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No mires atrás por Sawako_chan

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Notas del fanfic:

Bueno, esta historia surgió desde mi remoto sentimiento de aquellos amigos que dejamos en el camino, y por casualidades volvemos a encontrar más tarde. Así sucede en esta historia, ¿a quién no le gustaría reencontrarse con su mejor amigo? Pues ésta historia habla precisamente de eso. De las amistades pasadas y los sentimientos ocultos.

Notas del capitulo:

Ésta historia sera corta, algo sencillo. Pero prometedor. Por lo pronto les dejo el capítulo que he hecho hoy mismo y no he resistido a subirlo. Es una breve introducción a lo que será el fic. Espero que les agrade, gracias.

Disclaimer: Todos los personajes de Naruto pertenecen a Masashi-sensei. Aunque me gustaría tener al teme y al dobe en mi poder. 

 

CAPITULO I

 

Le fascinaba su profesión, le encantaba ayudar a la gente. A sus cortos 27 años de edad, Naruto Uzumaki era una persona fresca, llena de vida y proyectos por delante. Amaba cada cosa que hacia y ponía todo su empeño en sus labores. No le hacia falta nada: tenía un buen trabajo, un excelente sueldo, un coche y un hogar. Aunque había algo que hace mucho no encontraba: amor. Pero cualquier persona puede estar soltera por algún tiempo, darse su espacio y pensar en la vida, disfrutar y salir con amigos. Y él jamás necesitó a alguien a su lado. Era independiente, su fuerza de voluntad era implacable, y aunque muchas veces solía meterse en problemas, salía de ellos con facilidad. Tenía muchos amigos y amigas con los que salir, y propuestas de noviazgo no le faltaban. No se consideraba un hombre guapo, pero tenía mucho carisma. Eso era.

 

 Esa mañana en especial, llevaba consigo una sonrisa radiante, llena de vida. Tarareando una canción, llegó al piso número ocho donde estaba ubicado su consultorio. Se sentía muy bien, y comenzar un Lunes con un perfecto humor, le anunciaban una buena semana por delante.

 

     -Buenos días, doctor Uzumaki – la chica que estaba tras el escritorio era su asistente. Hinata era una mujer muy hermosa, que en épocas pasadas podría haber sido su novia. Pero ella ahora estaba prometida con su primo. Era muy dulce y tierna, gustaba de ayudar y tratar bien a la gente. Una buena asistente y amiga.

 

     -Buenos días Hina-chan – se acercó un poco hasta aspirar la fragancia que desprendía aquella mujer – ¿Hay alguna cosa importante para hoy? –

 

     -Sí. Su cita de las nueve de la mañana acaba de cancelar por un problema familiar. Su cita de las once llamó para hacer la terapia a las diez… - siguió consultando su libreta – las demás citas están programadas normalmente, doctor – terminó con una agradable sonrisa.

 

     -Muchas gracias – le sonrió radiante y entró a su consultorio. Era grande, cómodo. De paredes color pistache con blanco, piso y techo de madera fina, y alfombras de colores pasteles. En un costado había tres grandes sofás para las consultas y al fondo se encontraba su gran escritorio frente al ventanal que daba a la avenida. Un baño grande decorado, y libreros llenos de ejemplares valiosos. Tenía cuadros importantes pegados en las paredes y alguna que otra obra abstracta entretenida. Una televisión y grabadora ocupaban un mueble, para sus momentos de ocio. Claro que a veces se aburría mientras llegaban sus citas. Ser un psicólogo especializado en el área de los problemas sexuales tenia sus ventajas.

 

Dejó su portafolios en el escritorio y como era aun temprano se preparó un café y tomó asiento encendiendo la televisión. Hacia un buen día, a pesar de estar a finales de Septiembre. En menos de un mes cumpliría sus 28 años. ¿Tan viejo era ya? Los años, sin duda, se pasaban muy rápido. Y la vida, aún más. Aunque en cierta parte, se alegraba de haber tenido una adolescencia tan movida como la suya. Sonrió al recordar sus locuras, rebeldías, peleas callejeras y pleitos escolares. Un idiota sin causa para las materias, y ahora estaba ahí, en su consultorio, graduado con honores. Todo un profesional.

