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My sweet Bassanio por nezalxuchitl

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Notas del fanfic:

Este relato es un oneshot inspirado en la obra de William Shakespeare "El mercader de Venecia" En el relato una especie de breve y ardiente epilogo para la relacion de Antonio y Bassanio, la cual no soy la primera en sospechar fuera una relacion amorosa gay.

La accion se desarrolla el final de la obra original.

Me inspiró particularmente la adaptacion cinematografica del 2004 en la que actuan Jeremy Irons como Antonio y Joseph Fiennes como Bassanio.

Les dejo el link, pues lo ideal seria que vieran esta excelente pelicula y de postre se hecharan mi modesto fanfic :) (pss, pss, en el minuto 12 hay un beso yaoi)

link: http://www.youtube.com/watch?v=NbQrTVwb5Pg

 

 

Notas del capitulo:

The most excellent history about the Merchant of Venice. With the extreame tenderness of Bassanio, the nobleman, towards the melancholic merchant, Antonio, having more than a pound of his flesh.

(La más excelente historia acerca de El mercader de Venecia. Con la extrema ternura de Bassanio, el noble, hacia el mercader melancolico, Antonio, poseyendo mas que una libra de su carne.)

Nota: eso de "the most excellent blablabla" no es cosa de mi ego desaforado, es simplemente imitación de la presentación original de la obra :)

Enjoy it!

My sweet Bassanio

(Mi dulce Bassanio)

The most excellent history about the Merchant of Venice. With the extreame tenderness of Bassanio, the nobleman, towards the melancholic merchant, Antonio, having more than a pound of his flesh.

(La más excelente historia acerca de El mercader de Venecia. Con la extrema ternura de Bassanio, el noble, hacia el mercader melancolico, Antonio, poseyendo mas que una libra de su carne.)

Act VI

(Acto VI)

Scene I

(Escena I)

Belmont, a luxury room in Bassanio’s house.

(Belmonte, una habitación lujosa en la casa de Bassanio)

Enter Antonio

(Entra Antonio)

Ant. – In sooth, now I know why I am so sad. It wearies me, huts me, breaks me down, but, wearies, hurts, breaks Bassanio down? The natural way for thy men is to become married and be merry. Indeed, by this point, I shall be married and merry, if only the law allows it, and the court awards it…

Ant.- Verdaderamente, ahora sé porque estoy tan triste. Me pesa, me duele, me aniquila, pero, ¿le pesa, le duele, aniquila a Bassanio? El estado natural del hombre es casarse y ser feliz. Sin duda, a estas alturas, yo lo seria, si tan solo la ley lo permitiera y la corte lo aprobara…

Al pie de la ventana, Antonio aparta el pesado terciopelo del cortinaje y mira la luz lunar destellar en las tranquilas olas que rompen contra las rocas de la abrupta playa. La espuma blanca apenas si existe un instante, antes de desvanecerse. Así quisiera Antonio convertirse en uno con el éter, para no sufrir más por su amado, y, como parte del aire que en todos lados esta y a todos los recovecos llega, acariciar enteramente y de tiempo completo a Bassanio.

La luz lunar baña las mejillas de Antonio, aumentando su melancolía, su soledad. ¿A que desea ir a la cama, por mas confortable que sea, si Bassanio no esta en ella? ¿De que sirve que la luna ilumine con su pálido resplandor si no dibuja las formas de Bassanio, púdicamente veladas por la semioscuridad?

Adonis no fue más hermoso ni más amado. La inconstante diosa no hubiera arriesgado su vida por él, como él si lo hizo por Bassanio. Pero ahora, al igual que Selene, su único placer consistiría en admirar silentemente a su amado, si así lo permitía.

