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Intoxicado por un rojo intenso. por nezalxuchitl

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Notas del fanfic:

El relato esta ubicado en el Londres de finales del siglo XIX, sólo hay una diferencia con entre el universo de este fic y la historia que a todos nos enseñaron (en mayor o menor medida): no hay mujeres sino "donceles", chicos ukes capaces de preñarse.

Hay violación en este oneshot, y de un chico embarazado, advertidos quedan.

Link a la foto de los chicos que inspiraron a mis personajes: http://i1026.photobucket.com/albums/y326/NezalXuchitl/MARCOJUHABEN.jpg

Aviso que este fanfic tiene una precuela, por si se quedan con ganas de leer más de lord Marco y su doncel al terminar este fic. Sin embargo, son independiente y tanto este fanfic como el otro se pueden leer sin necesidad de  leer el otro. La precuela se llama "Cita en el cementerio de Praga" y aqui esta el enlace: http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=81181

Kiitos!

 

Notas del capitulo:

"He will go down he will drown drown, deeper down
The river wild will take your only child"

"Él se hundirá, el se ahogará se ahogará, hasta lo más profundo

El río salvaje se llevará a tu único hijo" - Nightwish, Ghost river, fragmento.

Intoxicado por un rojo intenso.

 

 

El rítmico resonar de los cascos de los caballos contra el pavimento arrullaba a lady Juha. Pasaba de la medianoche y las calles de Londres estaban casi vacías… o parecían estarlo. La niebla que subía del río hacia bajar la temperatura. El cochero llevaba a trote ligero a los caballos y silbaba para conjurar el ominoso silencio. No le gustaba trabajar de noche, pero, ¡que remedio! Esos donceles elegantes eran todos unos noctámbulos, y ni que decir de sus caballeros.

 

Eran todos iguales, aquí y en Escandinavia. Lady Juha se había levantado a tiempo para ir a tomar el té con su amigo lady Bunnie, luego su marido lo había llevado al teatro y a cenar, y ahí se separaron. Lord Marco se retiró al salón de fumar con los demás caballeros, y lady había permanecido en el elegante hall del hotel el tiempo suficiente para no ser considerado mojigato ni descarado, tiempo que, debido a su estado, era menor que el de los donceles que no estaban embarazados.

 

Lady Juha tenía seis meses de embarazo y lucía regio. La gravidez era obvia y, debido a lo estilizado de su figura, parecía que estuviera más avanzado. Ya le habían salido los pechos y los mostraba, orgulloso, con unos escotes que estaban en el límite mismo de la decencia. Prefería los vestidos en tonos grises y azules que resaltaran el acero de sus ojos y el magnífico, intenso, tono rojo de su cabellera.

 

La buena sociedad londinense lo había recibido y nombrado lady, pero, en realidad, nadie podía jurar, ante un jurado, que él o su marido fueran de noble cuna. De buen bolsillo sí que lo eran. Habían llegado de Helsinki a principios de la temporada y habían causado furor: los donceles suspiraban por el alto y rubio vikingo barbudo, y los caballeros, habitualmente tan divididos en sus opiniones, se habían mostrado ecuánimes en señalar a lady Juha como el doncel más bello de la temporada, a pesar de su embarazo (o quizá gracias a este, pues sólo los donceles preñados o lactantes tenían pechos). Los matrones no se explicaban como un doncel procedente de aquellas heladas barbaries podía tener una gracia tan exquisita, y los patriarcas, en especial los que pertenecían a alguna logia, se preguntaban qué tan cierto seria el rumor que lord Marco formaba parte de la elite secreta de los Norther kings.

 

-Paddy – la melodiosa voz de su patrón hizo que el cochero guardara a la carrera su botella de whisky en la gamarra – pasaré por el callejón Knockturn.

 

-Si, milady. – el cochero exhaló, abrumado. Cualquier esperanza de llegar pronto a casa para calentarse los huesos acababa de esfumarse; cuando el patrón iba a aquel lugar de mala muerte, solo Dios sabia cuanto podía tardar. Y que podría estar haciendo.