 

Recorrió a paso lento uno de los muebles donde descansaban algunos portarretratos. En uno de ellos, estaba él con sus padres sonriendo feliz en la playa; uno más adelante estaba ésta vez con sus abuelos. Aquellos viejos que eran como sus segundos padres, los amaba. Al fijar su visión un poco más al fondo, pudo reconocer la foto que le causaba más emociones. La foto de graduación de la escuela secundaria.

 

A sus 15 años había conocido a los mejores amigos que en la vida pudo tener. Amigos que duraron hasta que cumplió 18. Todos habían sido muy unidos, todos amigables. Comenzó a recordar entonces a cada uno de ellos. La primera en identificar fue su amor platónico: Sakura. Era bella y delgada, sublime y de buen corazón, pero fiera y a veces insoportable con una fuerza descomunal. Era inteligente y muy bondadosa. Lo bueno es que aún seguía en comunicación con ella. Ahora era una reconocida pediatra, y trabajaba en el hospital de su abuela como la segunda al mando. Sin duda la vida le había pintado bien, pues tenia una casa grande y actualmente vivía sola, pero feliz. Ino fue la segunda chica en reconocer. La mejor amiga y rival de Sakura. Ella era extravagante, bella y muy sínica a veces. Una de las mujeres más divinas de la clase, con buen porte y una excelente condición física, la mejor porrista de la escuela. Una buena amiga y consejera. Actualmente tenía una de las mejores floristerías de la cuidad, esa siempre fue su mejor cualidad: conocía a las flores mejor que a sus amigas. Hinata –su asistente actual– fue una chica inteligente, solidaria y un ángel con todos. Siempre estuvo enamorada de él hasta que Neji le declaró su amor. Tímida y siempre con las mejillas rojas, con voz dulce, soñadora y los ojos llenos de ilusiones. Una chica con un buen presente. De Ten-ten no había vuelto a saber nada, aunque le habían llegado rumores acerca de que su padre había muerto y ella regresó a su pueblo para encargarse del negocio familiar. 

 

A kiba, Shikamaru, Neji, Rock-Lee, Sai y Gaara los seguía viendo. Eran buenos amigos y jamás habían perdido la comunicación. Cada viernes por la noche se reunían en la disco Konoha para beber y divertirse. Eran los mejores amigos que había conservado. Aunque faltaba el más importante: Sasuke.

 

De él era de quien no había vuelto a saber nada. Era su mejor amigo y rival; peleaban todo el tiempo, pero nunca se dejaban solos. Sasuke era un chico ejemplar, con buenas notas y excelente promedio. Aunque en un principio se habían odiado, con el paso del tiempo y los golpes, se habían vuelto inseparables. Era cierto que siempre discutían y aprovechaban las situaciones para apuñalarse en el orgullo, pero se querían como hermanos. << Ellos siempre estarán juntos. Amigos inseparables >> solía decir la mayoría de la gente y Naruto siempre lo creyó. Aunque todos estuvieron equivocados al final, pues a fin de curso del último año, Sasuke anuncio su partida a Londres. ¿Cuándo volvería? Tal vez en meses, o años. Tal vez nunca.

 

Por más que Naruto le pidió una fecha para su regreso, Sasuke no lo reveló. Se marcho sin decir cuando volvía. Tampoco se supo el origen de su decisión. Y hasta la fecha, después de 10 años, no había vuelto a saber de él. Que triste, ¿no? Sufrió el abandono de su mejor amigo. Sasuke ni si quiera menciono el día ni la hora de su partida, y cuando nadie lo esperó, la familia Uchiha se había marchado de Japón sin dejar huella. Esfumándose como el humo de un cigarrillo a medio consumir.

