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Perdón por chibiichigo

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Notas del fanfic:

Disclaimer: ¿Ya adivinaron que Naruto no es mío? Bueno, hecho eso hemos cumplido con los requerimientos de Amor-Yaoi.

Notas del capitulo:

Tralalá...

Pues, tuve un acceso de inspiración y no pude dejar de escribirlo :) Está discretamente inspirada en "Mentiroso" de Enrique Iglesias (que por misteriosos motivos me puse a escuchar ayer). No tiene mucho qué ver, pero de ahí surgió.

Además, este fic está dedicado a Eruka Frog por su cumpleaños (sólo me retrasé dos meses, ya vamos de gane).

 Espero que lo disfruten. 

Perdón

Por: chibiichigo

—Naruto…

Murmuró  Sasuke, solemne, mientras encontraba su sitio en esa estrecha cama matrimonial del departamento del rubio. Era siempre tan incómodo estar en ese dormitorio, tan saturado de colores que lo mareaba y tan desorganizado que lo instaba a tirarse por el balcón.

Movió un poco al trigueño, que reposaba junto a él en posición de estrella y parecía poco dispuesto a cambiar de lugar.

—¿Cuál es tu problema, cabrón? — Le reclamó mientras se recorría lentamente y hacía un esfuerzo casi imperceptible por cerrar las piernas— Deberías contentarte con ese espacio de la cama y dejarme a mí así, luego de lo bestia que te viste hoy…

Refunfuñó un poco más mientras se colocaba en una posición más confortable y permitía que el moreno se acostara bien en su lado del colchón.

Se quedaron en silencio unos  minutos, escuchando el canto de los grillos que se refugiaban en el apartamento (ésos que Sasuke, por más que hubiese puesto empeño en atraparlos, jamás encontró). Por lo general no había más ruido que ese después del coito cada noche, ni el murmullo apagado de una plática ni pensamientos en voz alta. Sólo el sonido de los insectos hasta que alguno de los dos, rendido, cediera ante el sueño y terminara con toda posibilidad de comunicación.

—Naruto…

Se escuchó, de nuevo, el murmullo apagado y solemne de Sasuke. Era tan bajo que casi se pudo haber confundido con chirrido*de los grillos, pero rompía totalmente con el ritmo de la melodía. Se preguntó si su pareja lo había escuchado o si se veía obligado a hablar más alto. Esperaba que no;  odiaba repetirse a sí mismo y, si era sincero, no sabía si volvería a reunir la fuerza para decir lo que rondaba su pensamiento en ese momento.

—¿Sí?— Contestó el rubio pasados unos segundos, como si estuviera tanteando ese terreno desconocido que parecía ser la insipiente charla.

El Uchiha sintió un nudo en la garganta, una imposibilidad relacionada con su hombría que lo disuadía de continuar la frase. Se sintió súbitamente ridículo.

—Nada, buenas noches— Se volteó hacia la pared y se cubrió con todas las cobijas, con los ojos tan firmemente cerrados que le dolieron a los pocos segundos.

Volvieron a escucharse simplemente los grillos, sin nada más que opacara el cansancio, la soledad o la recién adquirida tensión.

 

 

—Naruto…

Habló porque le molestaba terriblemente el sonido de los bicharajos del infierno. Y porque llevaba dándole vueltas al asunto desde hacía unos días.

El sonido amodorrado del aludido lo sorprendió. No pensaba que estuviese despierto, ni siquiera le había hablado con la intención de que le contestara algo… Se volvió a sentir terriblemente disminuido por la situación. Inútil. Ridículo.

—¿Qué pasa, Sasuke?— sintió cómo el brazo tendido del trigueño le alcanzaba el hombro y lo rozaba.

¿Qué podía decir, cómo debía actuar? Sabía que lo mejor sería guardarse todo aquello que sentía y alejarlo de su mente, pero no podía. Ese arrebato de sinceridad y arrepentimiento le había calado hondo y, si no externaba lo que sentía pronto, iba a explotar.

—Perdón— musitó por lo bajo, un poco más relajado por sentir el cálido tacto de su pareja y, por lo mismo, un tanto más culpable.

—¿Perdón, por qué?— preguntó Naruto, sin comprender nada de lo que el otro tenía en la cabeza y embotado por el sueño que poco a poco se apoderaba de él.

Sasuke tragó grueso y sintió el regusto amargo de su disculpa. Perdón. Una vez fuera de su boca, esa palabra sonaba rancia, aburrida, infiel. Se disgustó consigo mismo por tan torpe elección de vocablos y buscó, dentro de su repertorio, alguna que embonara más con lo que pensaba en ese momento.

¿Qué era lo que sentía, por qué se disculpaba? Y es que aquella palabra había salido de la nada, inconscientemente. Sin embargo, era totalmente sincera; posiblemente la más sincera que había dicho desde que era un niño del preescolar. Pero, ¿cómo podía explicarla, argumentarla?

