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El herido por Paz

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El herido


By Paz


Ángel miró a su alrededor desconcertado, no reconocía donde estaba, aquel lugar resultaba tétrico a la luz de una vela, ni siquiera recordaba como había llegado. Un dolor pulsante en su cabeza le obligó a posarla nuevamente en un cojín que hacía de almohada. Al tocarse la frente noto una tela que rodeaba toda su cabeza. Estaba vendado. ¿Quién lo había hecho?


Cerró los ojos. Volvió a sumirse en el sueño. No supo cuanto tiempo permaneció en aquella duermevela. El dolor era constante y no cesaba. Lentamente abrió los parpados, había escuchado un leve ruido muy cerca suyo, como si alguien tratara de moverse sin hacerlo, más no lo conseguía. También notaba dolor en diversas partes del cuerpo.


-¿Te he despertado? –dijo una voz suave.


Al principio creyó que se trataba de una chica, el tono de su voz, las facciones delicadas de su rostro, el cabello largo y liso y las pestañas más largas y arqueadas que había visto, más al cabo de un rato supo que estaba equivocado, él mismo se lo dijo al presentarse.


-Me llamo Ricardo.


¿Qué lugar es este? –preguntó, mirando desconcertado las paredes sucias y ennegrecidas por el tiempo.


-Mi casa… -sonrió.


Ángel le miró sorprendido, aquel lugar más bien parecía cualquier cosa, excepto una vivienda. No quiso ofenderle y preguntó:


-¿Qué me ha pasado?


-¿No lo sabes? –ahora el sorprendido fue el muchacho- Te han dado una golpiza, tienes un feo golpe en la cabeza.


-¿Me has curado tú?


-Aquí poco he podido hacer, te lave la herida y te vende, tuve que romper mi única camisa, afortunadamente no te han roto ninguna costilla, aunque tienes hematomas en brazos y espalda. Supongo que intentaste protegerte con ellos.


-Lo siento, te la pagaré.


-¿No me has dicho tu nombre? –se encogió de hombros, como si la camisa no le importara.


-Ángel, creo…


-¿No lo sabes?


-Sólo recuerdo ese nombre, supongo que será el mío.


-¡Vaya! El golpe si que ha sido fuerte. ¿Te sigue doliendo? –preguntó al verle hacer un gesto de desazón.


-Si…


-Iré a buscar aspirinas. Sigue tumbado, estarás mejor. Además el techo es bajo y podrías golpearte contra él.


Asintió levemente, cerró los ojos y regresó nuevamente a un sueño inquieto, que se mantuvo hasta que el muchacho se sentó en el suelo junto a él y le despertó sacudiéndole en el hombro con cuidado.


-Toma… -puso en su mano dos tabletas blancas, con cuidado se ayudó a incorporarse, colocándose detrás de él, para que su cuerpo reposara sobre el suyo. Encima de un cajón dado vuelta y que hacia de mesa, había una botella de plástico- Es agua, esta fresca, deje correr el grifo. –no le explicó que tuvo que caminar durante una hora para encontrar una farmacia abierta y que el agua la recogió en una canilla en uno de los jardines por los que pasó.


Ángel metió las pastillas en su boca, tomó la botella de su mano y la acercó a los labios para poder tragar las aspirinas. Hizo un gesto de desagrado, nunca le gustó su sabor.


-Gracias… -se tumbó nuevamente.


-Voy a apagar la luz, no quiero llamar excesivamente la atención.


-¿Dónde estamos?


-En la antigua estación de Chamberí –dijo Ricardo- La cerraron en 1966, la llaman la estación fantasma. -lo había leído en algún sitio- Esta entre las de Bilbao e Iglesia. Te encontré tirado en las vías, cerca de Bilbao. Me coste bastante traerte hasta aquí.


-Gracias.


-Fue una suerte que el servicio ya estaba cortado –dijo Ricardo.


-¿Es de día? –un escalofrío le recorrió al oírle.


-No, aunque ya esta amaneciendo.


Quedaron en silencio. Al cabo de un rato escuchó la respiración regular del joven. Con cuidado para no despertarle, se tumbó a su lado. Después de todo aquel era su colchón y bien podían compartirlo.


Enseguida se quedo dormido, allí el tiempo no contaba, la oscuridad impedía saber si habían pasado dos horas o quince minutos. Solo supo que su sueño fue interrumpido de forma bastante violenta, Ángel comenzó a sacudir brazos y piernas, a gemir y gritar como si estuviera sosteniendo un encarnizado combate.


