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No me olvides por LoveShonenai

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Notas del fanfic:

Espero lo disfruten, es la primera vez que me paso de dramática >.<

Notas del capitulo:

Un fanfic hecho especialmente para navidad, espero les guste :)

“No me olvides”

 

Gravitation fanfic capítulo I: Olvídame…

 

Cerró con lentitud el libro que se encontraba leyendo por más de dos horas, se quitó los lentes y se dejó caer en la espaciosa cama en la que se encontraba sentado. Estaba fastidiado, no había entendido ni una sola frase de lo que había tardado en leer y releer. Estaba fastidiado, frustrado, lo más importante, estaba irritado. Irritado de escuchar villancicos por la calle, irritado de ver luces –según él- nefastas, regalos, árboles y más canciones ridículas que aminoraban su buen humor. Cualquiera que escuchara sus pensamientos diría que era el grinch y que planeaba destruir la tierra, a lugar de arruinar la navidad. Se puso de pie y miró la nieve caer desde su ventana, odiaba la navidad, odiaba a Santa Claus, odiaba los árboles navideños, odiaba los regalos y los villancicos, odiaba las pascuas…desde aquel día…cuando todo su mundo dio un giro radical.

 

***

Se levantó con la boca realmente seca después de haber tenido una pesadilla. Se incorporó y se cambió de ropa inmediatamente, pero no halló a su amante a su lado y realmente se estaba muriendo de sed.

 

- ¡Shuichi! Tengo sed, tráeme un poco de agua…

 Se extrañó que no recibiera respuesta alguna. Salió de su habitación y lo busco por todos los rincones de la casa, mas no halló un solo rastro de su pequeño pelirosa. Pensó que todo estaba bien, que él pronto regresaría, pero sus esperanzas murieron cuando abrió uno de los cajones de su armario y no encontró ni una sola prenda que le pertenecía al pelirosa. Comenzó a sudar frío… ¿es que Shuichi habría estado tan molesto que había decidido dejarlo? Fue hacia el baño, se lavó la cara y no encontró el cepillo de dientes de Shuichi, ni su toalla, ni sus sandalias. Salió corriendo inmediatamente de allí y, tembloroso, sacó su celular, marcando torpemente el número de su cuñado. Se sentó a orillas de su cama y comenzó a perder la paciencia ante el timbrado del teléfono.

¿Hola? ¿Eiri-san?

- Touma, Shuichi está en la empresa ¿verdad? –contestó nervioso.

Eiri-san, tranquilízate. Tu psicóloga dijo que esto iba a pasar.

- ¡¿De qué me estás hablando?!

Eiri-san, quédate ahí y no salgas, por favor…Iré enseguida.

Se quedó totalmente en blanco cuando Seguchi cortó la llamada. El celular cayó al suelo y lo único que pudo hacer en ese momento fue dejarse caer en la cama y dejar su mente totalmente en blanco. Su cuerpo no paraba de temblar, su mente se encontraba bloqueada y no sabía qué hacer. Tenía miedo y lo único que repetían sus labios una y otra vez era “Shuichi”. Se levantó de su lugar y salió de la casa para tratar de despejarse e inconcientemente llegó a la casa de Hiro, el mejor amigo de Shuichi. Tocó la puerta con suma discreción. La puerta se abrió lentamente, dejando ver la silueta del pelirrojo tras ella.

- ¿Yuki-san?

- Shuichi está aquí ¿verdad? He venido a arreglar las cosas.

- ¿Usted…? –preguntó confundido.

- Llámalo y dile que quiero hablar con él…

Hiroshi pareció aún más confundido que al principio, pero aún a pesar de eso, permitió que el escritor entrara a su casa.

- ¿No está aquí? –preguntó preocupado.

- Eiri-san, Shuichi está…

- De seguro se fue a pasear con ese retrasado del conejo ¿no?

Hiroshi entristeció.

- ¿Podría decirme en que año estamos?

- ¿Ah? ¿Qué tiene que ver esa pregunta estúpida en este asunto?

- Solo respóndame, por favor… ¿sabe en qué año estamos?

- Estamos en las fiestas del 2009 ¿no?

Hiroshi trató de reprimir el deseo de llorar, creyó que Yuki-san podría haber recordado algo de lo que pasó aquel día, pero no tenía ningún recuerdo acerca de lo que pasó con su mejor amigo. Y lo peor de todo era tener que engañarlo para evitar que sufriera.

