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Writter por ParadiseNowhere

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Notas del fanfic:

Me siento un poco mal empezando esta nueva historia, porque tengo un montón de historias más empezadas y no acabo ninguna. Pero es que llega un momento en el que me atasco y dejo de escribir.

Espero que con esta historia no me pase... aunque últimamente no tengo mucho tiempo, así que aunque se me ocurra cómo seguirla, tal vez no tenga mucho tiempo para escribirla.

¡Pero lo intentaré con todas mis fuerzas! ¡Así como intentaré acabar mis otras historias!... aunque no sepa como continuarlas. Esto me pasa por empezar a escribir a las bravas...

Llevo muchos años escribiendo (es que me gusta)... y he de decir que todas las historias que escribo que duran más de dos capítulos están sin acabar. Y son unas cuantas.

Bueno, aquí voy de nuevo a involucrarme en una historia que no sé muy bien cómo acabará...

Notas del capitulo:

Los personajes son míos, nacidos directamente de mi retorcida psique.

¿Cómo se me ocurrió esta historia?... La verdad, no lo recuerdo. Y es raro, porque siempre suelo acordarme de cómo se me ocurren las historias. A lo mejor es una buena señal...

En fin.

Espero que le guste a alguien.

Capítulo 1_El actor y el cantante de jazz.

 

 

 

“Estaban solos. Nada existía para él salvo ella, salvo su sonrisa, salvo sus ojos grises, salvo sus labios insinuantes y suaves…”

Miró lo escrito no muy convencido. Lo releyó, frunció el ceño. Golpeteó con la culata bolígrafo sobre su sien. Entonces, con decisión, tachó un fragmento de lo escrito.

“Estaban solos. Nada, existía para él salvo ella, salvo su sonrisa, salvo sus ojos grises, salvo sus labios insinuantes…  absolutamente nada más importaba en aquel instante que aquellos ojos grises. Porque estaban juntos… ”

Paró de nuevo y mordió la culata del bolígrafo. Aquello, definitivamente, se le estaba resistiendo demasiado. Llevaba así ya casi dos semanas. El plazo para entregar el manuscrito de aquel jodido capítulo de la novela a su supervisora estaba cada vez más cercano. Y a él se atascaba aquella maldita parte.

La parte romántica. Vaya por dios. Después de ciento cincuenta y tres páginas, tocaba empezar con el puñetero romanticismo y él malditas las ganas. ¿Por qué cojones escribía aquella cursilería?... ah, sí, porque la editorial se lo había exigido. Cada vez, las novelas que contenían romanticismo estaban más en alza, y la editorial le había exigido que se desviara de su estilo convencional, para que hubiera variedad, para que no se quedara encasquetado en un solo estilo…

¡Pero si él escribía novelas de acción! ¡Novelas de misterio, de fantasmas, de policías y ladrones, de intriga, novelas negras! Su fuerte eran la sangre, las tinieblas y las sombras, los crímenes perfectos, los aullidos a la luz de la luna y el brillo de las espadas al sol ¡Él escribía sobre vampiros, hombres lobo, elfos luchadores, audaces aventureros, amazonas aguerridas! ¡No sobre amor! ¡No sobre un gilipollas cualquiera que se enamoraba de una mujer a la que no podía ver sin que le temblaran las piernas!

Se quitó las gafas y se masajeó el puente de la nariz, cansado. Sus ojos, de un vivo color verde mar le picaban y le lagrimeaban. Llevaba media hora allí sentado y tan solo había escrito tres líneas, dos de las cuales estaban tachadas. La vida se obstinaba en hacerle la puñeta. Se miró reflejado en la ventana de su estudio. Su cabello castaño estaba despeinado, como de costumbre. Tenía un pelo bastante rebelde que no se dejaba peinar con facilidad, y él era demasiado dejado como para pelearse con él, así que lo dejaba a su aire. Las leves ojeras debajo de los ojos le daban un aspecto más desaliñado aún.

Hastiado hasta lo indecible, mandó todo al cuerno. Se quitó las gafas, que dejó con un golpe algo brusco sobre la mesa y cogió su abrigo para salir a la calle, al frío invernal, con la esperanza de que el aire fresco lo ayudara a despejarse.