 

Era triste que después de todo lo que habían vivido juntos, a Sasuke no le importara dejarlo solo. Trató de buscarlo por todos los medios que le fueron permitidos, y llamo a su celular dejando cientos de mensajes en el contestador. Ninguno fue devuelto. Le mando sin fin de correos y tampoco fueron regresados. No sabía la dirección que ahora tenia en Londres, y aunque en unas vacaciones a sus 20 años lo había ido a buscar, no había tenido suerte. Era tonto, pero aún seguía escribiéndole mensajes en su computador. Esos que jamás quiso volver a mandar, esos que ahora se guardaba para él. Sonrió al darse cuenta de lo estúpido que había sido todo este tiempo ¿Acaso a Sasuke iba a interesarle lo que hiciera con su vida? Al marcharse sin dar explicaciones, era porque ya no le interesaba su amistad.

 

Sacudió la cabeza borrando malos recuerdos de su memoria. Tal vez, si el destino quería, Sasuke y el volverían a encontrarse. Tomó el último trago de su café ahora frío y decidió que era hora de comenzar a trabajar. Estaba muy entusiasmado.

 

 

 

 

*SN*SN*

 

 

 

 

El frío paisaje tras su ventana era singular al de su corazón. ¿Qué diablos le sucedía? Nunca había expresado sus sentimientos abiertamente, y tampoco es que quisiera empezar ya; simplemente necesitaba platicar con alguien, o hacer algo que lo distrajera. Sabia que su lugar no estaba en esas frías calles, ni tampoco con la gente horrible y boba con la que solía tratar a diario en la empresa.

 

     -Sasuke, no te quedes mirando como estúpido la ventana y ven a ayudarme, ¿quieres? – gruñó en respuesta y se volvió hacia su hermano.

 

     -Itachi – el aludido lo miró por primera vez aquel día en que llevaba más de cinco horas pegado a su laptop – Regreso a Japón hoy. – no era una pregunta, no pedía permiso. Estaba afirmando que regresaba a su lugar de origen.

 

     -Ya era hora – sonrió y volvió a trabajar ahora con una tranquilidad más grande. ¿Cuánto tiempo había tenido que pasar para que Sasuke dejara de lado todo y quisiese volver a Sapporo? Vaya que tenia un hermano menor muy idiota.

 

Sasuke, por su parte, comprendió que Itachi esperaba esa respuesta desde hacía mucho tiempo. No porque no lo quisiera con él, pero ahora que la empresa estaba ampliándose a nuevos horizontes, era una excelente oportunidad volver a Japón. Así que sin esperar más tiempo, hizo la reservación con un boleto para esa misma mañana con vuelo a Japón sin fecha de regreso. Planeaba irse un extenso tiempo, al menos hasta que las cosas volvieran a su cauce.

 

 

 

 

*SN*SN*

 

 

 

 

Las consultas habían sido todo un éxito, y más de una vez logró bromear con sus pacientes y hacerles ver la vida sexual de un ángulo distinto. Tenia toda clase de pacientes que la gente ni si quiera se imagina. Algunos sadomasoquistas, algunos frígidos, algunos salvajes; en fin. Pero no solamente se divertía por eso, sino más bien porque al final de la consulta sus pacientes se iban con buena cara y sonriendo. Eso le hacia feliz. La verdad, es que no se imaginaba teniendo otra profesión. No estaba en sus planes trabajar en una empresa vestido con traje, o de arquitecto haciendo planos y planos, o como contador envuelto en números y cifras. ¡Bah! Bastante tedioso todo. Amaba lo que hacía.

 

Con una sonrisa finalizó el día. Era temprano y todavía le daba tiempo de pasearse por ahí para distraerse un poco antes de volver a casa. Ese era otro punto a favor de su interesante profesión: no tenía horario de salida o entrada. Es cierto que a veces se quedaba hasta tarde en la oficina organizando papeles o invirtiendo mucho tiempo en algún paciente, pero nada que no tuviera una buena solución.

 

Al salir y respirar el aire fresco, se dijo a sí mismo que necesitaba un cambio. Vivir soltero por cinco años le había traído mucha libertad, pero también mucho tiempo para aburrirse. Estar atado a alguien no era lo suyo: su espíritu era libre. Pero aunque lo negara, había ocasiones en que se sentía solo. Muy solo.

