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Albus & Scorpius por ChiiNerak

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Notas del capitulo:

Bueno, este cap. está dedicado a sombra 88 que me pidió la actualización jajaja como no recibía reviews, creí que nadie lo leía, pero me siento happy, harto ;//w//; subiré el segundo capítulo, y espero lo lean más personas ;//A//;

Capítulo 2

 

James llegó y me abrazó.

Enfrente de Noir.

James es mi hermano, así que no debería molestarme en lo absoluto…

 

El problema es que…

 

– ¡¿Qué te sucede, imbécil?! ¡Es mi hermano!

– ¡Los hermanos no se saludan de esa forma!

– ¡¿Tú qué sabes?!

– Oigan, ya basta…

 

Noir le dio la espalda a James, y aunque vi en sus ojos que quería ir tras él y darle un buen golpe, se contuvo. Papá nos había enseñado muchas veces a no atacar por la espalda y ser cobardes. Y aunque James era latoso y enérgico, podía actuar de una forma buena.

A veces…

 

Noir, detente… –Por supuesto, se detuvo solamente al entrar a nuestro dormitorio y atrancar la puerta. Me quedé de pie tras él, mirando su espalda. El joven había apoyado la cabeza en la puerta, e intentaba controlar su respiración. No estaba cansado, pero respiraba fuertemente, como si… Como si intentara controlar un impulso.

– Lo siento, Albus… Yo…

– Oye, en serio no tienes que molestarte. Fue un…

– Albus. –Su voz seca me detuvo, y me hizo dar un paso hacia atrás. Él estaba en verdad enojado. –No me vengas con que fue un “accidente”. Él bien sabe lo que hizo.

– ¿Estás celoso? – Inquirí con una sonrisa traviesa. Tal como quise, Noir se giró y puso los brazos en jarras, con una mueca ente divertida y curiosa. Le sonreí, aunque, en realidad, hubiese querido soltar carcajadas. Me encantaba ese cambio de humor que solo yo podía lograr. Nunca le había visto sonreír con los alumnos, o con los elogios de algunos profesores.

– ¿Qué te hace pensar que lo estoy?

– Oh nada, nada. En ese caso, regresaré con James – avancé hacia la puerta –, y le diré que no hubo problema alguno y… –

Fue cuando sus manos me acorralaron entre la pesada entrada de madera y su cuerpo. Sus ojos me miraron profundamente, metiéndome en un trance del que siempre era vulnerable y nunca había podido escapar. Ni siquiera pude balbucear algo después. Sé que me susurró algo… pero no recuerdo… Absolutamente nada de palabras.

 

– Albus, ¿en serio tu hermano siempre te saluda así?

– Claro que no. Bueno… –Hice memoria unos instantes, acurrucándome en el cálido pecho de mi Noir. –Algunas veces de niños… Pero eso fue ya hace bastante tiempo. Además, siempre era para jugar.

– Ya… Albus, si lo vuelve a hacer, de verdad que…

– No te enojes, Noir. No lo volverá a hacer. Lo prometo.

El joven me abrazó con fuerza, y yo me dejé envolver por sus brazos mientras cerraba los ojos. Apenas lo noté, me limpié una lágrima solitaria que había nacido de mi ojo izquierdo. Me sentía un poco mal.

Le había mentido a Noir.

 

– Albus, necesito que me ayudes.

– James, no pienso ayudarte. Debiste entrar a Herbología en vez de estar jugando con ese disco volador.

– Anda, hermanito. –La mirada de súplica de mi hermano me hizo dudar. Dejé la cuchara con pastel de carne en el plato, decidiendo si realmente merecía esa ayuda. A mi lado, Noir seguía comiendo, pero permanecía atento a nuestra plática. –De verdad necesito que me eches la mano.

– A ver, pues. ¿Qué necesitas? –Total… Si no le ayudaba, iría de chismoso después.

– Es algo relacionado con las mandrágoras. No sé qué pasa si les corto el tallo de arriba antes de sacarlas o…

– Es obvio que se mueren. –Interrumpió Noir, mirando con atención a mi hermano. – ¿O acaso la pregunta es para hacer alguna travesura?

