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Angel Mao- Love of Saint por Kurenai Mido

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Notas del fanfic:

En Navidad me atrasé un par de semanas para subir el fic de Navidad, ahora con este de San Valentín me atrasé casi un mes! Estoy progresando! XD

Notas del capitulo:

Esto forma parte de la saga Angel Mao, si quieren más detalles lean los otros fics! Es interesante (bah eso digo yo)

Aclaraciones: el comentario de Tucker sobre que Kat´s Records ahora le hace pensar en Mao, viene a cuento de que ambas palabras (Kat y Mao) significan "gato", en diferentes idiomas.

El estribillo que sale al final pertenece a la canción de Bruno Mars, "Just The Way You Are" (del modo en que eres), lo que se aplica perfectamente a lo que Tucker siente por Mao.

Conforme se acercaba el día 14, el nerviosismo de Mao iba en aumento. En parte, porque su tratamiento de rehabilitación por fin iba dando frutos, y en gran parte, porque sería la primera vez que podría festejar el día de los enamorados.

La Navidad en casa de Riley había resultado todo un éxito, y habían regresado ambos rebosantes de emoción y anécdotas para contarles a Sun y a Camryn. El pato asado con nueces que habían cenado la noche de la víspera, las compras que habían hecho en el centro comercial, la visita a la tienda de Tucker, la salida al parque con Linda, donde se divirtieron con tan solo comer perros calientes y charlar sin descanso. Mao lucía exultante. Tanto, que hasta Dewey olvidó la rabia que sintiera por el viaje y se divirtió escuchándolo, contento al fin y al cabo de ver a su hermanito de buen ánimo.  Después de eso resultó evidente para todos que Riley gozaba de entera confianza para cuidar a Mao y llevárselo adonde quisiera (siempre pidiendo permiso de antemano, por supuesto), lo cual le pareció maravilloso al pelinegro. El orgullo que le recorría las venas por tener un novio, un novio correcto y amable, apuesto y tierno, no se podía expresar con palabras: aun no caía que esa vida le pertenecía a él, tan luego a él, que dos meses atrás apenas si podía salir a la calle sin que lo invadiera la melancolía. Todavía recordaba demasiado bien los tiempos en que su única compañía era Dewey, y salidas como las que hiciera junto a Ray y sus hermanos una utopía, algo que jamás se cumpliría por más que lo deseara. Su invalidez le había metido en la cabeza la triste idea de que nadie llegaría a amarlo. Pero se había equivocado. Tenía a Riley, quien cada día que pasaba daba más y más muestras de que su silla de ruedas no lo incomodaba en lo absoluto y que su amor no se acabaría nunca. ¿Qué otro muchacho de 24 años se presentaría si no en casa de sus padres con un novio joven invalido tras unos pocos días de relación?

Al recordar esos dulces momentos se volvió a mirarlo, con una ligera sonrisa en los labios. Estaban en Las Acacias; era la hora del almuerzo y, por consiguiente, Riley acababa de cruzar a la casa de Mao para recoger el almuerzo preparado por la señora Camryn, repitiéndole por enésima vez que no era necesario que se quedara allí a pasar frío solo para acompañarlo. Mao se acercó a la mesita y lo ayudó a acomodar el mantel, siempre sonriendo.

-Me gusta acompañarte, ya lo sabes. Y no tengo frio. Quédate tranquilo que aquí estoy muy bien, Ray, no me siento en absoluto incomodo.

-Bueno, no lo discutiré más, al fin y al cabo me encanta que estés conmigo- confesó el mayor pícaramente- me hace sentir genial. Es como si estuviera en casa.

El corazón de Mao se alborotó al oír esas palabras, aunque logró contener el rubor. No quería vivir sonrojado por todo porque le parecía muy de doncella, aunque Riley dijera lo contrario. Sin embargo, su resolución no duró mucho: ya fuera a propósito o sin querer, Ray hacia y decía cosas que lo ponían feliz, al punto de no poder dominarse. De haber podido habría dado saltitos de entusiasmo ante sus piropos, y gritado como una colegiala en la intimidad de sus encuentros, cuando lo besaba. No podía evitar ser obvio, aunque a Ray parecía no importarle.

