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El asesino de la Muerte por Isaku Uchiha

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Notas del capitulo:

Tardé con este capi lo sé mil disculpas.

No los haré esperar más.

A leer n_n

 

 

- Sasuke, pronto lloverá, será mejor que entremos a la casa.- Un mujer alta de cabellos largos y azabaches llamaba tiernamente a su pequeño hijo.- Podemos seguir jugando adentro después de cenar.

- Hai, oka-san.- Atravesó el jardín corriendo tan rápido como sus piernitas le permitían, su madre lo recibió con los brazos abiertos y una amplia sonrisa. Lo cargó y le dio un beso en la nariz mientras caminaba hacia la puerta.

- Ne, oka-san…

- ¿Sí?

- ¿Nii-san jugar también?

- Ah, ¿te refieres a Jitachi-kun?

- ¡Jitachi no! ¡Itachi! I-ta-chi.

- Gomen, gomen, a veces olvido su nombre.- El pequeño hizo un puchero. La mujer no pudo evitar sonreír.

- Pero, ¿Itachi sí jugar?

- Bueno, si está con nosotros cuando  juguemos, claro que sí.- Se alegró al escucharla decir eso, se abrazó a su cuello, lleno de felicidad. Entraron al comedor, una lujosa habitación con una mesa de pino llena de platillos espectaculares en el centro; un hombre de cabellos castaños los esperaba sentado en un cojín.

- Fugaku, amor, debes tener mucha hambre para estar tan temprano en casa.

- Sí.- Dijo secamente.

- Bienvenido.- Se agachó y besó su mejilla, el hombre ni se inmutó.- Sasuke, saluda a tu padre.- Le dijo con una voz suave; el pequeño habló tímidamente.

- Bi-bienvenido, oto-san.- El mencionado le miró, haciéndolo esconder el rostro en el cuello de su madre por el miedo, esa mirada era aterradora, pero el dueño no era un hombre malo. Simplemente parecía serlo. Sus ojos cerrados estaban humedecidos pero antes de que las lágrimas pudieran caer por su carita fue acomodado en su lugar en la mesa. La cena empezó.

 

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Se movía de un lado a otro en su cama; no esperaba dormirse, no quería hacerlo, lo que esperaba era que él llegara. Siempre llegaba a media noche, tan exacto. Cómo entraba a la mansión no lo sabía, pero no importaba mucho, él venía a jugar todas las noches a su habitación sin que nadie notara su presencia. Era tan amable  y tan cariñoso, se notaba que se preocupaba por él, como una especie de hermano mayor. Cuánto lo idolatraba, quería llegar a ser como él algún día.

Dirigió la mirada hacia la ventana; la noche era oscura y tenebrosa, pensaba que seguro había monstruos horribles afuera que querían comérselo, estaba tan asustado. Podía correr a la habitación de sus padres y dormir con ellos como acostumbraba en noches así, pero eso significaría no ver a Itachi.

No ver a Itachi…

Tenía que ser fuerte. No sabía cuánto faltaba para la media noche, pero aún así estaba dispuesto a esperar en su habitación el tiempo necesario. Bajo la seguridad de las cobijas lo esperaría, y cuando finalmente llegara, se aferraría a él con todas sus fuerzas, porque él le hizo esa promesa, protegerlo siempre de cualquier cosa. Cuando Itachi estuviera ahí, los monstruos se irían.

Un relámpago iluminó toda la habitación, el estruendo que provocó fue espantoso; no pudo aguantar más. Saltó de la cama con el corazón fuera del pecho y corrió con desespero a donde descansaban sus padres; estaba invadido por el miedo, pero al mismo tiempo el odio ardía fuerte en su interior: se odiaba a sí mismo por no haber esperado sólo un segundo más en su habitación. Quería jugar con él como todas las noches, quería estar con él hasta el amanecer, y quería quedarse dormido en el calor de su pecho, en la protección de sus brazos…como siempre. Ni siquiera su madre, a quien tanto quería, era tan cálida. Pero eso ya no podía ser, al menos no por esta noche. La había arruinado.

Cobardía…

Odio…

Vergüenza…

Decepción…

Tristeza.

Las lágrimas cubrieron sus mejillas sin que pudiera evitarlo, tanta rabia y tanta tristeza juntas no provocan más que dolor. Un dolor insoportable. Al final del pasillo una luz tenue escapaba por una ranura, la puerta de la habitación estaba entreabierta; ese pequeño trazo de luz amarillento fue suficiente para detener su carrera y darle valor entre las tinieblas. Secó sus ojos con el dorso de las manos y caminó silenciosamente hacia la habitación, tenía que parecer lo más tranquilo posible, su padre era un hombre al que no le gustaba ver llorar a su único hijo, especialmente por algo tan ridículo como una tormenta. Según él, un Uchiha nunca debía llorar aunque tuviera el motivo para hacerlo; sería imperdonable, un insulto a los ancestros. Siendo tan pequeño, ya sabía perfectamente que esa era una de las más dolorosas cruces que tenía que cargar solo, como heredero del clan.

