Hoy he cumplido quince años.
Cuando me pongo a pensar en ello, tengo la extraña sensación de que el tiempo no avanza. Como si se hubiera detenido durante mucho tiempo, y luego hubiera avanzado a toda prisa para recuperar los años perdidos.
Y es que he pasado tanto tiempo solo, perdido, confuso… Aislado de todo, que los minutos parecían horas, y los años, siglos.
He necesitado tantas veces algo a que agarrarme cuando he estado a punto de caer, y tantas veces algo que me ayudara a levantarme… Que las heridas nunca llegaban a sanarse, se iban acumulando hasta que el dolor consumía mis huesos.
No sabría calcular cuantas veces he llorado en silencio, a pesar de que no había nadie que escuchara mis sollozos. Las veces que he necesitado el calor de otra persona, y me he conformado con el frío del invierno… El dolor que me corroe por dentro y que carcomía mi alma.
Sería estúpido intentar recordar las veces que he buscado razones para sonreírle a la mala suerte. Las veces que he desafiado a la muerte. Las veces que no le he encontrado sentido a mi existencia…
Hasta que apareciste tú.
Cuando te vi por primara vez, me fijé en tus ojos, pero no pude ver mi reflejo en ellos… Desde ese momento supe, que tú y yo, tan diferentes por fuera, éramos iguales por dentro.
Creo que tú también lo supiste desde ese momento.
Recuerdo que ese día me hablaste. Fueron las primeras palabras que escuché salir de tus labios. Te presentaste ante mí con mirada desconfiada y me revelaste tu nombre, que al poco tiempo fue sustituido por tu nombre de capitán.
Desde ese día nos volvimos el uno parte del otro, y aunque por aquel entonces no conocía mucho acerca de ti, realmente no me importaba. Sobraban las palabras.
Pasaron los años, y cada día me sentía más atraído por ti. Las mirada que compartíamos, con el paso del tiempo, fueron adquiriendo un nuevo significado… Y cuando quise darme cuenta no imaginaba una vida sin ti.
Reconozco que tuve miedo. Mucho miedo. Miedo por volver a perderlo todo, por quedarme solo… Mi desgastado corazón no podía soportar un golpe así, no otra vez.
Pero tú estuviste a mi lado en los momentos de duda, brindándome cariño, amistad, amor… dándome todo lo que había añorado durante tanto tiempo, y que veía como algo inalcanzable para una persona como yo.
Tú cambiaste mi vida desde el primer instante. Me diste un nuevo significado, una nueva meta. Me diste tu amor incondicional. Me lo diste todo.
Recuerdo que cuando compartimos nuestro primer beso apenas teníamos ocho años. No sabíamos que significaba esa presión en nuestro pecho, no sabíamos nada acerca de este sentimiento, y claro está, no sabíamos lo que era amar.
Pero ahora no hay razones para pensar en eso. Sabemos lo que sentimos el uno por el otro y aunque no podamos hacerlo visible a los ojos de los demás, sabemos que ese sentimiento sigue ahí, inalterable.
Puede que a veces me enfade, o no te devuelva las muestras de cariño. Puede que a veces sea algo frío, y que me haga el difícil. Qué me niegue a ‘’intimar’’ contigo, y ponga escusas poco creíbles, pero sabes que es mi manera de ser, y que no puedo cambiarlo. Y aunque me esfuerce por hacerte creer lo contrario, me encanta cuando eres así conmigo, porque sé que soy la única persona que conoce esa faceta tuya. Tu faceta sonriente, cariñosa… Feliz.
Me he enamorado de tu sonrisa.
Por eso quiero seguir siendo esa persona especial que, al igual que tú hiciste conmigo, dé a tu vida un motivo para sonreír de nuevo.
Por los años vividos y los que nos quedan por vivir;
Te quiero Haruya, nunca dudes de ello.