– Qué te importa, teñido. Albus, necesito hablar contigo unos momentos. A solas. –Con una mirada de advertencia detuvo el ademán de Noir, quien comenzaba a ponerse de pie. – ¿O hasta en eso no lo puedes dejar solo? Es mi hermano.

Sin dejar pasar nada más, James me tomó de la mano, sacándome del Gran Comedor con prisa. Corrimos hasta llegar a una de las torres, y James se detuvo al inicio de las escaleras, girándome con brusquedad hasta abrazarme. El gesto repentino me dejó petrificado, y no pude reaccionar sólo hasta que él posó sus labios sobre los míos y me acorraló entre su cuerpo y la pared, abrazándome con fuerza.

– James… E-espera, ¿qué…? –Intenté quitármelo, pero sin importarle mi resistencia, él volvió a besarme, quitándome el aire del pecho.

– Albus, Albus, ¿porqué no me dijiste nada? –James bajó el rostro, hablándome con la voz herida. No podía verle los ojos debido al cabello, pero en realidad no quise verlos. Al escuchar su voz había girado el rostro carmesí, intentando coger el aire que me había sido arrebatado. –Dijiste que ibas a decirme la verdad, que nunca ocultarías cosas… ¿No ha sido siempre así desde niños?

Bajé la mirada, intentando esconder mis ojos vidriosos. James me abrazó, esta vez lento. No rechacé su gesto porque en verdad lo necesité. Poco tiempo después, mis lágrimas se desbordaron por mis ojos, y lo abracé de igual forma, sintiéndome un poco tonto.

James y yo, desde niños, siempre habíamos estado juntos. Aunque él fuera muy travieso y muchas veces me molestara, poco tiempo después siempre me pedía disculpas. Y todo tenía una forma muy especial de arreglarse.

Cuando cumplí seis años, mamá y papá se habían dado un beso en los labios. Yo aún no sabía porque lo hacían, pero James me dijo que así se decían que se querían. Desde entonces, cuando James me molestaba, y después se disculpaba, yo le decía que lo quería, y él me besaba. Nunca nos descubrieron, y poco a poco, los besos subieron de intensidad. Cuando ya supimos que eran y porqué se daban, lo seguimos intentando, pero ahora era por otra razón. Ahora, era un gesto especial de nosotros dos, y nos gustaba hacerlo. De esa forma, habíamos prometido contarnos secretos, saber todo del otro… Y habíamos prometido jamás escondernos nada. Porque nos queríamos.

Pero desde que entré a Hogwarts… Nunca volví a hacerlo…

Hasta hoy.

– James, tengo que irme… La clase va a iniciar pronto y…

– La clase se puede ir a la mi…

– ¡James!

– Lo siento. –De nuevo su mirada inocente que siempre me hacía reír y olvidarme de mis problemas. – ¿Me perdonas?

Asentí, y más por costumbre que otra cosa, lo besé profundamente, pasando los brazos por sus hombros. Al separarnos, me observó con interés, mientras yo lo solté, temeroso de pronto. Era la costumbre, pensaba. La costumbre solamente.

Pero… Ahora yo estaba con Noir y…

– Albus, yo… Si quieres estar con Scorpius no hay problema… –James bajó de nuevo la mirada, y aunque su voz ya no se escuchaba dolida, se oía extraña. –Pero… Prométeme que no te entregarás a él.

Me paralicé ante su petición. La había dicho demasiado tarde y… No era una promesa que de cualquier forma intentaría cumplir. James lo notó, y me sonrió con tristeza. Después se dignó a bajar las escaleras, pero no como solía hacerle, subido al barandal. Esta vez bajó peldaño por peldaño, ocultando la mirada. Me quedé en ese lugar un tiempo más, en realidad tanto que me salté la siguiente clase. Cuando escuché voces de alumnos que tomaban clase en aquella torre, corrí hacia abajo, hacia fuera sin detenerme, hasta el lago fuera del castillo. Las paredes de pronto me resultaban asfixiantes, y un frío extraño me calaba los huesos. No quería estar ahí dentro. No en ese instante.