Le sacudió el hombro varias veces para hacerle reaccionar, encendió la linterna que guardaba para casos excepcionales.


-¡Ángel, despierta!  -le vió llevarse los dos brazos a la cara para intentar protegerse- Tranquilo, amigo. Tienes una pesadilla –poco a poco pareció emerger del sueño, se tranquilo y finalmente abrió los ojos.


-Eran tres… -susurró aún temblando.


-¿Recuerdas algo más? ¿Sabes porque te golpearon?


-Todo es confuso.


-No te esfuerces y no temas, aquí estas a salvo. Sigue tu dolor de cabeza.


-Un poco.


Nuevamente puso en su mano un par de aspirinas, otra vez le apoyó contra su pecho y le paso el agua.


-Gracias… -le devolvió la botella. Se acostó nuevamente.


Ricardo apagó la linterna y volvió a tumbarse. No había transcurrido mucho tiempo, cuando despertó otra vez. En aquel lugar nunca conseguía dormirse por completo, una parte de su mente estaba en estado de alerta, por ello, la mano de Ángel sobre su hombro fue suficiente para sacarle del sueño.


-¿Qué ocurre? ¿Tienes otra pesadilla? ¿Necesitas una aspirina? –preguntó solicito.


-No, no es eso… necesito ir al aseo. ¿Dónde?...


-Aquí en cualquier lugar, yo prefiero que sea un poco lejos, por las consecuencias del tufo –rió, se incorporó para calzarse, luego le ayudó a él se había fijado cuando le descalzó que llevaba zapatillas de marca- ¿Puedes levantarte solo?


-Creo que si.


-Cuidado el techo… -le avisó.


Con la linterna en la mano, Ricardo le condujo hasta las vías del tren. Allí la oscuridad era total y las sombras parecían fantasmagóricas al paso del haz de luz.


Ricardo dirigió la luz al suelo, mostrándole la rejilla del alcantarillado.


-Yo también aprovechare la ocasión –dijo- ¿Te asusta este lugar? –preguntó al ver sus miradas por encima del hombro.


-Es tétrico –reconoció.


-Leí en algún lugar, que un director de cine, hizo una película aquí, aprovechando el morbo que produce.


-No me extraña.


Ricardo guardó la linterna encendida en el bolsillo del pantalón, así en parte disipaba las tinieblas que se extendían alrededor de ellos.


Ángel había terminado, cuando el abrió la bragueta de su pantalón y dirigió su micción hacia el alcantarillado. Acomodó sus pantalones que se sostenían en sus caderas y subió el cierre.


-Regresemos –dijo alumbrando el camino, se volvió al no sentir sus pasos- ¡Ángel! –le vió quieto - ¿Qué? ¿Has recordado algo? –su expresión era de aturdimiento.


-Creo que me gustan los hombres.


Ángel ante esta declaración, bajo la mirada a su entrepierna, su mano se deslizó por delante, notando la dureza de la roca. La suya también se erecto.


-Vamos –dijo simplemente tirando de su brazo.


En ese instante, un tren paso a toda velocidad por delante de la estación fantasma y las luces de los vagones fueron haciendo un juego de luces y sombras hasta que la oscuridad fue total.


-El primero de la mañana –murmuró Ricardo.


-Nos habrán visto. –dijo.


-Tal vez nos han tomado por fantasmas –sonrió.


-He recordado algo.


¿Qué?


-Una dirección.


-¿Quieres ir? ¿Ahora?


-Por favor…


-De acuerdo.


-¿Tienes algo de valor en ese cuarto?


-¿Bromeas? Me hubieran rebanado el cuello para robarlo. –dijo.


-Entonces, sácame de aquí, por favor.


Sin ellos saberlo, un excitado conductor del metro llamaba a la central, diciendo que había visto a dos personas en la antigua estación de Chamberí. Cuando fueron a comprobarlo, no vieron nada.


-Serian dos fantasmas –bromeó uno de los operarios del metro.


Sin ellos saberlo se formó una nueva leyenda en torno a la vieja estación, entretanto los dos jóvenes llegaban a un antiguo edificio de la zona centro de Madrid.


-Aquí es. –la puerta del portal estaba abierta.


Entraron, Ricardo se detuvo delante de los cajetines de correos y comenzó a leer los nombres.


-Aquí hay un Ángel Medina, ¿eres tú? 3º derecha –no espero su respuesta y comenzó a subir.