 

Muchas cosas escapaban al conocimiento de Paddy, dada su flagrante incultura, pero incluso el Ministro de relaciones exteriores ignoraba que asunto podía llevar a un doncel noble, y encima, embarazado, a un sitio tan poco recomendable que incluso los delincuentes decentes (tahúres, proxenetas) lo evitaban. Sobre este asunto, el humilde cochero irlandés sabía un mas que el ministro, pues el funcionario de estado ignoraba incluso que el lady visitaba aquel lugar.

 

Si Paddy hubiera sido pagado por el patrón y no por el amo, podría creer que era la infidelidad la que llevaba a su patrón ahí, pero no. Aguzando la oreja buena el cochero había escuchado que lady Juha contaba a su marido a donde había ido, e, incluso, a veces era lord Marco quien lo enviaba ahí.

 

-Llegamos, milady.

 

-Ayudadme a bajar.

 

El volumen de su vientre entorpecía los movimientos del doncel, cosa harto comprensible, pues hasta un bailarín se habría visto afectado en su agilidad con semejante panza. Y lo que le faltaba. Paddy disfrutó del roce de su capa de terciopelo y del perfume que su estado le proporcionaba.

 

-Espérame aquí.

 

-Si, milady.

 

El carruaje era demasiado ancho para pasar por el estrecho y tortuoso callejón que databa de la época isabelina. Palacios decrépitos y casonas ruinosas, lo delimitaban a uno y otro lado; sus ventanas cegadas exhalaban un vaho de muerte. Tétrico aun de día. Fantasmas y cosas peores rondaban por ahí. Paddy no tenía la entereza de ánimo de su joven patrón para adentrarse en sus recovecos de noche. Se subió el cuello de su viejo chaquetón y lo vio desaparecer tras la primer curva. Sacó la botella de whisky y bebió un largo trago, para calentarse. El río estaba cerca y su maldita humedad calaba.

 

Lady Juha resoplaba por el exfuerzo. En condiciones normales no se agotaba tan rápido, pero estaba embarazado y tenía miedo. No de un encuentro sobrenatural, pues en su tierra natal tales cosas se tomaban con calma. Tampoco de un mal encuentro, tal como se entiende en términos tradicionales, pues su contacto dominaba sobre todo el barrio, y las noches que tenían cita ni los búhos se atrevían a salir a las callejuelas. Tenía miedo de que los descubrieran y llevaran a su marido a prisión, o algo peor.

 

Juha había rogado a Marco que dejara aquello, pero su caballero era un hombre de honor: no podía traicionar la confianza del rey Tuomas. Por eso, cuando era necesario, Juha mismo (es decir, alguien libre de sospechas) era quien recibía o daba mensajes de voz con el más delicado de sus contactos, ese cuyo equivalente en el mundo de la química era la nitroglicerina.

 

Juha se detuvo para recuperar el aliento, y su instinto le aviso el peligro. Miró en derredor sin ver a nadie… claro que aquello no era garantía de nada en un sitio así. Escondido en un portal, o arriba, detrás de aquella horrible gárgola. Los urbanizadores habían puesto muy pocos faroles en aquel lugar. Apretó la pistolita que llevaba en el forro interno de la capa, a la mano. Podía dispararla sin necesidad de sacarla.

 

El rítmico resonar de sus tacones martilleó el silencio. Demasiado silencio. Juha estaba tan asustado que oía su propio corazón, pero se tranquilizaba diciéndose que era un tonto, que no tenía ningún motivo para temer. Hacia apenas unas horas que la nota cifrada había aparecido en su palco del teatro, enviada por él, sin que tuvieran idea de cómo había llegado ahí, como de costumbre. El esperaba hasta el último minuto en previsión de cualquier fuga de información.

 

Juha sintió que lo tomaban por detrás. Un brazo fuerte lo inmovilizó y una mano armada colocó el filo de una daga sobre su cuello mientras una voz grave, de varón, le decía:

 

-No grites.

 

El pecho de Juha subió y bajó pronunciadamente. Su captor cortó los cordones que sujetaban su capa anudados a la altura de su cuello y una vez en el suelo la pateó lejos. Adiós pistola. Juha sintió pánico, pero el frío contacto de la hoja lo mantuvo callado. Su respiración se aceleró aún más cuando el hombre olfateó su cuello y la daga bajó por su cuello y pecho desnudo hasta topar con el borde del vestido.

