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Carcel de Cuerpo y Alma por Yori

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Notas del fanfic:

Sí, otro fic.

¿Por qué? Wahhh, porque quiero un DiexKyo!!! Pero será mucho máaaaas que eso jejeje. Sabeis que me gusta que tenga trama, los que hayais leido algo mío y los que no, pues esperar eso de mí!!! xD

Notas del capitulo:

Escribe esto ya hace muuucho tiempo, y entonces no tuve ganas de subirlo porque no estaba segura de continuarlo, pero esta mañana me entraron unas ganas enorme de seguir y seguir escribiéndolo, asi que lo subí.

No sé que duración exacta tendrá, pero espero que os guste! *u*

La Penitenciaría

 

 

 

 

 

-        Lo siento, buscamos a alguien con más experiencia- enunció educadamente aquella esbelta mujer.

-        No pasa nada, gracias por su tiempo…

 

Recogí mis papeles, títulos y documentos y salí del despacho agradeciendo por nada mientras que hacía miles de reverencias. Una vez cerrada la puerta, proferí un largo suspiro lleno de todos mis lamentos. Miré mi reflejo en el cristal que se erguía frente a mí. Un traje de segunda mano azabache, corbata roja con el nudo mal colocado y sobretodo aquel cabello mitad rojo que me etiquetaba como “no formal”. Volví a suspirar. Guardé todos los papeles en el maletín y caminé hasta el ascensor, debía darme prisa si quería acudir a la siguiente entrevista de trabajo.

Tomé mi bicicleta y pedaleando todo lo rápido que podía puse rumbo a la zona médica, sí, un hospital era más abierto de mente y no se fijarían en mi aspecto exterior sino en mi curriculum. Estaba asfixiado y sudando cuando aparqué la bici frente a la puerta del hospital. Corrí entre los miles de pasillos hasta llegar a la zona indicada, allí sentados había dos personas más. Una mujer delgada, bien vestida con un traje diplomático, moño y gafas de pasta negra. Al lado un hombre, fuerte y musculado, vestido con un carísimo traje de Armani;  más parecía un modelo que un psicólogo. Al verlos otro lamento escapó de mis labios.

 

-        Buenos días- saludé haciendo una reverencia. Ambos me miraron inquisitivamente.

-        Yo querría un café solo, gracias- pidió el hombre.

-        Mmm…n-no…realmente yo…

-        Para mí que sea uno con leche. Realmente no sé porqué nos hacen esperar tanto- ordenó la mujer, sin parar a mirarme más de un segundo.

-        Sí, estos hospitales públicos…tal vez debí elegir el privado- Comenzaron a ignorarme completamente.

-        ¡¡Yo no soy un camarero!! ¡Soy Daisuke Andou, y estoy aquí por el puesto a psicólogo!- grité, apretando los puños. Al levantar la vista, me encontré con sus inquisidores ojos.- Gomen, gomen nasai… Yo…

-        ¿Tú? ¿Psicólogo?- inquirió la chica, aguantándose la risa.

-        No me lo creo, seguro que es un repartidor de pizzas que nos está tomando el pelo- rió el sujeto. Yo estaba rojo por el bochorno.

-        N-no les tomo el pelo. Estoy licenciado en Psicológia, tengo la mayor nota de mi promoción y vengo a por este puesto- dije decidido.

-        Bueno…entonces, límpiate el sudor, es asqueroso- indicó con repugnancia la chica de gafas.

-        Lo lamento, vine en bici corriendo desde la otra punta de la ciudad donde tuve la anterior entrevista, pero no me cogieron.

-        Y tampoco lo harán aquí con esas pintas de delincuente excarcelario- se burló el otro.

-        Lamento la espera, ya pueden pasar. En primer lugar, señor Yun Kikaro.

