienzo a desvestir mientras entro a la habitación. Estoy demasiado cansado siquiera para poderme bañar.
-eso no arregla las cosas –me vuelves a decir con enojo, mientras me sigues hasta la recamara, que está totalmente desordenada.
Veo la cama, está hecha un asco, como de costumbre. Rio en mis adentros mientras quito las sabanas para ir por otras; mi nivel de asco ya no es tan alto, aun así sigo siendo limpio.
-¡deja de ignorarme Hayato! –me gritas mientras ves que tiendo la cama, antes de termina de desvestir me. Me tomas violentamente del brazo y me estrellas contra la cama.
-no te estoy ignorando Hibari, sólo no tengo ánimos para esto, estoy realmente cansado –digo con tono monótono, sosteniéndole la mirada. Como de costumbre me besaras demandante, me morderás el cuello y empezaras con tus historias paranoicas de que huelo a alguien más.
Ya has descargado tu ira en mí, como de costumbre, Hibari. Ya me has golpeado y me has forzado a que lo hagamos, aunque no tenía ganas. Ya me has dicho que soy tuyo, y que aunque no lo crea me amas. Como de costumbre me he metido a la regadera, porque ahora me repugna más el que me toques al verte hacerlo con alguien más.
Lo tuyo conmigo, es un amor enfermizo Kyoya, te duele el que ya no me puedas hacer llorar, y a mí me duele el aun tenerte que soportar. Tú eres un animal de hábitos, y no te has dado cuenta, que lentamente esta monotonía nos está matando. Si bien ya no te amo, no estoy tan loco, como para atar a ti mi eterna infelicidad.
Contrario a lo que hago todos los días, me visto con mi traje, saco una valija del armario y comienzo a llenarla. Hoy rompo la costumbre Hibari.
Antes de irme de irme de la casa tomo un lápiz y un papel y dibujo un círculo, se completo nuestro ciclo, abra que empezar con otro nuevo, siempre has sido brillante Kyoya, lo sabrás adivinar.
Salgo de la casa dejando la llave junto al cenicero, te puedes quedar el apartamento, ya me llevo lo necesario. Ahora iré a casa de Yamamoto, para decirle con una sonrisa poco usual “he roto la costumbre”.