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Encuentro Casual por Paz

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Encuentro Casual



Título: Encuentro Casual

Autor: Paz

Advertencias: Slash suave


Encuentro Casual



Estaba sentado en la barra de la cafetería de la estación. Mirando el reloj por centésima vez, su novia llevaba más de una hora de retraso, le había citado una hora antes en previsión a tal coyuntura, cada vez que quedaba citado con ella le pasaba, últimamente con demasiada frecuencia. Cada vez que sentía abrirse la puerta se volvía a mirar por si fuera ella. Fue entonces cuando le vió, sus miradas se cruzaron apenas unos segundos, a pesar de la distancia que les separaba sintió una cosa extraña.

Nunca antes había sentido algo así por un tío, sintió una contracción en su bajo vientre, era alto, delgado, rubio con una mirada cegadora, llevaba camiseta y jeans tan ajustados que marcaban sinuosamente sus caderas.

Volvió la mirada a su bebida tratando de controlar aquella reacción.

-¿Esta ocupada? –preguntó una voz agradable y melodiosa.

Se volvió y allí estaba a su lado, la única banqueta libre era la que él mantenía ocupada con su mochila. La tomó dejándola caer al suelo a sus pies.

Farfulló una disculpa. Aturdido fijó la mirada en su bebida, como así allí fuera a encontrar la solución a su confusión. Después dirigió una breve y disimulada mirada a su reloj, pensó que solo esperaría diez minutos, y se marcharía, no iba a perder el tren a causa de la atolondrada y desconsiderada de su novia.

El camarero se acercó al joven y no pudo evitar escuchar que le pedía una cerveza.

-Hace un calor espantoso –dijo volviéndose a mirarle, como si él supiera que no iba a desairar su comentario.

-Aquí se esta bien –replicó él y al volverse para hablarle vió sus ojos, eran verdes, un color tan intenso que su miraba traspasaba.

Nervioso, pensó que nada tenía que hacer allí y con un gesto solicitó su cuenta.

-¿Te han dado plantón?

-Si –tuvo que reconocerlo.

-Si fueras mi novio yo no lo haría –dijo dulcemente.

Estaba sacando el dinero del bolsillo e hizo como que no le había escuchado, por una vez fue capaz de mantener inexpresivo su rostro, lo dejó junto al tiket de compra sobre el mostrador y recogiendo su mochila salió rápidamente de allí. Se detuvo un instante como si no supiera donde ir, se acomodó la mochila a la espalda y reanudó sus pasos hacia el andén.

Las palabras del muchacho y su mirada le asustaron. Nunca antes se había sentido así. ¿Qué le ocurría a su cuerpo que reaccionaba ante otro muchacho? …l era normal, empezó a noviar desde muy joven, su primera novia le duro tres años, desde los 14 a los 17, después salió con otra chica durante ocho meses y con la que le había colgado, llevaban juntos dos años.

Miró en todas direcciones. La sala estaba repleta de viajeros que deambulaban de un lado a otro. La megafonía anunciaba las próximas salidas, entre las que estaba la suya. En diez minutos estaría ya rumbo a su destino. Ella se lo había perdido.

Se apresuró a mezclarse en aquella marea humana que invadían los ándenes para dirigirse hacia sus respectivos trenes, pensó que tal vez ella estaba en el andén y los dos estaban haciendo el tonto esperándose en lugares distintos.

Finalmente consiguió ubicar el número de su vagón, se volvió una vez más para mirar atrás. No la vió, pero si a él. El muchacho del bar, intentaba pasar desapercibido, no hizo ningún gesto de reconocimiento. Miró su reloj, quedaban cinco minutos y saldría, no iba a ser una semana agradable él solo en Paris, ¿Sólo? Aquel pensamiento le produjo un tirón en su entrepierna y la idea de ir acompañado de ese hermoso muchacho estimuló aún más su molestia.

Despacio, como si no acabara de decidirse, subió al tren, se entretuvo en la plataforma sacando los billetes de su mochila para mirar que compartimiento le correspondía. El viaje iba a transcurrir durante toda la noche, habían pensado que era una buena idea disfrutar del coche-cama.