Estuvo a punto de abrir la puerta, pero los murmullos del otro lado lo detuvieron.

- Sólo tiene cinco años, no seas tan severo con él.

- No soy severo, es que simplemente no tiene por qué hacerlo.

- Es sólo un niño, ¿Qué esperas que haga? Así es como juega.

- Entiendo que juegue, todo niño lo hace, pero no entiendo por qué necesita hacerlo tan real. ¿Acaso es retrasado o qué?

- Amor, que Sasuke tenga un amigo imaginario no significa que tenga problemas. ¡Es normal! Tú estás exagerando, lo tratas como si tuviera veinte años; sólo tiene cinco, ¿Ya lo olvidaste?

- No empieces a decirme estupideces Mikoto, ya sé que tiene cinco.

- Pues no lo parece. Lo presionas demasiado por ser nuestro único hijo, necesitas calmarte.

- ¡Estoy calmado! Pero antes de que ustedes dos me saquen de mis casillas te diré esto: si vuelvo a saber sobre ese tal Jitachi te juro Mikoto que envío a Sasuke con el psiquiatra.

- …es Itachi…

- ¡Lo que sea! No quiero volver a escucharlo. Buenas noches.- Finalizó con un evidente tono de molestia en su voz, la luz dentro del cuarto se apagó al igual que la de sus ojos. Esa mirada vacía, perdida, destrozada, cuántas veces llegaría a mostrarse en el futuro; estas eran sus primeras apariciones. Sus pies emprendieron la marcha de regreso a su habitación, no era conciente de ello, estaba atrapado por algo aún más fuerte que la oscuridad; ya no le preocupaba.

El estruendo de un nuevo relámpago se escuchó por todo el lugar, repitiéndose una y otra vez, retumbando en su cabeza, entrando furtivamente a su mente y guardándose en su memoria con sangre.

Sangre…

Volvía a escucharlo, cada vez más fuerte, como si estuviese…frente a él.

Había un hombre…

Había un arma…

Estaba aquél lobo…

Sentía dolor…

Sentía muerte…

Y después…sólo había silencio.

Oscuridad. Ya no temía a las sombras.

- …nii-san…no me dejes…onegai…nii-san… ¡Nii-san!- Despertó. Se levantó de golpe sobre la cama, respiraba agitadamente y su corazón latía con desenfreno. Estaba temblando.

La noche anterior él…

Se abrió la camisa y miró con temor su vientre, esperando ver una herida terrible. Pero no había nada. Sólo su nívea y perfecta piel sin una sola cicatriz, su camisa blanca estaba impecable, no había rastro de sangre en ella.

¿Un…sueño?

Tardó varios minutos en calmarse y normalizar su respiración; había sido una impresión muy fuerte. Vio a su alrededor. Estaba en la habitación del hotel.

 

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El sol despuntaba en lo alto, sus flechas doradas caían sutiles sobre la tierra, el cielo estaba despejado. Aquél era un día agradable. Salió del cuarto y bajó las escaleras hasta llegar al recibidor; le extrañó la repentina soledad que había en el edificio, justo anoche había mucha gente registrándose como él. ¿A dónde habían ido? En la recepción sólo estaba un hombre para atender a los huéspedes. Ayer había siete. Extraño.

Sólo pagó por una noche, ahora ya podía irse a algún lugar. Al salir al estacionamiento vio una gran cantidad de gente reunida casi frente a su auto. Caminó hacia él con la mirada fija en la multitud, algo interesante estaban viendo, lo supo por sus rostros pálidos y llenos de terror; al acercarse más divisó varias patrullas, había muchos policías también y… ¿Un camión del forense?

La noche se había puesto interesante y él dormido teniendo pesadillas. ¡Perfecto! Subió al coche y antes de ponerlo en marcha notó unas diminutas gotas escarlata en el parabrisas. Lo que faltaba. Algún idiota ebrio de seguro no vio su auto y se dio de bruces con él. Jodida suerte la que tenía, Dios debía odiarlo mucho. ¿Por qué mejor no lo mataba y ya? Así se quitarían los dos de problemas. Pasó a un lado de los demás autos y volvió a la carretera; por una fracción de segundo le pareció ver en el retrovisor, a través de un hueco de la multitud, varios montones de algo en el suelo, estaban cubiertos de tierra y algo color marrón, tal vez sangre seca. No debió ser otra cosa más que una pelea de perros.

Continuó con la vista en el camino, alejándose lento hasta perderse en el horizonte. Al igual que aquella vez, unos ojos escarlata lo observaban atentos mientras desaparecía en la línea de la carretera, pero no eran los que siempre solían acompañarlo.

- Itachi… ¿Qué has hecho?

 

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En un lugar del otro lado del mundo, donde las tierras no son de nadie, donde la guerra es el trabajo obligado y donde Ellos son los invitados de honor…

La hoz descendía certera contra los hombres, atravesaba sus cuerpos con una facilidad indiferente, la velocidad de su amo era infernal. La hoja cortaba sus cuellos, sus torsos, sus extremidades, por donde quiera que pasara hacía un corte preciso; no desgarraba carne mortal, sólo alma inmortal. En aquél campo de batalla, él era el único que danzaba la melodía tétrica de su naturaleza.