- ¿Se encuentra usted bien, Yuki-san?

- Estoy perfectamente, solo quiero ver a Shuichi.

- ¿Shuichi? ¿De quién me habla?

- ¡Déjate de tonterías! Estoy hablando del mocoso, de tu mejor amigo.

- Em, creo que usted debería descansar un rato. Espere aquí.

Eiri asintió. Lo que hizo Hiro de manera inmediata fue marcar el número celular de su jefe.

La puerta de entrada fue abierta por el guitarrista, vio a un simpático rubio correr a toda velocidad hacia donde él estaba. Hiro trató de calmarlo, pero fue imposible, así que solo lo dejó ingresar a la sala donde el escritor se encontraba. Al verle, Eiri se repuso de su lugar y se puso de pie por la impresión, pero con la mirada totalmente ausente. Touma lo miró con mucha lástima, su mente al fin había despertado de aquel trance, pero la reacción fue tan brusca que seguro a su Eiri le costaría trabajo asimilarlo todo de un solo golpe. En diferencia a las demás veces, esta vez había despertado sabiendo que Shindou Shuichi existía.

- ¿Dónde está Shuichi? Anda, dime… ¿por qué no está aquí? Se supone hoy es nochebuena.

Su cuñado entristeció ante su pregunta.

- ¿De quién me hablas, Eiri-san? No luces bien.

- ¡Estoy bien! Dime dónde está.

- ¿Alguien te dijo de él?

- ¡Déjame ver al mocoso! Tú y Hiro-kun me están tratando como si fuera un enfermo mental. ¡Trae a Shuichi ahora mismo!

Touma suspiró entrecortadamente.

- Eiri-san…Shuichi-san no está, no va a venir.

- ¿No está? No me hagas reír, seguro que tú lo estás manteniendo en la empresa y no quieres que regrese a la casa. Llámalo de inmediato, tiene que estar aquí. –dijo sin perder aquel nerviosismo.

Touma no tardó ni dos segundos en abrazarlo fuertemente.

- Tienes que aceptarlo ya, Eiri-san. Shuichi-san no va a regresar más. Por favor, recuerda lo que pasó hace ya mucho tiempo. Él ya no volverá.

La cara del escritor palideció ante el comentario de su cuñado. Lo separó bruscamente y buscó el número del celular de Shuichi entre sus contactos y cuando lo encontró, inmediatamente pulsó la llamada automática, ante la resignada mirada de Touma. Tiró el teléfono con todas sus fuerzas hasta que impactó contra la pared, haciéndose pedazos, se dejó caer al suelo y se abrazó a sí mismo y fue allí cuando realmente sus lágrimas salieron sin detenimiento. Touma se arrodilló frente a él y volvió a envolverlo en un dulce y cálido abrazo en forma de consuelo. Le dolía el dolor de Eiri, lo amaba tanto que su dolor era parte de él también. Eiri se aferró al mayor, mientras imágenes desconocidas comenzaron a pasar por su mente.

 Y fue allí cuando realmente, Uesugi Eiri, despertó.

- ¿C-Cuánto tiempo…? –musitó el escritor.

 Touma, sin dejar de abrazarlo, le contestó.

- Un día como hoy, el año pasado, te atacaron de camino a casa, Eiri-san…y se llevaron a Shuichi-san después de haberte dejado inconsciente.

Miraba a Touma como si no creyera nada de lo que él le decía. Su mente era atacada nuevamente con imágenes que lo confundían. Se sintió solo y desolado y la voz de Shuichi sonó suavemente dentro de su conciencia.

“Olvídame…”, fue lo que oyó de sus labios antes de que cayera en la inconsciencia.

- Cuando despertaste, llamabas insistentemente a Shuichi-san en cada momento, así que te obligamos a olvidar ese hecho, como si él nunca hubiese existido, usamos la hipnosis para eso y tú ya estabas mejorando. Despertabas sin saber de él y dormías sin recordarlo, al menos eso ya era una gran ayuda para ti, pero hoy todo vino a tu mente…

- Tengo que ir a buscarlo –sentenció desesperado, dispuesto a salir de esa casa.

Touma lo sujetó del brazo.