La superficie de cristal del Lago me recibió con un suave brillo grisáceo. La lluvia se acercaba, y aunque mis pergaminos podrían mojarse y hacerse feos, no me importó tirar mis útiles en la orilla y lanzarme al agua, nadando con fuerza hacia el centro. El agua fría me entumió las extremidades, y pronto comencé a respirar con fuerza, agotándome. Pero no me importaba. Quería sacar las ganas de golpear, de correr, de hacer cualquier acto estúpido. Y nadando era mi mejor opción.

– Albus, ¿quieres enfermarte?

Detuve mi nado, enfocando la vista hacia la orilla. Ahí estaba mi Noir. Sostenía en sus hombros mis cosas más las suyas, y tenía un gesto de curiosidad que me hizo olvidar momentáneamente mi confusión.

– No, lo siento… Voy en un momento.

En realidad, di tres largos más antes de volver a la orilla tan pronto. Apenas noté el cielo oscuro o la débil brizna de lluvia que caía. Miraba al joven de cabello claro, atemorizado por si habría sabido algo de James y yo.

– Estás loco, Albus. Mira que nadar con todo y ropa. – Noir sacó su varita, y tras susurrar un hechizo extraño, dirigió la magia hacia mí. La humedad se evaporó, y pronto me sentí calientito y normal, sin rastro alguno de haber nadado más que las yemas arrugadas de mis dedos. – Anda, vamos a la sala común. Necesito que me ayudes con mi redacción de pociones.

– Si… Ya…

– ¿Estás bien? –El joven me detuvo, pasando sus fríos dedos por mi rostro. Aquel tacto me encantaba, y me hizo olvidar por unos instantes todo lo que había sucedido hasta antes del almuerzo. – Te saltaste la clase, y… Me preocupé.

– Estoy bien, Noir. Anda, vayamos a la sala común. A salvarte nuevamente de pociones.
– Oh, muchas gracias, príncipe estudioso verde.

– ¿Verde?

– Si fueses azul, serías de Ravenclaw.

Reí con verdaderas ganas, bajando la mirada y el rostro. Poco después, me dejé llevar por mi impulso, y le robé a mi Noir un beso cálido, profundo y lento, tan lento como me gustaban. Él se sorprendió, quedándose quieto. Después me siguió, y ese beso comenzó a subir de intensidad con rapidez. Sus manos impacientes se colaron bajo mi uniforme, arrancándome gemidos agudos con su frío tacto en mi pecho, y las mías, aún inexpertas y torpes, rozaron su cuello, acercándole más a mí.

La bragueta de mi pantalón descendió bruscamente, y cuando sentí su mano acariciando mi miembro duro, abrí los ojos y le separé de mí.

– La… La cla-clase… Hay que apurarse. –Sonreí con falsedad tras mis balbuceos, subiendo mi bragueta y corriendo hacia la entrada del castillo. –Anda, no te retrases…

– Al…

– Vamos, vamos. –Sonreí como un tonto, eliminando de mi mente a James, el beso y todo lo sucedido en la torre. Yo no sabía cómo bloquear mi mente, y Noir podría verlo si usaba la Legeremancia. De modo que opté por olvidarlo. Pensaría en ello más adelante. Noir se encogió de hombros, al parecer ignorando mi extraño comportamiento.

 

Por la noche, me envolví en un suéter y salí a la sala común.

Noir dormía, tan profundo que no notó mi movimiento leve al levantarme. Retiré algunos mechoncillos rebeldes de su rostro, y su expresión soñolienta me arrancó una sonrisa. Apenas rocé sus labios con los míos, lamiendo lentamente su contorno. Después caminé hacia la calidez de la hoguera, pues mi nariz se había congelado y mis dientes comenzaban a castañear.

Llevaba conmigo, además del suéter, aquel libro de historia muggle que guardaba con recelo. Por alguna extraña razón, me tranquilizaba leerlo, y aunque Hitler me diera miedo, y me aterrara por sus crímenes, leer de él me hacía pensar que yo no hacía nada malo. No era peor que querer a mi hermano y a Noir… que matar muggles judíos… no, no era tan malo…

Ni siquiera sabía que debía hacer.