 

La mayoría de sus amigos ya habían sentado cabeza, muchos estaban a un pie del altar, ¿y él? bueno, pues no lo sabía. Ni si quiera sabia si le atraían las mujeres al cien por ciento. Es cierto que toda su vida había estado colmado de mujeres, de citas y novias. Pero ahora comenzaba a volverse algo tedioso. Las mujeres eran complicadas, y mucho. Exigentes, bipolares, difíciles de tratar e interesadas. Estaba pensando en volverse gay. El solo echo de hacer algo semejante hizo que soltara una risa demasiado intensa como para que toda la gente lo volteara a ver. Con las mejillas sonrosadas, pospuso su entretenimiento para después. Aun tenía algunas cosas que hacer en casa y quería dormir temprano.

 

Así que sin más, volvió a su apartamento. Tenía toda la tarde libre y la noche. Recordó que tenía un par de películas que había estado posponiendo para después; bien, pues ahora tenía tiempo suficiente para verlas. Aunque sinceramente, no es que le agradara tener que ver una película de terror y luego dormir solo. Si tuviera cinco años por lo menos su mamá habría dormido con él. Pero eso no sucedería por dos obvias razones: la primera es que ya no tenía esa edad como para estar asustado por pura ciencia-ficción. Y la segunda, pero no menos importante, era muy sencilla: su madre estaba muerta, y su papá también. Suspiro cansadamente. Esas eran viejas heridas que por más tiempo que pasara, al recordarlas siempre hacían daño. ¿Pero a quien no va a hacerle daño algo así como la ausencia de ambos padres y sin más familia? Los dos habían sido hijos únicos, teniéndolo a él también como hijo único. Aunque sus abuelos sí que seguían con vida. Pero no en Sapporo, ese era el máximo problema. Viajar tres horas para irlos a visitar a un viejo pueblo sin señales de vida no era de su completo agrado. No solía ir mucho con ellos por esas mismas razones. ¿Qué persona en pleno siglo XXI se atrevería a pasar más de 24 horas sin electricidad ni comunicación?

 

Pasó a Walmart por algunas compras a su decadente refrigerador lleno de porquerías, y compró de paso algunas películas más. No planeaba ver ninguna de terror. Era cierto que era tonto, pero su cerebro no comprendía la palabra irreal. Así que después de algunas visitas a la dulcería, licorería, Walmart y el viejo puesto de ramen al que siempre le sería fiel, volvió a casa. Su apartamento –ubicado en el piso diez– no era muy grande, pero tenía espacio suficiente para moverse con libertad y mover muebles como le placiera. Dejando las cosas en su refrigerador y guardando todo, se tumbó sobre el sofá rojo que siempre le había fascinado. Era tonto, pero ese sofá tenía un significado más grande que toda su casa junta. Era especial, porque era un recuerdo.

 

Encendió la TV y varias horas miró sin mucho interés. Estaba aburriéndose. Puso una de las películas para entretenerse, pero tras ver un par de ellas, solo consiguió estresarse. ¿Por qué en todas tenia que haber un protagonista guapo, sexy, varonil? ¿Y una mujer exuberante, que termina siendo salvada por el patán de la historia? Diablos, las historias eran tan predecibles que si el hacía una plasmada de idioteces, pero con un final feliz, lo nominarían al Oscar. Se sirvió un poco de agua en un vaso y se dio cuenta que no estaba aburrido ni estresado. Estaba solo. Bueno, era obvio que estaba solo, pero se refería al sentimiento de la soledad, de la falta de compañía, de pareja. Tal vez era hora de volver a buscar la felicidad. Era bastante sarcástico que él fuere un profesional en esa área y ni si quiera tuviera una persona a su lado. Que ironía más cruel.

 

Las horas pasaron como río encadenado al mar. Dos cervezas pequeñas yacían vacías en la mesa de noche y junto a éstas, una bolsa de papas fritas. Estaba cansado y agotado ahora sí. Era tiempo de dormir, pero estaba tan cómodo ahí recostado en su sofá rojo, que no tenia ánimos ni para arrastrarse a su cama. Volvió a cerrar los ojos y pasó el antebrazo por encima de sus ojos, cubriéndolos, intentando volver a conciliar el sueño. Se movió un poco estirándose para tomar una postura más cómoda y se relajó de sobremanera. Ahora sí estaba listo para otra ronda en los brazos de Morfeo.

