El sol se mostraba imponente sobre aquellos parajes, donde un grupo de sirvientes recogían los múltiples sembradíos, paseaban los caballos y limpiaban las innumerables caballerizas. Una vista muy común, en un lugar bajo las órdenes de un viejo y muy rico ex-capitán de ejército. En este lugar donde la ley es impuesta por el que más tiene y sobre los que menos pueden.
El castillo de los Beilschmidt es uno de los más elegantes de todo el reino de Germania donde sus pobres habitantes, tienen que someterse a los delitos cometidos por el Viejo Ex-capitán y señor del reino. De esta forma podemos decir que en el no tan pequeño reino de Königsberg la historia se llama supervivencia, los que más tienen siempre humillan y maltratan a quienes menos tienen, todo bajo la protección del viejo Señor Beilschmidt.
La plaza que casi siempre se ve embarcada de pobreza se encuentra ahora cubierta de bellas flores, la razón, el regreso de los hijos del viejo Señor… sus dos hijos varones regresan de sus entrenamientos en el extranjero, entrenamiento efectuado en el rico y multicultural reino de Hispania.
– Kesesese– se reía el albino de ojos color rojo diamante mirando por la popa del barco, a su lado su hermano un rubio de ojos color celeste y rígida apariencia
– ¿No estas feliz Ludwig? – insistía el albino. Golpeando el costado de su hermano con los hombros, si bien no les hacía mucha gracia regresar a un reino hundido en la miseria y el miedo, sentían que ahora después de un arduo entrenamiento y de conocer diferentes reinos podían y estaban listos para salvar su reino y volverlo un lugar mejor. Eso apenas el albino tomara posesión de la corona que por decreto era suya. No es que desearan ningún mal a su padre pero no eran ciegos a todas las injusticias que se cometían en su nombre.
– SI– dijo el otro con una tenue sonrisa
– Ahh, me hubieran despertado– dijo un castaño de ojos verdes caminando hacia los hermanos, el albino le respondió con una sonrisa
– Es que el haragán segundo príncipe de Hispania dormía tan plácidamente que no quisimos molestarle– dijo riéndose el albino y su hermano sonrío ante la siempre calma actitud de su hermano mayor, sin lugar a dudas Gil tenía el carácter de su difunta madre.
– Moooo– inflo las mejillas el hispano. Y se acomodó para ver las costas del viejo reino del que provenían sus amigos.
Desembarcaron en el siempre acogedor puerto una parte del reino que ambos hermanos adoraban y es que ahí radicaban los soldados que en vida de su madre, le habían servido fielmente y ahora se mostraban dispuestos a servir al siempre alegre albino, Llegaron a la plaza adornada de cientos de flores donde los esperaba una carroza que les llevaría camino hacia el viejo castillo.
Le gente o más bien dicho los ricos empresarios y dueños de la mayoría de los negocios les dieron una agradable bienvenida con cientos de regalos, el hispano se sentía sorprendido, aunque las palabras de los hermanos lo habían hecho esperar un lugar lleno de miserias no era la vista que estaba teniendo.
Llegaron al castillo donde fueron recibidos con alegrías y euforias, les esperaba un cómodo baño y un gran festín al anochecer.
– Woah– el hispano miraba desde su ventanal los cientos de plantíos que se extendían hasta donde tenía vista. La puerta se abrió casi silenciosa el hispano se giró para ver a un joven de cabellos castaños y un interesante fleco al lado derecho de su cabeza.
– ¿Hola? – inquirió el hispano por la falta del joven sirviente.
– Vengo a cambiar las cobijas ¡che palle! – completo en un susurro sin detenerse ni pedir permiso, el hispano se sentó y observo al joven, este no parecía superar los 17 años, su corpulencia era delgada y casi débil, lo miro muy atentamente, el joven parecía no inmutarse con aquella mirada verde sobre él. Tenía sus ojos olivas perfectamente fijos en lo que hacía, quitaba y extendía las suaves sabanas con casi magia. Sin tocar más allá de la cama. El hispano noto entonces una marca casi morada en el ante brazo del joven. No pudo evitar mirar aquello con algo de terror.
– ¿Qué te paso? – inquirió con curiosidad, el joven lo miro unos instantes antes de cubrirse con las sabanas sucias.
– Con permiso– dijo mirándole feo y saliendo sin explicaciones
El albino estaba tomando una ducha llena es espuma en su cuarto de baño privado, el toque en la puerta le sorprendió.
– Adelante– dijo con seriedad, la puerta se abrió y se cerró de pronto, escucho el sonido del seguro ser echado en la llave. Y sonrió con cierta picardía
– No te vi en el barco– dijo sin abrir los ojos ni girarse
– Es de mala educación intervenir en asuntos reales– dijo una armoniosa y un tanto altanera voz.
– El único asunto real eres tu– el albino extendió su mano y otra un tanto pálida la sostuvo.
– Tu padre me sorprendió resulto ser muy amable– dijo el austriaco de ojo color violáceos y cabellos castaño oscuro.
– No te acerques mucho a ese pervertido– dijo el Albino retirando la bata que cubría el cuerpo del castaño e invitándole a entrar en la tina.
– No hables así de tu padre Obaka-san– dijo con cierta molestia, sus lentillas fueron retiradas y al instante fue arrastrado por el albino a la tina, un poco de agua fue salpicada pero poco importaba entre el beso y las caricias que ya compartían.
– Ahh… Gilbert– decía el austriaco sintiendo las firmes y ásperas manos del joven Germano recorriéndole
– Roderich– respondió el otro antes de volver a besarle con cierta desesperación.