A su espalda, sintió que alguien se detenía bruscamente, se permitió una sonrisa que el otro no vió, con el billete en la mano avanzó buscando su compartimiento. Pasó de largo adrede y después de un par de pasos se detuvo, volvió a mirar su billete y girando la cabeza hacia atrás para comprobar el número de la puerta, de refilón lo vió, era él. Retrocedió, entró al compartimiento y cerró a su espalda.

Se quitó la mochila, dejándola sobre el asiento. No podía creer que fuera realmente él, quien estuviera haciendo todo aquello. Sonrió al oír el tenue golpe de los nudillos sobre la madera.

Abrió y sin darle tiempo a reaccionar, le tomó del brazo llevándole al interior, cerró nuevamente. Se volvió. Su mano se deslizó por su cintura, sus labios se posaron en los suyos, fue más bien una toma de contacto. Los sintió suaves y calidos. Se apartó. Se miraron y sonrieron.

-¿Cómo te llamas?

-Alonso…

-José… -murmuró a su vez.

Ahora fue Alonso quien tomó la iniciativa. Le rodeó con sus brazos y le atrajo contra su cuerpo, nuevamente se besaron, sus labios se abrieron, las puntas de sus lenguas se rozaron despacio, con suavidad, saboreando la cálida humedad, después la caricia se intensificó, profundizando más y más en el beso.

Nunca se había creído capaz de hacer algo así, pero de pronto, sus manos estaban sobando las nalgas de Alonso, presionándole contra su pubis. El deseo de sentirle dentro de mi, me dejo anonadado. No pude evitar estremecerme, unos besos me parecieron normales, pero, aquel anhelo de él le intimadaba.

-Tranquilo, todo está bien –me susurró al oído como si comprendiera lo que pasaba por mi mente.

Los dos estábamos excitadísimos, a través de la tela de los pantalones sus erecciones eran evidentísimas.

Nuevamente le besó, y mientras lo hacia sus manos se metieron por debajo de su jersey y acarició su pecho, la tersura de su piel, el calor que emanaba de su cuerpo le estremeció violentamente, jugueteó con sus tetillas.

Alonso gimió estremecido, sus manos fueron hacia el cierre del pantalón de su nuevo amigo, que no hizo nada para evitar sus avances. Es más se apartó y le miró dulcemente.

Unos golpes en la puerta les hicieron apartarse bruscamente.

-¿Quién? –preguntó José.

-El mozo. ¿Quieren que abra las camas?

José asintió.

-Abre tú… -se metió en el pequeño aseo, tenía los pantalones medio bajados, cerró la puerta. Escuchó como abría la puerta y saludaba al hombre, le hizo un par de preguntas y después llegó el silencio. Espero unos minutos y finalmente se decidió a abrir. Sus ojos se abrieron con asombro. Alonso estaba metido dentro de la cama completamente desnudo.

-¿Aún estas vestido? –preguntó suavemente, con una sonrisa pícara.

José se quitó todo apresuradamente y se precipitó a tumbarse a su lado.

Fue aquella la mejor noche de su vida.

Cuando despertaron seguían estrechamente abrazados.

Alonso le miró con ternura, pensado maravillado que había encontrado a la persona con la que deseaba pasar el resto de su vida.

-¿Te arrepientes? –me pregunto al ver que le miraba de forma extraña.

-¡Jamás! Nunca creí que pudiera sentirme así –le dije- ¿Y tú?

-Tampoco.

Volvieron a besarse y acariciarse, y una vez más se entregaron apasionados a disfrutar de su mutua compañía, hasta que mucho tiempo después comenzaron a oír por el pasillo excesivo movimiento.

-Estamos llegando –José separó sus labios de los suyos con pesar.

-¿Dónde estamos? –preguntó Alonso que seguía sin tener idea de su destino final.

José rió.

-Te he secuestrado.

-Me encanta que mi secuestrador sea un chico tan guapo, y sobre todo tan bien dotado –murmuró riendo sobre sus labios al mismo tiempo que su mano se deslizaba suavemente a lo largo de su falo que comenzó a erectarse. Riendo continúo acariciándolo hasta sentirle con todo su esplendor.

