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Una misma moneda por chibiichigo

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Si Naruto me perteneciera, no estaría catalogado como Shonen sino como Hard Yaoi. 

Notas del capitulo:

Ayer estaba escribiendo la continuación de "Algo contigo" porque, ilusamente, pensaba tenerlo listo en semana santa. Sin embargo, me llegó una idea que se juntó con otra que ya tenía mucho rato en mi cabeza y terminé haciendo este fic.

Espero que les guste, es un pequeño regalo para mí porque el 6 de abril (mañana, según el calendario gregoriano) cumplo 4 años como escritora en esta página. Y, claro, también es para ustedes porque me han tenido la paciencia suficiente durante todo este tiempo. 

Que lo disfruten. 

Una misma moneda

Por: chibiichigo

Gaara abrió los ojos con la esperanza de que, detrás de la ventana, el sol hubiera salido nuevamente. No fue así.

Se levantó y agradeció en su fuero interno, que la persona con quien compartía la cama tuviese el sueño pesado. No quería que lo viese desnudo por ningún motivo. Temía que, de pronto, en vez de ver a un hombre delgado pero de complexión firme, se encontrara con ese cuerpo escuálido y paliducho. Una sensación de vacío lo aquejaba cuando se daba cuenta de que no era la persona que el otro esperaba, que no era la persona que él mismo esperaba.

Caminó al cuarto de baño y se encerró ahí, en un paradójico esfuerzo por liberarse de la carga que tenía. Alcanzó el apagador tan pronto como pudo y dejó que un halo de luz blanca, que daba un aspecto mortecino al chocar con las baldosas del piso y las paredes, alumbrara el espacio que lo rodeaba. 

Agradeció en su fuero interno que la oscuridad hubiera durado tan poco, antes de ser remplazada por su reflejo en el espejo del lavabo. Ya no le gustaba permanecer en los lugares sin iluminación, ya no sentía la penumbra como suya ni se resguardaba en ella del resto del mundo.

Ahora, la oscuridad le recordaba unos cabellos azabache que no volvería a tocar. La falta de luz implicaba, en su cabeza, que él también era una ausencia. Una que nunca sería suplida.

 Miró al hombre que lo escrutaba desde el espejo, con esas ojeras tan marcadas que parecían más producto del delineador que de un trastorno del sueño. Estaba demacrado, lánguido y tenía un tono cetrino en la piel. Si no supiera que todo eso era producto del insomnio, hubiera pensado que se trataba de un enfermo terminal.

Si no fuese él mismo el que se veía a través de unos ojos turbios, habría pensado en que existía una mínima posibilidad de salvación. Pero su insomnio se había vuelto insoportable. Tenía que tomarse varias tabletas de ibuprofeno al día para poder sobrellevar un poco los dolores de cabeza y, en palabras de todos los que lo conocían, ya no había ni quien lo aguantase.

—Es que sólo tú me aguantabas— esbozó una mueca de cansancio que parecía una sonrisa. Pero no una dedicada a sí mismo, sino a ese recuerdo escondido entre la niebla de su mirada que, de cuando en  cuando, se asomaba. Sin embargo, esa noche sólo se vio a sí mismo, a su único confidente en ese existir turbulento en que se encontraba.

Dio un respingo ante eso; sí era el único. Era el único porque él ya no estaba…

 

No se enteró por una llamada telefónica a la mitad de la noche, no se enteró por algún conocido morboso que buscara respuestas que él no sabría darle. Eso habría sido demasiado comedido para él, que no había sido más que un personaje escondido en las sombras de una vida ajena, de una vida extinta.

Estaba bebiendo café cuando anunciaron en las noticias el deceso del hijo de un gran empresario en un intento de secuestro. Después de eso no logró recordar nada más, sino que su mente se quedó estática, exhibiendo la fotografía de Sasuke Uchiha. De su Sasuke Uchiha.

¿Qué era eso? ¿Cómo se había atrevido a morir, si apenas unas horas antes habían estado en su casa, en su cama? No, no era posible…

Marcó su número de celular con torpeza, en lo que a su gusto fue el momento de mayor agonía en toda su vida. La incertidumbre se le atoraba en el pecho y en la garganta, impidiéndole respirar.

—Sasuke— habló tan pronto escuchó una voz del otro lado de la línea—, dime que no es verdad…

 —Es verdad—fue lo único que aquella persona, ese desconocido logró contestar antes de que su voz se quebrara.