Bassanio no era más un soltero joven y descocado, siempre necesitado de dinero que apostar y con que lucirse. No seria más un tutor para él: no, ciertamente, un hombre casado y poseedor una inmensa fortuna no se mostraría coqueto con el para obtener unos cuantos cientos de ducados. No volvería a ver esa sonrisa pícara con que Bassanio pedía, sabiendo que nada podía negársele.

Ahora había hecho fortuna, y bien claro le había explicado sus propósitos de sentar cabeza hacia ya tantos meses, al inicio de aquella aventura. ¡Como lloró cuando se despidió de él, temiendo y deseando tuviera fortuna!

Fortuna tuvo, y que manera: la dama era hermosa y estaba enamorada. Cada uno de sus dorados cabellos tenía un áureo equivalente, con el perfil del dux grabado. Su villa en la costa era tan magnifica como su rostro, y cada una de las joyas de su cofre tenían un equivalente en el cofre cerrado por su frente alta: talentosa era la dama, de las garras del cruel Shylock lo había salvado, cuando creía llegada su última hora sujetando la mano de Bassanio.

Feliz debía ser por su amigo, y sinceramente lo era, pero el amor, el más poderoso de los sentimientos, empujábalo también al lado contrario.

-¿Qué pesares arrancan suspiros de tu pecho, mi buen Antonio?

-Bassanio…

Avanzaba hacia él como en sus sueños, hermoso, cubierto por una pesada y abrigadora bata. Sus ojos destellaban en la oscuridad.

-¿Qué aflicción puede quedar para ti, mi buen amigo, condenado el cruel judío?

-Nunca el judío afligió mi pecho, sino el hecho de que por causa suya, tuviera que decirte adiós.

-Nunca más una separación forzosa habrá de alejarnos el uno del otro. Si tus negocios te llaman a Venecia, allí te seguiré. Y si tranquilo y en reposo deseas permanecer, esta casa que bien puedes llamar tuya, puesto que a ti te la debo (¡y a cuan gran riesgo!) es ideal para ello. Por sus jardines pasearas de día y por las noches el mar mismo te arrullará. ¿Puede desearse mayor placidez?

-Bien sabes, Bassanio mío, que a pesar de ser mercader con bien poco me conformo: bástame con estar a tu lado y disfrutar tu compañía. Ninguna vista es más agradable a mis ojos que la de tu semblante, alegre.

-Estando tu presente, no puede estar de otro modo.

-Ya que en tan buena disposición de ánimo te encuentras (y cómo no, en tu noche de bodas), quiero pedirte un favor.

-¡¿Tú a mi, Antonio?!

-Yo a ti, Bassanio.

-Concedido esta de antemano; a ti no puedo negarte nada.

-Amigo mío, la fortuna ha sido pródiga contigo. Ahora tú eres rico, en riquezas y en amor. Pues bien, ya que tanto amor posees, cuando a tu esposa hayas dado bastante, a tu amigo, sin usura, regálale el que te sobra.

-De ninguna manera. – respondió firmemente – No haré tal.

-Entonces, al menos, - replica Antonio entristecido – permíteme verte de tanto en tanto.

-¿No me estas viendo ahora?

Bassanio había llegado a él, y posaba una mano sobre su mejilla.

-Sí.

Antonio sonreía más con los ojos que con los labios. Sin dejar caer la cortina se miraron.

-Mírame así siempre que estemos a solas. – dijo Bassanio – Mírame hasta que te hartes, y una vez ahíto, continua mirándome porque yo tengo mas necesidad de verte que tu de verme.

-No puede ser.

-No, es verdad, porque tu corazón es mas grande y generoso que el mío. ¿Cómo puedes pedirme que te de las sobras de mi amor? ¡Las primicias son tuyas, lo fueron, y lo serán! Lo que te debo en dineros bien podre pagártelo ahora que soy rico, gracias a ti. Pero lo que te debo en amor, eso jamás, jamás, podre pagártelo…

Bassanio ladeó la cabeza y bajó su mano por el pecho de Antonio.