- Hace seis meses que le dieron por muerto, Eiri-san…Hallaron al culpable y él mismo confesó haberle matado…Ya no hay esperanzas.

El nombrado cayó de repente al suelo con la mirada perdida, inundada de incesantes lágrimas que ni el mismo Touma fue capaz de controlar. Hiro solo podía escuchar desde la puerta y tampoco pudo retener aquellas lágrimas de dolor que había guardado por tanto tiempo desde la pérdida de su mejor amigo, aquel que era como su hermano.

- ¡Tengo que buscarlo! ¡Shuichi no puede estar muerto!

- ¡Eiri-san, ya no tiene caso!

- Tú no entiendes…-musitó- Yo…le dije cosas horribles, lo lastimé… ¡tengo que pedirle perdón a Shuichi!

- Eiri-san…

- Todo esto es mi culpa…porque se metió en mi vida, se contagió de mi desgracia y suciedad. Yo lo maté, yo lo maté…

- ¡No digas eso! ¡Tú no mataste a nadie, Eiri-san! Él intentó salvarte, por eso tienes que seguir adelante… ¡entiéndelo!

Olvídame, olvídame. Olvídame, Eiri…

- ¡Nunca! Nunca voy a olvidarte, idiota. ¡Nunca!

Oye, Yuki…yo creo que alguien nos está siguiendo.

¿Ah si? No me digas.

Lo digo en serio, deberíamos llamar a la policía.

No seas escandaloso, pasa a la casa de una vez.

- Él me lo advirtió, me dijo que nos seguían…y no le hice caso a su miedo.

- Eiri-san...

- Mi error provocó su muerte…

 

***

Abrió la ventana y sus manos palparon la nieve que caía sin control del frondoso cielo. Apostaba a que Shuchi hubiera querido compartir con él aquel divino momento.

- Nunca, ni en esta, ni en otras vidas, podré remediar lo que le hice a Shuichi…Han pasado ya dos años desde que perdí la cordura por culpa de ese incidente, ahora él está muerto y yo ni sé de qué manera he hallado fuerzas para seguir viviendo hasta ahora sin Shuichi.

Salió de su casa y vagó por las calles, dejando que la nieve lo empapara por completo, fumó de su cigarrillo mientras “paseaba” por las tiendas de la enorme ciudad. Estaba como antes de haber conocido a cierto cantante pelirosa, solo…caminando sin sentido por las calles, como si nada mereciese la pena, como si su vida ya no tuviera motivo de ser vivida. Nuevamente se había encerrado en su oscuridad, nuevamente había envuelto su corazón en aquella coraza de hielo irrompible que solo podía ser atravesada por quien ya no estaba en este mundo. Pasó cerca de una casa y vio a través del ventanal, como un par de niños en compañía de sus padres, armaban contentamente su árbol navideño, con una ilusión que él había perdido hace muchos años.

- ¿Eiri-san? –escuchó.

Ni se molestó en voltear porque sabía perfectamente quien era el dueño de aquella singular voz.

- ¿Qué quieres? –preguntó.

- Compro algunos regalos para la navidad. ¿Vendrás a la casa principal, verdad?

Eiri negó.

- Eiri-san, no te la puedes pasar solo todos los días de tu vida, tienes que seguir adelante aunque él no esté. La vida sigue.

- ¿Vida? Mi vida se la llevó él cuando se fue, así que está de más que me digas que la vida sigue.

El rubio mayor no tuvo palabras para contradecir a su cuñado, pero no dejó de mirarlo hasta que Eiri decidió emprender marcha nuevamente. Lo detuvo jalando de su brazo, pero el escritor deshizo rápidamente el agarre de manera brusca.

- No te preocupes, Seguchi, no voy a acabar con mi vida como lo hubiera hecho cuando me fui a New York a  remembrar el horror de mi pasado. Si agarrara una pistola para darme fin, el mocoso nunca me lo perdonaría.

Y sin más, se marchó a paso lento, dejando al entristecido Touma un poco más relajado.

- Ojalá y él muera pronto en tu corazón. -musitó el ojiverde.