-Tu mamá cocina como los dioses- suspiró el moreno al finalizar su porción de arroz con carne asada en salsa, echándose hacia atrás en el asiento.- Debo agradecerle más seguido que se tome la molestia de cocinar un poco más para mí.

-A ella no le molesta, te lo aseguro- dijo Mao, limpiándose la boca con una servilleta- porque le gusta cocinar. Y… bueno… porque yo se lo sugerí.- Soltó una risita nerviosa.- Me pareció que debías comer algo casero de vez en cuando, para no vivir a deliverys.

-Eres un amor- agradeció Riley.- No sabes cuánto.

-Así como tú me cuidas, yo quiero cuidarte también- tartamudeó Mao, un poco nervioso. Era cierto. Si bien estaba limitado en muchos aspectos, seguía siendo una persona enamorada, y como cualquier enamorado quería hacer cosas por su novio que lo alegraran y lo acercaran más a él, aunque fueran pequeñeces como ofrecerle comida hecha en casa para el almuerzo. Eso le recordó una vez más que se acercaba San Valentín, y un pequeño vértigo le sacudió el estómago. Aun no había pensado en nada que darle ese día, y como estaba seguro que Riley si iba a sorprenderlo con algo romantico decidió enviarle un mensaje a su cuñada Linda en cuanto pudiera, para pedirle ayuda. Linda era una experta en elegir regalos apropiados.

-¿En qué piensas, mi amor?

-En nada- mintió- estoy demasiado lleno como para pensar en algo.

-¿De veras? Entonces deja que yo recoja las cosas- resolvió, uniendo la acción a la palabra y juntando los restos de su comida en una gran bandeja. Mao obedeció y corrió su silla para no estorbarle, estirando los brazos para desperezarse y consultando la hora en su celular. Si bien por él se quedaba toda la tarde junto a Ray debía recordar que el muchacho tenía que trabajar, y no podría hacerlo si debía cuidarlo a él. Ya era bastante suerte el que Riley trabajara frente a su casa: no hacía falta que se le pegara las 24 horas. Además, a veces los clientes se lo quedaban mirando y le resultaba incomodo.

-Riley, creo que yo ya me voy yendo- dijo Mao recogiendo su mochila.- Dentro de nada cae el señor Joseph y es mejor que te encuentre trabajando.

-Está bien, cielo, pero recuerda que no molestas para nada- contestó el moreno tomando la llave del local- el señor Joseph ya sabe que vienes a visitarme y no le molesta.

-Sí, pero no quiero abusar.

-Eres un tesoro.- Le sonrió.- Vamos, te llevo.

En la residencia Lang Liu parecía no haber nadie, por lo que el propio Riley ayudó a su novio a llegar al cuarto y despojarse del abrigo; después vaciló, pues no quería dejarlo solo. Mao sonrió de forma encantadora y lo tomó de las manos, decidido a actuar con madurez.

-No tienes que preocuparte tanto por mí, Riley, en serio. ¡No pasará nada si me quedo solo un rato! Además, seguramente mamá está por volver, si ha ido a hacer una compra.

-Um… bueno, tienes razón… pero ya sabes, si necesitas cualquier cosa…

-Silbo y tú vienes corriendo- completó el menor radiante.- Lo sé, Ray, y eres muy amable.- Hizo una pausa.- Si quieres ven a tomar el té a la tarde. Así seguimos conversando.

-Con mucho gusto.- Riley se agachó despacio y dio a Mao un beso de despedida, uno de esos besos suaves que volvían loco al pelinegro: los labios le temblaban y el cuerpo se le aflojaba como si hubiera caído al agua, sin mencionar el cosquilleo que le azotaba el rostro. Para rematar, el moreno le acarició la mejilla.- Nos vemos más tarde, mi amor. Cuídate.

-Sí… nos vemos.

Siempre era así; y sospechaba que siempre sería así. Simplemente amaba a Riley con locura, y un beso o una caricia suya bastaban para que se agitara y comenzara a acalorarse todo. En momentos como aquel la paciencia se le hacía corta para esperar a estar rehabilitado, porque quería echársele ya en los brazos y besarlo él, o tantas otras situaciones en las que se veía obligado a esperar que Riley tomara la iniciativa. Como por ejemplo, bailar: recordaba haber visto a Linda bailar con un chico el día 25 a la tarde, en el patio de la casa, los dos divirtiéndose y riendo, y a pesar suyo lo había invadido la envidia al darse cuenta que él no podía hacer eso con su novio. Reprimió las lágrimas. No ganaba nada llorando con recuerdos melancolicos, y en cambio debía empezar a planear que haría por Riley en San Valentín. Llamaría a Linda.