Durante los siguientes minutos, el mundo quedo olvidado para ellos, una vez más se pertenecieron el uno al otro y cuando jadeantes y cansados se detuvieron quedaron inmóviles sobre la cama.

José, finalmente, sacando fuerzas de donde no tenía, se levantó buscando su ropa en el revoltijo en el suelo.

Alonso se levantó y sin pudor se asomó desnudo en la ventanilla del tren, mirando hacia el exterior, el tren iba aminorando la velocidad, lo que indicaba que estaba llegando a su destino, vió los carteles y se volvió sorprendido.

-Ahí fuera los carteles están en francés.

-Bienvenido a Paris, cariño –dijo riendo al ver su expresión, su rostro era todo un poema de sorpresa, le dió un rápido beso- ¿Crees que te dejaran salir así?

Alonso se apresuró a vestirse. Cuando terminó, enlazó su cintura con sus brazos y le atrajo contra su cuerpo.

José apoyó su mejilla a la altura de su hombro, sus brazos también le rodearon.

-¿Cuántos días?

-Una semana –alzó el rostro para mirarlo, sus labios estaban a escasos centímetros, el beso fue una consecuencia lógica de su proximidad- ¿Puedes quedarte?

-¿Tienes donde alojarme? –preguntó a su vez.

-Por supuesto. –sonrió al decirlo- Mi novia debe estar histérica, era su ilusión conocer Paris.

-Puedo regresar esta noche y la llamas. –propuso a su pesar.

-No… eso se acabo. Terminó. No es la primera vez, ¿sabes?

Finalmente el tren se detuvo.

José tomo su mochila.

-Yo la llevare –Alonso la tomó de su mano y la colgó de su hombro derecho.

-Como quieras…

-Hasta que lleguemos al hotel voy a extrañar tus besos –murmuró pegándole contra la puerta y tomando posesión de sus labios, el beso se prolongo hasta que faltos de aliento, tuvieron que separarse respirando fuertemente.

Abrió la puerta y salieron.

Durante el recorrido en taxi hasta el hotel los dos disfrutaron pasando por el Arco de Triunfo, los Campos Elíseos y la Torre Eiffel. Sonreían tomados de la mano y juntos se inclinaban para mirar fuera por la misma ventanilla.

Alonso miraba entusiasmado la habitación que les habían reservado, tenía dos balcones con vistas al Sena.

-Se nota que querías impresionarla –mencionó riendo.

José sonrió torcidamente a sus palabras.

-¿Estas cansado? –le preguntó.

-No, ¿Por qué?

-Estaba pensando que si te apetecía salir a dar un paseo, así veríamos más de cerca todas esas maravillas.

-Me parece una buena idea, pero antes quisiera darme una ducha.

-De acuerdo. Yo pensaba lo mismo.

-¿Quién entra primero?

-Hazlo tú.

-Hagámoslo juntos y tardaremos menos.

-Conforme.

Se quitaron sus ropas, uno frente al otro, mirándose sin ningún rubor, después se pusieron bajo la lluvia de la ducha.

-¿Te enjabonó? –preguntó Alonso con el gel en la mano.

-Bueno…

A partir de ese instante toda contención fue derribada. No fueron tiernos, ni considerados, se entregaron con frenético deseo a poseerse, a besarse, tocarse, acariciarse, y como aquel lugar les resultaba incomodo, sin pensar en secarse se arrastraron hasta el lecho, donde continuaron entregados a una auténtica batalla de sexos, donde los gemidos, los gritos ahogados y un desenfreno total. Cuando concluyeron estaban exhaustos.

-¡Qué bien me haces sentir! –murmuró José, estaba agotado, pero nadie le quitaría aquella satisfacción.

Estaban tumbados en el lecho boca arriba, sin fuerzas para moverse.

Alonso se volvió quedando de costado, utilizó la mano para mantener su cabeza levantada, le miró con profundidad, queriendo grabar en su memoria el rostro de su amigo. Su mano izquierda se posó con suavidad en su pecho, acariciándole.

-Tú también me haces sentir muy bien.

