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Hanamuke por BombayLove

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen, pero la historia, sí.

Enjoy~

Notas del capitulo:

Jin regresa a su pueblo natal en busca de su primer amor, pero este rehizo su vida con otra persona...

Dos niños estaban frente a un hermoso lago, tomados de la mano. Tenían casi la misma altura. Uno de ellos gimoteaba.

- Prométeme que me vas a esperar.

El niño que sollozaba asintió con la cabeza, enjugándose las lágrimas.

- Te voy a esperar para siempre.

Su oyente rió, soltándolo y acariciando su cabeza.

- Tan tierno – Susurró. De su bolsillo, sacó un collar con dos anillos como dijes. Abrió el mismo y sacó uno de sus anillos entregándoselo a su acompañante -. Recuérdame…

 

Un auto importado, descapotable, entraba a un pequeño pueblo. Los lugareños, por supuesto, estaban sorprendidos por aquel visitante que llegaba a molestar la tranquilidad de su pueblo. El automóvil fue derecho por la avenida principal hasta llegar al hospital que marcaba el final de la misma. El recién llegado estacionó el automóvil frente al edificio, cerró el techo y bajó del vehículo.

Sus cabellos eran de un color negro azabache, sus ojos estaban cubiertos por un gran par de lentes de sol. Llevaba una camisa celeste con rayas blancas y un saco negro colgado al hombro, haciendo juego con sus pantalones de vestir. De calzado, llevaba unos mocasines marrones. Cerró la puerta del automóvil, le puso la alarma y se dirigió al hospital, ante la mirada atónita de los visitantes.

Parecía uno más del lugar, su conocimiento acerca del hospital era envidiable. Caminó por el largo pasillo y se dirigió al patio principal, en medio del edificio. Detuvo sus pasos al ver a una mujer mayor de cabello rubio y con canas, atado en un rodete frente a una fuente que ya no largaba agua desde hacía un largo tiempo pero que, aún así, permanecía limpia, como si esperara a que el agua saliera alguna vez. Rodeado el lugar por pacientes y gente que iba allí por consultas o de visitas, el muchacho se acercó a ella con una sonrisa.

- Nana-san – La llamó con tono infantil.

La mujer se quedó perpleja ante aquella voz sumamente familiar. Se giró para mirar al recién llegado, llevándose una mano para tapar su boca.

- No puedo creerlo - Extendiendo sus brazos -… Pero si estás hecho todo un hombre, Jin.

Avergonzado, el morocho estrechó a la mujer entre sus brazos, ambos regocijantes de felicidad.

- Ven – Dijo la mujer, agarrándolo de la mano -. Vamos a tomar algo a la cafetería. Tengo algo de tiempo libre.

Siendo guiado por Nana, Jin fue llevado a la cafetería, quitándose los anteojos de sol apenas entraron.

- Ahh… Pero si no ha cambiado en nada…

- Así es – Dijo la mujer, mirándolo -. Nada ha cambiado – Le sonrió, acercándose junto a él a una de las tantas mesas que allí habían -. Quédate aquí, ahora te traigo algo.

- Muchas gracias.

Nana se acercó a las mujeres que atendían el lugar pidiéndole que le alcanzaran comida que ella eligió del menú, mientras que Jin intentaba familiarizarse con la cantidad de personas que allí habían, intentando recordar sus rostros, sus nombres, pero fallando en el intento.

- ¿Qué sucede? – Preguntó la mujer, acercándose con dos bandejas, al ver la cara de frustración del morocho.

- Me mentiste, este pueblo ha cambiado demasiado – Dijo, entre risas, mientras la mujer se sentaba frente a él.

- Realmente no ha cambiado mucho – Dijo la rubia, empezando a devorar el contenido de su bandeja -. Es sólo que tú te olvidaste de nosotros.

- ¡Por supuesto que no me olvidé! – Dijo el muchacho, sonriendo.

- ¿Entonces, por qué nunca viniste a visitarnos? – Preguntó su oyente, comiendo.

- Mi mamá empeoró - La rubia dejó de comer y le prestó más atención -… Tuvimos que ir a Estados Unidos a seguir con el tratamiento.

