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Cicatriz por limne

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Odiaba los hospitales, enfermos quejándose, doctores en batas blancas corriendo de un lado a otro y la jodida sala de espera.

Cuando su jefe lo levantó a las dos de la mañana para darle aquella noticia no lo podía creer, ahora mientras esperaba alguna noticia, la realidad le golpeaba.

- ¿Y? ¿Cómo esta? –  preguntó Tsuna al ver a Shamal  aparecer. El doctor negó con la cabeza –  No pudimos hacer nada.

-¿Cómo que no pudieron hacer nada? ¡Eres doctor, maldita sea!

-Lo siento mucho, Hayato.

- Esto debe ser una broma. Y de muy mal gusto. ¿En qué habitación esta?

-Camino a la morgue…

-No… - Se dejo caer sobre una silla. Era cierto que jamás lograron llevarse bien del todo pero jamás creyó que su muerte le afectaría tanto.

-…Hay mas ¿verdad? –  preguntó Tsuna

- Rescatamos a los niños, ellos están bien. – Respondió Shamal.

-¿Dónde están?

Sin decir nada Gokudera siguió a los dos hombres por los pasillos sumido en sus pensamientos. ¿Hijos? ¿Tenía hijos? ¿Cómo es que no sabía nada de eso? ¿Tanto se había separado?

-Panino*!! – sin notarlo habían llegado a una habitación decorada con motivos infantiles, y en ella un niño y una niña que habían estado jugando con una enfermera corrieron a abrazar las piernas de Tsuna.

-Donna, Sergeil. Qué bueno que estén bien – dijo Tsuna agachándose para abrazar a los dos niños. Sin dificultad los levantó y salió del hospital despidiéndose del doctor.

 

Esa tarde los guardianes tenían una reunión de emergencia.  Reunión a la cual el guardia de la lluvia y el trueno no asistieron.

-¿Vas a hablar o nos has llamado para vernos las caras? – dijo Hibari con hostilidad alejando su silla de la mesa en una clara intención de levantarse.

-Kufufufu…  a alguien le falta sexo – se burló Mukuro

-Te morderé hasta la muerte – Respondió la nube sacando sus tonfas.

-Tranquilos, dejen hablar a Sawada – dijo Ryohei, que había dejado de decir “al extremo” en cada oración.

Tsuna suspiró llamando la atención de todos.

-Ayer los Corleone** atacaron a los Boccelli – dijo apesadumbrado

- Los Boccelli tenían una alianza con nosotros – dijo Hibari sin cambiar de expresión.

-¿Los atacaron por que no podían llegar a Vongola? – preguntó Mukuro

-No, al parecer Jhonny Corleone tenía una vieja rencilla con Giovany Boccelli.

-Oye cabeza de pulpo, ¿tu hermana no se caso con un Boccelli? – recordó Ryohei

-Sí. – contestó Gokudera sin ganas.

-Desafortunadamente, Bianchi se encontraba en esa casa anoche, y fue asesinada con el resto de la familia. Pero logro esconder a sus hijos en una habitación del pánico antes que llegaran a ella.

-Donna y Sergeil – murmuró la tormenta

-Ambos se quedaran por el momento en la mansión, quiero la seguridad redoblada, tengo el presentimiento de que Corleone atacará de nuevo.

 

//////

 

A diferencia de otros guardianes, Gokudera vivía en la mansión principal, como debe hacerlo la mano derecha, el hacerlo  le traía muchos beneficios,  incluyendo el uso completo de todas las instalaciones en cualquier momento.

El único inconveniente eran los otros residentes. O mejor dicho los NUEVOS residentes.

 

En su viaje al futuro había sido testigo de su obra maestra, el sistema C.A.I, y si bien había podido traerlo al presente recientemente se había propuesto recrearlo desde cero y mejorarlo. Estaba volviendo a hacer los planos cuando unos grititos infantiles de felicidad, el sonido de objetos rompiéndose y un rugido escalofriantemente familiar de distrajeron.

Salió irritado de su cuarto para gritar un poco a los culpables, pero apenas puso un pie fuera del marco de la puerta sus sentidos le obligaron a regresar, justo a tiempo para evitar a Uri, que crecido por las llamas del sol, tenía a Donna prendida de lomo y a Sergeil sujeto de la cola.

-¡Donna! ¡Sergeil! ¡Suelten a Uri! – Gritó después de unos segundos siguiéndolos.

¿En qué jodido momento se había escapado de su caja? No sabía, y solo por eso no le reclamaba a Haru poner mas disciplina a Bi. Desde que la chica había logrado controlar sus llamas y con ello conseguido su Vongola Box, se podía encontrar al conejo en cualquier parte.

-¡Uri detente!- al menos el animal ese obedecía a su dueña. Aun después de tantos años conviviendo con Uri, no lograba que le hiciera caso.