 

El hombre le dio la vuelta y Juha pudo verlo: era un varón joven, quizá más joven que él, un poco más alto que él pero indudablemente más fuerte, por su género. Los músculos bajo aquella ropa ordinaria, negra, se adivinaban bien trabajados. Tenía el pelo largo y suelto, castaño. Sus rasgos eran varoniles, atractivos.

 

-Por favor – susurró Juha – tomad mi dinero y joyas, pero no me hagáis daño. Estoy embarazado.

 

Ben, pues tal era el nombre del joven, sonrió. Claro que estaba embarazado, aquello lo sabría aunque no llevara semanas siguiéndolo. Lo había visto salir de una confitería mientras trabajaba descargando barriles de cerveza en el pub de enfrente. El intenso tono de rojo de su cabellera fue lo que llamó su atención. Era espléndido.

 

Lo había visto y se había quedado prendado. Dejó a sus compañeros echándole camorra y lo siguió. Lo fisgó a través del cristal de la pastelería sin llamar la atención: uno de tantos hambrientos. Lo vio subir al carruaje y corrió con todo el vigor de sus años mozos y la pasión que lo inflamaba. Lo vio entrar en una mansión modesta de Picadilly. Lo vio y no pudo apartarlo de su mente, tan hermoso, tan deseable: cuando escuchó su voz quedo por completo prendado, era… musical.

 

Llegó a conocer su rutina mejor que su marido. Sabía que un pobre músico que trabajaba en un pub no tenía la menor oportunidad de convertirse en el amante de un noble doncel extranjero, ni siquiera si el doncel fuera infiel, lo que no era el caso. Sabía que Juha amaba a su marido. Y sabía también que se moriría si no lograba poseerlo.

 

No sabia que haría después de poseer tal hermosura, pero incluso si no quedaba nada más después de aquello, habría valido la pena vivir.

 

Los ojos de Juha estaban agrandados por el miedo. Ben recorrió con sus dedos el delicado corazón de su rostro.

 

-Por favor – repitió, extendiendo una mano más hermosa que el anillo de rubíes que la adornaba – tomadlo todo, pero no me hagáis daño.

 

Ben se sintió humillado de ser tomado por un vulgar ladrón.

 

-No son sus joyas lo que quiero de usted.

 

Aquello hizo jadear a Juha de terror. Lo que había sospechado desde que la primer movida del agresor fue despojarlo de su pistola creía verlo confirmado: aquel hombre era un agente del rey doncel. ¿Qué podía hacer? ¿Si hablaba se salvaría? Él no tenia la convicción de Marco en la causa, él estaba ahí por Marco. ¿Lo despreciaría Marco si hablaba?

 

El extraño redujo el espacio entre los dos. Su rostro estaba tan cerca que podía sentir su aliento. Su mirada, sobre él.

 

-Por favor – tembló -. Estoy embarazado.

 

Ben colocó su mano desarmada sobre el vientre de Juha, y la movió lentamente, por toda la superficie. Juha temblaba de terror. Sintió al bebé moverse. El extraño también lo sintió y sus ojos se encontraron con los suyos, brillantes. Jaló aire para gritar pero el extraño intuyó lo que iba a hacer y lo calló del modo más inesperado: besándolo.

 

Su lengua pudo colarse en su boca, pues en su sorpresa, Juha se había olvidado de cerrarla. Era la primera vez que un varón que no fuera su marido lo besaba. Y lo estrechaba. Al recuperarse de la impresión, Juha forcejeó. Ben lo mantuvo dominado con un solo brazo, besándolo hasta que el doncel logró morderle un labio. Ben separó su boca; la sangra manaba de su herida y manchaba los labios de Juha, roja, como su pelo.

 

Lo sujetó con fuerza y rápido como un rayo llevo su daga a su pecho. Por un segundo Juha creyó llegada su última hora pero el hombre sólo le cortó el corpiño, los lazos, rasgando la tela. De un jalón terminó de romperlo y sus pechitos, súbitamente liberados de la presión, rebotaron. El hombre arrancó la tela para descubrir uno y llevó su boca ávida al rosado pezón, chupándolo, mojando el pecho blanquísimo con su sangre.