 

Este se levantó dirigiéndome una sonrisa victoriosa y encaminándose al despacho. Me quedé allí en silencio con la joven, que hacía todo lo posible por no mirarme. Harto de sus desprecios y a pesar de la vergüenza que sentía no pude callarme esas palabras.

 

-        No soy ningún criminal para que ni pueda respirar mi mismo aire- inquirí, malhumorado.

-        Pues parece tal…- respondió, clavando sus orbes en las mías.

 

Odiaba a esa clase de mujeres. Seguramente debido a que no tuve una adolescencia buena con ellas, nunca había sido el ligón de la clase, más bien era el marginado estudioso…la rata de biblioteca o al menos eso pensaban los de mí clase. Nunca había mostrado la más mínima atención por las chicas “populares”. Ellas me ignoraban y yo a ellas, hasta que llegó el fatídico día en el que una chica, de aquellas bellas populares se me declaró. Yo la rechacé, ya que desde bastante pequeño tuve claro mi inclinación sexual y no incluía al género femenino…de hecho estaba enamorado de su hermano pequeño. Cuando oyó mi negación se enfureció, pero no cobró venganza hasta que me descubrió acostándome con su hermano menor. Más insultada que nunca cobró su ansiada venganza, a partir de ese momento fui ridiculizado por ellas, maltratado por ellos…y bueno…no fue una gran adolescencia.

 

-        Daisuke Andou- anunció la mujer, mientras que el hombre salía con la cabeza baja. Le dirigí una sonrisa superior y entré en la sala.

-        Mmm…lo lamento señor Andou, pero no podemos contratarle- decidió el hombre, una vez finalizada la entrevista.

-        No pasa nada, gracias por su tiempo.

 

 

Un sin número de negativas durante mañana, tarde y casi noche. Iba apurado por las calles del lugar hasta los barrios de las afueras, se me había olvidado por completo que hoy cenaría con mi madre y mi padre en casa.

Me quité los zapatos, llegaba tarde, pero realmente eso parecía una costumbre ya que era realmente olvidadizo. El olor hogareño de comida casera recién preparada hizo que soltase un sonidito de placer, mientras que me encaminaba al comedor de la pequeña vivienda.

 

-        ¡Tadaima!- saludé, entrando en el salón. Sentados a la mesa esperaba mi padre y mi madre.

-        Okaeri- respondieron los dos al unísono.

-        ¡Oh, sukiyaki!- sonreí al ver la comida.

 

Comenzamos a comer en silencio, por mi parte fue más bien devorar ya que solo pude comer dos bolas de arroz en todo el día y estaba famélico.

 

-        ¿Qué tal el apartamento? ¿Te cuesta mucho esfuerzo pagar el alquiler?- preguntó mi padre, sirviéndose un vaso de cerveza a él y otro a mi.

-        Hnn…me defiendo, el trabajo como repartidor me da lo suficiente…

-        ¿Y las entrevistas de hoy?

-        Nada, ninguno me quiere con mi aspecto…- mascullé.

-        Te advertí que ese pelo te traería problemas, ya no eres un adolescente Daisuke- regañó mi progenitor.

-        Lo sé, lo sé- hice un ademán con la mano.

-        De todas formas, un compañero de trabajo tiene un conocido en el ala de psiquiatría de la penitenciaría.

-        ¿Y? ¿Me lo quiere refregar por la cara?- mascullé de mal humor.

-        No seas estúpido- gruñó dándome un capón.- Me dijo que fueras mañana por la mañana…

-        ¡Ohhhh, genial!- exclamé con los ojos iluminados.

-        A las seis de la mañana deberás estar ahí, no llegues tarde Dai-chan- indicó mi madre.

-        No me llames Dai-chan, ya soy mayor…- hice un mohín.

-        Para mí siempre serás mi pequeñín- sonrió.

