- Kunimitsu-kun, él es Fuji Syusuke-sama, cuando crezca, tú tendrás que ayudarle, cuidarle y servirle… - El pequeño Kunimitsu, de tan solo tres años, asintió mientras se acercó a la cuna, donde un niño de apenas un año, le sonreía y levantaba la mano para buscar su rostro.
- Yo… lo haré, abuelo – Dijo el pequeño Kunimitsu, sellando sin querer, su destino junto al otro pequeño.
- Con permiso – Abrió con lentitud la puerta de la habitación – Fuji-sama, su té está listo.
- Creo haberte dicho que no me llames de esa manera – Tezuka pudo vislumbrar la silueta de su amo, sentada cerca de la chimenea con una manta sobre las piernas y un libro que había dejado en su regazo en cuanto él entró – Syusuke, Syusuke, ¿comprendes? – Sonrió.
Tezuka sonrió mientras dejaba la bandeja donde traía el té sobre la mesa que estaba a un lado de Fuji.
- Sabes que no puedo llamarte así.
- Oh, claro que si puedes Kunimitsu – Él se quedó de pie a un lado de Fuji.
- ¿Syusuke-sama está mejor?
- Yup, mucho mejor – ambos sonrieron – Pero no descansaré hasta que solo me digas Syusuke – Dejó el libro en la mesa, mientras tomaba la taza y se la llevaba delicadamente a la boca, cuidando el no quemarse.
Tezuka miró a través de la ventana, los primeros copos de nieve comenzaban a caer desde el cielo gris, el invierno finalmente estaba comenzando.
Kuniharu ha servido durante toda su vida para la familia Fuji. Desde que era pequeño, Tezuka Kuniharu vivía en la casa de la familia Fuji. A los ojos de éste, eran una gran familia y a medida que avanzaban los años lo seguía pensando. Ellos le habían ayudado mucho cuando su padre llegó a la casa antes de que él naciera.
Tuvo sólo un hijo, Tezuka Kunihara, que también creció en ese ambiente. Kuniharu le enseñó a su hijo lo mejor que pudo, y cuando éste tuvo edad suficiente para contraer matrimonio, se casó con Ayana, una joven que había conocido en el pueblo.
Durante bastante tiempo, Kuniharu estuvo expectante por un nieto, hasta que al fin lo tuvo, pero no con muy buenas consecuencias. Ayana murió en el parto; y a causa de esto, Kunihara murió de soledad seis meses después de que Kunimitsu hubiese nacido.
Después de eso, la madre de Syusuke ayudó a Kuniharu a cuidar de su nieto.
A medida que Kunimitsu crecía, Kuniharu puso todo su esfuerzo en enseñarle las mismas cosas que a su hijo, y de por sí, el pequeño era bastante inteligente y cuando nació Syusuke, supo inmediatamente qué era lo que le deparaba la vida para él, estar siempre al lado del menor.
Con el pasar de los años, los dos compartieron muchas cosas, se hicieron buenos amigos y usualmente jugaban juntos, cuando Kunimitsu tenía cuatro años y Syusuke tres, siempre solía leerle cuentos antes de dormir.
Por su lado, el menor de los Fuji, siempre se había dado cuenta la diferencia entre él y Kunimitsu. Mientras a él le enseñaba un tutor profesional, al otro le enseñaba su abuelo; mientras el aprendía a tocar piano, Kunimitsu aprendía a manejar el auto, mientras el dormía hasta bien entrada la mañana, el otro se levantaba lo más temprano posible para planchar toda su ropa y ordenar sus demás cosas.
Eso por supuesto, no le agradó en lo absoluto, por lo que, al cumplir quince, le ordenó a un par de muchachas que hiciesen el trabajo que hacía Tezuka por él, y que éste únicamente se preocupase de ser su mano derecha, de estar siempre con él y ver que cosas necesitaba.
Siempre han sido muy buenos amigos, pero algo dentro de Kunimitsu cambió un día.
Era el día anterior al “no cumpleaños” número quince de Syusuke. Kunimitsu estaba vagando por los salones a altas horas de la noche, cuando entró a la habitación donde está situado el piano de cola, encontrando al otro tocando amenamente.
Su corazón estalló en rápidas pulsaciones mientras veía tocar al castaño una armoniosa melodía; la luz de la luna se colaba a través de las ventanas dándole un aire angelical a aquel ser que tocaba majestuosamente.
- ¿Te gustó la canción? – Preguntó Fuji al menor de los Tezuka, quien no había notado que la melodía había finalizado.
- Ah… mucho – le sonrió – Mis disculpas no quise…
- No tienes que disculparte Tezuka-kun – Sonrió – La canción se llama “Liebesträume” que en español significa “Sueños de amor” escrita por Franz Liszt, está dividida en tres partes; la que acabas de escuchar es la tercera.
- Es realmente hermosa…
- ¿No es así? Franz Liszt era un profesor, que se enamoró profundamente de una alumna, y le compuso esta canción – Sonrió, mientras comenzaba a tocar otra pieza de música.
Ésa noche no pudo pensar en nada más que en Fuji, en él y su rostro angelical bañado por la blanquecina luz de la luna, a pesar de haber pasado ya dos años, aquel recuerdo seguía vivo en su mente. Y los sentimientos que florecieron ésa noche… también…