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Armadura por chibiichigo

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Notas del fanfic:

Disclaimer: The Avengers no es mío, sólo en caso de que se lo estuvieran preguntando.

 

Aclaración previa a la lectura: Por convención, las cosas de Marvel van en la sección de "cartoons", pero como yo me imagino el yaoi expresamente entre los personajes interpretados por Robert Downey Jr. y Chris Evans... pues es Slash. Sé que esto no les quitaba el sueño, pero sentí la obligación moral de comentárselos. 

Y, de paso, me disculpo por el probabilísimo OoC que verán. No manejo bien todavía a Iron Man ni al Capitán América. Ni a nadie, así que sólo escribo para bluffear que puedo. 

Notas del capitulo:

Quizás algunos de ustedes (los menos, espero) se estén preguntando si padezco de mis facultades mentales y por eso hago un fanfic con tintes slash entre dos de los superhéroes de mi infancia. La respuesta, por desgracia, es que no estoy diagnosticada y para la sociedad sigo siendo una persona funcional. Pero, más allá de mis padecimientos, se le ocurrió hacer esta historia porque mientras tenía multinerdgasmos viendo The Avengers, vi claramente que existe un yaoi latente entre Capitán América y Iron Man, ¿ustedes no lo vieron también?

En fin, en parte fue eso... y lo demás fue que estuve haciendo una brevísima investigación donde quedaron al desnudo un fic con alusiones al M-Preg Stony (otra de mis fantasías con la pareja que llevaré a cabo próximamente), varias imágenes sugerentes y un video decididamente slash que me hizo llorar. Y, claro, la compañía nocturna y fangirlosa de la pequeña Neco_Chan_XD_2, que sufre de mis mismos traumas (y, como añadido, le gusta el Thorki). Y así...

Así que no estoy oficiamente loca ni nada, sólo que mientras gemía de placer dentro de una sala de cine, pensé que sería una pareja genial. 

Armadura

Por: chibiichigo

—¡Quítate la armadura y, ¿qué eres?!

—Un genio millonario playboy filántropo…

Ésa había sido la primera respuesta que salió de sus labios, la que sonaba más pertinente debido a las peculiares circunstancias que los habían llevado a sostener esa desagradable riña y al aparente interés que el Capitán América sentía por sostener un encuentro filosófico en medio de un laboratorio aéreo. Y es que, claro, así como tooodo el universo giraba de acuerdo con sus designios y caprichos, era su sino convertirse en el centro de una estúpida discusión desvirtuada  que nada tenía que ver con él pero en la que, por arte de unos silogismos, ahora había quedado como el principal enemigo.

¡Un aplauso para todos, en especial para ese jodido hombre disfrazado de bandera, por lograr que una charla sobre los malos manejos de S.H.I.E.L.D. se volviera una riña fútil de colegialas en donde él era el agraviado!  ¡Se ponía de pie para felicitarlo por su capacidad para llevar todo al ámbito de lo personal en vez de enfocarse en el hecho de que había un aasgardiano— bueno, no cualquier aasgardiano, sino el hermano de la Barbie musculosa amante de los martillos— encerrado en una caja dentro de su nave! Pero eso, evidentemente, ni era relevante ni tenía que ver con cómo él habría sido tachado como una escoria si hubiese nacido a principios de siglo…

“Por lo menos yo no estoy peinado como niño que va a hacer su primera comunión” pensó, al tiempo que crispaba los puños por lo bajo.

Intentó controlarse. No lo llevaría a nada perder la cabeza ante los ataques de Rogers.

Era bastante común que lo quisieran sacar de sus casillas y más de una vez había tenido que repetirse mentalmente que “el que se enoja, pierde” para no hacer desfiguros. Ni el ídolo de América podría arrebatarle el temple que había adquirido. Además, en ese momento lo que importaba era que Banner no se sulfurara, a menos de que sus compañeritos tuviesen el deseo suicida de lidiar con una mascota verde y altamente destructiva… Aunque, como en esa habitación parecía que él era el único con las prioridades en orden, dudaba que alguien hubiese reparado en  el peligro que representaba ese grandulón con barreras de lenguaje.

En la boca del estómago se le formó una mezcla de su soberbia habitual con un resabio de ego herido.  Las palabras del Capitán resonaron durante eternos segundos en su interior, haciendo algo de mella en su psique. Qué sería de él si se atrevía a quitarse la armadura, se preguntó durante un brevísimo segundo…

 No se refería, evidentemente, al rojo y estorboso juguete tamaño real en el que se metía para patear traseros. No, esa armadura estaba reservada para aporrear a los villanos que deseaban conquistar la tierra para abatir su complejo de inferioridad y, aparte de ser su creación, no tenía nada que ver con su interior, con quién era Anthony Stark.  Entonces, ¿qué pasaría si se quitaba la armadura que tenía en el interior? No se atrevió siquiera a imaginárselo.