-Este pecho, que desnudaste al terrible cuchillo del verdugo, desnúdalo ahora a los labios temblorosos del amante.

Bassanio tiraba ya de los cordones que cerraban la camisa de Antonio. El hombre cerró los ojos y dejó que el joven abriera su camisa. Sus dedos recorrieron el espacio entre sus pectorales, suavemente, como si besaran.

-Jamás sentí miedo mas terrible que cuando el juez dictó sentencia contra ti.

-El juez era tu honorable esposa.

-¡Oh sabio, justo y apuesto juez! Así como lo autorice a compartir el lecho de mi esposa, lo invitaré a compartir el lecho de mi amigo.

-¡Bassanio!

-¿No dijiste tu mismo, aun en Venecia, que te sorprendía que un mozuelo tan joven, acertara a poseer tal ingenio y tal belleza?

-Pero es tu esposa.

-Mía es, toda ella. Y si mi dulce Portia sigue encarando la pasión como la ha encarado esta noche, no creo haya de disgustarle tener dos maridos. ¿Qué ocurre Antonio mío, porque se ensombrece tu semblante?

-¿Vienes del lecho de tu esposa?

-Sí. Consumado he el matrimonio: ya no hay vuelta atrás.

-¿No deberías permanecer junto a ella?

-Por delicadeza me he alejado, para dejarla que asuma su nueva condición de mujer. Por delicadeza también me acerco a ti, pues te veo mas melancólico  que de costumbre. ¿Qué mal aqueja a mi dulce Antonio? Tu fortuna y la mía están ya aseguradas, y poco menos que un héroe eres en Venecia.

-Tan inmerecida fama me abruma; tu invitación a conocer a tu bella esposa y tu nueva casa me ha sentado como anillo al dedo. No obstante, temo no sentarte igualmente bien, serte tedioso, hacer mal tercio.

-¡Nunca amor mío, nunca! Tu compañía me es la más grata de todas. No sientas celos. ¿No te dije ya que me eres más caro que la vida misma, que mi misma esposa? ¿Qué debo hacer para dar a Antonio prueba de mi amor? Si me das un anillo, le daré prioridad sobre el de Portia.

-¡No, no harás tal! Recuerda que he quedado fiador tuyo, y temo más a la bella Portia que al cruel Shylock.

-No temas más, este pecho (que acaricio) no volverá a ser amenazado. Será ungido, masajeado, besado… como hago ahora.

La lengua del joven acarició el pezón de su amado.

-Mi dulce Bassanio…

-Ven al lecho, amor mío, y deja que me endeude más de amores contigo.

Tomándolo gentilmente de la mano, se encaminó  hacia la cama. Se dejó caer en los mullidos edredones y, mirando a Antonio con intensión, abrió su bata de seda bordada. La penumbra luchó contra la claridad lunar para velar púdicamente sus formas; el pecho agitado, el vientre que subía y bajaba, el miembro henchido reposando sobre lo alto del largo muslo.

Antonio se despojó de su camisa y de sus calzas. En su magnifica desnudez corrió la cortina, para que la luna atestiguara e iluminara su amor. El pálido astro dotaba de un tono marmóreo sus miembros, haciéndolo lucir como la estatua de alguna deidad pagana.

Bassanio lo miró de arriba abajo, inflamado en deseo. Se arrodilló en la cama, despojándose de la bata, y al subirse Antonio en ella lo detuvo, obligándolo a permanecer arrodillado mientras lo abrazaba y besaba su pecho, ese pecho dispuesto a sangrar por él. Sus labios lo recorrían de uno a otro pezón, chupándolos: no podía decidir cual era más sabroso.