Yo amaba a mi hermano. Lo quería mucho. Siempre había podido confiar en él, aún cuando sus bromas me sacaran de quicio. Pero su forma de pedir perdón siempre había sido demasiado especial para mí. A veces, me ganaba el instinto, y me acercaba a mi hermano buscando un abrazo, y él parecía leerme el pensamiento, pues me guiaba a su habitación y me robaba el aliento. Nunca hice nada más que los besos con James. Fue hasta Hogwarts… Donde Noir y yo…

Sacudí la cabeza, intentando pensar mejor. Entrando a Hogwarts, yo… yo me había entregado a Noir. No era malo, yo lo amaba… Pero ahora no sabía si eso estaba bien. Apenas lo conocía. No sabía siquiera si tenía hermanos, no conocía a sus padres, no sabía siquiera su edad. ¿Estaba mal haberme entregado a él?

Pero… prométeme que no te entregarás a él…

Un matiz carmesí comenzó a arder en mi rostro. Me pregunté si James lo decía por eso. Yo no conocía casi nada de Noir y… él y yo habíamos intimado. En cambio, a James le conocía de toda la vida. Era mi hermano, y aunque a mí no me pasara por la cabeza la idea de hacer algo más con James, tal vez él… él quería ir más allá de nuestros simples besos furtivos.

Vida tan complicada que me había hecho en poco tiempo. Me hundí en el sillón mientras intentaba mantener mi calor corporal. No quería pensar ya nada más, y la cabeza comenzaba a punzarme. Cerré el libro de historia muggle y lo abracé contra mi pecho, mirando las alegres llamas de la chimenea. Thunder llegó en pocos minutos, y como me lo esperaba, se trepó a mis piernas, buscando acomodarse. Con un poco de trabajo, lo levanté en mis brazos y me recosté en un sillón mullido, acomodándolo. Mi gato maulló con fuerza y se quedó dormido en poco tiempo. Si, buena idea, pensé al ver a Thunder. Mejor ir a dormir un rato.

 

– ¿Al está vivo?

– Déjame en paz…

James soltó una risita burlona, abrazándome por la espalda. Me revolvió el cabello con ligereza y después se colocó frente a mí en forma juguetona.

– Te apuesto a que soñaste con sapos y ranas.

– En realidad no soñé nada. Me dormí en la sala común con Thunder, y cuando desperté ya era hora de clases… Me duelen los hombros…

– Ven, Albus. –Noir apenas me lanzó una sonrisa, e hizo el ademán de quitar a James de mi espalda. Mi hermano obedeció con una mueca burlona, y me miró sonriendo. Quise de pronto que ambos me dejaran. Me sentía incómodo, con ambos lanzándose miradas con reto y amenazas disfrazadas. Noir comenzó a masajear mis hombros despacio, presionando mis puntos de dolor con cuidado, y poco a poco, el dolor aminoró hasta casi desaparecer. –Deberías estar mejor.

– Si, muchas gracias, No… eh… Scorpius.

Apenas terminara de decir su nombre, James se acercó, me abrazó de frente y me dijo un “buen día, hermanito”, posando sus labios en la punta de mi nariz con fuerza. Noir se puso tenso, y no bajó los hombros sino hasta que mi hermano desapareció tras la esquina de un pasillo.

Noir, no te pongas así. –Le susurré una vez James desapareciera.

– ¿Entonces? –su respuesta agresiva me hizo retroceder un paso. –Lo dejo que te bese y se vaya, ¿no?

– No, no quiero eso… Me refiero a…

– Al, aunque me digas que jamás harás algo con él, no es eso lo que me preocupa. Me enoja que…

Noir… Pero yo nunca…

– Si no fuera tu hermano, lo habría golpeado con fuerza desde la primera vez, Al. De verdad…

– ¡Noir! –El chico me observó sorprendido, pues yo no solía gritar. –Deja de decir esas cosas, yo nunca quise decir nada de eso. James es así, y le gusta molestarte. Pero… Si sabes que yo jamás estaré con él, y yo mismo te lo estoy diciendo, entonces ¿por qué no confías en mí?