 

Juha gritó, pero su grito se perdió en la niebla.

 

-Silencio – ordenó Ben, aplastando su otro pezón con lo ancho de la hoja.

 

Ver el arma tan cerca de su corazón hizo a Juha callarse. Temblaba, y si el hombre no lo sujetara con el otro brazo mientras le chupaba el pecho, no podría tenerse en pie. Una idea se le había ocurrido al darse cuenta de las intensiones sexuales de su agresor, una idea que lo hacia sentirse aún más aterrorizado: ¿y si había caído en manos de Jack el destripador? ¿Iba ese pervertido a ultrajarlo y luego despanzurrarlo, matando a su bebé? Juha sentía ganas de llorar por su bebé, que lo mataran a él era lo que mas le aterraba, le parecía preferible perder la propia vida.

 

-Por favor no – le dijo, mientras sentía su mano subir sus faldas para tocar bajo ellas– estoy embarazado.

 

Sí que lo estaba, y aquello aumentaba su excitación, como aumentaba la de su marido: el hombre más afortunado de la tierra lo poseía a diario, o, al menos, todas las noches que Ben había logrado acercarse lo suficiente por el techo vecino. Lo oía gemir con su voz melodiosa, tan sensual, pidiéndole más, y el hombre lo complacía en medio de rítmicos golpeteos. Algunas veces incluso había entrevisto algo a través de las cortinas; un rostro extasiado por el placer, el de Juha o el del hombre que lo gozaba… o sus siluetas recortadas por la luz del interior.

 

Ben acarició su pierna cubierta por la finísima media hasta la mitad del muslo, donde terminaba. Y entonces pudo tocar su piel, que le pareció aun más suave que la seda. Jaló una liga, hasta que rompió, o desabrochó, y acarició más arriba, la curveada nalga cubierta por los bombachos satinados.

 

-No, por favor, no…- suplicó con los ojos llenos de lágrimas.

 

Ben sintió pena por él, pero su excitación era más grande. Lo había deseado demasiado, demasiadas veces. Retiró la hoja del pezón y sintió que el pene le punzaba al ver lo erecto que estaba. Arrojó la daga, Juha exhaló aliviado, creyó que se salvaba, pero solo el tiempo que a Ben le tomo cubrir su pecho con la palma de su mano y masajearlo.

 

-¡No! – gritó en un arranque de histeria - ¡No, no, no!

 

Ben le pegó una bofetada para que se calmara y luego lo besó. Se apoderó de sus labios y trató de abrir su boca, atrapándolo con su cuerpo contra el mármol sucio de una ruinosa pared, sobando su pecho y su nalga, arrimando su cadera para frotar su entrepierna contra el muslo del doncel, con trabajos, aplastándole la panza.

 

Juha temía por su bebé, sentía que lo apretaban, que lo lastimaban.

 

-¡Mi bebé! – dijo cuando logró separar sus labios – Mi bebé… ¡suéltame! – trató de darle un rodillazo en los testículos, pero el vestido le estorbó el movimiento.

 

Ben alcanzó a esquivar el golpe y reaccionó inmovilizándolo más. Lo aplastaba bastante contra la pared y le detenía los brazos para evitar sus puñetazos sin apenas aplicar fuerza; besaba su cuello y sus pechitos deliciosos, pero por más que los succionaba no salía leche: su embarazo no estaba tan adelantado. El pene le dolía de lo excitado que estaba. Le dio el sí un rodillazo en los testículos, no demasiado fuerte, era un doncel, por todos los diablos, y acompletó el efecto aturdidor con otra bofetada. Luego le rasgó el vestido de arriba abajo, y los bombachos.  Le dio vuelta y lo empinó contra la pared, jalándole un brazo atrás en una llave de lucha.

