ENTRE TUS BRAZOS
Lo sentía dentro de mi, podía sentir su respiración en mi nuca, sus gemidos en mi oído, sus manos en mis caderas, sus fuertes envestidas en mi ano, como una de sus manos se resbalaba hasta llegar a mi entre pierna y bombeaba sin contemplaciones mi miembro hasta el punto de casi arrancarmelo y por increíble que pareciese ni siquiera me importaba, el placer que me estaba dando era tal que sentía cada poro de mi piel a punto de estallar. Fui volteado sin contemplaciones para ser instantáneamente invadido otra vez por aquel duro miembro que me llenaba por completo, mis piernas apenas podían sostenerse sobre sus hombros gracias al sudor de nuestros cuerpos. Pose mis manos sobre su pecho sintiendo enseguida como mi miembro rozaba nuestros pechos urgido por atención que él no dudo en brindármelo. Nuestros ojos por primera vez se encontraron desde que nos dejáramos llevar por la lujuria de aquella noche. Podía verme reflejado en los iris de mi amante momentáneo, la vergüenza por primera vez llego hasta mis neuronas gritándome que cerrara los ojos, no debía verle, no debía sentirle, no debía siquiera gemir por aquellas embestidas que casi me llevaban a la gloria y mucho menos gritar aquel nombre que me daba tanto placer. Nuestros gemidos se acompasaron al unísono en una melodía celestial, mágica, tanto que mi cuerpo ardía al sentir como una honda eléctrica se apoderaba tanto por mi parte delantera como por mi posterior produciéndome una excitación deliciosa y dándole solo fin cuando mi garganta casi se desgarra al gritar su nombre ya sin reparo alguno.
Aun con el cansancio del ejercicio realizado no dejo de besarme, ya no con pasión, sino con una dulzura que me dejo atónito. Se retiro con cuidado de mi interior dejándose caer a un lado de la cama, cerré tan solo por una fracción de segundos mis ojos para darme cuenta que al abrirlos el estaba sobre mi nuevamente tapándonos con unas sabanas y aprovechando el momento para tomarme entre sus brazos, arrastrándome hasta la seguridad de su pecho que no dejaba de latir incesantemente por mi.
Incrédulo mire aquel hombre desmadejado sobre aquella cama, la escena que veía tras levantarme con sumo cuidado era demasiado increíble como para ser verdad por lo cual no deseaba despertarlo, mucho menos entablar una conversación que nos llevara a la conclusión que todo aquello había sido un rotundo error que por mas que intentara de recapitular aun no entendía como demonios habíamos terminado en esa habitación de ese hotel. Es que acaso habíamos sido hechizados, acaso todo aquello se trataba de una burda broma para dejarnos a ambos en ridículo y es que si eso era verdad que ganarían con ello. Por primera vez sentí pánico, porque si bien no me importaba lo que ocurriera con mi reputación la suya no tenia por que ser afectada por haberse metido con alguien como yo, sin importar cual fuera el motivo por el que terminamos juntos en aquella cama no tenia porque haber consecuencias.
Un fuerte golpe en la puerta del cuarto me hizo poner pies en tierra firme nuevamente, sin meditarlo siquiera tome mi varita y de un solo plof me aparecí en mi hogar aun sintiendo su piel en mi piel y añorando increíblemente su cuerpo sobre el mío.
Con gran pesar habri mis parpados horas mas tarde, el sol ya había salido, el frío era latente aquella mañana, me levante medio aturdido de la cama quitándome con flojera la ropa que aun llevaba puesta, me dirigí entonces al cuarto de baño dejando correr al instante el agua de la ducha, entonces por primera vez me vi reflejado en el espejo cayendo en cuenta de los estragos que esa noche ardiente produjeron en mi cuerpo, me gritaba a mi mismo cuan idiota había sido por dejarme guiar por los impulsos inherentes del cuerpo, mas no pude dejar de esbozar una sonrisa socarrón ante mi propio asombro por aquel insulso reclamo de mi conciencia porque ahí, frente a mi, estaba la única prueba latente de cómo hacia mucho tiempo alguien me había amado, como jamás creí volver a sentirme, aquello no fue solo un simple revolcón, no fue simplemente sexo de una noche, aquello fue dedicación, delicadeza, posesión, sumisión, si, pero a un grado que no tenia precio por haberme sentido protegido, necesitado, amado como no creí volver a sentirme.
Cada parte por donde pasaba la esponja con jabón lo hacia con sumo cuidado y no porque las pequeñas marcas me dolieran, sino porque eran una forma de acariciar aquellos labios que me marcaron como suyo, en esos momentos me lamentaba por tener que cuidar de mi higiene personal de que existiera tan solo el agua que borraba con cada frote la esencia de aquel hombre que me hizo sentir en el paraíso sin pedirme nada a cambio.
Debía olvidarme de todo, debía convencerme que aquel encuentro casual no era mas que un buen polvo y nada mas por mas doloroso que resultara no podía pasar de ahí, lo cual me dolía un poco, deseaba tanto poder tener otro momento como aquel, sentir nuevamente aquel duro miembro desgarrándome por dentro, llenándome con sus fluidos calientes cada centímetro de mis entrañas hasta el punto de hacerme arder de deseo, tan solo pensar en ello me hizo ruborizar y recordar un pequeño detalle olvidado por toda la excitación de las ultimas horas por lo cual tome mi varita pronunciando un simple accio y trayendo hacia mi al instante una poción muy necesaria para mi lamentable condición de pura sangre, la única que a mi parecer debería ser erradicada de nuestra noble estirpe y por lo cual envidiaba a los muggles. Estaba a punto de beberla cuando un pensamiento cruzo por mi mente, me estremecí por completo al tan solo pensar en aquella posibilidad y su rostro inundo mis pensamientos, su aroma, sus ojos, su cabello ahora con otro color uno mas parecido al mío, con rasgos algo diferentes pero con toda su gallardía y lo vi, la unión definitiva de nuestras almas, la cúspide de la creación por la cual Adán y Eva fueron expulsados del paraíso que no fue precisamente un fruto como muchos piensan.
Con el frasco aun en mis manos y aquellos pensamientos inundando todo mi ser un graznido me saco de mis cavilaciones, un búho traía en su pico un carta, la tome dejando de lado aquel pequeño frasco y apenas miro el sello se que es de él y no puedo evitar pronunciar su nombre, no su apellido, sino su nombre pero ya no con el odio nacido en nuestra infancia, ni mucho menos con la lujuria producida al recordar un orgasmo de hace un par de horas atras, sino por un extraño sentimiento que ha nacido en mi pecho.
“Deseo volver a verte, misma hora, mismo lugar”
H.P.
Fin