- Parece que Itachi está inspirado hoy, no nos ha dejado entrar a tomar ni una sola alma.- Un chico rubio de cabellos largos y ojos azules se quejaba ante sus demás compañeros.- ¿Qué mierdas le pasa a ese idiota? No es la única Muerte en este lugar…

- Tienes razón Deidara, tienes toda la razón.- Lo apoyaba un hombre alto, de tez morena y ojos aguamarina; estaba de brazos cruzados viendo al pelinegro actuar, personalmente no le importaba, así no tendría que gastar energías, pero molestar al rubio, eso sí que valía la pena.- ¿Por qué no vas y se lo dices?

- ¡Ni loco! Me gusta mi alma donde está, ¡en mi cuerpo!

- No seas cobarde.- Le decía en tono de burla un chico albino de ojos violetas.- Es nuestro jodido amigo, no va a hacerte nada. ¿Verdad, Kakuzu?

- Por su puesto que no. Hidan tiene razón…increíblemente tiene razón.

- Ah, ¿sí? ¡¿Por qué no se lo dicen ustedes?!- Ambos respondieron al unísono.

- Porque amamos nuestras vidas.

- …son unos idiotas, ¿Lo sabían?- Reprochó con una venita en la frente.- De todas formas Itachi se ve cabreadísimo, algo le hicieron puedo verlo en sus ojos negr… ¿Qué no eran rojos?- Justo cuando los otros dos iban a responder una voz grave los interrumpió.

- Buenas tardes señores, por favor, ¿Alguno de ustedes podría decirme por qué no están trabajando?- Un escalofrío recorrió sus cuerpos, hicieron una reverencia ante la figura espectral.

- Madara-sama.

- ¿Y bien? ¿Qué estoy viendo aquí?

- Itachi se está encargando de todo, Madara-sama…al parecer hoy despertó con muchas energías.- Le respondió el rubio irritado.

- Todo lo contrario…retírense.- Se inclinaron nuevamente y desaparecieron en una espesa neblina negra. El hombre de ojos escarlata avanzó por el campo de cadáveres hasta llegar a donde se encontraba el azabache.- Ya fui a ver la gracia que hiciste, Itachi. Ese mortal…es verdaderamente afortunado.- Giró el rostro hacia quien le hablaba, lo reverenció.- Oh, no es necesario que hagas eso, después de todo, ya no me perteneces.- Se levantó mirándolo fijamente a los ojos.- Ven, caminemos un poco.- Empezaron la marcha juntos por el lugar devastado.

- Madara-sama, quiero disculparme por lo que hice. Yo…me dejé llevar.- Los ojos color sangre lo miraron por unos instantes, luego volvieron al frente.

- ¿Disculparte? No digas tonterías. Si lo que hiciste no fuera correcto no les hubiera dado el poder de hacerlo. Pero…ya sabes lo que sigue. La pregunta obligada aquí es si estás consciente de ello.

- Lo estoy y lo acepto.

- Bien. Entonces el contrato debe cerrarse.

- Hai…- Se esfumaron en una nube oscura.

 

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Condujo hasta el atardecer. Pasó varias ciudades pero decidió detenerse en la última a la que llegó. Estaba cansado. Estacionó en un parque en las orillas de la metrópoli; había muchas personas ahí, familias enteras que buscaban pasar un buen rato. Se sentó en una banca desde donde se podía ver un precioso atardecer, con sus trazos amarillentos, anaranjados, rojizos, violetas y azules. Hermoso. El fresco viento de la noche se hacía presente, meciendo sus cabellos azabaches con delicadeza. Las personas ante él se veían felices, en verdad disfrutaban de la vida, especialmente aquéllos que venían con su familia.

Familia…

Un joven pasó frente a sus ojos, cargando en su espalda a un niño.

- Bájame, nii-san, yo puedo solo.

- Lo sé, pero es mi deber cuidarte. Soy tu hermano mayor.- Le sonreía tiernamente.

- ¡Nii-san!- Hacía un puchero.

Nii-san…

Bajó la cabeza. Los recuerdos de esos días venían a su mente; eran dolorosos.

La noche reinaba.

Un tren de imágenes desfiló ante sus ojos: su madre sonriendo, tan bella y deslumbrante como siempre; su padre, con esa mirada penetrante y exigente, no era tan malo. Su nii-san. No, él no tenía un hermano. Pero aún así…

- Muy buenas noches, Uchiha Sasuke. Tengo un asunto que discutir con usted sobre su querido nii-san.

Levantó el rostro sorprendido. Delante de él había dos entes sombríos, un hombre alto, de cabellos largos y azabaches con ojos rojizos; el otro, la persona que jamás pensó volver a ver. De sus labios escapó el nombre de lo imposible.

- Itachi…

 

 

Notas finales:

Algo siniestro me parece, empieza a crecer la intriga!!!

Espero sea de su agrado gracias por seguir el fic ^o^ nos vemos en los reviews n_n


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