 

Pasamos una velada agradable, comiendo la comida casera recién preparada y después de terminar mi madre trajo un pastel de fresa y nata con unas cuantas velas encendidas…Ya se me había olvidado que hoy cumplía veintitrés años…

Soplé las velas y recibí dos regalos de mis progenitores, un casco nuevo para la bicicleta y una manta tejida a mano por mi madre.

 

-        Mierda… acabo de recordar que quedé con Shinya en el bar- dije apurado levantándome.

-        ¿Ya te vas?- preguntó mi madre, apenada.- Pensé que te quedarías a dormir…

-        Ya vale, mujer, es mayor y debe divertirse- apeló mi padre.

-        Lo siento, pero debo irme- la di un beso en la mejilla y me despedí de mi padre con un saludo para salir de allí corriendo.

 

Cuando llegué a la calle, me coloqué el casco nuevo y con la manta metida en el maletín tomé rumbo al bar donde siempre solíamos acudir a pasar las noches festivas. Como era habitual, llegué tarde. Até la bicicleta con la cadena a una farola y entré al interior del bar, el cual a estas horas ya estaba atestado de gente veinteañera. Vislumbré a lo lejos la delgada e inconfundible figura de Shinya sentado en una de las mesas, pidiendo permiso me escabullí entre la multitud hasta sentarme frente a él.

 

-        Siento la tardanza…

-        Como siempre, creo que te debía de haber comprado un reloj- suspiró, pasándome una envuelta cajita por la mesa.

-        ¡Guau un regalo de Shinya-sama!- exclamé con burla, tomándolo y desenvolviéndolo con ansiedad.

-        Eres un idiota, no sé como puedes ser mi mejor amigo…- murmuró mirando a un lado. Aunque estaba pendiente de mi expresión al ver su presente, el cual era una preciosa pulsera de plata que me encantó desde que la vi.

-        ¡¡La pulsera que quería!! ¡¡Eres el mejor, Shin!!- grité a tiempo que me lanzaba para darle un abrazo, que parecía más el de un oso.

-        P-pa…ra…no…puedo…respirar…- dijo entre bocanadas.

-        Lo siento, lo siento- reí, apartándome.- ¡Bebamos, yo invito por mi cumpleaños!- grité a los cuatro vientos.

 

 

                                                                                                       ***

-        N…no vuelvo a bewer…Shichaaa- gemía, antes de volver a expulsar todo en el retrete.

-        Aiins, siempre dices lo mismo…- suspiró, sujetándome el cabello para que no se manchara.

-        ¡Egta vez eg de vergdad! ¡Querog seg pscoglojgo….! Mañana…hip…tengog una entre…entrevista…

-        Será mejor que te lleve a casa.

-        ¿Y mig biciclegtaaa??- pregunté colgándome de él como un mono, haciendo que apunto estuviese de caerse.

-        La meteré en el maletero, no te preocupes- dijo ayudándome a andar para salir del local.

-        ¡Hagta otrag, genteeg!- me despedí alzando la mano victoriosa, mientas que los otros gritaban una despedida.

 

 

Shinya le metió en el coche con dificultad, ya que al pelirrojo le había dado un ataque de exaltación de la amistad y no paraba de abrazarle y llorarle en el hombro. Después de muchas palmaditas y palabras de idéntica índole, logró dejarle en el asiento del copiloto y ponerle el cinturón a pesar de sus quejas. Metió con igual dificultad la bicicleta en el maletero y una vez hecho no tardó en arrancar el vehículo y ponerlo en dirección al apartamento de su mejor amigo.

 

El rubio salió de la casa dando un largo suspiro de cansancio, sin duda cargar con Die borracho le dejaba exhausto. De todas formas una sonrisa se formó en su rostro, adoraba ver a Daisuke feliz, ya que últimamente no había sido su mayor estado anímico desde que era rechazado en todas las entrevistas de trabajo. Con esa sonrisa tomó rumbo al vehículo para regresar a su casa, ya que dentro de unas cuantas horas tendría que acudir al bufete de abogados en el que trabajaba.