Llegó a su casa y se dejó caer apenas en la entrada, sin haber encendido las luces siquiera. Sacó su encendedor y aún sin poder ver la pegatina que lo adornaba, lo besó fielmente como si realmente se tratara de un ser humano. Habían pasado dos años de triste agonía por su ausencia y ahora se lamentaba el hecho de no haber hecho tantas cosas con Shuichi, como salir en una cita, como besarlo tiernamente sin tener que llevarlo a la cama, como llevarlo a ver una película, como darle un regalo decente que al menos denotara la inmensidad de sus sentimientos por él. A fin de cuentas, lo tuvo y lo perdió…y jamás pudo decirle un “te amo”, ni una sola vez. Se levantó del suelo y se sumergió entre varias latas de cerveza que había en la cocina, caminó hasta el sillón y se acomodó como pudo, mientras la nicotina invadía sus fosas nasales.

 - Eiri…

- ¿Qué haces aquí, Mika? –dijo sin mirarla.- ¿Piensas también que voy a suicidarme?

- No, hermano. Solo quería verte, ya que tú no te acuerdas de nosotros.

- Yo no tengo obligaciones con el viejo, tengo una vida aparte, así que no me molestes.

- Tienes razón –dijo- pero realmente estamos muy preocupados por ti, no sabemos cuánto tiempo más seguirás sucumbiéndote en este hilo de oscuridad. Sabemos perfectamente que no puedes soportar este dolor, pero el tiempo se encargará de curarlo todo.

- ¿Podrías dejar de decirme lo que ya sé?

Mika lo abrazó, pero no fue correspondida.

- Es víspera de navidad, Eiri, trata de animarte un poco.

Un deseo vacío…

- Ven conmigo.

Quiero quedarme, tengo que esperarlo…

- Voy a quedarme en mi casa, como debe ser, además sabes que no me gusta la navidad.

Mika no insistió más y se fue de su casa, dejándolo nuevamente en compañía de su soledad.

Al final todos se van y dejan de insistir, todos se cansan de esperar, pero él es el único…que ha estado conmigo hasta el final. Y ahora está muerto, por haberse metido en mi vida.

- Shuichi, ¿me perdonarías si muero?

Cerró sus dorados ojos con pesadez y angustia, tratando de hallar la esperanza de ver a Shuichi, aunque sea, en sus tristes sueños. No era cobarde, pero tampoco muy valiente y si no se suicidaba, no era porque no quería, es solo que no podía, por temor a que Shuichi se decepcionara de él.

Hoy es nuestra primera navidad juntos…

¿Y por qué luces tan inquieto? Se supone que deberías estar emocionado.

Es que ya te dije que nos han estado siguiendo y tengo miedo.

¡Ah! Ya me cansé de escucharte. Mejor me largo a comprar cigarros.

¡Espera! No te vayas solo…

¡Que no me va a pasar nada, mocoso!

¡Cuidado!

***

Despertó bruscamente con el sudor bañando su rostro, su corazón latía a mil por hora, sus ojos se encontraban hinchados y aún húmedos por las lágrimas, aún era 24. Se tambaleó un poco al ponerse de pie y quiso pensar que todo había sido un sueño y que Shuichi llegaría pronto a casa, pero inmediatamente se rió de sí mismo, por ser tan patético. Se arrastró hasta su computadora y se quedó varios minutos mirándola sin pulsar ni una sola tecla. Su celular comenzó a sonar, pero ni siquiera se molestó en contestar. Sabía de antemano que lo iban a molestar por no haber ido a ver a la psicóloga y realmente no le importaba. Él no quería ser curado, él no quería superar a Shuichi. Su teléfono volvió a sonar y esta vez se decidió por atender.

- ¿Quién es?

Al otro lado de la línea nadie contestó.

- ¿Quién demonios eres?

Se irritó más cuando la llamada se cortó repentinamente. Tiró el artefacto muy lejos de él. Nada peor le faltaba en el día más que una broma de mal gusto. Se dejó caer en el asiento y miró hacia la ventana. Algo dentro de él vibró y sus ojos volvieron a denotar el brillo que había perdido. Se acomodó en su escritorio y comenzó a escribir algo en su ordenador.

- ¿Realmente querías que te olvidara, Shuichi? –le dijo al joven ausente mientras continuaba escribiendo.

“Recuérdame, cuando duermes y adivino lo que sueñas…

Cuando lejos de nuestra cama, sea en mí en quien piensas. Recuérdame”

- Yo sé que…ese olvídame era un recuérdame, yo sé que tú querías que te amara por siempre, Shuichi…

“Recuérdame, cuando mires a los ojos del pasado.