El silencio pesado cayó sobre nosotros, y Noir intentó decir algo sin conseguirlo. La voz se le asfixió a mitad de la garganta, y las palabras nunca le llegaron a la voz. Bajé la mirada, algo apenado, pero también decidido a hacerle frente a Noir. Yo lo amaba, pero…

Pero no lo conocía.

– ¿Al?

– Yo no… no te conozco, no sé… ni siquiera sé tu edad ni… ni cómo eres realmente…

– Albus, no…

– Yo no sé mucho de ti, no sé si tienes alguna tristeza, si hay algo que te haga feliz. No sé qué cosas te gustan, que odias, qué es lo que piensas del mundo…Ni siquiera sé si realmente me quieres tanto como dices.

Todo lo anterior lo había dicho con los ojos cerrados, y fue al terminar de decir las cosas que abrí los ojos, sin poder creer lo que acababa de decir. No me atreví a mirar a Noir a los ojos, y quise repentinamente irme del lugar.

Di un paso vacilante hacia atrás, temeroso de la reacción de Noir. Después di otro, otro más, y fue entonces cuando eché a correr, confuso ante no saber si quería que me detuviera y me besara, o que me dejara marchar.

Llegué de nuevo hasta el lago.

 

Pero esta vez procuré quedar oculto a la vista del mundo. Una vez el agua mojara mis pies, las lágrimas se derramaron por mi rostro con fuerza.

Me dolía el corazón por haber sido tan tonto con mis palabras. No podía dejar de repetir en mi mente lo tonto que había sido, y el cómo pude haberle dicho esa frase tan cruel a Noir. Con fuerza sequé mis lágrimas en vano, pues seguían saliendo más. Pasaba las mangas de mi ropa por el rostro, hasta llegarme a raspar la piel y magullarme ligeramente las mejillas. No me importaba el dolor, de hecho, estaba bien. Si con eso podía sentir un poco de lo que sentía Noir ahora, estaba bien.

– ¿Eres tonto?

La voz de James sonó cerca, y sus manos detuvieron mis frenéticos brazos. Tampoco me atreví a verlo a los ojos. Me sentía de pronto como un trol.

Mi hermano levantó mi rostro, asustado por las heridas que me había causado, y se agachó hacia el agua para mojarse las manos, limpiando con sus dedos fríos mis lágrimas y calmando el dolor.

– No hagas eso, tonto. Después algo peor te pasa y me regañarán a mí. ¿Qué sucedió?

Ni siquiera pude decirle algo. Sólo me acerqué a él y sujeté su brazo, derramando más lágrimas. James me hizo sentarme y después hizo lo mismo, rodeándome con sus brazos, dejándome llorar hasta que me calmara.

Las manos de mi hermano levantaron mi rostro, y aunque su mirada no era hipnótica ni penetrante como la de Noir, igual me quedé observándola.

James me besó… Y el mundo alrededor y más allá, desaparecieron consumido por el silencio y el murmullo del agua en la orilla.

– Albus… –La voz susurrante de mi hermano me llamó la atención. Nunca había hablado  de esa forma. Lo miré curioso. –Aunque ya te entregaste a Scorpius… Seguimos siendo hermanos, ¿verdad?

– Claro que somos hermanos, James. ¿De qué…?

– Porque yo… Yo quiero estar contigo hoy.

El chico mordió levemente mi cuello, arrancándome un gemido suave. Quise detenerle, pero mis manos traicioneras le sujetaron de los hombros y le quitaron poco a poco la playera, dejando al descubierto su pecho. Es cierto que era mi hermano, y aquello implicaba haberle visto el pecho demasiadas veces durante nuestra vida, pero… En ese momento, me pareció muy distinto al de siempre. Tenía algo extraño que no llegué a identificar que le hacía ver de otra forma más especial.