 

******

Eran las dos de la mañana según el reloj de pared del “Café factory”. Si seguía así, Charlie acabaría por dormirse. La calefacción estaba alta, de modo que no hacía frío pero tampoco se asaba. Estaba en esa temperatura justa en la que empieza a causarte modorra. Para colmo, estaba solo.

Era martes, el día de la semana que tenían menos clientes. Si por lo menos tuviera algo de trabajo, se podría quitar de encima aquel molesto sopor. Pero la cocina estaba impoluta, al igual que la sala y que los baños. Todo estaba en orden, todo estaba preparado. El fallo es que no había nadie. Y aún faltaban un montón de horas para que acabara su turno. Paseaba una y otra vez por el local, mesándose los negros cabellos recogidos en una coleta corta y alta, tratando de ahuyentar el cansancio de su organismo.

Rendido, sentado tras la barra en un incómodo taburete algo cojo de una pata, se recostó sobre la pulida superficie de linóleo, tratando de luchar contra la fuerza invisible que se empeñaba en cerrarle los párpados…

Alguien le estaba tomando del hombro. Lo estaban sacudiendo ligeramente. Él se resistía a despertar. Estaba tan a gusto… pero la otra persona era insistente. Como de lejos, podía distinguir una voz que murmuraba algo que no llegaba a comprender.

Al fin, abrió los ojos, muy lentamente.

Unos ojos, unos enormes ojos de color verde observaban muy de cerca. Demasiado cerca. Unos bonitos ojos verde mar…

La voz que le hablaba tomó consistencia, y por fin pudo entender qué le decía.

-… tas bien? ¿Te encuentras mal?

 

Entonces, cayó en la cuenta de que aún estaba sentado tras la barra. De que aún estaba en horario de trabajo.  Y de que si el jefe lo pillaba…

Asustado, se levantó de pronto, tan de pronto que su frente chocó con la nariz de la persona que trataba de despertarlo, perdió el equilibrio y cayó hacia atrás.

Cayó de forma muy tonta, de espaldas, todo espatarrado. Se quedó sin aliento y algo atontado por instante a causa del golpe.

-Hey…- dijo la voz. El hombre que lo había despertado asomó por encima de la barra, mirándolo con preocupación, a la vez que se tapaba la nariz-… ¿Egstás bieng?

-Si… eso creo…- dijo incorporándose por fin.

-¿Negesitas aguda?

-No, creo que… -levantó la vista y enmudeció. Lo siguiente que hizo fue gritar.

 

******

-Lo siento, lo siento muchísimo. Soy un idiota y un torpe, lo siento- decía una y otra vez.

-No egs nada. Ya casi egtá. Ya gasi no sangga…

-Es mucha sangre… ¿Seguro que no quieres ir a urgencias?

-Si, grangilo… es nogmal en mí…

-No bajes la cabeza, mantenla en alto, hasta que pare… y no hables.

-Vagle.

-Dios mío, lo siento tanto… soy un tonto… soy tan patoso…

Charlie no podía dejar de temblar de puros nervios, sonrojado hasta la punta de las orejas de pura vergüenza. Estaban ambos sentados en la sala de la cafetería. El desconocido se afanaba en presionar con un paño húmedo su nariz. Charlie estaba sentado dándole la espalda.

Porque Charlie no podía soportar ver sangre.  

De allí a un poco, el desconocido de ojos verdes aparto con suavidad el paño. La sangre había parado de fluir.

-Ya está, ¿Ves? No era nada grave…

-¿Ha parado? ¿Ya está?- dijo girándose levemente. El otro le sonrió y asintió- Pero fue mucha sangre. Incluso goteó por tu camisa… ¿Estás seguro de que no quieres ir a urgencias?

-Sí, estoy bien. Estoy bastante acostumbrado.

-¿Estás seguro?

-Sí. ¿Y qué hay de ti? Ese golpe no fue precisamente suave.

-No me ha pasado nada.