 

Como era de esperarse, con la velocidad del animal, pronto Gokudera les perdió de vista y se dedico a seguir el rastro de destrucción que dejaban por la casa. Cuando al fin les alcanzó frunció el seño.

 

Uri  estaba parado sobre sus patas traseras, Donna aun seguía agarrada de su lomo y Sergeil estaba feliz chupando su cola. Pero no era eso lo que le molestaba. NO. Su fastidio se debía a sobre qué estaban las patas de delanteras de Uri.

-¡Yo! Gokudera – como odiaba ese saludo. ¿Por qué la maldita bestia había ido justamente con ÈL por ayuda? Ya era suficientemente malo que tuviera que buscarlo en su departamento cuando no lograba encontrarlo en la mansión. ¡y lo peor es que al idiota del beisbol no aprecia importarle!

 

Uri maulló, moviendo una de sus patas del hombro hacia el rostro de Yamamoto buscando atención y ayuda, justo en el mismo momento en que Sergeil había llegado a la conclusión que chupar era aburrido y probaba que tal era morder.

El animal rugió con dolor y sacó las garras en un acto reflejo, al mismo tiempo que sacudía la cola y mandaba a volar al niño. A quien Gokudera logró agarrar antes de que impactara contra el suelo.

 

-¡Yama-chan! – la vocecita de Donna evito que le gritara alguna grosería a su hermano. La cual dijo de todos modos al ver el rostro de Yamamoto. El sonoro “mierda” no se debía a la sangre, tampoco a que Uri se sobaba contra las piernas del guardián de la lluvia luciendo realmente arrepentido. La expresión se debía a que había escuchado al destino reírse burlonamente en su cara.

Seis años atrás, cuando viajaron al futuro, siempre se pregunto cómo es que se había hecho tan singular cicatriz en la barbilla. Jamás, ni en sus mas locas suposiciones imagino que sería algo así.

 

-Ouch, eso dolió, Uri – dijo Yamamoto con una media sonrisa llevándose una mano a la herida para parar el sangrado

 

-¿Eso dolió? ¿No tienes nada más que decir, idiota? – dijo Gokudera acercándose y separado a Donna de su mascota. – Vamos a curarte eso, dejará marca. - dijo emprendiendo camino hacia su cuarto.

 

///////

 

-Gokudera! Por fin te encuentro – dijo Tsuna apareciendo en la entrada de la habitación. - ¿Qué paso? – preguntó al ver varios algodones con sangre.

 

-¡Yo! Tsuna. Un accidente, nada grave. –contestó Yamamoto.

 

-¿Para qué me buscaba, decimo? – preguntó Gokudera quitándose los guantes de látex.

 

-Ah, si. Acabo de hablar con Fuuta – dijo sonriendo – felicidades, eres el primero en el ranquin de los más capacitados para criar a tus sobrinos. – No podía ser posible – te los encargo mucho.

 

Volvió a escuchar al destino reírse con burla y contuvo su lengua por respeto a su jefe ¿Por qué le pasaban esas cosas a él?

 

-Debe haber una equivocación, decimo. Apenas conozco a los niños, no me hacen caso. Es imposible que les cuide bien. Menos si soy solo yo con esos dos monstruos. – se lamentó Gokudera. Desde la pelea con Bianchi, no habían vuelto a hablarse. Había conocido a los niños en el hospital. Y eso era todo.

 

Tsuna estaba por responder con algo cuando Yamamoto intervino

 

-¿Y yo qué? – dijo extrañamente serio

 

-¿Tú qué? – Gokudera no entendía lo que pasaba por la mente del espadachín.

 

-Sí. ¿Acaso  yo no cuento? – dijo Yamamoto poniéndose de pie. En ese momento la súper intuición de Tsuna le hizo salir del cuarto y cruzar los dedos en su camino hacia su cuarto.

 

-¿En qué quieres que se te cuente? – dijo Gokudera sin darse cuenta que ya no estaba en presencia de su jefe

 

-Para criarlos. – contestó Yamamoto tomando en brazos a Sergeil.

 

-¿Qué demonios estás diciendo? – dijo Gokudera arrebatándoselo.

 

-Tú lo has dicho, no podrás con los dos tu solo. Criémoslos juntos. – dijo Yamamoto mirándole a los ojos.

 

-La pérdida de sangre te está haciendo decir idioteces. – dijo Gokudera desviando la mirada.

 

-No es ninguna idiotez. – le tomó la mano. - Hayato, cásate conmigo. – Esa fue la primera vez que Yamamoto le pidió matrimonio a Gokudera. Harían falta otros tres intentos, una cena lujosa y que los Corleone atacaran otra vez a los niños para que el guardián de la tormenta finalmente aceptara. Pero esa es otra historia.

 

Notas finales:

*padrino.

**de la película El Padrino.

 

No pude evitar las referencia a la película el padrino.


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