Ni tardo ni perezoso, mi hermano me despojó de la ropa del torso, y dejó que sus dedos húmedos hicieran caminos hasta llegar a mi vientre, donde quitó mi pantalón con torpeza. Me di cuenta que, aunque quería hacerme creer que sabía lo que sucedería, en realidad estaba nervioso y no controlaba del todo su impulso. No supe si sonreír o apenarme más, pues aunque yo ya lo había hecho con Noir, seguía siendo tan tímido como la primera vez…

No… No iba a pensar en…

Un gemido mío distrajo mis pensamientos. James deslizaba sus dedos por mi miembro erguido con un poco de rapidez, y me provocaba unas sensaciones que viajaban de mi miembro a mi cerebro en forma de placer. Le sujeté con fuerza de los hombros, intentando dejar de gemir. Apenas pude quitar su pantalón, sujeté su miembro, masajeándolo con fuerza, de modo que sus gemidos acompasaron a los míos. No pasó mucho tiempo para que ambos nos corriéramos, manchando nuestros vientres y dedos de semilla blanca, y nuestros jadeos se volvieran un grito similar.

– Al, es demasiado. –James miró su mano llena de mi semen.

– Déjame en paz –comenté sonrojado –, como si tú no hubieras hecho lo mismo.

Una de sus sonrisas traviesas me sacó una carcajada. Me acerqué hasta abrazarlo, pasando mis piernas por alrededor de sus muslos. No era mi intención seducirle o algo así… En verdad buscaba un abrazo. Pero cuando pude reaccionar, James jadeó levemente, y su miembro duro hizo presión contra mi entrada. Intenté retirarme, pero mi hermano ya me había aprisionado entre sus brazos y comenzaba a morder mi lóbulo derecho con delicadeza, distrayéndome entre gemidos y presiones suaves.

Poco a poco, casi con miedo, su miembro entró en mí, intentando acoplarse a mi interior. Su expresión del rostro placentera me decía que quería introducirse con velocidad, quería moverme rápido y terminar hasta el mismo final, pero no lo hacía. Entraba lentamente, disfrutando a cada instante esa sensación que mi interior le brindaba. Y yo, aunque quería que se detuviera, no podía evitar gemir de placer. James no era brusco; y con su lento movimiento había logrado hacerme olvidar el dolor.

– Al, es… es tan caliente…

Su voz, más que una oración, fue un farfullo suave apenas audible. Comencé a mover mi cuerpo hacia él, y sus manos me sujetaron de la parte baja de la espalda, haciendo a su miembro entrar y salir de mí. Solté gemidos entrecortados, abrazándole por los hombros. Esta vez no había dolor alguno, y la ola de placer se mantenía ahí, sin aumentar pero tampoco desaparecía.

James comenzó a aumentar mi velocidad, y en un arrebato, me acercó a su rostro hasta posar sus labios en mi garganta, lamiendo con frenesí mi piel y chupando fuertemente hasta dejarme una mancha violácea en la nuca. Gemí ante su gesto, y le imité, dejándole la misma mancha en la nuca, casi en el mismo punto que la mía. O tal vez era el mismo lugar.

Los movimientos de ambos aumentaron, y la sensación comenzó a elevarse hasta llegar a lo más alto, donde nos hizo gritar de placer y movernos frenéticamente el uno contra el otro, intentando mantenerla el mayor tiempo posible. Enterré los dedos en el cabello de mi hermano, soltando un gemido de placer agudo cerca de su oído. El orgasmo nos había invadido por completo, y nos hizo abrazarnos fuertemente hasta que se desvaneció y se llevó nuestras últimas fuerzas.

Mi hermano se dejó caer al agua, salpicándome ligeramente. Sin darle importancia, me dejé caer en su pecho, escuchando su corazón latir deprisa, al unísono que el mío. Su latido se ralentizó tras un largo tiempo, y fue hasta ese entonces que me observó sonriendo, incorporándose lentamente. Me sujetó en brazos sin importarle su espalda húmeda, y se arrastró como pudo a la base de un árbol, abrazándome cual niño pequeño en brazos de su madre.

– Al… Yo… Muchas gracias. Nunca imaginé que… que quererte fuera tan genial. Gracias, hermanito. Te adoro. Gracias por quedarte hoy conmigo y no con Scorpius.