- Yo…

- No tienes de qué preocuparte – Dijo Jin, rápidamente -. Si se hubiera diagnosticado antes… Quizás no hubiera… terminado como terminó…

- ¡Ah! Yo lo…

- No está muerta – Rió -. Pero sí sigue en Estados Unidos con mi padre.

- Ya veo – Nana suspiró, aliviada, volviendo a ponerle atención a la comida que esperaba  ser comida por ella -. ¿Y tú cómo estás?

- Excelentemente bien – Reconoció el morocho, con una sonrisa. Estaba por comer un bocado, pero dejó el trozo de comida a un costado y miró a la mujer -. Ah… Nana-san…

La aludida digirió rápido su comida para poder hablarle.

- Está en la tienda. Viene a ayudarme cada tanto. Él se ha vuelto una persona muy amable, ¿sabes? Estará encantado de verte. Ve, ve – Lo ahuyenta con las manos.

- Pero… Y la comida…

- Yo me encargo, ve de una vez – Dijo la mujer, acercándose la bandeja que pertenecía a Jin.

- ¿La comida de este lugar sigue tan mal?

- Son sus hijas… Pero cocinan del mismo modo – Dijo Nana, provocando que su oyente sonriera de lado.

- Entonces… Me voy…

- ¿Tienes lugar donde hospedarte?

- N… No… - Reconoció el muchacho, sonrojándose.

- Bueno, dile a ese hijo mío bueno para nada que te prepare la habitación de huéspedes.

- ¡Ah! No… Pero…

- Nada de peros – Lo señaló con un palillo -. Es lo menos que puedo hacer para darte la correspondiente bienvenida a este pueblo.

Jin sonrió.

- Gracias.

Recibió un signo de victoria como respuesta, ya que Nana devoraba aquella comida que tanto odiaba.

Jin salió del hospital y tras subir al automóvil volvió su camino hasta llegar a un mercado. Bajó del automóvil y se acercó, con el ceño fruncido, a un muchacho que llevaba cajas de un lado a otro. El mismo se detuvo en un momento dado, desatándose la toalla que tenía sobre su cabeza para secarse la cara, percatándose de que había alguien a sus espaldas al ser delatado por la luz del sol que proyectaba su sombra.

- ¿Sí? – dijo el muchacho, no más grande que él girándose para verlo. Estaba sudado culpa del trabajo. Llevaba una camisa a cuadros abierta y una musculosa debajo de ella. Unos pantalones de jean y unas zapatillas terminaban de vestirlo.

- ¿Yuya?

El morocho frunció el ceño ante la pregunta.

- Adentro – Susurró. Jin le agradeció y entró casi corriendo al local, bajo la mirada del morocho, quien lo miró hasta que lo perdió de vista al ser asustado por un leve golpe sobre su espalda.

- ¿Qué sucede?

- Tai-chan – Dijo el aludido, llevándose una mano a su corazón para comprobar si éste seguía latiendo -. Un tipo… estaba buscando a tu hermano…

- ¿Eh? ¿A niisan? – Miró dentro del supermercado, acercándose tanto a las puertas, que ocasionó que estas, al ser automáticas, se abrieran solas -. Me pregunto quién será…

 

No había gente en el lugar, solo unos cuantos ayudantes y las cajeras. Ninguno de ellos reparó en su presencia. La época navideña había llegado, mas no aún la nieve, y como tal, todo el pueblo debía ponerse a tono. Un muchacho de cabellos rubios, vestido de camiseta, remera, jean, zapatillas de lona y una camisa atada a la cintura, intentaba colgar una guirnalda sobre un clavo que, aún estando sobre la escalera, era inalcanzable. Sobre el último escalón de la misma, mantenía apoyados los adornos con los que fue decorando el lugar. Se puso en puntas de pie, probando si así alcanzaba colgar la guirnalda.

- ¿Quieres tomar algo? – Le preguntó el muchacho que estaba afuera al otro que lo seguía, abrochándose la camisa.

- ¿Tienes frío? – Preguntó el morocho, sonriendo.

- Bueno, estamos en invierno.

