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Yo no soy así... ¿o sí? por Shun4Ever

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Eso no le podía estar pasando a él, por todos los Dioses que debía ser un error. Esos sentimientos no los podía estar sintiendo él. Él, que tan hombre se creía, no podía dejarse llevar por esas cursilerías, eso debía acabar y radicalmente. Sería una de esas fantasías que se te meten en la cabeza y que, por aburrimiento, se te acaban quitando.

De nuevo, la mañana se cernía sobre él y aun seguía meditando todo lenta y pesadamente. Se levantó de su cama, se ducho, se arregló y bajo a desayunar junto al resto de los miembros de la casa. Ahí vivían los cinco más fieles a Atenea junto a esta, para acompañarla más que para protegerla, pues hacía ya un tiempo que todo aquello había quedado atrás. Se encontró al más pegajoso de los chicos, haciendo el desayuno. Entró en la cocina y tras saludar un tanto desganado, se sentó en una de las sillas a esperar el desayuno. Como era un chico con buenos modales, saludo al muchacho presente.

- Buenos días Shun

- Hola Shiryu – Shun se giró y lo miró un instante - ¿Estás bien? Haces mala cara.

- No he podido descansar bien

¿A quien iba a engañar? Esa situación se estaba repitiendo en el tiempo demasiado. Ya eran dos semanas, las que no podía pegar ojo por las noches y se le hacía pequeña la cama, de tanta vuelta. Seiya e Ikki llegaron y como él se sentaron a esperar el desayuno. Total, que más le daba a él, si el remilgado y afeminado de Shun hacía el desayuno para todos. Eso era cosa de Tatsumi, allá él si quería hacer faena que no le correspondía. De nuevo su maldita educación. Ya estaba otra vez ayudando a ese mocoso al que le gustaban los de su mismo sexo. ¡Él no! ¡Él jamás sería así! ¡Muy mal tenían que estar para pensar que él, Shiryu, podía estar interesado en alguien de su mismo sexo! ¡Ja! ¡Ya se le podía estar quitando esa idea de la cabeza a quien lo tuviera en ella!

No pasó mucho tiempo y bajo el más perezoso de los muchachos y con él, llegaron los martirios de cierto moreno de pelo largo.

- Buenos días chicos

¡Ah no! No le iba a engatusar con esa sonrisa tan cálida, mostrando sus dientes blancos y entrecerrando esos ojos color cielo que.. ¡No! ¡De ninguna manera!. Se levantó y se despidió de los chicos, necesitaba pasear y relajarse. Debía calmarse, pero cerraba los ojos y ahí estaba Hyoga con esos pectorales tan firmes y brillantes debido al agua de la piscina ¡Por Zeus que debía centrarse! ¡A que mala hora accedió a ir con él a la piscina municipal! Pues desde entonces que había comenzado su calvario y le estaba costando la vida volver a lo que era antes. ¿Dónde habían quedado todos los sueños eróticos que tuvo con Shunrei? Ahora cuanto más lo intentaba, más aparecían las imágenes del rubio en su cabeza… ¡Seguro será algo que me pone Shun en la comida! Mira que era retorcido en sus pensamientos, al creer que el pobre de Shun iba a poner algo en su comida. ¡No! ¡Shun no lo haría! Entonces, ¿Por qué? ¿Por qué no podía estar cerca de Hyoga sin que el corazón le latiera en demasía y se le nublaran los pensamientos? ¡No señor! ¡Jamás admitiría que eso era amor!.

Los chicos en la cocina, se habían quedado impresionados por la pronta desaparición del caballero del dragón, que se había levantado nada más entrar Hyoga.

- ¿Y a este que le pasa? ¿He dicho algo malo? – Interrogó Hyoga

- No ha descansado bien – Shun se sentó en una de las sillas de la mesa, tras servir todos los platos del desayuno – Lleva una temporada así.

- Pues si sigue comportándose así, tendremos que hablar con él. - Dijo el mayor del grupo

- Yo me niego – Rechistó el menor de los cuatro – Será educado, pero tiene mal carácter cuando se enoja y a mi ya me ha tocado aguantarlo suficientes veces

- Si queréis puedo hablar yo con él.