-Entonces estamos de acuerdo –José mostró una amplia sonrisa- ¿Alonso? –su voz tenía un deje preocupado.

-Si…

-Nunca antes había hecho esto.

-¡Ah no! –le vió fruncir el ceño- Es broma –se apresuró a aclarar- Se que he sido el primero en probar tu rico trasero –le dio una palmada en la nalga, ya que él se había colocado de costado para poder mirarle a los ojos- No te exijo ningún compromiso, disfrutemos el presente, comprendo tu temor.

-No estoy asustado. Solo sorprendido, te quiero –y al decirlo poso sus labios suavemente en los suyos- y no te libraras de mi tan fácilmente –añadió con una sonrisa al ver el gesto sorprendido en su rostro.

-Yo también te quiero, cuando ayer te ví en la cafetería sentí una emoción intensa, no pude evitar excitarme, cuando nuestras miradas se cruzaron.

-Sentí algo especial entonces –reconocí.

-¿Y tu novia?

-¿Crees que querrá ser parte de un trío? –vió su mirada de horror y no pudo evitar reír alegremente- ¡Es broma! –añadió enseguida- Le diré adiós.

-Me alegro que no fuera, porque así pude conocerte.

-Yo también. –se movió, sacando los pies fuera de la cama, quedando sentado en la misma.

-¿Dónde vas?

-Tengo que llamar a casa. Mis padres estarán esperando que lo haga –dijo José, levantando el tubo.

-¿Qué años tienes?

-Veintiuno, ¿y tú? –se volvió para mirarle.

-Veinticuatro.

-Pareces más joven.

-¿Te molesta?

-No… -pidió línea y comenzó a marcar una larga serie de números, después se tumbó boca abajo, al lado de Alonso.

-Hola, mamá… -reconoció su voz- Soy yo, José –escuchó una exclamación de sorpresa- ¿Qué ocurre? ¿Cómo que donde estoy? En Paris, por supuesto –tapó el tubo- Laura se presento histérica en casa de mis padres, esta mañana temprano –le explico al ver su mirada.

-¿Tu novia? –susurró bajito.

-Ex…, si mamá por supuesto que te estoy oyendo… si…, hummm… -asentía con la cabeza- No, mamá, no reclame el billete… -la escuchó unos instantes, luego sonrió al chico más maravilloso que tenía a su lado, Alonso le miraba con amor, se sentía incapaz de resistírsele, se inclinó para besarle, sin importarle que la comunicación seguía en línea.

El beso se eternizó hasta que volvió a la realidad al escuchar repetidamente su nombre a través del auricular que había soltado y yacía en la cama entre ellos.

-Sigo aquí…., hola, papá. –miró a Alonso y susurró bajísimo- Deben tener el manos libres. –atendió a su padre- Así es, supones bien… -le beso en la mejilla y nuevamente le susurró pegados sus labios a su oído- No hemos sido muy discretos. –su atención volvió a lo que le decían al otro lado del tubo- ¿Quién es? –repitió para que Alonso supiera de que iba todo- La persona más maravillosa que he podido encontrar, dulce, cariñosa y con un... –su mano se deslizo por su nalga hacia su entrepierna.

-¡José! –exclamó turbado al comprender que iba a decir.

José rió divertido.

-No… le conocí en Madrid, exactamente en la cafetería, donde había quedado esperando. Siento desilusionaros no es una parisina –escuchó las risas de fondo, esas eran las gemelas- ¡Papá…, mamá…, gemelas! –las incluyó también- Tengo que deciros algo importante. –vió la mirada expectante de Alonso- Soy gay… -desde el otro extremo de la línea se escucharon fuertes gritos, un fuerte golpe y mucho alboroto, José se impresionó- ¿Qué fue eso? –preguntó, escuchó unos instantes y exclamó al enterarse- ¡Jo, que fuerte! No…, no… -repitió al escuchar lo que le decían, su padre y su madre hablaban al mismo tiempo atropellándose con las palabras- No, no es otra de mis bromas. Es cierto, estoy enamorado –el alboroto continuaba con cada palabra que pronunciaba, ¡¡jo con los parientes penso!! ¿Qué hacían todos allí?- Le conoceréis cuando regrese. Adiós… -colgó sin darles tiempo a protestar.