Sus labios besaron mi frente, y el calor de mi cuerpo se transformó en frío tras sus palabras susurrantes.

Noir.

Yo había… había…

Con James.

Sobresaltado, me levanté del lecho de mi hermano, vistiéndome con velocidad. James se alarmó, y me sujetó de un brazo, lanzándome una mirada triste y suplicante a la vez.

No me dejes, no te vayas con él

– Yo… yo tengo que irme…

– Al… Por favor…

Giré la vista, soltándome de su agarre. Sin decirle nada, terminé de vestirme y corrí lejos del lugar. No soy un gran corredor, y en poco tiempo, mis músculos comenzaron a quejarse. Me dolían las piernas, pero por alguna razón, el dolor no me llegaba a importar. Había olvidado la razón de enojarme con Noir, había olvidado algún enfado o incomodidad… Tan sólo pensaba en él, en sus brazos, en poder decirle que lo quería y quedarme con él.

Al momento de llegar a las escaleras, las subí corriendo, olvidándome incluso de que éstas se movían a su antojo. Cuando el movimiento sorpresivo empezó, trastabillé y me fui de espalda hasta rodar al pie de ellas, quedando tumbado con un agudo dolor en la cabeza y la muñeca derecha. Apenas pude enfocar la vista para notar un charco rojo que se extendía del suelo. ¿De dónde saldría?

Una voz gritó mi nombre, pero apenas pude distinguirla. Una sombra se acercaba, y deseé con toda el alma que fuera mi Noir. Sin embargo, cuando apenas comenzaba a tomar nitidez, la sombra se volvió una con la oscuridad que rodeó el lugar, y mis ojos se perdieron entre la negrura, deseando con lo poco que me quedaba de conciencia, poder abrir los ojos nuevamente y contarle a Noir lo que había hecho, sabiendo que no iba a perdonarme.

 

 

– Heil Hitler!

– Heil Hitler!

– Diest ist Mein Kampf …!

Las personas levantaron la mano en dirección a aquel mago de bigote extraño y estatura pequeña que les infundía pavor, respeto y poder. En medio de tanta gente, quise seguirles, pero mis manos se negaban a levantarse, a corear las palabras dirigidas al líder. Él se dio cuenta de inmediato, y me señaló. Los soldados comenzaron a acercarse, y yo corrí con fuerza, huyendo y lanzando hechizos a diestra y siniestra.

El mago apareció frente a mí, y sonreía cruelmente. Apenas tuve tiempo de observarle bien el rostro cuando una de sus manos me golpeó en la mejilla…

– ¡Albus!

¿Desde cuándo Hitler conocía mi nombre? No, era un error. Hitler ni siquiera pensaba en mí… No podría saber mi nombre…

– ¡Albus!

Pero lo gritaba con fuerza, y me tomaba de los hombros… Hitler me miraba con rabia… Y entonces me abrazó con fuerza. Asustado, intenté alejarme…

– ¡ALBUS POTTER!

Abrí los ojos ante ese cambio de voz tan drástico. La luz del derredor me encegueció, y tardé poco tiempo en acostumbrarme a ella. La enfermería de Hogwarts…

Y Noir abrazándome con fuerza.

– N… Noir

– ¡¿Qué demonios pensabas?! ¡¿Querías jugar al ninja o al suicida?! ¡¿Estás demente?! –Se separó de mí para poder sujetarme de los brazos y sacudirme con fuerza controlada. Sin embargo, las sacudidas aumentaban mi dolor de cabeza, y gemí de dolor ante su brusco trato.

– ¡¡Señor Malfoy, fuera de la enfermería!!

– ¡No saldré! ¡No sin él!

No supe si reír de la batalla entre Noir y Madame Pomfrey, o aterrarme de su furia incontrolable. La enfermera le gritaba, pero no parecía importarle. Al final, y después de mucho tiempo, le dejó quedarse con la condición de correrlo y reportarlo con la directora si volvía a gritar con fuerza y molestaba a los demás pacientes. Esperamos a que Madame Pomfrey desapareciera tras su puerta, y Noir lanzó un muffliato sin perder tiempo.