- ¿Tu? – Casi a gritos le salió – Pero si a ti te soporta porque no le queda otra, Shun. Mejor lo haré yo.

- Gracias Hyoga – Molesto le replicó – Tú siempre tan cortes y amable.

No sabe cuantas vueltas dio, ni por donde las realizo, solo que se encontraba cansado y estaba anocheciendo. Decidió volver a la mansión para intentar descansar, pues con un poco de suerte, podría hacerlo. ¡Mierda! ¡Ahí estamos de nuevo! Había entrado a la mansión y ahí estaba Hyoga esperándolo sentado en uno de los sofás. Pasó de largo tratando de evitarlo, pero no fue posible, pues Hyoga se levantó para pararle el paso.

- Tenemos que hablar – Le sujeto del brazo parando su avance.

- No tengo nada que hablar contigo – Claro que no tenía nada que hablar con él, ni que fuera su culpa.

- Shiryu – Su voz sonaba cansada – Antes no eras así, me contabas tus cosas.

- Hyoga – Se zafó del agarre, que aun estaba presente – No tengo nada que contarte - ¿Qué le iba a decir? ¿Qué no dormía porque sus ojos color mar se le habían metido en la cabeza? – Buenas noches.

Hyoga lo dejó marchar, pero estaba preocupado. Desde aquel día que lo acompaño a la piscina municipal, lo encontraba raro, extraño y no solo no le hablaba, sino que evitaba su presencia por activa y pasiva, pero ¿Qué podía hacer él si su amigo se negaba a contarle que le ocurría? Resignado, respiró profundamente y se fue a su habitación.

La mañana siguiente fue difícil para Shiryu, pues debía comunicarles a los que creía sus amigos que necesitaba marcharse de allí, sin contar la razón. No es que quisiera dejar su compañía, pues le agradaba, pero necesita no ver a Hyoga por una temporada. Quizá así, se le quitaría la tontería y volvería a ser el mismo que era, antes de dejarse llevar por las pamplinerías que se le habían metido en la cabeza. Tardo un poco, pues preparó su maleta para el viaje y avisó a Shunrei de que estaría por allá una temporada.

Los chicos ya estaban desayunando cuando bajó. Y de nuevo Hyoga le asediaba con ese intenso mirar que le descolocaba. ¡Ni hablar! ¡Ya estaba bien de seguir pensando así! Esquivó la mirada y se sentó lo más lejos posible del rubio.

- Buenos días – De nuevo saludaba por educación.

Shun, como siempre, le saludó con esa estúpida sonrisa que le hacía lucir más afeminado si cabía… ¿Por qué era así? ¿Acaso le daba igual que todos pensaran eso de él o era tan idiota que no se había dado cuenta de lo que todos decían a sus espaldas? ¡No! Definitivamente Shun podía ser delicado y afeminado, pero de tonto no tenía un pelo y se daba cuenta de todo. Y tanto, pues el muchacho ya había adivinado que era lo que le ocurría a su amigo Shiryu. Mientras desayunaba, los muchachos fueron dejándolos solos. Shun se quedó para recoger los platos y fregar los enseres, pero era otro motivo el que le llamaba.

- No puedes culparle a él – Dijo una vez estuvieron solos.

- ¿A quien? - ¿De que estaba hablando? ¿Acaso, de nuevo, ese mojigato sabía que le ocurría?

- Bueno… – De nuevo la maldita sonrisita –  Si no quieres hablar, ya no te molesto más.

Y tanto que era molesto. Imaginarse a él, todo un hombre, de la misma condición del chico… ¡Ni loco! ¡Él no era así! Subió molesto a su habitación y tras recoger sus pertenencias, se despidió de sus camaradas y salió de la mansión, dejándolos impresionados por su marcha.