Cuando se volvió Alonso le miraba inquisitivo.

-Todo controlado. No ha pasado nada. Excepto que estaba toda la familia reunida, mis padres, las gemelas, mis cuatro tías, mis siete primos, mis cuatro tíos, ya sabes la parentela al completo y como si no fueran suficientes ya te lo dije antes, también Laura, así que ya están todos enterados. Una de mis tías se desmayo, es muy sensible a estas noticias. En cuanto a Laura se había confundido de estación, cuando me escuchó se puso a gritar nuevamente.

-¿Lo sientes?

-¿Por ella? Un poco, podía haberla dejado sin necesidad de decírselo.

-Tus padres no te han creído.

-Piensan que es otra de mis bromas o una forma de vengarme de Laura por plantarme.

-¿Eres bromista?

-Es algo que no puedo evitar.

-¿Qué tipo de bromas haces?

-No tengo límites.

-Ahora te la han jugado a ti.

José sonrió.

-Es cierto –sabía a que se refería- Tengo hambre. –el destino le puso frente a la única persona por la que realmente se sentía amado.

-Y yo…

-Tenemos tiempo de darnos una ducha rápida.

Media hora después estaban en el comedor. El servicio de lunch era delicioso y se pasaron casi todo el tiempo dando paseos en busca de comida, probaron de todas las fuentes. Estaban sumamente hambrientos y allí disfrutaron enormemente, acompañaron la comida con un vino tinto delicioso y después cuando terminaron se miraron y preguntaron.

-¿Fruta o postre?

-Las dos cosas –decidió José.

-Tú coge la fruta –dijo Alonso.

-De acuerdo. –se levantaron de la mesa y fueron hacia el buffet. Recogió una bandeja y puso en ella dos boles con fresas con nata, en un plato se sirvió con generosidad rodajas de kiwi y mango, también agregó un par de trozos de papaya, miró hacia Alonso y vió que tampoco él se decidía a coger más y le hizo una seña para volver a la mesa.

Al sentarse no pudieron evitar reírse.

-¿Podremos con todo?

-No tenemos ninguna prisa ¿oh si?

Dejaron las bandejas a un costado de la mesa y frente a ellos, en el centro, dejo el plato con la fruta de la que con ayuda de los cubiertos cortaban trozos que iban llevándose a la boca mientras conversaban animadamente. Ansiaban saber el uno del otro. Cuando quisieron darse cuenta estaban degustando los postres, la tarta de fresa y queso estaba deliciosa, el mouse de limón se derretía en el paladar y la tarta de chocolate con virutas por encima fue el remate a aquel pantagruélico festín.

-¿Quieres café o te apetece una copa? –preguntó.

- Estoy seguro de no poder meter algo más en mi estomago –dijo Alonso saciado.

-Salgamos.

Alonso asintió. Durante el resto de la tarde y la noche la emplearon para caminar por las calles, no llevaban un rumbo fijo, solo deseaban estar juntos, sus pasos les llevaron al barrio de Luxemburgo, hasta alcanzar los jardines, pasearon por entre los parterres admirando las estatuas que según decía el folleto que había tomado prestado en el hotel, fueron erigidas durante el siglo XIX, durante el reinado de Luis Felipe, les gusto el lago, y admiraron el monumento a Delacroix, la arquitectura del palacio era impresionante, más no entraron a verlo por dentro porque consideraron que había muchas más cosas para ver fuera, vieron la estatua de Santa Genoveva, patrona de Paris y paseando por la Rue de Medicis vieron la fuente del mismo nombre, todo les resultaba maravilloso, de allí sus pasos les llevaron a St. Germain-des-Prés, al pasar por sus calles, vieron que había muchos cafés, librerías y casas de moda y antigüedades. Pasearon por allí por el placer de verlo. Edificios antiguos que sobrevivieron al paso del tiempo, cines y terrazas, en aquellas bodegas se entremezclaban músicos, actores, escritores y filósofos, todos tenían una filosofía muy particular para vivir la vida. Se sentaron en una terraza, debido a la hora ninguno de los dos quiso tomar café, y como iban sabiendo el uno del otro, no solían beber alcohol, por lo que se decidieron a pedir Pernod.