Nunca supo si logró colgar o si el teléfono sólo resbaló de sus manos y se apagó al estrellarse contra el piso. Nunca le importó tampoco, ni siquiera cuando intentó recuperar esos pedazos de la memoria para sentirse en control. Lo único que fue capaz de repetir fue el hecho de que él ya no estaba ahí…

 

Se mojó un poco la cara y sintió cómo un escalofrío recorría su cuerpo. Quería alejar todos esos recuerdos lacerantes que tenía incrustados en el corazón y que se repetían como película en su cabeza, pese a que sabía que era imposible. Sasuke se le aparecía constantemente en las noches, esperaba pacientemente a que Gaara se tomara un respiro del ajetreo de la ciudad. Incluso, tuvo que aceptar, su fantasma era el de un caballero; esperaba para apresarlo y lo dejaba descansar por varias horas para que el dolor no lo asfixiara. 

Apagó la luz del baño, en un intento por escapar de su reflejo, de esa cara que Sasuke Uchiha decía haber amado. No quería verse más, no quería que el moreno lo viera a través de sus ojos. Caminó con cautela por el corredor principal del apartamento, en busca de alguna fórmula mágica para comulgar con sus recuerdos, pese a que no esperaba encontrarla. Lo que ocurriría, igual que siempre, era que se sumergiría en él y jugaría a morirse poco a poco.

Iba, ilusamente, a intercambiar lugares con él.

Ya no se preguntaba si ese juego macabro era sano, conocía la respuesta mejor que nadie. Pero no podía evitar querer usurpar el lugar que le había correspondido en vida a Sasuke, por lo menos por unos segundos, para paliar un poco todo el dolor que sentía.

Añoraba perderse a sí mismo y reencontrarse con él. Deseaba morirse un rato, dejar que el moreno entrara y llenara todos los hoyos que tenía en el alma… Pero algunas noches eso no funcionaba.

—¿Qué te has creído, remedo de hombre?— reclamó entre murmullos— ¿Cómo fuiste capaz de dejarme aquí… de dejarnos aquí?

Era lo único que quería saber, que exigía conocer, pese a que era consciente de que Sasuke nunca lo había planeado así. ¿Cómo iba él a saber que lo matarían, que dejaría desamparados a dos hombres que lo querían con el último resquicio de su alma?

Una oleada de celos lo recorrió. La verdad era que el rubio no le importaba. No sentía por él más que una envidia recalcitrante que lo corroía incluso cuando pretendía ser Sasuke para amainar un poco el dolor de ambos. Naruto porque veía un rastro del moreno en Gaara, éste porque ansiaba ver lo mismo que el rubio.

—Eres una mierda— le recriminó, así como si estuviera escuchándolo—. Hasta después de muerto, nos jodiste la vida a los dos…

Crispó los puños, sin saber si era por dolor o por coraje. 

 

Si lo hubiera pensado dos veces, ni siquiera se habría atrevido a poner un pie en el templo donde velaban a Sasuke. Si lo hubiera pensado siquiera una vez, lo más probable era que prefiriera ser más recatado y aguardar a que el entierro pasara para llevarle flores. Pero no. ¿Qué más le daba, si Sasuke acababa de morir, si ya nunca más volvería a ver una película a su lado ni a hacerle el amor? ¿Qué más le daba si ya nunca iban a guardar silencio juntos ni a fumar un cigarrillo en la madrugada?

Prefirió quedarse cerca de la pared, alejado del ataúd. No conocía a nadie ahí, pero podía inferir quiénes eran sus padres. Incluso, derivado de las largas quejas sobre su familia, era capaz de describir perfectamente a su hermano… Pero la única persona a la que recordaba haber visto en fotografías, no estaba presente.

—No pensé que vendrías—fueron las primeras palabras que resonaron dentro de su cabeza—. Por lo general los amantes no vienen a los funerales.

Lejos de sonar hostiles, aquella frase le sonó casi solidaria. Se giró para ver a la persona que le hablaba, ése que sabía que su situación con Sasuke Uchiha fue complicada, y se encontró con la última persona que pudo imaginar. El muchacho rubio que había visto en la cartera de su pareja tantas veces, su marido. El que había estado con él “por todas las de la ley”.

 —¿Qué puedes saber tú de lo que hacen los amantes, cuando nunca has sido uno?—Esa respuesta tampoco pretendía traer discordia. Venía en son de paz. Era un día tan triste que ni siquiera tenía fuerzas para ser sarcástico—Sólo vine a despedirme.

Esperó alguna reacción como las que había visto en películas, o como las que dictaba el sentido común. Sin embargo, lo único que hizo el rubio fue mirarlo fijamente unos momentos, con esos ojos hinchados por tanto llorar. Esos ojos tan parecidos a los suyos, rojos de ira y de dolor.

—Quédate si quieres; tú lo amabas, ¿verdad?—el taheño no supo si fue pregunta o afirmación, pero no encontró sentido en mentir.