“Huir de los problemas no es la solución” le vino a la cabeza una de las frases que tanto le decía su antiguo viejo maestro, al tiempo que se acomodaba en el asiento del avión. ¡Cuanta falta le hacía en esos momentos! Solo esperaba tener algún tipo de consuelo por parte de su amiga Shunrei. Ella era muy parecía al viejo maestro, con sus acertijos y sus frases, que tanto le hacían pensar… Cerró los ojos pensando en que volvería a ese lugar que tanto añoraba, allí junto a la cascada de los cinco picos, ¿Habría cambiado el lugar? ¿Shunrei sería más guapa si cabía? Sumergido en sus pensamientos, se durmió durante el trayecto.

Unas cuantas horas más tarde ya estaba en su destino, cogió su maleta y continuó con su trayecto, que aun le quedaba, hasta la casa en la que vivía la chica allí en los cinco picos. El trayecto lo recorrió de memoria mientras recordaba con ansia todos los momentos vividos en aquel lugar. Cuando llego, Shunrei le estaba esperando fuera de la cabaña que era su casa.

- Shiryu – fue recibido como siempre lo había sido, siendo rodeado por los brazos de la muchacha. – Cuanto te he echado de menos.

- No lo dudo. A mi también me has hecho falta.

El resto del día fue agotador pues llevó a cabo las tareas que le eran costosas a Shunrei “por tener la mente ocupada” le había dicho a la muchacha. Cortó lecha y arregló alguna gotera del tejado, mientras la chica acondicionaba bien la casa y la habitación de Shiryu. Se juntaron para cenar, cuando el sol se ocultó tras uno de los picos.

- ¿Qué haces aquí? – Lo dijo tranquila pero esperaba ansiosa la respuesta.

- Ni yo mismo lo sé. – Shiryu fue sincero. Dejó la cuchara en el cuenco de sopa y fijo sus ojos negros en los de la muchacha – Supongo que… necesitaba pensar.

- Entonces, supongo que mañana te sentarás junto a la cascada.

- Si necesitas algo de mí, puedo quedarme.

- Quería…- Estaba nerviosa – presentarte a alguien.

¿Presentarle a alguien? Hasta ella, que era su “última” esperanza tenía a alguien, ¿Qué hacía él en ese lugar? Asintió a la petición implícita de la muchacha y decidió que era hora de descansar. Se acostó en la cama recién preparada y se puso a pensar en el motivo de su llegada a China. ¿Para que había ido? Por venganza ¿Venganza de que? Había ido, como muchas otras veces, para acostarse con Shunrei pero… ¿Sería eso necesario para aliviarlo de sus males? Cerró los ojos pensando que quizás sí algo estaba mal en él.

Cuando llegó el día siguiente, se encontraba dando vueltas en una cama lejos de su hogar, pero con lo mismo rondando en su cabeza. ¿Cómo de grande era su obsesión con Hyoga que hasta a Kilómetros de distancia le perseguía? El día fue tranquilo y Shunrei le presentó a su prometido en la comida. Al principio, Shiryu se mostró reticente pero al ver el amor que se procesaban dejó de luchar y entendió que este había sido el que ocupó su ausente lugar en el corazón de la muchacha. Esa noche siguió repasando las curvas del cuerpo de Hyoga y esos ojos que le martirizaban en su mente. Los días pasaban y el no encontraba mejoría, sin duda sería mejor regresar y enfrentar sus problemas de una buena vez. Sentía que ahí estorbaba, pues siempre era ese muchacho el que ayudaba a su querida Shunrei en los temas de la casa.

Decidido y tras unas semanas, recogió sus pocas pertenencias y salió del lugar, para regresar al que consideraba su hogar. Esta vez se quedaba tranquilo, sabiendo que Shunrei estaría bien acompañada y que no le pasaría nada. Se despidió del muchacho advirtiéndole de cuidar a la chica si se estimaba la vida. ¡Quien se lo iba a decir a él! ¡Había adquirido ese sentido de protección del mayor de los hermanos! ¡Si Ikki se enteraba, lo menos se reiría de él, que siempre se quejaba de esa sobreprotección! Entre pensamientos llegó al aeropuerto y se subió de nuevo al avión. No había avisado a sus camaradas de su pronta llegada, pero nunca lo hacía, solo sabía que le esperarían. ¿Qué iba a hacer ahora con el tema Hyoga? Debía averiguar cuanto se había metido en su cabeza y cuan profundo había llegado, pero ¿Cómo iba a averiguarlo, si apenas podía pensar cuando este estaba cerca? ¿Y si se lo decía a Shun? ¡No, se descubriría ante sus amigos! ¿Y si luego no era nada más que una estúpida fantasía? ¡Sí, eso era! Se daría tiempo, a ver como reaccionaba.