Alonso comprendía algunas palabras, pero no conseguía hacerse entender, por lo que era José quien preguntaba o repetía lo que él decía.

Aquel primer día fue muy agradable para los dos, y a las nueve y media de la noche regresaron al hotel, yendo directamente al comedor. Tomaron prudentemente una cena ligera, es decir, no repitieron demasiado, se conformaron con levantarse tres veces de la mesa para buscar algo más, el paseo les había abierto el apetito.

-Todo esta riquísimo se justifico –Alonso cuando volvía de llenar un plato de salchichas de cerdo, hechas a la parilla servidas con cebolla. Tal como venían haciendo cuando se servían algo nuevo, llevaban suficiente para comer entre los dos.

-Muy ricas. –dijo José tras comer el primer bocado- ¿Has visto algo nuevo? –le pregunto riendo.

-Unas chuletas de cordero, que deben estar para chuparse los dedos –rió al decirlo, también le explicó donde estaban.

-Voy a buscarlas –se levantó, las identificó sin dificultad. Eran pequeñas muy tiernas como comprobaron poco después y estaban fritas con mantequilla y aderezadas- Creo que cuando volvamos habremos ganado unos cuantos kilos de más.

-Creo que no. Hacemos mucho ejercicio. –dijo con una sonrisa socarrona.

-No voy a poder mover un dedo –aseguró José.

-¿Quién te pide que lo hagas? –inquirió con sonrisa burlona.

José acabo comprendiendo sus frases con doble sentido y dirigió una mirada perversa a cierta parte de su cuerpo, que el borde de la mesa le ocultaba, mientras pasaba la lengua por sus labios en un gesto provocador.

Una hora después de entrar en el comedor, se levantaban para volver a su cuarto, habían cenado opíparamente.

José recogió la llave en recepción, y alcanzó a Alonso en el ascensor.

-Estoy agotado –se dejo caer en la cama, mientras Alonso se encargaba de cerrar la puerta de la suite.

Aquella noche, Alonso le demostró que podía mover muchas cosas aparte de su dedo y todas ellas le resultaban placenteras.

Sus noches eran tan intensas, que al llegar la mañana no despertaban hasta después de las doce, se saltaban todos los desayunos, pero no les importaban, sus comidas sustituían por completo cualquier falta, y después salían a pasear por las tardes, así conocieron Los Invalides y la Torre Eiffel y cruzaron el Sena, por el Puente de los Inválidos y pasearon por los Campos Elíseos. No hubo rincón de Paris que dejaran de recorrer a pie, el Centro Pompidou, Sagrado Corazón, también pasearon por el barrio de Montmartre, viendo a los pintores callejeros. Isla de la Cite, Isla San Luis, Notre-Dame, el Panteón, haciendo un esfuerzo se levantaron una mañana temprano para ir al Museo de Louvre, pensaban que si decían que no lo habían recorrido sus salas les tomarían por locos.

Fueron unos días maravillosos, noches de amor, mañanas durmiendo uno en brazos del otro, tardes para pasear y hacer compras, porque José no se olvido de comprar regalos para toda su familia, a través de sus comentarios Alonso comenzó a conocerlos.

-¿Tú no compras nada? -Le preguntó una tarde que llevaba sus bolsas y paquetes al hotel- Voy a tener que comprar un maleta pequeña para guardarlo todo.

-Mis padres murieron –hasta ese momento solo había hablado de si mismo- tengo una tía y un par de primos a los que no veo desde hace la tira de meses.

-Lo siento.

-Ha pasado mucho tiempo de eso. A mi madre solo la conocí a través de mi padre, él murió hace diez años. Así que solo me tengo a mi mismo.

-Yo seré tu familia –aseguro José abrazándole y besándole en la intimidad de su dormitorio.

Alonso se había sentado en un sillón, muy cómodo y mullido. José lo hizo en sus piernas, pasándole el brazo por el cuello, Alonso también le rodeó con sus brazos. Sonrió agradecido al oírle. Era bueno tener una familia en la que apoyarse, más le aceptaría la de él.