Su relación era aún un secreto para las familias de ambos, aun así con el pretexto de mostrarle a su padre un poco de el grandioso talento del pueblo de Austrias parte del reino de Germania había traído a su aristócrata pareja hasta su casa. Aun así debía ser precavido y mantener su relación bien oculta.
– Gil… No– decía el otro sometido por el cuerpo del albino.
– Hasta cuando tendré que esperar– dijo el albino dejándose caer de nuevo en la tina y hundiéndose hasta el fondo.
– Oh… Gil por favor no te enojes, sabes cómo es esto… apenas cumpla los 20 años lo sabremos– dijo comenzando a lavarse la espalda.
– Es solo que…Ahh no tienes idea de cuánto te deseo– dijo abrazándole y dejándole un dulce beso en los hombros.
– Todo tendrá su recompensa– dijo el austriaco recargándose sobre el albino.
– Cuando sepamos si eres un doncel o no… igual te hare mío y me casare contigo– dijo con una sonrisa llena de auto suficiencia
– Gilbert, eres heredero de un pequeño trozo del reino… tu padre es un hombre importante… realmente crees que el aceptara que yo, un simple aristócrata y músico… Yo– fue callado por un beso.
– No digas tonterías señorito, lo acepte o no me casare contigo y si eres un doncel o no… igual te quiero a mi lado, y además solo tendré que esperar un día mas, festejaremos tu cumpleaños de la mejor manera mi amado señorito–
– Gil– se dejó besar con más calma.
Los donceles son hombres con capacidades para engendrar en los distintos reinos que conforman el mundo hay distintos tipos de donceles, en el reino de Germania la mayoría de los donceles alcanzan la madurez reproductiva al cumplir 20 años, pero hay otros reinos como en Hispania donde los jóvenes de 16 años son ya completamente fértiles y capaces de engendrar.
– Bienvenido Ludwig-sama– dijo un castaño de ojos color ámbar llevaba un curioso traje parecido al de una muñeca el rubio alemán se sonrojo un poco. Acababa de salir de darse un baño y solo traía una toalla atada a sus caderas y una en su hombro con la que se secaba la rubia y desordenada mojada cabellera
– Feliciano– dijo el rubio mirando al joven sonrojarse un poco, a un no comprendía por qué la obsesión de su padre con vestir al joven frente a él de sirvienta y por sobre todo de mujer.
– Le traje un poco de té y cambie sus sabanas Ludwig-sama– dijo el chico inclinándose con elegancia.
– No es necesario– refuto el rubio germano. El joven castaño le sirvió un poco del Caliente líquido y le sonrió con timidez.
– Puedes retirarte– dijo el rubio, aun no comprendía porque su corazón se aceleraba tanto cuando estaba cerca de aquel extravagante chico.
– Grazie– dijo el menor reverenciando y saliendo del lugar. El rubio solo suspiro. Desde niños aquel joven le había provocado reacciones desconocidas.
La fiesta estaba llena de alegrías, los jóvenes hijos del Ex-capitán eran vitoreados como si fuesen héroes de guerra, el joven austriaco tocaba hermosas melodías en aquel gran salón para todos los invitados.
– FUSOSOSO– reía el joven príncipe de Hispania ya con algo de alcohol en sus entrañas.
– No escapéis doncella– correteaba a una joven que llevaba un hermoso vestido rojo como los tomates y una máscara blanca, la perdió de vista en los grandes jardines.
– ¿Doncella? – inquirió retirándose la máscara que el mismo portaba. El sonido de un sollozo ahogado lo guio hasta el centro del laberinto, sus ojos se abrieron con sorpresa y cierta repugnancia, el joven que antes arreglara su alcoba y le preparara el baño estaba ahí, hincado sosteniéndose con fuerza de la fuente de piedra caliza, su espalda era enmarcada por marcas rojas y profundas de las cuales corría su hermosa y perlada sangre. El culpable de ellas el viejo padre de sus amigos.
– Eres una zorra estúpida, ¿crees que alguien podría interesarte en ti? ¿Eh?– gritaba aquel hombre claramente embravecido por el alcohol.
– per favore... non più– clamaba en el idioma nato del desaparecido gran imperio Romano.
– Cállate basura – el látigo se aferraba con fuerza a la casi destrozada espalda del de piel castaña clara
– No olvides que me perteneces Lovino… tu vida es mía, yo la compre recuerdas… y si no quieres que tu estúpido hermano tome tu lugar… tendrás que respetarme y servirme como la escoria humana que eres. Ahora iras a darte un baño, te perfumaras y vestirás para servir la cena o hare que te arrepientas– el joven temblaba ligeramente en el suelo, asintió con cierto deje de odio, ante aquello el viejo germano le escupió el rostro antes de retirarse tambaleándose por causas del alcohol.
– Maledizione– dijo con un tremendo odio limpiándose el rostro sus manos temblaban y su espalda no dejaba de sangrar. El joven hispano había si es que era posible perdido todo rastro de ebriedad al mirar tan mísero y cruel escarmiento.
– ¿Estás bien? – pregunto saliendo de su escondite el joven tembló y se giró a ver al castaño.
– Me he caído– mintió desvergonzadamente. El joven príncipe de Hispania suspiro ante aquello. Noto como los ojos del menor se aguaron con símbolo claro de llanto… pero este no callo de sus ojos…
– Déjame ayudarte– intento acercarse
– No te me acerques– grito el otro y en un extremista arranque de auto suficiencia se puso de pie, importándole poco si su lastimado cuerpo le clamaba algo de apoyo.