El avión llegó al aeropuerto, cogió su bolsa de mano y salió de allí con la intención de caminar hasta la mansión. Recorrió las calles de la cuidad que tan bien conocía, pero al llegar al centro de la misma, algo llamó su atención. ¿Shun? Ese muchacho no solía salir de casa cuando estos estaban y parecía que no tenía vida fuera de ellos, pero sin duda era él y estaba con ¿Julián Solo? ¿Qué hacían esos dos juntos? ¿Acaso Julián también era gay? ¡Pero si le había propuesto matrimonio, nuevamente, a Saori hacia un tiempo! Guiado por la curiosidad, se escondió para observarlos mejor. Parecían leer unos papeles esparcidos en una mesa del café en el que estaban sentados, ¿Qué estarían tramando? ¿Qué habría escrito en esos papeles, que tanto los miraban? Una camarera llegó y les sirvió unos cafés y de nuevo algo llamó su atención ¡Se habían quedado mirando el culo de la camarera! Ahora sí no entendía nada, Entonces ¿Shun no era gay? Pero si daba el cante y todos lo creían. ¡Vaya con el niñato! ¿Y ahora con quien iba a hablar, si no conocía a nadie en su misma situación? No quiso mirar más a aquellos hombres y se dirigió a la mansión.

Cuando llegó no encontró a nadie, para su alivio, por lo que subió a su habitación, deshizo la maleta y se pegó una ducha reconfortante. No lo admitiría, pero le hizo bien sentirse de nuevo en casa. Cuando acabó de acomodarse, bajó a la cocina con la intención de tomar algo y se sorprendió al ver a Shun allí sentado junto a los papeles que Julián le había dado.

- Shiryu – Se apresuró a esconder los papeles y mostró esa sonrisa que tanto le molestaba al chico - ¿Cuándo has llegado?

- Hace un rato - ¿Le decía que lo había visto junto a Julián o se quedaba con la curiosidad de saber que eran los papeles que ahora Shun guardaba con recelo? Decidió callar.

- ¿Te ha servido de algo el cambio? – Que malvado que era ese pequeño, poniendo el dedo en la llaga.

- Ya lo sabes - ¿O quizá no lo sabía? Siempre pensó que podría contarle su problema a Shun y ahora, ya no lo veía tan afeminado ni delicado….

- Si aún tienes dudas – Shun le miraba como queriendo comprender la situación o quizá sí la comprendía bien – puedo ayudarte.

¿Ayudarle? ¿Ese chico que se traía algo entre manos y que todos acusaban de homosexual podría ayudarle? Le hizo gracia la oferta y la iba a rechazar, pero le pudo la curiosidad. ¿Cómo pretendía ayudarlo ese chiquillo que aparentaba ser homosexual?

- Claro. ¿Quedamos esta noche? – ¡Total! ¡Ya que más podía hacer! Quizá así esa noche podría olvidarse de Hyoga de una buena vez…

Shun sonrió, de una manera que nunca antes había visto y se levantó de la mesa, llevándose los papeles con él.

- Entonces, baja al salón a las 0.30. A esa hora están todos durmiendo. – Se giró para mirarlo cuando llegó a la puerta de la cocina – Volveremos antes de las 4 y créeme – esa sonrisa extraña volvió a aparecer en su rostro – tus dudas serán despejadas.

¿Qué tan extraño era ese muchacho? ¿Qué les había ocultado todo este tiempo? ¿Cómo podía ese chico despejar sus dudas? ¡No! ¿Acaso quería acostarse con él? ¡Y él, Shiryu, se había ofrecido! ¡Ay por Atenea! ¿Dónde se había metido? Algo le decía en su interior, que se había metido en la boca del lobo, tratando de huir del león que le perseguía… 


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