Antonio acariciaba su espalda, su cabello sedoso, y poco a poco lo fue empujando abajo. Lentamente, Bassanio se dejaba llevar abajo. Serpenteó con su lengua por donde los músculos abdominales de Antonio se dibujaban, pero a partir de su ombligo siguió el caminito de vellos oscuros que conducía a su  mayor tesoro, a ese miembro viril inflamado por él. La dureza del miembro de Antonio, tan rígido como el suyo, lo fascinaba: el contraste de la firmeza bajo aquella piel contra la suavidad de aquella piel… pero era el sabor de aquella piel el que no se comparaba a ningún otro.

Ahí se concentraba la esencia de Antonio, misma que podía obtener como recompensa si adoraba lo bastante a su falo: había que cubrirlo de besos y ungirlo con su saliva; frotarlo con su lengua y con sus labios como los chinos frotaban a su ídolo. Y por su vida que este ídolo era mas digno de tales atenciones y afectos. Lo rodeó con sus labios y lo engulló, moviendo su cabeza de atrás adelante, moviendo su lengua para acariciarlo. Dejó que Antonio guiara su cabeza y luego, cuando se cansó de tener la boca tan abierta, se quitó sus manos de encima gentilmente.

Volvió a recostarse bocaarriba y lo recibió en sus brazos apasionado, dejándolo acomodarse encima suyo. Sus labios se unieron en un beso lujurioso; la barba corta, descuidada, de Antonio, rozó su barbilla del modo que tanto lo excitaba. Sus manos parecían fundir su cuerpo con sus hábiles caricias. ¡Que manera la de Antonio de recorrer sus flancos, sus muslos! Que manera la suya de levantarle la pierna, de hacerlo desear por más…

Su miembro erguido y mojado se frotaba contra el de Bassanio, sus manos masajeaban su espalda, cogían su nuca y empujaban su rostro hacia su cuello, hacia su delicioso cuello. Succionó su oreja y hundió la nariz en sus sedosos cabellos; se embebía de su aroma, de su tersa piel.

Bassanio cogió su miembro y el de Antonio y los frotó juntos. Buscó de nuevo su boca y entrelazó su lengua con la suya. El sabor de Antonio era el más agradable de todos. Cambio la  mano con la que estimulaba los miembros y subió una pierna sobre la cadera de Antonio.

-Esta noche quiero ser tuyo. – le dijo con los labios húmedos – Que esta sea también nuestra noche nupcial.

-Mi dulce Bassanio – respondió acercando dos de sus dedos a sus labios – nada se compara al placer de gozarte… - Bassanio respondía con actos, lamiendo los dedos, colando la lengua entre ellos – ni siquiera el ser gozado por ti.

-Tómame. – le dijo liberando sus dedos, brillantes de saliva.

Sin dilación Antonio dirigió sus dedos húmedos al terso interior de Bassanio. Con ternura violento la entrada, forzando la admisión de sus dedos en la cavidad del amor, masajeando suavemente hasta que se relajó, auxiliando el vaivén de sus dedos con el vaivén de sus labios sobre el rostro del amado. Cuando la mueca de dolor de Bassanio desapareció y sus dedos se deslizaron fácilmente dentro y fuera de la suave cavidad, Antonio siguió jugueteando,  jugueteando y jugueteando, hasta que el rostro de Bassanio se contorsionó en una mueca de placer. Su cavidad volvía a apretarse, pero esta vez era intencional, deseosa.

-¡Oh Antonio! – su voz se quebraba por el placer – Tómame ya  y no me atormentes más. – apretó la punta de su miembro y luego la soltó.

-Tus deseos son los míos, dulce amigo.

Antonio retiró sus dedos y dirigió su miembro a buen puerto. Frotó la entrada con su punta, goteante de deseo; la frotó en círculos, humedeciendo más la entrada, empujó poco, muy poco, con la intensión de provocar placer con la presión sin penetrar aún.

-¡Antonio! – reclamó apretando sus brazos.

-Entro.

-¡Oh Antonio! ¡Oh amor!

-¿Te duele?

-Si todas las fortalezas fueran tan dulcemente conquistadas la guerra seria un bien.