 

 

 

 

                                                                             ***

 

 

 

-        Wahhh, me siento fataaaal~

 

Lloriqueaba Die incorporado sobre la cama, sintiendo el malestar general de su cuerpo debido al exceso de alcohol tomado por la noche y que todavía su organismo no había finalizado de eliminar.

Estaba tan abstraído en sus lamentos que no había caído en el hecho de que eran las ocho de la mañana y llegaba dos horas tarde a su entrevista de trabajo. Fue consciente de ello, cuando rodó sus ojos hacia la mesilla de noche donde se encontraba una pequeña nota con la letra de Shinya. “¡¡Mucha suerte en tu entrevista!! Sé que será tuyo el trabajo” Abrió los ojos como platos al entender la inscripción de su amigo, acompañado de un cómico dibujo.

 

-        ¡No, no, no! ¿Cómo pude olvidarme?- gritó como un histérico saliendo de la cama.

 

Se tropezó con el enredo de sábanas que se habían extendido sobre el suelo en un complot silencioso contra él, optó por arrastrarse por el suelo hasta alcanzar la puerta del baño donde se incorporó para abrir el grifo de la ducha.

Tras un corto baño y un inexistente desayuno salió de su pequeño apartamento, encontrando su bicicleta bien aparcada frente a la entrada del bloque. Agradeció a Shinya mentalmente y puso rumbo a la penitenciaría.

La penitenciaría se encontraba a las afueras de la ciudad, estratégicamente colocada para que los presos tuviesen gran complicación en poder escapar y esconderse en los alrededores. Los altos muros, terminados en alambre de espinas dejaban una visión poco alentadora para el pelirrojo. Tragó saliva y bajó de su bicicleta para andar junto a ella hasta el enorme portón de grueso hierro. Inmediatamente los guardias (armados) al verle abrieron la puerta y la cerraron tras él.

 

-        B-buenos d-días…yo…venía por la entrevista de trabajo- tartamudeé.

 

No era realmente agradable ver tantos hombres armados hasta los dientes mirándote inquisidoramente, algunos riéndose ante mi nerviosismo. Me hacían sentir como un nuevo recluso con miedo a sus maltratos.

 

-        Sí, el señor Niimura le está esperando- afirmó una mujer, vestida impecablemente con el uniforme.

-        Aunque no creo que duré mucho…- oyó decir Die, haciéndole burla entre los compañeros.

-        Gracias- respondió a la mujer, intentando aparentar calma.

 

Esta sin esperar echó andar por el patio en dirección a donde debía estar el tal Niimura, seguro que si no la seguía de cerca se perdería ya que aquel lugar era una enorme extensión de patios vallados y distintos bloques de color gris se organizaba alrededor de un patio el cual no alcanzaba a vislumbrar más que sus fornidas rejas.

Después de una larga travesía y controles entraron a un edificio de parecida composición, pero este parecía más luminoso. Los pasillos contaban con alguna que otra planta y cuadros que emulaban transmitir tranquilidad. Finalmente la mujer se paró frente una puerta de madera, llamando a esta con sus nudillos.

 

-        Adelante- la voz salió del interior.

 

Una vez dentro vi un elegante y luminoso despacho con paneles de madera, detrás del escritorio había un hombre que al verme se quitó las gafas tranquilamente y se incorporó de su asiento.

 

-        Gracias, vuelve a tu puesto- le pidió a la mujer.

 

Esta salió en completo silencio dejándonos en privado, he de decir que ese hombre me ponía más nervioso que todos los hombres armados que había encontrado durante mi recorrido. Su mirada era peculiarmente fría, autoritaria y sus movimientos tranquilos y pausados transmitían una seguridad innata.

 

-        S-si-siento la tardanza…- comencé.