Charlie estaba esperando a que el otro dijera algo. Seguramente se enfadaría con él, por torpe. Le gritaría, exigiría hablar con su superior, exigiría algún tipo de compensación… tal vez su jefe lo echara por incompetente…

-¿Qué hacías durmiendo allí?- preguntó mientras evaluaba con ojo crítico las manchas rojas de su camisa.

-¿Eh?- dijo algo confuso. Aquella pregunta sí que no se la esperaba.

-¿Por qué dormías?- lo miró a él de nuevo.

-Eh… porque me quedé dormido… no tenía nada que hacer y estaba algo cansado…

-Cuando entré te vi allí apoyado y me asusté. Pensé que te había pasado algo, que te habías desmayado o algo así.

Enrojeció más todavía.

-Gra… gracias por preocuparte. Te ha salido caro.

-Te digo que no es nada. Estoy bien, de verdad. Aunque diste un grito bastante potente…

-Es que sangrabas mucho… y me asusté.

-¿Te da miedo la sangre?

-Yo… no soporto ver sangre. Me da náuseas…

-¿Por qué? Solo es sangre. Piensa que es kétchup y ya está.

Charlie rió.

-Ojalá pudiera verlo así.

-¿Cómo te llamas?

-Charlie.

-¿Charlie? ¿Cómo Charlie Bird Parker, el cantante de jazz?

-¿Quién?

-¿No sabes quién era Charlie Parker?

-No… no tengo mucha idea de jazz…

-Pues es una pena…

Se quedaron un rato callados. Quería preguntarle su nombre, pero le daba vergüenza. Al final, acabó por reunir el valor.

-¿Y tú… cómo te llamas?- dijo por fin.

-Oh, es cierto, qué modales. Me llamo Denzel.

-¿Cómo Denzel Washington?

-¿Quién?

-¿No sabes quién es? Es un actor. Hace unas películas muy bonitas. ¿Nunca has visto Philadelphia?

-No. No miro muchas películas… ¿Me dejas otro paño para lavarme la cara?

-¿Eh? ¡Ah! Si, ahora te lo traigo. Ve al baño que ahora te lo llevo.

Denzel estaba lavándose con cuidado de no tocar mucho su nariz. La hemorragia había pasado, pero podía volver a empezar al mínimo roce ahora que la tenía sensible. Una mano asomó por la puerta, tendiéndole el trapo.

-Puedes pasar, que solo me estoy lavando la cara.

-No, prefiero no hacerlo.

-¿Por la sangre?

-Sí. Lo siento.

-Deja de disculparte. No es nada, de verdad.

-… Es que… soy un torpe y un inútil. Siempre la cago. Siempre hago todo mal. Y todo lo malo siempre me pasa a mí.

-Qué forma tan fatalista de ver la vida.

-Es que es verdad… mi vida es bastante cutre.

-No te creas que la mía es para tirar cohetes- salió del cuarto de baño, cerrando la puerta tras de sí. Charlie lo esperaba con la espalda apoyada en la pared.

Era más bajito que Denzel. Bastante más bajito. Le sacaba casi una cabeza. Su cabello era de color negro azabache, ondulado, muy suave. Y sus ojos eran azules. Eran unos ojos azules preciosos y enormes.

-Pero no permito que me apenen todas las cosas que me pasan. O hace mucho que me habría suicidado.

-Es raro que digas eso sonriendo, ¿Sabes?

-Puede ser.

*****

 

-Aquí tienes.

-… Yo solo pedí un café.

-¿Qué pasa? ¿No te gustan los donuts?

-Si me gustan, pero no llevo suelto suficiente encima…

-Es mi forma de pedir disculpas.

-¿Quieres dejar de disculparte?

-Sólo si te comes los donuts.

-… Bueno.

-Pero que conste que sigo pensando que deberías ir al médico.

-Que no, que no hace falta. Es normal en mi. Cuando era pequeño me rompí la nariz, y curó mal. No sé exactamente qué es, si una vena o algo, pero al mínimo golpe o lo que sea sangro a chorros. También tengo la nariz un poco torcida, pero no se nota mucho.

-¿Cómo te la rompiste?

-Aprendiendo a patinar. Me estampé contra una farola. Tengo la cabeza muy dura, creo que la peor parte se la llevó la farola.