Cuando ya no amanezca en tus brazos y que seas invisible para mí…”

- Y te amaré por siempre, mocoso. Quedarás grabado en mí hasta el día de mi muerte.

“Recuérdame, amándote, mirándote a los ojos, atándome a tu vida.

Recuérdame, que mi alma fue tatuada en tu piel.”

Continúo escribiendo con una gran inspiración y sin ningún detenimiento, aunque por momentos, algunas lágrimas escaparan de sus ojos, jamás le diría un adiós a Shuichi, ni hoy, ni mañana, ni nunca, con esta novela, le diría que nunca lo olvidaría y que lo recordaría todo de él, hasta el más mínimo detalle de su existencia, su cuerpo, sus ojos, su cabello, su hermosa voz, sus gemidos al momento de hacer el amor, sus lágrimas, todo de Shuichi quedaría grabado en él…de por vida.

Sin embargo, nunca esperó que ese regalo que decidió hacerle a Shuichi…fuera terminado en una sola noche. Despertó a la muy cansada Kanna, pero la editora quedó totalmente sorprendida. El escritor al fin había vuelto.

Ahora estaba listo para aceptarlo todo…aunque su Shu ya no estuviera a su lado.

 

***

 

25 de diciembre. 5 PM.

Una historia corta era publicada en una de las más importantes revistas de literatura y la popularidad de esta era inminente. La gente que compraba la revista quedaba totalmente conmovida con aquella historia titulada “No me olvides”, pero el reconocimiento no hacía más feliz a Eiri, él solo quería llegara a Shuichi, a su Shuichi, él quería decirle un “te amo” por última vez.

- ¿Sorpresa? –preguntó sin entender.

Mika sonrió entre lágrimas y lo abrazó fuertemente, mientras que el escritor no entendía lo que estaba pasando.

- ¿Sabes? Tienes un fan de tu último trabajo…y quiere conocerte –dijo su hermana.

- No me interesa –dijo sin dudarlo ni pensarlo.

- Igualmente vas a conocerlo hoy en la cena con nuestro padre…

- Si. Así que vamos de una vez o se nos hará tarde.

Se dejó jalar por su hermana, aunque realmente no tenía intención de ver a su padre. Entró a la casa principal sin mucho ánimo y totalmente indiferente ante las reverencias de las mucamas que los recibían. Se sentó sin siquiera saludar a su padre, quien lo mirada desde su asiento, enseguida entró Seguchi en compañía de Tatsuha, ambos con una gran sonrisa en los labios.

- Es bueno que hayas venido, Eiri-san. El señor Uesugi tiene que darte algo muy especial –dijo el esposo de Mika.

- ¡Ja! ¿el viejo va a darme algo a mí? ¿Qué clase de patraña es esta?

- Siéntate, Eiri –dijo su padre.- Hay alguien a quien quiero que tú conozcas…

Esto provocó la enorme molestia del escritor, quien se puso de pie enseguida. Mika le hizo una señal a Seguchi, quien se paró de la mesa y se dirigió hacia una habitación cercana a la sala.

- Eiri, por favor, siéntate.

- Escucha, viejo…yo no voy a olvidar a Shuichi y está de más que me plantes una prometida ¿entiendes? Así que déjate de payasadas. Yo me largo de aquí.

Iba a salir de ese lugar, cuando en el trayecto se topó con un par de ojos que le parecieron conocidos. El tiempo se detuvo a su alrededor. Estaba casi en shock y no pudo evitar que varias lágrimas escaparan de sus ojos.

- Gusto en conocerle, Eiri-sensei –musitó el joven de mirada violeta, quien también estaba llorando- Soy un gran admirador de usted…

El tiempo ya no era de importancia, estaba frente a alguien a quien había esperado por dos años y en ese momento no hizo más que abrazarlo fuertemente, mientras este correspondía a su enternecedor gesto. Para Uesugi Eiri las luces, los villancicos y los árboles volvieron a tener sentido, ahora aquel grinch volvía a amar la navidad.

Recuérdame, amándote…

Esperándote tranquilo, sin temor y sin medidas

Recuérdame, recuérdame, que mi alma fue grabada en tu piel.

 

Fin capítulo I

Notas finales:

Felices fiestas y que el ángel de la navidad reine en sus corazones y en su hogar :) mañana la segunda parte!


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