-        No se disculpe por algo que ya hizo, si todos los que se han disculpado no estuviesen presos, mi penitenciaría estaría vacía- dijo con tono serio, regresando al cómodo asiento y mostrándome la silla frente a él.- Entrégueme el curriculum.

-        Sí, ahora mismo- contesté rebuscando en mi maletín con apremio y finalmente entregándoselo. Inmediatamente comenzó a revisarlo, cambiando su expresión escéptica por una de sorpresa.

-        Vaya, es sorprendente como con este curriculum no cuenta usted con trabajo- sonrió, pero no lucía de una forma encantadora, todo lo contrario.- Aunque puede ser que su aspecto y ese cabello teñido sea la causa de tal desempleo…De todas formas Andou, valoro lo buen psicólogo que parece ser; así que está contratado. ¿Aceptas?

-        ¿En serio?- exclamé, no cabía de gozo en mí.- ¡Claro, acepto, acepto!- comencé a estrecharle animosamente la mano.

-        He de advertirle que este trabajo es algo complicado, no lo vea como aquellos hombres aburridos que van a consultas porque su vida ya no tiene el encanto de antaño. Los pacientes de aquí son en su mayoría realmente inestables, peligrosos. Así que no es de precavido ser cautos con ellos, de hecho, toda precaución es poca.

-        Entiendo los riegos, e intentaré familiarizarme con todo lo antes posible- dije más serio.

-        Bien- afirmó.- Mi nombre es Kaoru Niimura y esta es mi penitenciaría- indicó, extendiendo las manos como si la presentase.- Acompáñame Daisuke, te enseñaré el lugar.

 

Juntos salimos de apacible despacho, incluso del todo el pequeño edificio que debía estar enteramente dedicado para los trabajadores y contaba con servicios, despachos, salas de entretenimiento y cocina. Era consciente que la mayoría de los trabajadores harían extremas jornadas de trabajo.

 

-        Los bloques se dividen en tres. El bloque A, es para los presos menos conflictivos: robos, atracos armados, tráfico menor. En el B, están aquellos que cometieron violaciones, asesinatos múltiples o actos terroristas.-Hizo una pausa para darme tiempo a memorizarlo.- Finalmente el bloque C, muestra una mezcla de ambos edificios, incorporándoles el hecho de que están considerados “dementes”- mostró una sonrisita a tiempo que hacía las comillas con sus manos.

-        Entiendo.

-        El bloque A y B, debe ser menos tu preocupación. Ya que a ellos en ocasiones puntuales le hacemos visitas psicológicas. Para los psicólogos como tú y como yo nuestra inquietud es el bloque C- explicó, deteniéndose sobre edificio gris donde se podía ver una enorme C pintada en verde. Dos guardias abrieron la protegida puerta de entrada.- Te presento tu lugar de trabajo.

 

Aquello era realmente desalentador, la mole gris también estaba en el interior. No había decoración alguna. Se trababa de un montón de medidas de seguridad, cámaras y puestos de vigilancia a través de un interminable pasillo para la vista, donde a sus lados se exhibían las puertas de las celdas, enarcadas con un número cada una.

 

-        ¿Qué le parece?- preguntó, con una sonrisa orgullosa. Como quien presenta los dominios que gobierna.

-        …- Horrible, espantoso…Desalentador. ¿Cómo podían volverse cuerdos en un lugar que incitaba a la locura?

 

 

No fui consciente en ese momento, aún no lo soy completamente, de que ese lugar presentaba un ecosistema propio, unas reglas que debías cumplir, una sociedad que debías respetar si querías sobrevivir. Y todo esto bajo la vista y entretención de la fría mirada del director, Kaoru Niimura.

Notas finales:

jajaja el final es parte del resumen, así de mala soy para ellos que ya ni me molesto en hacerlos xDD *en realidad no se siente orgullosa ¬¬*

¿Que les pareció? Tengo taaantas ideas para el fic, que de verdad espero que lo apoyéis!!!

Byeeee^^


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