 

Sin embargo, un sonido lo sacó de su ensimismamiento. El timbre de su puerta estaba sonando. ¿Quién diablos era? Él estaba a punto de dormir pero la gente parecía ignorar esto. Con paso cansado y sin quererlo realmente, fue hasta su puerta, pero justo estaba planeando girar la perilla, cuando se dio cuenta de algo. ¿Quién diablos sería tan idiota como para tocar a su puerta a las dos de la mañana? Sin duda, debería ser el señor de la leche. Aunque no hubiera ningún señor de la leche nocturno, al menos. Así que descartando esa idea, pensó que alguien se había equivocado de puerta y se iría, pero el timbre volvió a sonar tres veces. Eso era raro. Aparte de Sakura, Gaara y sus amigos cercanos, nadie lo visitaba en casa. Ni si quiera su abuela, ¡vamos!

 

Entonces sopesó la idea que había sido una completa decisión equivocada no permitir que a su puerta le perforaran un hoyo para poder visualizar quién tocaba a la puerta. Sí, ahora era un idiota. Pero más idiota porque estaba muerto de la curiosidad y necesitaba saber quien estaría del otro lado. ¿Un psicópata? ¿Algún vagabundo? ¿Un secuestrador? ¿Gaara borracho? ¿Algún niño explorador vendiendo galletas? ¿El coco? Bien, eso ya era descabellado. Si alguna vez llegase a tener hijos, estaba completamente seguro que no les contaría historias absurdas como esa o como el hada de los dientes, o aún peor: Santa Claus. ¿Para que hacer ilusiones a un infante acerca de seres inexistentes? Les creaban una sobrevaloración a los héroes verdaderos, a las personas importantes y reales… Bueno, eso no era el punto crucial en esa situación. Así que tan hiperactivo como era él y sin pensárselo más, no se molestó en preguntar quién era. Abrió de golpe la puerta ocasionando un leve viento en sus cabellos dorados. Sus ojos se mostraron confundidos para dar paso a la sorpresa acompañada de una gran exclamación. Sin esperar más, cerró la puerta rápidamente y volvió a abrirla a los 10 segundos contados por el. Las manos le temblaban y su cerebro estaba a punto del colapso. ¿Qué hacía ahí…?

 

     -¿S-Sasuke? – preguntó en un hilillo de voz. El susodicho sonrió de medio lado cruzándose de brazos, iluminado por la tenue luz del pasillo.

 

     -No tengo ningún hermano gemelo, así que supongo que soy el auténtico Sasuke. – la manera de pronunciar su propio nombre, la forma de estar ahí parado, la media luna que su sonrisa formaba haciéndole eco a la luna. Era sin duda Sasuke. El teme, su amigo, su rival. El idiota que lo abandonó mucho tiempo atrás, por quien lloró algunas noches, por quién viajó a Londres sin éxito. Ahora estaba frente a su puerta. Sin esperarlo, sin pedirlo, sin imaginarlo. De la nada había llegado, ¿tal vez en el correo? Tenía tantas dudas que no pudo decir nada. No permitió que Sasuke entrara, pero tampoco le impidió el paso. Estaba ahí parado, contemplándolo, igual que Sasuke a él. Y entonces, entonces una idea descabellada cruzó su mente, algo relacionado con lo que había estado pensando en la mañana, algo que jamás haría después de ver a Sasuke. Algo que les sorprendería a todos, y hasta a él. Con los ojos cristalizados por las lágrimas que se impidió mostrar ante su alto amigo, hizo lo que Sasuke jamás imaginó.

 

 

 

 

 

 

 

Golpeo con fuerza su mejilla derecha.

 

 

Notas finales:

¿Qué les parecio? ¿Un buen inicio? Los capítulos no serán largos, pero estarán llenos de cosas interesantes, al igual que los diálogos, así que pongan atención si no quieren releer algún capítulo o volver a buscar las palabras clave. Pese a todo muchas gracias, actualizaré las historias que tengo en cuanto pueda.

 

Swako_chan


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