—Era la única persona con quien me atrevería a emplear ese verbo.

Aquella respuesta, humillante de tan sincera, pareció convencer a ese hombre que compartía la misma clase de dolor que él

—Él también te amaba. Más que a mí.

Gaara guardó silencio y degustó silenciosamente las palabras de Naruto. Quiso creer que eso era cierto, hacer un monumento con esa mentira… Por lo menos esa noche, quiso pensar que en verdad había ganado el primer lugar en el corazón de Sasuke.  Aunque era consciente de que el Uchiha nunca se perdonaría.

 

Estaba totalmente desgarrado por dentro. Igual que todas las noches, abría su caja de Pandora y volvía a odiar a Naruto con la misma fuerza que en ese primer momento. Más que eso, se atrevía a odiar a Sasuke como si fuese su peor enemigo.

Ojalá hubiese abandonado a ese rubio cuando él se lo pidió. Ojalá hubiese querido hacer una vida a su lado. Ojalá le hubiese dicho que lo amaba más que a nadie. Ojalá y sólo lo hubiese amado a él.

Pero no fue así, ¡maldita sea!, y eso Gaara lo sabía mejor que nadie. Como sólo un amante puede, como únicamente alguien que comparte a la persona que quiere, puede.

Sasuke nunca había sido completamente suyo, ni siquiera lo había pretendido. Nunca había barajado la posibilidad de abandonar el hogar del primer hombre, de ése que carecía de algo que él buscaba enardecidamente, pero  que lo compensaba con otras virtudes. Pese a sus fallos, y eso es algo que siempre le dolió al taheño, Naruto era perfecto e intocable. Sasuke podía engañarlo, pero no lo dejaría jamás.

¿Y él, Gaara, qué era entonces? ¿En qué lugar estaba, si Naruto era el primero? En lenguaje técnico, estaban los dos empatados.

El pelirrojo era el otro. La otra cara de la misma moneda, que no se puede extirpar pero que no se presume públicamente. Era la manzana del Edén con la que Sasuke se había intoxicado cada noche, eso sí, con la finalidad de llegar al paraíso. Era el complemento perfecto de Naruto Uzumaki, el que tenía los sentimientos más ruines.

Él había sido el silencio de Sasuke. Naruto había sido su ruido. Los dos le habían sido igualmente necesarios para vivir, complementos perfectos. Los dos habían quedado igualmente desamparados con su muerte, complementos perfectos.  

 

Durante el velorio, prefirió quedarse de lado. No se atrevió a mirar el ataúd para comprobar que estaba ahí el cuerpo de su amante, pese a que todos sus sentidos se lo exigían para saber que era verdad.

Cuando el murmullo quedo y los quejidos agonizantes de sus familiares, que repetían “era tan buen muchacho, tenía tanto futuro por delante” como si fuese un mantra, lo agobiaron, salió a una pequeña terraza.

¿Qué podían saber ellos de dolor? Sólo su familia cercana, el rubio de la fotografía y él podían saber la falta que les hacía Sasuke. La diferencia era que él debía permanecer en soledad, impertérrito ante ese espectáculo, cuando tenía ganas de asesinar a sangre fría a todos para que valiera la pena el costo del templo.

Sacó un cigarrillo y se lo puso entre los labios. No lloró, estaba decidido a no hacerlo y dejar que la tristeza se le pudriera dentro. Era su papel.

—¿No los odias?— escuchó a su lado la voz de Naruto. Se descolocó unos momentos, pero dejó al otro proseguir—No paran de repetir lo increíble que era cuando siempre lo detestaron en vida.

Gaara lo miró fijamente.

—Justo estaba pensando en ello. Es curioso cómo a la gente se le olvida que Sasuke fue un maldito cuando estaba vivo… Ahora que es material para los gusanos, nadie parará de decir lo bueno que era.

Naruto suspiró y le dedicó una media sonrisa

— Sasuke tenía razón. Se parecían en muchas cosas…

—Los esposos no deberían hablar de sus amantes—comentó para no hacer más evidente lo extraño de la situación. Una cosa era que a los amantes les contaran cosas sobre el matrimonio, pero nunca había escuchado que a los maridos les contaran cosas sobre los amantes.

—¿Qué puedes saber tú de los esposos, cuando nunca has sido uno?

 

Naruto y él tenían dos cosas en común: La primera, habían tenido el mal tino de enamorarse de un hombre tan cínico que no se había tomado la molestia de mentirle a ninguno de los dos. A ninguno de los dos le había querido ver la cara de tonto, así que se los explicó de manera totalmente cabal. Y ambos, lo habían aceptado como un hecho más en la vida, como algo que pasa y contra lo que no se puede actuar.