Tomó aire y trató de desenmarañar ese gran nudo de pintorescos pensamientos que se revolvían entre sí. Porque no podía explicar todo eso que había sentido cuando hizo una recapitulación de todas las cosas que hizo sin pensar en lo mucho que podían herir al que, en ese momento, yacía en la cama junto a él.

Pensó un poco y retrocedió lo más que pudo en su relación con Naruto. Se le hizo un nudo en el estómago al pensar que tal vez (y sólo tal vez), en algún momento, pudo haber sido desconsiderado con el trigueño.

Desde el primer día que cruzó la mirada con él en la universidad, había sido hostil y completamente distante. No era algo raro en él; le disgustaban las personas lo suficiente como para no querer tener nada que ver con ningún ser vivo no comestible, pero con Naruto había sido algo grosero. Tal vez se debiera a que, pese a que no era un alumno sobresaliente, lo consideraba un rival competente, eso no importaba ahora… la verdad era que nunca había importado realmente.

Lo había menospreciado y denostado sin piedad alguna. Lo había retado en ocasiones e incluso habían llegado a los golpes. Pero, en vez de odiarlo (como el grueso de la población), Naruto se había transformado en un leal compañero.

Se detuvo en sus cavilaciones y recapacitó: ¿Eso no era masoquismo? El rubio, desde siempre, había estado deschavetado. O tal vez estaba tan solo que decidió permanecer al lado del chico que le hizo la vida miserable únicamente por la compañía. No, Naruto no era así… Incluso si constantemente barajaba la posibilidad de que tuviera Síndrome de Estocolmo. En fin, eso ya no importaba.

Volvió a hacer memoria.

Cuando comenzaron a salir, Naruto tuvo que mantener las cosas en un silencio total sólo por el terror que le daba a Sasuke tener que encarar a su padre y decirle que era homosexual. Bendita la hora en que Fugaku había tenido un infarto fulminante, porque de lo contrario era posible que todavía nadie supiera de la relación. Y no era cosa de no sentirse afligido por la muerte de su padre, pero si había que poner los sentimientos en la balanza, su alivio había sido mucho mayor. De hecho, recordaba, había sido Naruto quien más compungido estuvo durante el servicio funerario y quien (para todo efecto práctico) lo había obligado a ir al funeral.

¿Tan mal humano era? No había querido ir al funeral de su padre. ¡Ni el Mersault de Camus se había permitido tal desfachatez!, y eso que la sociedad lo juzgó por no haber derramado una sola lágrima para despedir a la mujer que le dio la vida. ¿Cómo lo habrían juzgado a él, que renegó del único hombre que se había interesado genuinamente por su bienestar, que lo había querido? ¡Qué escoria!

Cerró fuertemente los ojos para alejar esos pensamientos terribles de su memoria y rebuscó en esa línea cronológica todos los demás cargos que se le podrían imputar.

 No había pasado mucho tiempo de la muerte de su padre, con la correspondiente confesión de su homosexualidad a los otros miembros de su familia, cuando llegaron los periodos de aburrimiento, peleas y de Sakuras y Gaaras que poblaron sus días.  Ninguno, aparte de las dos parejas que le habían dado el nombre a ese catálogo de moteles de diez dólares por tres horas, había sido una relación significativa para él. Pero Naruto no había pensado lo mismo. Varias veces había amenazado con dejarlo podrirse en su inmundicia y él, como perro con la cola entre las patas, había temido que sus palabras no estuviesen vacías. En ese instante, invariablemente, se alejaba de la Sakura o el Gaara en cuestión y volvía a los brazos que tanta candidez le proporcionaban.

Era una situación ridícula, donde los papeles del proveedor y el proveído se mezclaban. Naruto no quería alejarse de Sasuke, Sasuke no concebía un mundo sin Naruto. Y sin importar cuántas parejas sexuales tuviese, eso nunca iba a cambiar. Él le pertenecía a Naruto, ésa era la verdad, por mucho que quisiera creer durante el día que el rubio era quien necesitaba de él  y por eso permanecían juntos. Y él, que en silencio le pedía comprensión al único ser que se la había sabido otorgar, era el menos merecedor de esa devoción ciega.

Naruto lo amaba, lo amaba con toda la libertad que podía porque no dependía de él.

Sasuke necesitaba de Naruto, era un adicto más. Y, para poder seguir drogándose con su presencia, pretendía ser el más fuerte de los dos.

Una respuesta a la pregunta que le había formulado Naruto comenzó a tomar forma en su cabeza:
Perdóname por ser tan patético. Sin embargo, lo único que pudo balbucir fue una frase que, a grandes rasgos, englobaba todo lo que quería decirle de una manera más digna.

—Por no ser la persona que necesitas a tu lado.

—Es cierto—aceptó Naruto, luego de un breve silencio—, no eres la persona que necesito a mi lado, Sasuke. Eres la persona a la que quiero a mi lado…

 

Notas finales:

Ojalá les haya gustado. Estoy consciente de que es una mariconada total y absoluta, pero me divertí haciéndolo. 

Gracias por leer :)


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