Charlie no pudo evitar sonreír. Denzel le devolvió la sonrisa mientras se llevaba la taza de café a los labios. Se lo quedó mirando un instante, en el cual se hizo el silencio. Se sorprendió a sí mismo pensando que Charlie tenía unos ojos azules preciosos. Unos enormes ojos azules que sonreían con dulzura.

-¿Hasta… hasta qué hora tienes que estar aquí trabajando?- dijo tratando de alejar aquel extraño pensamiento de su mente.

-Hasta las cuatro. ¿Por qué?

-Porque es muy tarde. ¿Por qué abrir hasta tan tarde? ¿En serio alguien viene a estas horas?

-Viene más gente de la que crees.

Denzel dedicó una significativa mirada al lugar vacío y luego lo miró de nuevo a él.

-Hoy no cuenta.

-¿Por qué?

-Es martes.

-Ya lo sé. ¿Qué tiene que ver?

-El martes es el día de la semana que menos gente hay. Es conocimiento básico en hostelería. Pero el resto de los días hay bastante gente. Te sorprendería la de gente que entra y sale de sus trabajos a estas horas de la madrugada por esta zona. Y un café calentito siempre apetece.

-¿Siempre estás aquí por la noche?

-Sí, suelo hacer los turnos de noche. No me importa, no tengo otra cosa que hacer.

-Ya veo. ¿No es un poco tedioso el tener que…

El teléfono móvil de Denzel comenzó a sonar en ese instante. La frase quedó a medias. Sacó el aparato del bolsillo del pantalón y miró el nombre de la llamada entrante. Suspiró con fastidio.

-Madre mía…

-¿Es tu madre?

-Peor. Es mi jefa- descolgó el teléfono, haciéndole un ademán a Charlie para que le concediera un momento- ¿Diga?

-¡Denzel! ¡¿Dónde diablos estás?!- chilló una voz histérica al otro lado de la línea.

-… Escribiendo, en casa- mintió.

-¡Mentira! ¡Llevo quince minutos llamando al timbre!

-¿Y qué haces ahí? Son las tres de la mañana…

-¡¿Crees que no lo sé?! ¡Ya estás trayendo tu culo ahora mismo hasta aquí, tengo que discutir un asunto importante contigo ahora mismo!

-Estas no son horas. ¿No podías esperar hasta mañana?

-¡No, no puedo! ¡Te quiero aquí a la de ya!

… tut… tut… tut… tut…

-Será posible. Esta mujer está loca. Bueno, resulta que me tengo que ir.

-Ah, bueno.

-¿Cuánto es el café?

-Invita la casa.

-Oh, vamos… ¿Sigues con lo mismo?

-Venga, no seas así. Es solo que me has caído bien, y me has ayudado a pasa un poco el rato.

-… por hoy pasa, que tengo prisa. Pero la próxima no pienso ceder.

-Vuelve… si alguna vez te sientes con ánimo de volver a ver a este tarado- dijo sonriendo.

-Claro. Para la próxima ya sé que tengo que tener cuidado cuando estés durmiendo…

 

*****

 

-¿Se puede saber dónde estabas?

-Dando un paseo. Estaba tratando de darme un respiro.

-¿A estas horas?

-Lo mismo podría preguntarte yo a ti, Carol. ¿Qué puede ser tan importante para que vengas a las tres de la mañana?

-Nada bueno, como supones.

Nada más él abrió la puerta, Carol entró en el apartamento con la misma confianza que si entrara en su propia casa.

-Pues bien, sácame de dudas.

-El editor no está contento, Denzel. Nada contento.

-¿Qué es esta vez?- dijo hastiado, masajeándose el puente de la nariz.

Sintió una pequeña punzada de dolor. Aquello le recordó que debía tener cuidado; acaba de tener una hemorragia.

-Dice que no le gusta…

-Por amor de dios, si él mismo me obligó a escribir esa maldita historia…

-No es la trama. Es el estilo de escritura, la forma de desenvolverse los hechos lo que no le gusta.

-¿Qué?

-Dice que quiere eliminar las primeras sesenta y dos páginas del manuscrito original.

-¡No me jodas! ¡Eso son dos capítulos enteros!