-No podrán evitar quererte en cuanto te conozcan –supo lo que pensaba por su miraba.

-¿Estás seguro?

-Si, ¿acaso puede yo? –sonrió al decirlo.

-Tuve que abordarte.

-Y yo me entretuve para que pudieras hacerlo.

Rieron y después ya no hubo necesidad de palabras, les bastaba los hechos. Sus sentimientos eran más profundos cada hora que pasaban juntos, cada minuto que se veían alejados el uno del otro se buscaban con la mirada, se necesitaban mutuamente.

Los días pasaran más rápidamente de lo que ellos esperaban y finalmente llego el momento de marchar y con pena dejaron la ciudad de la luz, una vez más viajaron de noche, ya que José llevaba reservada la vuelta también. Más ninguno de los dos pensaba en dormir.



§§§§§§§§§§§§



Al llegar a la estación, Alonso, salió del compartimiento que compartían y se asomó a la ventanilla del pasillo que él mismo bajó, el tren iba reduciendo la marcha, lo que le permitió distinguir los rostros de los que estaban en el andén y entre ellos reconoció a las gemelas y a los padres de José. Volvió a la cabina.

-Te han venido a buscar –le dijo abrazándole por detrás.

-No lo creo.

-Pues he visto a tus padres y a tus hermanas. Son idénticos a las fotos que me mostraste. –dijo con una sonrisa.

-¿Estas seguro? –giro la cabeza.

-Como que estamos aquí juntos y que voy a besarte –se apoderó de su boca, el beso se prolongó interminable, profundo, hasta que unos golpes en la puerta de la cabina les interrumpió.

El tren llevaba unos minutos parado y las gemelas no habían perdido tiempo en subir a buscarle.

-¡José, estas ahí! –preguntaron las gemelas y sin esperar contestación siguieron aporreando la puerta, amenazando con tirarla abajo.

-Mi padre las llama torbellinos y ya empiezas a saber porque. –le susurró, alzando la voz- Un momento, estoy terminando de vestirme. –les dijo con sonrisa maliciosa.

-Vamos, José que no será la primera vez que te veamos en calzoncillos.

-Ya lo ves, son capaces de cualquier cosa.

-Ve tú delante –dijo Alonso.

-¿Estas seguro? –hubo una nota de temor en su voz.

-Si, me reuniré contigo en el andén. Saluda primero a tu familia. –entró en el pequeño hueco del aseo.

José recogió su mochila y la bolsa con los regalos y abrió la puerta.

Las gemelas le saltaron al cuello sin darle tiempo a reaccionar.

-Pero, bueno que es esto. Solo han sido siete días. –rezongó en tono afectuoso, mientras respondía con igual cariño a sus abrazos.

-Te echamos muchísimo de menos –dijeron mirándole satisfechas de tenerle de regreso.

-Salgamos de aquí –propuso.

-Papá y mamá decían que no venías en este. ¿Qué te demoró? –preguntó Alicia.

-Se quedo dormido en brazos de Morfeo –bromeó su otra hermana.

-Casi –dijo riendo José.

-Tienes que contarnos todo lo que has hecho en Paris –chillo casi sobre su oreja Marta.

-¡Imposible!... –rió dándole un cariño cachete en la mejilla- Censurado para menores.

-¿Has ido de pu…? –ahora la que chilló fue Alicia.

-¡Alicia! –su propia hermana se escandalizó al escucharla y no la dejo continuar.

Tras ellos se escuchó una tos sofocada. Marta miró hacia atrás y vió a un hombre, bastante joven y guapo que intentaba ocultar una sonrisa era notorio que escuchó lo que hablaban.

-No os deis la vuelta –les susurró inclinando la cabeza hacia sus hermanos- pero detrás nuestro viene un autentico bombón.

Alicia descaradamente hizo lo que su hermana le pidió que no hiciera, miró.

Vió a un chico joven, alto, rubio y con unos ojos verdes de mirada demoledora.

Marta le dio una sacudida para que fuera más comedida.

