Let me light up the sky
Just for you tonight
Let me help you fly
'Cause you won't have time
To cover your eyes and get your disguise
Los audífonos reproducían para él únicamente las notas que sus dedos desgarraban con furia en las cuerdas de su guitarra. Un poco más de volumen; más velocidad. Luego, un poco de calma, un balada lenta que fue descomponiendo en finas notas que parecían gotas de lluvia golpeando contra el cristal, o finas estrellas apareciendo al despuntar la noche. No quería parar ni siquiera para tomar un sorbo más de vino; temía que si dejaba de escuchar el sonido de su música, tendría que afrontar la realidad de la que tanto había querido escapar desde el momento que había cruzado la puerta dentro de la seguridad de su apartamento.
Entonces escuchó aquellos golpes.
Sus dedos siguieron moviéndose, y sus párpados se cerraron concentrados en las notas que debía crear a continuación sobre las cuerdas finas de su guitarra. Pero los golpes persistían. Fueron suaves y lentos al principio, pero después de largos minutos en los que esperó que quien fuera que estuviera frente a su puerta se rindiera, se convirtieron en golpes furiosos y fuertes. Alcanzaba a escuchar su nombre también.
—¿Qué haces aquí, haciendo éste escándalo?— dijo a penas abrir la puerta y encontrarse con la persona al otro lado. Se sentía irritado por la interrupción, demasiado fuera de sí mismo después de haberse bebido en menos de media hora la mayor parte de un vino dulce y delicioso que le quemaba la garganta con su efecto de embotar la memoria.
Un par de ojos azules lo miraban atentamente. El personaje parado en el marco de su puerta tampoco dijo nada, estaba furioso, pensó, viendo como se frotaba el entrecejo y cerraba los párpados dando un suspiro. El visitante se metió la mano al bolsillo y le mostró en la pantalla brillante un mensaje.
—¿Qué es esto, Hizaki?— Estoy triste, por eso he decidió practicar con mi guitarra. Lo empecé seriamente. Después de un buen concierto estoy sintiéndome solo… los quiero a todos. Tomaré un baño, beberé un poco de vino y me iré a la cama. —Todo el mundo puede enterarse de esto, menos yo, ¿cierto?
—No pensé que fueras a…
—Hizaki, he permanecido callado todo éste tiempo. Te doy tu espacio, no te acoso porque sé que te gusta tu privacidad. Entiendo. —Hizo una pequeña pausa en la que devolvió el celular al bolsillo, y observó con gesto severo al más bajo— He estado esperando que me pidas ayuda. Puedes pedirme que pase la noche contigo si te sientes solo; un abrazo; un consejo; ¡lo que sea, Hizaki, se supone que soy tu novio pero medio mundo se entera antes que yo de estas cosas! —se acercó al castaño, envolviendo con sus brazos el frágil cuerpo del menor. —A mi no me engañas con esa sonrisita. Por favor, dime qué es lo que te pasa. —Su voz había bajado de tono, y la ira se había esfumado en el mismo momento en el que sus dedos se enredaron con el cabello aun rizado del guitarrista, tan suave, tan suyo. —Quisiera que me dejaras ser parte de tu mundo, tan solo un poco— no era un reproche, solo un anhelo. Se quedó en silencio un segundo, aspirando el aroma familiar de Hizaki: el que se encontraba sobre el escenario cuando se acercaba a dedicarle secretamente alguna de sus canciones; el que estaba impregnado en el estudio luego de una sesión de grabación; el que estaba en su ropa, en su carro, en su mente todo el tiempo.
—Tú ya eres parte de mi mundo, Kamijo, sólo que no te das cuenta— replicó después de unos segundos de silencio, apartándose un poco para poder mirar en los ojos cristalinos del más alto. Se estiró hasta alcanzar los labios del cantante, y rodeó su cuello con sus brazos, trayéndolo más cerca.
Había sido egoísta, tenía razón. Debió haber dicho algo, dar una señal de auxilio cuando sintió que esa pieza dentro de sí había caído de su sitio dando rienda suelta a sentimientos desenfrenados y confusos. Y no lo había hecho, porque era demasiado orgulloso y no quería parecer frágil y débil. Quería evitar esa imagen a toda costa. Usaba un vestido todas las noches sobre el escenario, pero quería evadir toda la vulnerabilidad de esa imagen tocando solos enloquecedores que sólo alguien valiente y fuerte se atrevería a interpretar. —No quiero ser una carga para ti— dijo por fin, hablando sinceramente— tú tienes una compañía por la que responder, eres el líder de nuestra banda… mis crisis existenciales de una noche no tienen mayor relevancia—, agregó.
—Idiota,— replicó— claro que tienen importancia. Lo tienen para mí. ¡Todo lo que pueda dañarte tiene importancia para mí!— bajó el tono de su voz al darse cuenta de que volvía a gritar.—¿Confiará en mí, princesa? No sabe cuánto la amo, y cuanto me preocupa que la sonrisa se halla apartado de sus labios.
—Hágame sonreír, entonces, caballero— respondió siguiendo el juego— pero me temo que no llevo zapatillas de cristal ni un vestido apropiado— Kamijo río, observando los rizos que se deshacían en su cabello naturalmente liso y suave; sus pies descalzos rosándose entre sí buscando un poco del calor que perdían estando en contacto con el suelo frío; su cuerpo menudo perdiéndose en aquella camisa holgada que insinuaba tan sólo levemente los músculos de sus brazos y pecho.
—Oh, no hay problema— decidió el caballero— la ropa no será necesaria una vez me invite usted a sus aposentos. —Hizaki enarcó una ceja con falsa indignación, y buscó un nuevo abrazo del cantante.
—Gracias por venir.— susurró a su oído.
—Es el deber de todo buen príncipe venir a rescatar a una princesa en apuros.