Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos.
Nicolás Maquiavelo
Cerecita
Por: Eruka
—Deja de comer esa porquería –algo que Sasuke tenía en común con un dictador, era que no pedía, ordenaba. No importaba qué tan sedosa fuese su voz, a Naruto no lo engañaba. Sostuvo con mayor fuerza el bol repleto de ramen instantáneo, como si creyera que el moreno podría robarlo.
—Me gusta el ramen –expresó con el hastío de quien no pelea para ganar, sino para atrincherarse.
—Es asqueroso, huele mal y hará que luzcas gordo y asqueroso –ah, el viejo mito (comprobado) del narcisismo Uchiha—Si lo dejas, te llevaré a donde quieras –No lo engañaba, ése done quieras era el hotel más cercano, del que por otro lado ya eran clientes.—Es la estúpida fiesta de Sakura, ¿no puedes dejarlo ni siquiera hoy? –interrogó fastidiado. Al oír su nombre, su anfitriona, que pasa cerca de la escalera donde estaban cómodamente sentados, se cercó.
—Tenía hambre, el idiota no cenó nada antes de venir –la preocupación quizás se notaría si la muchacha dejara los apelativos despectivos de lado. Pero así dejaría de ser ella –Ahora, en cuanto termines eso, por favor vengan con el resto. Lucen tan patéticos aquí sentados que me sorprende que de verdad sean homosexuales –Ya, Sakura no practicaba eso de la asertividad. Una vez se hubo ido, cada uno hizo su propia interpretación de sarcástica irritación. Estaba bien ahí, a un par de metros se encontraban todos los amigos de la universidad de la muchacha de cabello rosado, gente que en gran medida no conocían ni les apetecía conocer por diferentes motivos. Pero que incluían el hecho de que eran todos una panda de egocéntricos frívolos sin sentido alguno de la educación. Algo que para el sensiblero de Naruto era una barrera infranqueable.
—Joder, ¿puedes al menos no sorberlos? –al final explotó, y Naruto comenzó a sorber con más fuerza, salpicando a todos lados, incluyendo la costosa camiseta del Uchiha, en cuyo ojo izquierdo se visualizaba ya un peligroso tic asesino.
— ¿Saben qué me gusta a mí?—preguntó de pronto, parando sin realmente importarle la pelea del siglo. Se limpió tranquilamente la pequeña manchita que le había quedado en la mejilla, sin dejar de ver al frente—las cerezas.
—Es lo más gay que has dicho en la vida —se burló Naruto, riéndose.
—Son dulces –repuso sin molestarse. Con la de bromas que él le hacía al retardado del rubio, un comentario así no le iba a afectar.
— ¿Puedes dejar de hablar como si las cerezas te excitaran? Maldito enfermo—masculló el celoso obsesivo de Sasuke, obviamente molesto porque estuviera acaparando la atención del blondo.
— ¿Te excitan las cerezas, Sai? –en ese punto, Naruto comenzó a lamentarse la hora que le había hablado al chico más raro de la facultad.
—Mucho –respondió sonriendo. Sin más, dejó la cerveza que sostenía, se alisó ligeramente la camisa y se encaminó hacia la preciosidad pelirroja con cara de estar en medio de un interrogatorio de la Santa Inquisición—Cerecita—susurró lentamente, al llegar justo detrás de pelirrojo.
Media hora después, con el ojo amoratado, el labio partido y los testículos perdidos entre las piernas, decidió que probablemente las cerezas no eran tan dulces después de todo.