A las puertas de la mansión Kaiba había llegado un mensajero. Fue recibido por un sirviente, que rápidamente lo atendió y, dándole una propina, lo despidió de buen modo. Adentro, el sirviente dejo el paquete en la sala para llevarle el mensaje a Seto Kaiba, el señor de la casa, dueño de Kaiba Corp., y además de todo, el mejor hermano mayor; y si no me creen, pregunten a Mokuba, que prácticamente fue criado por lo que mas que su hermano, lo ve como su padre. No por nada se pasa el día rondando las habitaciones, leyendo, estudiando con su maestro particular Yami Atemu o jugando con duelo de monstruos con Yugi Moto, hermano menor de su sensei; todo con tal de no perder de vista a Seto. Porque si el no lo cuida, ¿Quién lo hará? ¿Quién cuidara de su corazón? El no permitirá que su hermano mayor vuelva a sufrir, no dejara que alguien más rompa su corazón como lo hicieron Maximilian Pegasus y Lain Elrick (bueno, ya era hora de que me colara en un de mis fic´s, no?). Si bien parece que su protección es exagerada, el cree que esta bien justificada, ya que el vio como onii-chan se pasaba los días en la cama si ganas de hacer nada, ni siquiera de abrazar a su hermanito.
Mokuba decidió entonces que ahora que se ha vuelto a enamorar, si eso pasa, hará pagar a quien sea, en este caso, a Joey Wheeler, quien ahora esta en Egipto, desde donde ha mandado un paquete a Seto. Mokuba, frente al paquete de color marrón, sostiene en su mano izquierda la daga de Anubis, una reliquia que Seto compro en el museo hace tiempo. No deja de mirar el envoltorio lleno de estampillas con cierto odio, incluso trata de imaginar como será el rostro de Joey. Levanta la daga, y, antes de asestar un golpe, la voz que tanto respeta y admira lo detiene.
-¿Qué crees que haces, Mokuba?
El niño se vuelve hacia la entrada de la sala, donde esta Seto, cruzado de brazos, junto con Yami Atemu y Yugi
-Yo...-tartamudeo Mokuba-iba a abrirlo…para llevártelo…
Seto tomo el paquete, le revolvió el cabello, y se alejo, murmurando al sensei un “Cuídalo”, y subió las escaleras para perderse de nuevo en la casa.
-Yugi –dijo el sensei-, tú y Mokuba vayan afuera, preparare la biblioteca para que comience la clase.
-Si, con gusto-contesto el niño y miro a Mokuba-; vamos al jardín.
El pequeño Kaiba no tuvo opción y siguió a Yugi. Sabia que como su hermano tenia bastante trabajo, había permitido que el sensei y su hermano menor vivieran en la casa, para que también le hicieran compañía al niño, cuyos ojos enormes y tristes se perdían mirando el enorme jardín que se extendía mas allá de la cerca que bordeaba el huerto y hortalizas. No importaba cuanto se esforzaran el sensei y Yugi, Mokuba no sonreía completamente si no tenia a su hermano junto a el.
-¿Qué pasaría-dijo Mokuba sentándose frente a una mesa-sí ese tal Joey le rompe el corazón a mi hermano?
-No conoces a Joey, cierto?-preguntó Yugi acomodando unas cartas en la mesa. Mokuba lo miro serio
-¿Tendría que conocerlo para saber que pasara?
-Joey es una buena persona, es amigo de mi hermano
-Cuando Seto salía con Lain, confié en ella antes de conocerla, y al principio era buena, me regalaba libros, me leía cuentos…y luego se fue con ese tal Van Fanel.
-Bueno, pero no puedes juzgar a las apersonas por las acciones de otras personas, cierto?
-Claro, no puedo decir que como el sensei es amable, todos lo son, no es cierto?
-Claro…espera, ¿Qué?
-Empecemos a jugar
Después de dos partidas, Yugi miro a Mokuba.
-Cuando Kaiba-san salía con Pegasus-dijo-planeo casarse…
Las cartas cayeron de las manos del pequeño Kaiba, cuyo rostro palideció
-Tú crees…
-¿No se casara con Joey, cierto?-preguntó Mokuba de repente-¿No sin que yo lo conozca, cierto?-Se subió a la mesa y quedo frente a frente a su amigo-¿No lo planearía sin decírmelo, cierto?
-Ci…cierto…-murmuro Yugi un tanto nervioso.
La voz del sensei los llamo desde dentro de la casa:
-¡Entren, la clase va a comenzar!
Los niños recogieron las cartas y entraron a la casa, hasta la biblioteca. Entre los libros de Historia y Literatura, había un pizarrón, un escritorio y frente a este, una enorme mesa color chocolate con dos sillas que completaban el juego, separadas un metro una de otra. Allí se sentaron Yugi y Mokuba que solo podía pensar en como seria ese muchacho.