 

Admiró aquellas nalgas que el embarazo volvía más voluminosas; acarició una, levantándola y dejándola caer, salivando ante el sensual bamboleo. La jaló a un lado, vislumbrando la rosada entrada. La tocó con su dedo, provocando nuevos forcejeos. Presionó: estaba bien cerrada. Presionó más y su dedo se hundió en la carne cálida y apretada. Lo dedeó un poco, más por gozarlo que por prepararlo y cuando sintió que no podía esperar más para poseer su exquisita belleza escupió en la palma de su mano, frotándose el pene. Lo arrimó a buen puerto.

 

-¡No, no! – protestó Juha, que se había limitado a jadear por el exfuerzo. Luego gritó al sentir el arma de carne dura hundiéndose en sus entrañas.

 

Ben le tapó la boca, jalándole la cabeza para atrás, hundiéndose hasta el fondo en aquella carne suave y cálida: era el paraíso. La hermosura pelirroja se sentía tan bien como se veía. ¡Y como olía! El perfume de los donceles embarazados lo intoxicaba; su cuello era más adictivo que la amapola. ¡Si pudiera llevárselo y gozarlo siempre así! Dejó de aplicarle la llave para acariciar su vientre redondo, sus pechos redondos; era tan sensual así… el embarazo lo hacia más bello, aunque nunca lo había visto sino preñado. Acarició sus pechos, sus pezones, su vientre de nuevo, hasta abajo, hasta el sexo flácido que demostraba que no lo estaba gozando. Él no lograría que se abandonara al placer, como sí lo hacia el hombre rubio.

 

Juha estaba llorando y no forcejeaba más. Lo único que hacia era procurar que su vientre no pegara contra la pared a cada violenta embestida suya. Ben sintió ternura; dejó una mano sobre su vientre, para protegerlo, pero sus lágrimas también hicieron que experimentara un sádico placer que lo instaba a  penetrarlo más rápido y más duro; brutal. No sabía cuanto tiempo alcanzaría a gozar a su hermosura pelirroja, cuanto tiempo aguantaría semejante placer antes de vaciarse en sus entrañas.

 

¡Si ese bebé fuera suyo! ¡Si Juha fuera suyo! Jugó con aquella idea mientras lo violaba, pero era eso, solo un juego. La única manera en que podía poseerlo era a la fuerza. Si lo robaba lo haría muy desgraciado, y… no se engañaba respecto al tiempo que lo tendría en su poder antes de que el marido lo recuperara. Y tras recuperarlo podía maltratarlo, por la deshonra sufrida.

 

Al sentirse penetrado contra su voluntad la reacción fisiológica de Juha fue apretarse. Pero, al darse cuenta que ya nada podía hacer se relajó: no quería que el bebé saliera lastimado. Quería creer que de algún modo saldría ileso, que Jack no lo destriparía. Si lloraba mientras lo poseían no era por el dolor que sentía en el culo, sino de miedo por lo que pudiera pasarle a su hijo. Pensaba en pedirle que lo matara sin destriparlo: un cirujano hábil podría sacar al bebé, quizá este fuera lo bastante grande para sobrevivir… tenía que serlo. Imaginarse a su bebé muerto era lo que lo hacia llorar desconsoladamente.

 

El terror de Juha creció al sentir al varón terminar en sus entrañas, cosa que no creía posible. Si ya había terminado la violación era hora del asesinato. El hombre le destapó la boca y le dio la vuelta.

 

-Por favor… - imploró con los ojos rojos de tanto llorar – no mates a mi bebé.

 

El orgasmo había sido el mejor que Ben hubiera tenido (y tendría) en toda su vida, así que no pudo sentirse tan miserable como debía.

 

-No voy a matarte. – le dijo jadeante.

 

-¿De verdad?

 

Ben asintió y Juha se sintió embargado por el alivio. Su carita cambió por completo. Ben recorrió con sus dedos su mejilla húmeda.

 

-Eres la criatura más hermosa sobre la tierra. – bajó por su cuello, su pecho y su vientre – La más hermosa. – repitió.

 

Luego lamió sus labios, besándolo una última vez mientras se cerraba la bragueta. Después echó a correr y lady Juha no volvió a verlo jamás.