- Ah. Mira – Señalando a Yuya estirarse hacia un clavo.

- ¿Qué está haciendo…?

- Parece que quiere colgar esa guirnal—

Sus palabras fueron interrumpidas por la silueta de Yuya cayendo de la escalera al fallar en su intento por decorar el lugar.

- ¡Yuya!

Cerró los ojos. Frunció el ceño al encontrarse todavía con vida.

Abrió un ojo y después el otro.

- ¿Estás bien? – Le preguntó Jin, arrodillado en el suelo, sosteniéndolo en brazos.

- Ehm… Sí…

- Qué bien – Sonrió. Yuya lo miró con ojos curiosos, preguntándose por qué se le hacía tan familiar aquella sonrisa. Vio sus facciones pero no había caso, no podía recordarlo. Sus ojos se detuvieron en el collar que tenía alrededor de su cuello. Sus manos rápidamente acariciaron su clavícula para dar con el dije, calvando su vista en la del morocho.

- ¿Ji… Jin…? – Susurró, sin creerlo.

- Hasta que al fin me reconoces.

- No… No puedo… creerlo.

Con una enorme sonrisa en el rostro, Yuya abrazó al recién llegado, aún siendo sostenido por él.

- Niisan…

- ¡Ah! ¡Tai!

Yuya se incorporó, ayudando a Jin a levantarse, dándole la mano para hacerlo.

- ¿Estás bien? – Preguntó el mayor al lado del más pequeño, quien se disponía, en compañía de Jin, a juntar las cosas que habían caído de la caja que Yuya tenía con los adornos.

- Sí, por suerte estaba Jin – Le respondió, metiendo ambas manos en los bolsillos traseros de su pantalón, dirigiendo su mirada hacia el mencionado -. ¡Ah! No los presenté.

- ¿Mh?

Jin y el otro muchacho se levantaron y se acercaron a los otros dos sujetos.

- Los presento, quizás tú no lo recuerdes, Tai, pero él era vecino nuestro y un gran amigo mío cuando era niño. Su nombre es Jin Akanishi. Jin, él es Toma Ikuta.

Ambos muchachos se estrecharon las manos.

- Encantado de conocerte – Dijo Jin -. Tú eres…

- La pareja de Yuya – Respondió, secamente el aludido.

La expresión de Jin era de una sorpresa absoluta.

- Ah. Ya veo.

Toma soltó a Jin y se dirigió a auxiliar a Yuya, quien juntaba entre sus manos, trozos de adornos rotos. El hermano del rubio se acercó a Jin y se señaló.

- ¿Me recuerdas?

- Claro que sí. Tai-chan, ¿no? – Acariciando su cabeza -. Sí que has crecido. Deja de comer o vas a pasarme dentro de poco.

La sonrisa que se dibujó en el rostro de Taiga fue una de las más hermosas antes vistas. Prácticamente se lanzó a los brazos del mayor, abrazándolo con fuerza, siendo su abrazo correspondido entre risas.

- ¡Jin-niisan!

- ¿Niisan? – Preguntó Toma, pasmado.

- Una forma de decir – Dijo Yuya, agarrando la caja entre sus manos -. Jin era amigo mío cuando éramos niños.

- Ah – Dijo el aludido -. ¿Y por qué se fue?

- Mi madre tiene cáncer – Respondió el morocho, oyendo su pregunta -. En estos momentos, ella sigue un riguroso tratamiento en los Estados Unidos.

- ¿Cuánto vas a quedarte, niisan? – Le preguntó Taiga, entusiasmado.

- Mhh… La verdad… No lo tengo pensado…

- ¿Dónde piensas quedarte? – Preguntó Yuya.

- En tu casa.

- ¿Eh? – Preguntaron al unísono Toma y su pareja.

- Nana-san dijo que me prepares el cuarto de huéspedes – Dijo el morocho, sonriendo ampliamente.

La expresión en el rostro de Toma se parecía a la de un tigre a punto de atacar a su presa directo a la yugular. La llegada de Jin iba a hacer que esa Navidad sea una bastante caliente…

Notas finales:

Gracias por leer :D


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