.::PASILLOS VACÍOS::.
El rumor de pasos llenaban los pasillos silenciosos del edificio abandonado.
-Hana, espera.
-¿Para qué? -bufó Haru de manera cortante, poniendo los ojos en blanco-. Me voy, tengo cosas mejores que hacer, a estar perdiendo mi tiempo aquí contigo.
Se volvió, decidido a abandonar el edificio, sin embargo fue retenido por el brazo:
-Hana por favor -susurró apenas Haru, sujetándolo con una fuerza insospechable.
Hana quiso quitárselo, pero Haru no se dejaba, sino que se abalanzó sobre él, tumbándolo. Un quejido se le escapó al rubio, dado que había caído de espaldas sobre su mochila. Quiso levantarse, pero descubrió pronto que aquello no se daría, dado que Haru estaba encima de él, aferrado a su cintura.
De no ser porque estaba llorando, Hana le habría dado la paliza de su vida.
Pero Haru lloraba y él se había quedado en blanco por ello.
Se quedó mirando hacia abajo, observando como el cuerpo de su primo se convulsionaba debido al llanto. Su cabello castaño oscuro le caía desordenadamente sobre los hombros, los cuales subían y bajaban de manera irregular. Su rostro estaba hundido en su abdomen, al cual lentamente comenzaba a sentir húmedo.
-¿Ha-Haru? -lo llamó con cuidado, tomándolo por los hombros y separándolo de sí... o tratando de, ya que Haru se aferraba a él como a su vida.
-Porque tú eres mi vida -oyó entonces que murmuraba el castaño contra su cuerpo.
Mierda, había olvidado que Haru podía leer su mente.
-No exageres Haru -dijo, tratando de sonar razonable o algo así.
Pero Haru sacudió la cabeza con fuerza, sin mirarlo.
-No estoy exagerando -susurró el castaño-, Hana... Hana, si tú me apartas me volveré loco, n-no sé qué me pasará, pero no me alejes yo... yo...
Sea lo que sea que su primo fuese a decir, nunca llegó. El hijo del Shaman King simplemente calló.
Hana lo miró fijamente, haciendo un nuevo intento de sentarse y de empujar a su primo, y por fin este no ofreció resistencia, pero su cabeza estaba gacha y su cabello le impedía a Hana verle el rostro. El rubio no se movió por varios segundos, hasta que finalmente estiró el brazo, haciendo a un lado una parte del sedoso cabello marrón. Era tan suave, casi como la cabellera de una mujer.
Llevó el mechón castaño hasta detrás de la oreja de Haru, y con el dorso de la mano rozó su mejilla, haciéndolo estremecer. Lo obligó a mirarlo, sujetándolo por el mentón, explorando esos grandes ojos verdes que estaban rojos e hinchados por el breve llanto que se había dado anteriormente. Extrañamente Haru no se alejó ni trató de evitar el contacto físico con el otro chamán. Este quitó el resto de cabello de su cara, acariciando su rostro. Sabía que el impulso que Haru sentía era o el de golpearlo o el de cerrar por lo menos los ojos. Mas ni hizo ni lo uno ni lo otro, sino que permaneció con la vista fija en los ojos de Hana, y Hana estaba embelesado con su propia estupidez. Otro segundo más y estaba presionando sus labios contra los de Haru.
-Lo siento.