 

***

Juha lloró de alivio, abrazándose el vientre. Lo tenía helado; tenía frío en todo el cuerpo… incluso ahí. El semen del extraño había escurrido fuera y estaba helado. Y era mucho. No podía ni levantarse, así que se arrastró al lado de sus destrozadas ropas en dirección a la capa. Al cubrirse con ella y mirar atrás descubrió horrorizado que había dejado un rastro de sangre. Un charquito ahí donde estuviera sentado y gotas y manchones en las viejas losas.

 

El amargo sabor del miedo resurgió en lo profundo de su garganta, pero no se dejó dominar por él. Debía de arrastrarse hasta la calle, donde el cochero aguardaba, y no asustarse más. Los sustos eran malos para  el bebé. Que horrible seria perderlo por un susto habiéndolo salvado de un asesino.

 

Juha hizo un exfuerzo por levantarse y lo logró. Se sintió mareado y se apoyó en la pared. Comenzó a andar torpemente; le dolía el trasero y se sentía muy mal. Veía borroso y varias veces estuvo a punto de caer.

 

Jamás olvidaría el inmenso alivio que sintió al ver a su marido. Sentía que no llegaría cuando Marco llegó y lo cargó en sus fuertes brazos. Le aseguró que todo estaría bien y él le creyó. Apoyó la cabeza en su pecho y cayó rendido.

 

 

***

 

 

Juha despertó en su cama. Su marido velaba a su lado, junto a una inútil bujía, pues la luz de la mañana se colaba por las cortinas.

 

Marco lo abrazó en cuanto lo vio despertar. Juha lo abrazó a su vez y en medio de los dos, en su abultado vientre, sintió moverse al bebé, incómodo por el aplastón.

 

-Gracias a Dios. ¿Cómo estás?

 

-Bien. ¿Cómo está el bebé?

 

-El médico dice que ya pasó el peligro.

 

Juha asintió: lo sabía, podía sentirlo, contento, dentro de él.

 

-¡Oh mi amor! Tuve tanto miedo por ti. – los ojos de Marco estaban húmedos y todavía tenia puesto el traje de la noche pasada: terciopelo sin cepillar y manchas de ceniza de cigarrillo en la pechera.

 

-Estamos bien.

 

-¡Oh Juha! Fue culpa mía…

 

-No cariño, no fue tu culpa. Me atacó Jack el destripador.

 

Marco se quedó boquiabierto. La puerta del dormitorio se abrió y entró un hombre leyendo el periódico.

 

-No dulzura: si te hubiera atacado Jack el destripador estarías… - el inglés hizo una educada pausa para pensar en un eufemismo para la escena que había imaginado – destripado.

 

-¡Mycroft! ¿Qué hace usted aquí? – exclamó lord Marco al ver ahí al más flemático de los agentes.

 

-Nada mi estimado amigo, lo mismo que ustedes aquí. El asunto de ayer era de vital importancia, y el desafortunado incidente acontecido a lady Juha dio al traste con él. El rey doncel nos ha ganado la partida por unas… - calculó – Dos horas. Quizá dos horas y cuarto.

 

Marco meneó la cabeza y apoyó la frente sobre su palma y su codo sobre la cama. Juha se incorporó y lo confortó mientras Mycroft narraba cómo, la noche pasada, al ver que lady Juha se retrasaba, el contacto del callejón Knockturn se había comunicado con él. Él se había comunicado entonces con Marco…

 

-Y en esta parte, mi bello señor – miró al doncel – su esposo se comportó como un enamorado. Tan pronto oyó que no había acudido a la cita salió corriendo… a buscarle. Cualquier persona podría haberle auxiliado, pero solo él, o usted, podían descifrar los mensajes, pues los únicos agentes en Inglaterra que dominan el finlandés. Tener las instrucciones sin entenderlas era peor que no tenerlas. El rey doncel actuó primero y ganó.

 

-Mi esposo esta por encima de todo. – declaró Marco.

 

-Sí, eso lo habéis dejado bien claro. – dijo Mycroft con reproche – Es usted más bien un aficionado a la causa.

 

-Lo mismo podría decirse de ustedes, pues el código no es más que un idioma como cualquier otro.

 

-Cierto – respondió el inglés – pero no veo la utilidad en aprender un idioma hablado por medio millón de almas. – la complejidad no era un problema para Mycroft – Sin embargo, yo siempre he declarado que lo que me liga a la causa es, simplemente, evitar el aburrimiento.