(…)

La tienda de música de Tucker se llamaba, por una extraña coincidencia del destino, Kat´s Records. Era en realidad así porque la primera dueña se llamaba Katherine (quien lo había contratado como socio al retirarse), y aunque en la actualidad él era el dueño y gerente del negocio nunca se le hubiera ocurrido hacerle una modificación al nombre solo porque Katherine ya no trabajaba allí. Sin embargo, en el torbellino de confusión y ansiedad que lo envolvía desde las fiestas, el nombre Kat lo remitía a otra cosa, o más bien a otra persona. Su simpático y gentil cuñado, quien regresara a su hogar apenas el tres de enero, dejándolo en la más profunda desesperación.

Los días después de haber conocido a Mao habían resultado un calvario viviente, y no porque el muchacho fuera desagradable. Todo lo contrario. El vía crucis resultó a cuento de la ternura de Mao, de su bondad, de cada cosa que hacía o decía y que a él lo enamoraba irremediablemente aun sabiendo que era algo prohibido, y por eso mismo lo hacía sufrir como un condenado. ¿Cómo podía haber puesto sus ojos en el novio de su hermano, por todos los cielos? Una y mil veces se reprochó su bajeza y procuró destruir esos sentimientos indignos, pero fue en vano. Los sentimientos no se iban. Mao reía, y a él se le iluminaba el rostro. Mao le dirigía la palabra, y la fatiga se evaporaba de su cuerpo con la rapidez del humo. La noche de Navidad, Mao le había dado un inocente beso de buenas noches en la mejilla, y él había pasado horas llorando en su cuarto sin poder dormirse de rabia y angustia por estar deseando lo imposible. Resolvió el problema pasando largas horas fuera de casa, trabajando más de lo que le correspondía o simplemente caminando por ahí para no tener que cruzarse con el pelinegro, y todo lo que logró fue desearlo más. Su bella imagen se le aparecía en los momentos más inesperados para desconcertarlo, y cuando debía regresar lo hacía con patético entusiasmo por encontrárselo, como antes le sucedía con Clare. En el colmo de la indecencia, experimentaba celos cuando Riley lo abrazaba delante suyo, o cerraba la puerta de su cuarto por las noches, porque sabía que iban a besarse y esas otras cosas que delante de los padres no se podían hacer, y no soportaba pensar en Mao en brazos de otro hombre. Ni aunque ese hombre fuera su propio hermano, el legítimo novio del menor. Deseó entonces que el tiempo pasara rápido para que Mao debiera volver a casa, con la esperanza de que al estar lejos ya no se sintiera atraído hacia él, pero le salió el tiro por la culata: al no poder verlo ni sentir su dulce presencia se deprimió mucho más, extrañándolo horrores.

Enfrascado como estaba en esos melancolicos pensamientos no oyó que golpeaban a la puerta de su oficina, hasta que Linda entró: la voz de su hermana lo llevó de golpe a la realidad, por lo que se sacudió la modorra y le habló con normalidad, al menos con toda la normalidad que pudo.

-Linda… ¿no se supone que debes golpear la puerta antes de entrar?

-Oh, pero si lo hice. Es solo que tú últimamente no oyes ni ves nada de lo que uno hace- reprochó ella, cerrando la puerta y tomando asiento frente a su hermano.- Pero está bien, no vine a retarte ni nada de eso. Vine a hablarte de Mao.

-¿Eh?- su sobresalto fue tan notorio que Linda enarcó una ceja, por lo que se maldijo interiormente.- Perdón. ¿Qué es lo que quieres decirme sobre Mao?

-Me llamó hace un rato para pedirme un favor, y yo ahora te pediré ayuda a ti- dijo la joven lo más campante- asumo que cuento contigo.

-¿Mi ayuda? ¿Para qué?