-Mi dulce Bassanio…

Antonio se apoderó de su boca así como se apoderaba de su culo. Recorría una y otro con deleite, saboreándolos. Pero faltaba algo aun que saborear: cogió su pene y lo manipuló firme pero cuidadosamente. Los jadeos de Bassanio se volvieron más fuertes y el deseo con el que lo estrechaba, con los brazos y en su interior, aumentó. Antonio no se percibió de ello, pero sus jadeos también habían subido de tono: el ceñido ajuste de Bassanio y la calidez de su boca; la docilidad con la que su lengua dejábase guiar por la suya…  Se sentía poderoso dominando en el beso y en el acto, poseyendo al amado con viril ímpetu, gozando de su joven cuerpo, tan delicioso.

-¡Bassanio, oh Bassanio!

La luz incrementábase sin que los amantes se dieran cuenta. La aurora estaba por estirar sus rosáceos dedos en el lejano oriente, pero el tiempo había dejado de existir para los amantes. Existían uno para el otro, existían solo para consumar su amor. Labios, lenguas, manos y el resto del cuerpo eran solo herramientas: lo que entraba en contacto ahí era mas profundo, mas profundo aun que las profundidades a las que Antonio llegaba, clavándose en el cuerpo de Bassanio hasta donde el suyo propio se lo permitía.

Jadeantes, sonrojados, embebidos el uno en el otro, alcanzaron el clímax en el momento justo en el que el sol despuntaba en el horizonte. El canto de las aves saludando al nuevo día rompió el silencio así como la luz había roto la oscuridad, pero lo que los amantes escuchaban era la jadeante respiración del otro. Bassanio cogió la mano de Antonio y la lamió para limpiarla de sus propios fluidos, ante la complacida mirada de su amante.

Luego se acostó bocarriba y fue Antonio quien apoyó su cabeza en su pecho; aquel gran corazón descansaba ahí como sobre la ala de un ángel.

Pero los ruidos de la casa volviendo a la vida terminaron con su idilio.

-Mi dulce Bassanio, ha cantado la alondra; es hora de separarnos.

Antonio se levantó y jaló a Bassanio. Pero éste, soñoliento (había amado dos veces aquella noche) se dio la vuelta. A la clara luz de la mañana Antonio pudo ver sus nalgas en todo su esplendor.  Volvió a subirse a la cama y lo acarició desde la espalda hasta los muslos, repitiendo el recorrido una y otra vez, cada vez menos largo, hasta terminar masajeando con descaro las firmes y curveadas nalgas. Las apretó y luego las separó para ver si no había lastimado a Bassanio. Sintió que su pasión volvía encenderse al ver rosado orificio, del cual rezumaba el blanco fluido que muy dentro le depositara.

Dio una nalgada amistosa y dijo en voz firme:

-Es hora de que el esposo de Portia vuelva a sus obligaciones.

Fingiendo un malhumor que en absoluto sentía Bassanio se levantó y se envolvió en la bata.

-No olvides que además del esposo de Portia soy el esposo de Antonio – cogió su mentón con su mano y tras mirarlo intensamente lo besó – y vendré a reclamar lo mío por la noche.

-Reclámalo; nunca corresponder fue tan dulce.

Con un último beso, lo dejo partir, quedando bien consolado.

 

Fin

 

Notas finales:

¡Feliz dia de la melcocha! Es la primera vez que tengo algo como un especial de epoca (dia del amor y la amistad) en la fecha (14 feb) y fue por completo casualidad!

Me hubiera gustado escribir este fanfic completamente como un argumento teatral, pero debido al lemon, tuve que relatarlo en prosa. A ver que dia me estreno como dramaturga jajaja!

Bueno, les dejo el link a la obra original:

http://www.bartleby.com/70/index19.html

Muchas gracias por leer, si gustan dejar un comentario se los agradezco tambien y bueno,

Kiitos!


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