 

-Hemos perdido la batalla pero no la guerra. – dijo Marco – Si este era el objetivo de su visita puede darla por terminada.

 

-De hecho, me gustaría hacerle unas preguntas a mylady, si se encuentra lo bastante recuperado.

 

Marco miró a Juha.

 

-Preguntad.

 

-¿Podría describir a su agresor? – el pulso se le aceleró de acordarse de él. En los días de su vida podría olvidarlo.

 

-¿Por qué razón pregunta esto? – respondió Marco, irritado.

 

-Bueno – dijo – los Norther kings quieren la cabeza de quien frustró sus planes. E imagino que usted también la quiere. Y milady.

 

Marco asintió. Pero Juha no estaba tan seguro, después de todo, no le hizo todo el daño que podría haberle hecho. Su bebé estaba bien y para él eso era lo más importante. Descartado que fuera Jack el destripador (ahora incluso se sentía un poco tonto de haberlo creído) no creía que fuera un agente enemigo. No. No le dio esa impresión. No preguntó nada sobre la misión.  Y lo que le dijo. “Eres la criatura más hermosa sobre la tierra.”

 

-¿Milady? ¿Puede describirlo?

 

-No lo vi bien. Estaba muy oscuro y me sorprendió por la espalda. Pero era un varón.

 

-Milady, eso resulta elemental.

 

-No tanto – replicó, picado por su tonito – sabéis tan bien como yo que hay donceles pervertidos que gustan de practicar el rol activo. Y viceversa.

 

-Muy bien, varón entonces. ¿Algo más?

 

-Era grande. Y fuerte. Tenía el pelo negro y corto.

 

-¿Os dijo algo?

 

-Nada. – oculto el rostro en el pecho de su marido. Se preguntaba si hacia bien en encubrir al muchacho.

 

-¿Satisfecho Mycroft?

 

-No tanto como el rey doncel, pero algo es algo. A los pies de usted, milady. – besó su mano – Hasta la vista. – estrechó la de lord Marco.

 

Marco subió a la cama para abrazar a su esposo. El médico había recomendado mucho reposo, pues el sangrado provino, opinaba, más de un desprendimiento placentario que de la violación en sí. “El susto”, como lo llamaban las gentes.

 

-¿Estás bien? – preguntó a su soñoliento esposo.

 

-Sí. – lo miró a los ojos con infinita ternura – Te amo.

 

-Y yo a ti.

 

 

***

 

 

 

La brisa marina hacia ondear su cabello largo y castaño. Era la conocida brisa del Atlántico, todavía. Con todo su equipaje en un hatillo sobre el hombro Ben estaba reclinado en la barandilla de la cubierta de tripulantes.

 

Se había enrolado por diez años en la Compañía de las Indias orientales y viajaba rumbo a Calcuta. Los exóticos nombres de las lejanas colonias del imperio británico resonaban, misteriosos, en su mente. Jamás los había visto, ni siquiera en pintura, pero Bombay, Shangai, Hong Kong, eran nombres que evocaban la aventura, lo desconocido.

 

Le hacían sentir que aún quedaba algo más por hacer. Dudaba que el Taj Mahal fuera la mitad de hermoso que lady Juha, pero como daba lo mismo ir allá que pudrirse en el pub o lanzarse del puente de la torre, iba allá. Su papá solía decirle que era un niño inquieto.

 

El sol se hundió en el horizonte líquido y el gris océano pareció encenderse en llamas, rojas, intensas, hermosas.

 

Como la cabellera de lady Juha.

 

 

 

 

Fin

 

Nezal,

 

Mayo del 2012

 

Notas finales:

Bueno, tres de los personajes de ese relato, Marco, Juha y Ben estan inspirados en tres de mis metaleros favoritos.

En cuanto a Mycroft, bueno, no necesita presentación, ¿verdad?

Y este fanfic podria separarse en lemon y trama, y soñé una de las dos y me gustó tanto que ya despierta inventé la otra, ¿cual parte creen que soñé? Seguramente se equivocarán ;)

Gracias por leer, ojala lo hayan disfrutado.

Kiitos!


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