-En pocos días es San Valentín, y Mao me pidió que le aconsejara un regalo para Riley que fuera bonito, ya que es su primer novio y no sabe bien que darle. ¿Te imaginas? Es una lindura este Mao.- Sonrió.- Como sea, a mí se me ocurrió y se lo dije, que podría armarle un CD con temas que le gusten, canciones romanticas y esas cosas. ¿Qué te parece? Riley es un tipo más romantico y si el regalo viene de parte de su Mao seguro que se derrite. ¡Oh! ¿Qué te sucede, Tucky?- preguntó sorprendida al ver que su hermano había dejado caer los brazos al costado de repente como si estuviera mareado, y su mirada se había perdido en el infinito. ¡Un regalo de San Valentín para Riley! Canciones de amor… claro, como manejaba una tienda de música y era el cuñado comprensivo, ¿qué más lógico que pedirle a él que armara el CD? ¿Por qué se iba a negar a un pedido tan simple? ¿Quizá porque desde que lo viera no podía apartarlo de su mente ni de su corazón, que se compusiera como por arte de magia tras conocerlo, quizá por eso? Al verlo tan extraño y macilento Linda terminó por preocuparse, creyéndose culpable.

-Lo siento, Tucky, creo que metí la pata- se disculpó- olvidé que hace poco rompiste con Clare, y yo hablando de San Valentín como si nada… lo siento.

-No te preocupes- musitó Tucker, con una voz que parecía llegar del otro extremo de un túnel lejano- ya no pienso en Clare. Ya no…- se interrumpió, pensando que tal vez era mejor esconder la verdadera razón de su tristeza, y entonces recapituló:- pero tal vez se me mete en la cabeza aunque yo no quiera. No sé… tanto amor flotando en el aire…

-Lo sabía, lo siento, lo siento- se volvió a disculpar ella, levantándose para abrazar a su hermano y consolarlo- no quise herirte, Tucky, lo siento. Hagamos algo, olvida que te mencioné este asunto, buscaré a alguien más que prepare el CD. No quiero que por mi culpa te sientas mortificado.

-Pero si no es tu culpa- desestimó Tucker, restregándose los ojos- no es culpa de nadie. No te preocupes por mí, Linda, no me pasará nada. No… no puedo huir de la realidad, ¿verdad? Dime más sobre cómo quiere hacer Mao con este CD. Yo lo haré, no es difícil. Haré… algo… muy hermoso.- Su tono de superación sonaba en extremo falso.- Muy hermoso.

Linda se mordió el labio, pero extrajo de su cartera la lista que le había pasado Mao y le explicó al mayor la idea general. Compilar los doce temas favoritos de Riley y Mao y hacerle una portada bonita, romántica, con un mensaje de amor que Riley pudiera apreciar. Era simple, pero como dijera Linda si venía de parte de Mao Riley se volvería loco de la emoción. Tucker asintió, dijo que se haría cargo de inmediato y luego la despidió cordialmente para poder trabajar.

En cuanto se quedó solo, las lágrimas comenzaron a rodar por todo su rostro. Y por un largo rato, no fue capaz de moverse de su silla.

(…)

Al promediar la tarde Tucker salió de Kat´s Records, incapaz de seguir encerrado envenenándose el alma contra su hermano y deseando respirar un poco de aire fresco. Tras comenzar a grabar las primeras canciones pedidas en calidad óptima las notas dulces y tristes de I Will Always Love You y You´re Loved le entibiaron el corazón, le hicieron recordar un sinfín de momentos felices que ya no podía disfrutar, y le hicieron arrojar una taza de café contra la pared para desahogar su frustración. ¿Por qué Linda debió sugerirle aquel regalo a Mao? De entre todas las cosas que pudo haber elegido, ¿por qué tenía que ser algo que lo involucrara a él, que se consumía por dentro de amor por el adorable pelinegro y debía soportar la realidad de saberlo completamente prohibido? Se volvió a sentar con un ademán brusco. Se sentía impotente. Y de repente, su cerebro activó por si solo un recuerdo en especial, uno que lo serenó y le hizo tranquilizarse lo bastante como para seguir trabajando.