La segunda, ninguno de los dos había tenido dignidad. Sasuke había drenado todo su raciocinio y los había hecho sucumbir ante su desagradable honestidad. Por eso, quizás, ahora se sentían libres de echarlo en falta sin recato, pero sin mediar palabra al respecto. Después de todo, ¿con qué palabra podían hacer alusión a él, cómo podían expresarse cuando el todo se había vuelto nada? Sería un concepto demasiado abrasivo como para ser pronunciado.

Con la muerte de Sasuke se había acabado el mundo, se habían sumido en la más misteriosa oscuridad. No hubieran podido sobrevivir separados, cuando eran compañeros del mismo dolor ¿Qué más podían hacer? Sólo vagar en las tinieblas, sentir con los dedos cualquier cambio en el terreno y resignarse. Resignarse. Así, sin saber a qué…

 

—Gaara, ¿qué crees que pase ahora?—preguntó Naruto cuando estaban por llevarse el cuerpo de Sasuke al cementerio.

El pelirrojo no supo contestar. Después de la muerte no pasaba nada, y ambos habían muerto esa noche. El enterrador iba a depositar un cuerpo y tres corazones en un mismo agujero.

—Va a amanecer—se limitó a contestar. No era porque se sintiese particularmente poético, sino porque los albores de un nuevo día comenzaban a despuntar en el cielo. Sin embargo, agregó—, pero para mí seguirá siendo de noche…

—Entonces—pidió Naruto, mientras lo tomaba de la mano—, pasa la noche a mi lado. Eres el único que me recuerda a Sasuke…

 

Se sentía estúpido, pero más que nada, le dolía. Le dolía estar sin un motivo para seguir adelante más que esa vaga ilusión de ser visto como Sasuke Uchiha por las noches. Le dolía tener que usurpar un lugar para poder sentirse cerca de él y no hundirse en el pantano de su propia tristeza.

Volvió a la habitación y miró al rubio con una mezcla entre asco y auto-conmiseración. Al final del día, Sasuke había tenido razón, sí eran las dos caras de una misma moneda. En la pena de Naruto podía ver la suya propia, la que se guardaba para sí… Eran ruido y silencio, como el Uchiha había predicho.

Se fijó en el rostro demacrado del Uzumaki, escurrían algunas lágrimas sueltas. Naruto siempre lloraba cuando dormía, seguramente porque soñaba con Sasuke… O porque ya había dejado de soñar con él y en su cabeza sólo resonaba su ausencia. Tal y como le pasaba a él cuando intentaba dormir.

Se acostó de nuevo a su lado y decidió no volver a mirarlo. No quería sentir nauseas ni por él ni por sí mismo. No deseaba descubrir en sus facciones agónicas que el resabio de lo que estaba buscando se había ido. No deseaba que el Sasuke que veía a través de esos ojos azules se extinguiera.

Por egoísta que sonase… No podía dejar al amor de su vida descansar en paz en el frío lecho mortuorio. Eso significaría morir con él.

Entró en la cama y se cubrió con las sábanas hasta el cuello. Era lo menos que podía hacer por el rubio y por sí mismo, permitir que pensara en las similitudes entre él y el Uchiha, dejar que se acercara a Sasuke con tan sólo evocarlo en su mirada. Deseaba que sintiera que cada noche, cuando sus dedos lo tocaran, Naruto sintiera que su tacto era de de Sasuke.

—Va a amanecer—se dijo, mientras veía por la ventana los primeros toques anaranjados del nuevo día.

Pero para él seguía siendo de noche. Siempre lo era, excepto cuando veía a Naruto, porque, ahora que lo pensaba, tenían una tercera cosa en común: Ninguno de los dos se pertenecían a sí mismos, eran propiedad de un fantasma ególatra, de un recuerdo que no querían exorcizar…

 

 

 

 

 

Notas finales:

Ustedes disculparán la cursilería, pero me agarró un momento de reflexión y escribí esta pequeña carta para ustedes, lectores, espero que les guste :) 

Otra cosa... gente que no está en Twitter no existe, así que he decidido ingresar a esta red social en 140 caracteres como autora de Amor-Yaoi. Pueden ir aquí si desean seguirme o leer los escasos tuits que tengo (me cree la cuenta anoche). De antemano, gracias. 

Además, como siempre, les dejo aquí mi blog personal, por si quieren verlo. Y ahí está el enlace de mi cuenta personal de Tw, en caso de que sean muy ociosos y quieran perder su vida leyendo tonterías. 

Sin más: ¡Muchas, muchas gracias por estos 4 años! 


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