-Ricardo…


Este se volvió.


-No me llamo Ángel, ese es el nombre de alguien que conozco.


-¿Cuál es tu nombre entonces, lo recuerdas?


-Lo he recordado todo. –su dolor había menguado-Vivo aquí, es decir, el edificio es de mi propiedad y tengo alquilada las viviendas. Ángel y Andrés son mis inquilinos pero también mis amigos, ya tendrás ocasión de conocerlos –le pasó el brazo por los hombros y mientras comenzaban a subir siguió hablándole- Me llamó Gustavo, Gustavo Rivera.


-¿Eres el propietario? –preguntó sorprendido.


-¿Tienes algún problema con los propietarios? –preguntó a su vez.


-Yo… no soy nadie. Me gano algún dinero limpiando los parabrisas de los coches. –murmuró desconcertado.


-Bueno, yo odio limpiar cristales y te aseguro que me viene bien quien haga ese trabajo. –sonrió al ver su desazón- Es broma. Tengo una asistenta que viene dos veces a la semana y es capaz de arrancarme los ojos si alguien le quita su trabajo.


Sin darse cuenta estaban delante de una puerta. Posó el dedo en el timbre y no lo separó por mucho rato, hasta que sintió pasos apresurados y una voz alterada que acudía a la llamada.


-¡Gus! ¡Qué alegría eres tú! ¿Dónde has estado muchacho? –vió la venda y sus ojos se humedecieron- ¡Que horror! ¿Qué te ha pasado? Pero entra, no te quedes ahí parado.


Ricardo miró sorprendido al menudo muchacho, que con bata de mujer había salido a abrir la puerta, su tono de voz afeminado le delataba irremediablemente.


-¿Quién es, Ángel? –preguntó un vozarrón desde el interior.


-Gus ha vuelto. –alborotaba y daba saltos de alegría alrededor suyo, abrazándolo y secándose las lágrimas al mismo tiempo.


-¿Dónde has estado? Denunciamos tu desaparición, la policía no nos hizo excesivo caso. Dijeron que con seguridad que habías marchado por tu cuenta.  –el joven que apareció en el pasillo era  la antítesis de Ángel, corpulento, sin llegar a ser gordo, con músculos marcados por el ejercicio.


-Me tropecé con unos skins y me dieron duro. ¿Una semana? –miró sorprendido a Ricardo que asintió en silencio- Volver a la cama –les dijo echando a andar a lo largo del pasillo- ¿Tienes hambre? –se detuvo un instante para que viera la cocina.


-No.


-Puedo preparar algo rápido –dijo Ángel avanzando precipitadamente hasta su lado.


-¡Ángel! Ve con tu hombre y déjanos solos, tengo un asunto pendiente que resolver –la miró intensamente con un brillo acerado en sus pupilas.


-Bueno, no es necesario que te pongas así. Solo quería ser útil.


-Andrés, llevate a tu mujer y que nos deje tranquilos el resto del día. –le pidió.


-Me ocupare personalmente, estaremos muy ocupados los dos –dijo con ironía.


El pasillo giraba a la derecha y allí había tres puertas cerradas. Abrió una de ellas y encendió la luz.


Era un dormitorio.


-Aquí puedo dormir sin que esos dos me molesten. Te aseguro que son sumamente ruidosos. –su sonrisa era cálida- ¿Tú eres ruidoso?


-Comprobémoslo.


-¿Cuántos años tienes? –no deseaba verse en problemas si era menor de edad.


-Veintitrés ¿y tú? 


-Veinticinco.


Ya no hubo más palabras entre ellos. De pronto, sus labios estaban sobre los suyos.


Fue un beso profundo e intenso de sentimientos, Gustavo olvido el dolor que nuevamente taladraba su cabeza para entregarse a la caricia, después de ese primer beso, hubo muchos más y una entrega total que les unió aún más.


-Gracias por salvar mi vida –murmuró antes de dormirse en sus brazos.


Ricardo se inclinó para depositar un casto beso en su frente.


La vida comenzaba a sonreírle. Su vida quedaba ligada para siempre a Gustavo, que dormía confiado a su lado.


Fin


 29 de agosto de 2002


7 de septiembre de 2002.


Uno más.


No suelo dedicarles mucho tiempo, normalmente escribo por inspiración repentina y si las hago muy largas no las termino, por eso intento hacerlas cortitas. Chau.


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Aquí está el fic original prometido. Paz


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