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El jardín de la Noche por lizergchan

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Notas del fanfic:

 

 

Notas del capitulo:

Espero les guste n.n

Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, sino a su autor Hidekaz Himaruya-sama, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Personajes: Rusia, Mexico, Aquila, Prusia, España, América, Canadá, otros.

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, UA (Universo Alterno), humor, Lemon, mpreg, fantasía y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

 

Originalmente este era un fic en conjunto con Hatake Saori del anime Naruto pero ya que Saori no ha dado señales de vida y no sé como continuarlo con Naruto he decidido adaptarlo a Hetalia.

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

El jardín de la noche

 

 

Capítulo 1.- Nacido en eclipse

 

 

 

 

 

Un magnífico castillo se erguía imponente, elevándose orgulloso al cielo, como queriendo alcanzar el deseo impío de su creador: Sentirse como un dios. Aquel día distaba mucho de cualquier otro. No había una sola nube en el firmamento, ni un solo animal daba señales de vida; el día anterior había caído una gran nevada que cubrió todo con su blancura con violentas ráfagas de viento y lacerante frío. No faltaron los supersticiosos que aseguraban que era sin duda signo de un mal augurio.

 

¿Qué otra cosa se podría pensar cuando la naturaleza misma conspiraba para ello?

 

En una de las tantas habitaciones del castillo cubierto por la blancura de la nieve. Los gritos y gemidos adoloridos de una mujer, rompiendo la calma. Estaba acostada en una amplia cama, su piel sudorosa a causa del esfuerzo del parto. La habitación repleta de parteras que se desvivían por atender a su señora.

 

— ¡Puje! —le ordenó la más anciana de las comadronas, se encontraba entre las piernas de la parturienta. Afuera, en el momento mismo en  que el bebé nacía, el cielo se oscureció y el sol fue cubierto lentamente hasta apagarse por completo, ocasionando el pánico de los ignorantes.

 

Fuera de la habitación, un hombre caminaba nervioso de un lado a otro del corredor, esperando cualquier noticia proveniente de la habitación.

 

—Tranquilícese Majestad, estoy seguro que todo saldrá bien —dijo su consejero, tratando de animarlo —. La reina es una mujer muy fuerte, y su hijo lo será también.

—Pero Nicolai, ¿acaso no has notado que día es hoy? —dijo el rey desesperado —Estoy seguro que este eclipse no traerá nada bueno… son malos augurios.

 

El hombre iba a replicar cuando la puerta de la habitación fue abierta por la anciana partera que salió seguida del resto de las mujeres. Ambos se acercaron a ellas, el rey esperó expectante las noticias sobre el estado de su esposa y su vástago.

 

—Su hijo está maldito—dijo la anciana, ocasionando que el hombre saltara sobre ella arrinconándola contra la pared. El monarca le gritó exigiendo saber la verdad; la sujetaba de las solapas sin importarle que se tratara de una mujer mayor, no iba a permitir que nadie insultara a su hijo.

 

—Señor —intentó intervenir Nicolai, pero la anciana hizo un movimiento para que se calmara y miró a su señor a los ojos sin temor alguno.

—No es más que la verdad —dijo la mujer con firmeza —. Su hijo ha nacido en el momento justo en que la luna se comió al Sol.

 

No, eso era mentira, su hijo no podía estar maldito. Al ver la incredulidad en su gobernante, la anciana agregó:

 

—Si no me cree; pregúntele a su mujer, ella le dirá la clase de criatura que ha traído al mundo

 

El hombre entró violentamente a la habitación, ignorando el "Majestad, por favor" proveniente de Nicolai. Miró a su mujer, que aún seguía tendida en la cama, pálida y débil pero con una sonrisa en los labios que le dirigía a un pequeño bulto de sábanas que sostenía entre sus brazos.

 

—Katalina—dijo el hombre al ver a su esposa tan feliz, aún con el niño que tenía — ¿A qué hora nació este niño?

 

La pálida mujer estrechó más a al bebé entre sus brazos mientras miraba asustada a su esposo, cuyo semblante parecía a punto de estallar de la rabia.

 

—No le llames así, este niño es tu hijo y se llamará Iván es un nombre precioso —dijo Katalina intentando evadir la pregunta.

— ¿Es cierto o no que nació en el momento justo del eclipse?—explotó el rey quien era conocido como el General Invierno arrebatándole el bulto de sábanas.

 

El pequeño lo miraba desde sus brazos. A pesar de llevar horas de haber nacido, lo miraba de una forma tan fija que lo hacía parecer inhumano. Sus ojos de un extraño color violeta y cabellos rubios cenizos, en contraste de su piel, pálida como el alba.

 

—Cariño, yo… —la mujer no sabía que responderle a su marido, bajó la mirada ocultando sus ojos acuosos.

— ¡Responde! —rugió molesto — ¿Es verdad o no? –repitió nuevamente.

 

Katalina asintió débilmente sin atreverse a levantar la mirada. Esta respuesta llenó de odio, apretó al pequeño ocasionando que este comenzara a llorar.

 

— ¡No lo lastimes! —rogó la mujer, mirándolo con ojos suplicantes —, por favor… no lo lastimes, es tu hijo…

— ¡Es un monstruo! —chilló el hombre afirmando aun más la presión que ejercía en el bebé.

 

La mujer se levantó de la cama ignorando el dolor y cansancio del parto, arrojándose a los pies de su marido. Lloró, imploró y suplicó por la vida de su pequeño, no importándole humillarse con tal de salvar la vida de su hijo.

 

El monarca miró a su esposa: se veía tan débil, tan indefensa. El rey no pudo evitar sentirse enternecido, pero no podía dar su brazo a torcer; ese niño estaba maldito y podría ser la perdición  de su reino.

 

En la habitación lo único que se escuchaba eran los sollozos de la reina y del recién nacido.

 

—Padre… —aquella voz rompió la  atmósfera del lugar. Una pequeña de unos diez años se encontraba en el marco de la puerta, sus ojos azules miraban a su padre con odio, caminó hasta quedar al lado de la llorosa mujer —, madre, ¿Qué te sucede?

—Nada  —Katerina no se atrevió a decir más.

— ¿Es ese mi hermano? —preguntó arrebatando al bebé de los brazos de su padre, quien al sentirse seguro dejo de llorar para mirar a la persona que lo sostenía — Es hermoso —comentó la niña al ver como su hermanito le  sonreía.

 

Ambos monarcas miraron a su hija mayor en silencio. La sola presencia de la niña había logrado disipar el odio del hombre, miró a su mujer quien aun tenía esa suplicante mirada. Cerró los ojos dándoles la espalda, dirigiéndose a la puerta, silenciosamente aceptando al pequeño.

 

 

Años habían pasado desde que el hijo del eclipse –como lo llamaban –había nacido, condenado a permanecer entre cuatro paredes, alejado de la luz.

Cierto día, cuando el príncipe había cumplido los quince años. El rey supo, sobre un hombre, que se decía, había logrado descubrir la piedra filosofal y el elixir de la larga vida: Un alquimista que según los rumores. Tenía más de doscientos años.

 

Seguramente él; con su gran sabiduría podría ayudar al príncipe. Asombrado y con renovadas esperanzas. El rey ordenó a sus hombres buscarlo hasta por debajo de las piedras si era necesario.

 

 

 

 

Continuará…

 

 

 


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