-¿Quieres dejar de hablarme con si no supiera de que van las cosas? ¡Ya sé que son dos puñeteros capítulos! Pero él paga, y el manda.

-¿Y qué se supone que quiere que haga ahora?

-Quiere que reescribas la historia. Con las sesenta páginas de menos- sacó de su bandolera una carpeta y se la tendió a él-. Aquí tienes todos los cambios que quiere introducir. Quiere que la historia comience en lo que sería el tercer capítulo. Y quiere cambiar el enfoque que le das al desarrollo de los acontecimientos. Quiere una historia más real, casi cotidiana. Según sus palabras, “una historia que los lectores crean que les puede llegar a pasar a ellos mismos”.

-Carol, yo no sirvo para esto.

-Tienes que servir. Has firmado un contrato, te has comprometido a acabar esta historia. Y a acabarla como el editor dice que debe acabar.

-Pero… echo de menos escribir sobre vampiros y hombres lobo…

-Vamos, no será tanto. Es tan solo un capricho del jefe. Acabarás la historia y podrás volver a escribir sobre balas de plata y complots en la sombra. ¿Crees que yo no lo echo de menos? ¿Por qué crees que soy tu supervisora?

-Porque no te quedó otro remedio.

-No seas tonto. Sabes que me encantan tus historias. Sabes de sobra que insistí en ser tu supervisora porque adoro todo lo que escribes. Y sabes de sobra que a mí tampoco me hace puñetera gracia verte escribir ñoñadas de este calibre. Lo sabes de sobra, maldita sea.

-Cierto, lo sé. Gracias- dijo dedicándole una sonrisa.

-Pues eso. Así que anímate, quítate esta carga de encima lo antes posible y antes de que te des cuenta volverás a escribir lo que te gusta… y lo que a mí me gusta también.

-Supongo que tienes razón.

-Claro que la tengo. Por cierto, ¿Qué hacías por ahí tan tarde?

-Estaba tomando un poco el fresco. ¿Y tú? ¿Por qué vienes a estas horas?

-… Es que me estaba reconcomiendo por dentro. No me dejaba dormir. Necesitaba sacármelo de encima…

-Claro, si tú no puedes dormir, yo tampoco.

-Exacto- le sonrió de medio lado-. Ahora que por fin te lo he soltado me siento como si me quitaran un peso de encima.

-Pues yo siento como si me hubieran puesto un tanque sobre los hombros.

-No seas exagerado. Tú puedes con todo. Venga, anímate, que te van a prorrogar la fecha de entrega un mesecito. Y sólo tienes que entregar la parte corregida y el capítulo siguiente.

-Lo dices como si no fuese nada…

-Venga, podría ser peor. Confío en ti. Sé que lo harás bien. Es tarde, te dejo en paz. Ahora, a descansar. Date un pequeño respiro y ponte a ello mañana, cuando estés descansado. Y recuerda, realismo… puedes basarte en cosas que te hayan pasado a lo largo de tu vida para tomar ideas.

-Sí, claro. Mi vida como modelo de historia romántica. La novela más corta y pobre de la historia.

-No seas así. ¿Dónde ha ido a parar tu espíritu positivo?

-Lo perdí por ahí.

-Tonto. Venga, buenas noches.

-Buenas noches. Nos vemos.

Se despidió de ella y la acompañó a la puerta para cerrarla con llave. Hastiado, se puso el pijama y se dispuso a meterse en cama por fin. Pero antes de meterse en cama, se sentó en su escritorio. Le echó un ojo por encima a la carpeta que Carol le había dejado, pero lo dejó enseguida. No estaba de humor.

Por último, echó una rápida ojeada a lo que había estado escribiendo antes de salir. Mientras leía por encima, lo que había pasado en aquella cafetería se coló en su mente sin que pudiera evitarlo.

Releyendo el último párrafo, cambió un pequeño detalle, algo aparentemente insignificante. Realmente, no sabía por qué sentía la necesidad de cambiar aquello. Al menos, no en aquel momento.

“Estaban solos. Nada, absolutamente nada más importaba en aquel instante que aquellos enormes ojos grises azules. Porque estaban juntos… ”

Notas finales:

Ña :3


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