Sucedió un par de días antes de fin de año. Riley había acompañado a su madre a la capital para hacer unos trámites (no recordaba bien de qué), su padre se hallaba en el trabajo, y Linda en casa de una amiga. Por consiguiente recayó en él la tarea de cuidar la casa y hacer compañía a Mao, tarea a la que por cierto no se negó, ya que el menor estaba de muy buen talante y lo invitó a su cuarto a escuchar música y comer papitas. Tucker agradeció en silencio la posibilidad de estar a solas con el chico y poder monopolizar su sonrisa aunque fuera por un rato, disfrutando de la charla y descubriendo que Mao era un jovencito muy inteligente y avispado detrás de aquella timidez inicial que lo embargaba al conocer a alguien. Realmente, había disfrutado de aquellos momentos robados con el pelinegro, como no había disfrutado nunca con Clare, que era poco confidente y bastante egoísta. Mao lo escuchaba; Mao no demostraba lástima por él, pero le brindaba su presencia y esa sonrisa tierna que lo fascinaba. Su charla había aludido varias veces a la música, y Tucker descubrió que su cuñado era un fan de las canciones de amor.

-A veces lloro- confesó Mao con una risita- cuando estoy solo, y escucho esas letras sobre amores imposibles… ¡pero no se lo digas a nadie, Tucker, por favor! Me da vergüenza. Ni a Riley se lo he dicho, porque no quiero que crea que soy una niñita.

-Yo no creo que haya nada malo con llorar de emoción, pero si te tranquiliza no se lo diré a nadie- le prometió el mayor- será nuestro secreto.

-Gracias. En verdad… a veces me porto como un…

-Eres maravilloso del modo que eres- le aseguró- no te avergüences, Mao, no tienes nada de malo.

Una débil sonrisa le iluminó la cara al recordar aquello. Mao, que amaba las cosas románticas, se merecía su esfuerzo. Haría el CD y pondría en cada tema el mayor esmero para que Mao fuera feliz, sin importar que esa felicidad no le fuera a ser destinada nunca. ¿Qué culpa tenía el pequeño santo de las cosas que le provocaba? El chico solo quería ofrecerle un lindo obsequio a Ray. Él se lo procuraría; ése sería su regalo.

When I see your face

There’s not a thing

That I would change

Cause you're amazing

Just the way you are

 

And when you smile

The whole world stops

And stares for a while

Cause girl you're amazing

Just the way you are…

 

Sí, así estaba bien. Era obvio que nunca podría confesarse a Mao y mucho menos pedirle amor, de modo que aquella era la única manera que tendría para hacérselo saber. Su corazón se arreboló al imaginar la linda carita de Mao y lo mucho que disfrutaría con aquel regalo, aunque técnicamente fuera para Ray. Él había estado en pareja ya: sabía cómo funcionaban esas cosas. Mao iría al departamento de su novio, y éste para agasajarlo pondría aquel CD. Tal vez se le escapara una lágrima y Riley lo consolaría… cerró los ojos con fuerza para no imaginar más, y continuó con lo suyo. No editó una simple tapa sino todo un librito con los nombres y letras de las canciones, e ilustró la portada con rosas, plumas y un angelical rostro de perfil con los cabellos negros al viento. El resultado final lo satisfizo enormemente.

 

(…)

 

13 de Febrero de 2012.

 

“Mao:

   

        Te envío esta mañana el regalo que querías, así que ya debes tenerlo en tus manos. Si quieres revísalo antes de dárselo a Riley, para comprobar si está todo como querías; si no es así, no tengas reparos en decírmelo y me voy volando a llevarte otro ^^

        Disfruté mucho haciéndolo y espero que ustedes disfruten escuchándolo. Y si por casualidad se te escapa una lágrima, esta vez no la ocultes. Enorgullécete de ser como eres, que es lo que te hace especial. Si quieres, llámame y podremos seguir nuestras charlas.

       

                                                                        Tucker

 

P.D: Cuando quieras un CD para ti solo, nada más avísame J

P.D 2: …”

 

Dudó mucho en agregar una segunda postdata; no sabía si tenía valor suficiente para poner lo que quería poner. Lo pensó durante cinco minutos enteros, con múltiples variaciones de la frase, pero todas ellas expresaban lo mismo, y al final la escribió y envió el e-mail antes de tener tiempo de arrepentirse.

 

“P.D 2: Feliz San Valentín, ángel Mao. Espero que nos veamos de nuevo pronto”.

 

                                           

                                                                           FIN

Notas finales:

Les gustó? Ya sé que es bastante previsible (como casi todo lo que hago), pero es que adoro las historias románticas a la vieja escuela! Si tienen dudas pregunten y dejen comentarios por favor :)


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