-Tú al menos eres más discreto –aprobó la actitud de su hermano.

-¡Wau...! –Alicia puso los ojos en blanco.

Aún sabiendo de quien se trataba, José se volvió también ante el desconcierto de Marta, que sacudió la cabeza perpleja. No le vieron guiñarle un ojo, ni el movimiento de sus labios al enviarle un beso. Alonso hizo un gesto con la mano y lo atrapó en el aire. Sonrieron cómplices.

-Olvidaros de él –dijo a las gemelas, ya estaban llegando a la plataforma, con los bultos y las gemelas casi colgadas de sus brazos, el pasillo no era el lugar más cómodo para circular.

-¿Por qué?

-Es gay.

-¡Que dices! Si es un tipazo –dijo Alicia, volviendo a mirar hacia atrás.

-Tienes envidia –dijo riendo Marta saltando fuera del coche.

-No. –Replicó- Yo también soy guapo, todos admiran mi belleza morena –y sacudió la cabeza riendo.

Al ver a sus padres, comprobó que no estaban solos, a su lado estaba Laura.

-¿Qué hace ella aquí? –miró a las gemelas.

-Insistió en venir con nosotras a recogerte.

-¡Mamá! –dejo el bolso con cuidado en el suelo y también la mochila antes de caer en los brazos de su madre. La abrazó y besó en ambas mejillas efusivamente, su padre le abrazó por detrás y los tres siguieron abrazos un largo rato. Estaban muy unidos- Me alegro de veros. Aunque no he tenido tiempo de extrañaros.

Se volvió despacio en dirección a Laura, su intento de un cariñoso saludo se vió interrumpido por el poco entusiasmo con el que él la miró. Su frío saludo la paralizó un instante.

-Hola… ¿podemos hablar? –Observó que su padre recogían sus cosas- Cuidado papá hay cosas frágiles. –le aviso.

Laura asintió. Apartándose unos pasos de los padres de José que se mantuvieron prudentemente cerca del tren.

-Lo siento, no volverá a ocurrir.

-Lo se.

-Entonces… ¿todo esta perdonado? –preguntó anhelante, sabía que era la culpable.

-Laura, lo nuestro no tenía ningún futuro, nos negamos a verlo. Ya no me importa nada de lo que hagas. He abierto los ojos. Creía que te quería, estaba equivocado. He conocido a otra persona, me ama y yo a ella.

-¿Es cierto lo que dijiste por teléfono?

-Si.

Laura lo miró con los ojos llenos de lágrimas.

-Lo siento…

Ella asintió

-Adios.

-Adios, Laura. –se quedo mirándola marchar, sabía que estaba intentando sofocar sus lagrimas inutilmente porque vió como llevaba su mano al rostro, con un sentimiento de liberación se volvió hacia a sus padres.

-¿Qué ha pasado? –pregunto Alicia- ¿Por qué se va?

-Soy libre. Bueno, no del todo…

-Vamonos…

-¡Esperad! Papá, mamá, chicas quiero que conozcáis a mi novio.

-¡Qué! –chillaron la gemelas taladrando los oídos de todos.

-José, no sigas con la broma, no tiene ninguna gracia –dijo su padre.

-No es una broma, papá –mira a su derecha e izquierda del andén buscándole con la mirada, él le había dicho que esperaría- Se ha ido. –su mirada se ensombreció, la expresión desolada de su rostro al no verle allí impresionó a sus padres y su voz sonó sollozante cuando repitió- Se ha ido.

-Estoy aquí –dijo una voz melodiosa y dulce.

Se volvió, seguía en la plataforma del tren, Alonso esperaba con expresión titubeante, la familia de su novio se veía maravillosa, aún temía su reacción.

José dejo escapar un sollozo de alivió, al mismo tiempo que subía hasta donde él estaba.

-Me has asustado. Creí que… -le abrazó.

Abajo en el andén, sus padres y las gemelas tardaron en recuperarse de la impresión, José abrazando y besando a otro hombre.

Fin

07 de septiembre de 2002

23 de septiembre de 2002

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Como podéis ver lo escribí hace bastante, espero que os guste. Bye.

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