Había realizado esa defensa perfecta para protegerse del mundo e intimidar a todo aquél que pretendiera meterse con él. Gracias a sus respuestas sarcásticas y extremadamente brillantes, se había cuidado de ser herido en más de una ocasión. Su armadura le permitía, entre otras cosas, seguir siendo un patán sin temor a las consecuencias, sin miedo a que sus verdaderos sentimientos salieran a flote y entorpecieran sus misiones con el sobrevalorado concepto de la compasión humana. Era un mecanismo de defensa perfecto…

“Bueno, casi perfecto”  se contradijo a sí mismo mientras veía como Banner abría la boca para comenzar un alegato ininteligible al que no pretendía ponerle atención.

Y su mente volvió de pronto al Capitán América, que seguía parado frente a él: Ese pedazo de héroe pasado de moda, enfundado en un leotardo ridículo había logrado, con su simple reto, desarticular gran parte del muro que él había construido. ¡Con un demonio, cuál era su maldito problema!

Pensó en alguna alternativa lógica, que lo dejara bien parado con respecto a las circunstancias y le permitiera salir ileso de ese encuentro consigo mismo.  No la encontró, es más, lo único coherente que puso sacar fue una hipótesis con la que, no lo escondía, la gente pensaría que estaba loco—más de lo que ya lo hacían, de cualquier manera—: El Capitán ejercía tanto poder sobre él, más del que estaba dispuesto a aceptar, debido a que era la única persona en toda la organización que no consideraba su narcisismo o su pensamiento sarcástico como una cualidad tolerable. Y, peor aún, a que era el único que parecía no percatarse de su existencia todo el tiempo.

Sus ojos bajaron fugazmente a los glúteos del anacrónico hombre y tuvo que detenerse a sí mismo para no darle una palmada juguetona en ese momento.

“No, Stark, no es el momento…”  se reprendió mientras un poco de recelo se apoderaba de él. Rogers nunca se había percatado en su bien ejercitado y millonario cuerpo. Ni siquiera lo había visto de refilón una vez… O no que se hubiese dado cuenta.

Se sintió momentáneamente desplazado y no deseable. El gran héroe americano ni siquiera se daba cuenta de su presencia más que cuando quería molestarlo o recriminarle alguna idiotez. Fuera de eso, no tenían el menor contacto: Era la hostilidad o nada. Al parecer en la primera mitad del Siglo XX no habían inventado los términos medios.

Una estocada en el ego surgió de pronto. ¿Acaso no era lo suficientemente bueno a los ojos de Steve Rogers como para que le diese mérito a lo que hacía? No era como que hubiese decidido salir de su hermoso apartamento en New York sólo para tomar unas vacaciones con el ejército… La indignación se apoderó de su cuerpo: ¿Qué se creía el Capitán, que era mejor que él? Vistos comparativamente, eran un Windows 95  y una Mac OS X Mountain Lion. Por mucho que su padre, en paz descanse, hubiese coleccionado estampillas postales del gran héroe americano, ahora estaba lejos de aquellos tiempos dorados.

Quiso golpearlo. ¿Cómo se atrevía a insinuar que no era valioso, que sin su armadura no era nada? ¿Qué conocía gente que valía diez veces lo que él? Bueno, pues que se tomara su escudo y les pidiera ayuda a ellos…

Él era Anthony Stark. No necesitaba nada de un hombre con mallas que no podía volar. No permitiría que un sujeto que ni siquiera lo conocía a fondo, lo pusiese en duda, que exhibiera los fallos que tanto se había esforzado en erradicar desde su infancia.  Le mostraría al Capitán América lo equivocado que estaba, con tal de que no recayera de nuevo en el error de menospreciarlo.

Lo decidió al instante.  Si Steve Rogers quería que se quitase las armaduras, lo haría. Le haría comerse sus  palabras. Le mostraría todos sus pensamientos, incluso los que trataban sobre él y le dejaría en claro que, incluso cuando hubiese gente que valiera diez veces lo que él, Stark se volvería imprescindible para ese rubio recién descongelado…

Meneó la cabeza, no era momento de hacer los planes ni de fantasear con esa venganza, únicamente con jurarse que el Capitán América se tragaría sus palabras era suficiente. Por el momento, prefirió enfocarse en el iracundo científico de musculatura variable que permanecía unos pasos detrás del grupo. A menos de que le quitaran el cetro de las manos y le dieran un Prozac, las cosas no irían bien para nadie…

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado y que no crean que esta historia es sólo el producto de una de mis desviaciones mentales severas (cosa que, acepto, sí es).

Como siempre, espero que se hayan entretenido, que no piensen que fue demasiado OoC (y si lo sintieron así, háganmelo saber por favor). El problema es que no manejo realmente bien cómo es Iron Man ni, para eso, cómo es el Capitán América. Igual está entre mis planes seguir practicando, así que cualquier comentario constructivo o destructivo es bienvenido. También los trolls y los flammers, que me hacen la vida más feliz. 

Los invito, si tienen tiempo, a leer Desde mi ficción y De orgasmos y antiorgasmos. Además, les comento que he decidido incorporarme a esta moda de las redes sociales y que ya tengo una cuenta de Twitter específicamente para desvariar y poner comentarios random/yaoi y, como siempre, las puertas de mi vida online están abiertas a su voyeurismo. 

c. 


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