– ¿Qué demonios estabas haciendo? –Aunque ya no gritaba, su voz molesta me hacía sentir que lo estaba haciendo. Bajé la mirada, avergonzado de pronto.

Noir, yo… –Tenía miedo. Me moría de miedo. Pero estaba decidido a decirle que…

– No me digas nada.

 

Noir se puso de pie y se sentó en mi cama. Sin poder evitarlo temblé, aterrado. Si quería matarme, si quería golpearme y decirme groserías, o gritarme lo estúpido que era, lo aceptaba. De hecho, estaba completamente seguro que iba a soltarme una bofetada. Y no pensaba detenerlo. Cerré los ojos, esperando un golpe fuerte en el rostro.

 

– ¿Es que eres tonto?

 

Abrí los ojos, sorprendido de sus palabras.

 

– ¿Cómo puedes decirme que no sabes que te quiero? Cada mañana te lo digo, cada atardecer te lo susurro, y cada noche te lo demuestro. ¿Cómo puedes decirme que no sabes si realmente te quiero?

 

Nos quedamos viendo a los ojos durante un largo tiempo. Su mirada, aunque no era hipnótica en ese momento, me paralizó por completo. Observé cada detalle de sus ojos, de su piel, las hebras de su cabello. No tenía ninguna expresión en su rostro, y parecía esperar algo. Pero no sabía si debía tocarle, si debía acercarme o desviar la mirada, aunque no pude siquiera moverme un poco.

 

Entonces comenzó a derramar lágrimas.

Al principio fue solamente una. Después tuvo una acompañante. Y al final, fueron hilos transparentes cayendo de su piel. Sorprendido, me acerqué un poco, limpiando con la manta que me cubría su rostro. Su mano derecha detuvo la mía, y la jaló hacia sí, para después inclinar su cabeza contra mi pecho, temblando ligeramente de los hombros.

 

– No me cambies por James, Albus. No puedo soportar que te vayas.

 

Lo abracé con fuerza, sin notar las lágrimas que me caían del rostro. En ese momento, Noir era un niño pequeño que me necesitaba, una personita que no quería perder lo que más le importaba, y se aferraba a él con toda la fuerza que le era posible, aún cuando sabía que no tenía demasiada en ese momento.

 

Noir, perdóname… en verdad no quiero separarme de ti, no quiero… perdón, perdón… No volveré a ser tan tonto e impulsivo… Quiero estar contigo, quiero…

 

Nos quedamos abrazados mucho tiempo.

No hubo necesidad de palabras o cualquier expresión. Sabiendo que ambos estábamos juntos, en ese lugar, que no queríamos dejar de presionarnos las manos con fuerza, y no queríamos separarnos, no nos fue necesario nada más.

 

Madame Pomfrey salió de su cubículo tras perder su magia el muffliato, para avisar que Noir tenía que irse a la sala común y dejarme dormir. Pero al final decidió dejarle conmigo. Ambos estábamos acostados en la misma cama. Yo bajo las sábanas, él sobre ellas. Estaba profundamente dormido, y seguía presionando mis manos, sin dejar escapar la calidez que las envolvían. Yo me hacía el dormido, pero me había acercado adrede al joven para evitar que la enfermera lo sacara de la enfermería. Tras poco tiempo, simplemente optó por traer una manta más cálida y colocarla sobre ambos, para salir del lugar con una sonrisa resignada.

Madame Pomfrey era la mejor enfermera del mundo. Yo podía corroborarlo.

 

Apenas se fue, me levanté con ayuda de mi mano izquierda para acomodar a Noir. El chico, tal vez soñando, o leyendo mi mente, se acomodó de forma que lo pude abrazar toda la noche. No tuve sueños con Hitler, o con muggles asesinados. De hecho ni siquiera soñé nada.

 

Pero mentiría si dijese que no pensé en mi hermano antes de dormir y abandonarme a un sueño carente de pensamientos.

 

Notas finales:

YAY!!! xDD aquí el segundo capítulo jejeje; espero te haya gustado, sombra 88 .//w//.U y ya subiré mis locas ideas jajaja


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