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Lo que nunca te conté por nitta umiko

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Notas del capitulo:

Bueno... lo primero, mis disculpas por tardar tanto... es que debo reconocer que me desalenté un poco con este fic... Pero aún así lo seguiré con las mismas ganas con las que empecé a escribirlo.

Miles de gracias a todos los que leisteis el primer capi.. y a:

Crismar

Yuuki Sakagami

Karin

Latrinidaddelcaos

Airam

xburbuja

Por vuestros comentarios y vuestros ánimos.

En verdad se os quiere. n_n.

 

"Tu aún sigues parado frente a mi lápida. Supongo que aún no puedes creerte lo ha pasado, ¿verdad?. Tu cuerpo está temblando; es una noche demasiado fría para que te quedes aquí, Kakashi. Un cementerio no es el lugar más acogedor para recibirte, lo sé y te pido perdón; pero aún así estoy a tu lado. Sé que no puedes verme, que no puedes oírme y que, aunque pudieras eso no consolaría tu llanto. Se ve sobradamente que estás cansado. El viaje hasta aquí ha sido largo; deberías estar descansando, cariño. Estás más delgado;  aunque claro, en el campo de batalla no habrá ningún restaurante cómo el Ichiraku, donde tantas noches hemos cenado juntos. Donde te me declaraste. Desde que ya no pertenezco a tu mundo he tenido demasiado tiempo para pensar, Kakashi. Aunque el tiempo aquí es diferente, las cosas pasan muy deprisa y a la vez demasiado lentas. Sé que no puedes notarlo, pero te estoy abrazando ahora mismo. Quiero detener tu llanto y no puedo. Perdóname, Kakashi, por favor; perdóname. Esto no debería estar pasando. Yo debería estar esperándote en casa y allí es dónde habrías conocido a tu hijo. En el calor de nuestro amor. Un amor que ya no tendríamos por que ocultar. Hay algo que nunca te dije, Kakashi. Si te pedí mantener nuestra relación en secreto no era por el que dirán, ni porque me avergonzara de nada. Pero quería tenerte sólo para mi, que fueras sólo mío. Que nuestro amor fuera nada más que de nosotros dos. Nunca he sentido nada tan puro en toda mi vida como lo que he sentido contigo. Amor mío, me parte el corazón verte así. Deja de llorar".

 

 

 

 

Había demasiada oscuridad cómo para poder distinguir nada en aquella fría noche. El viento soplaba con demasiada fuerza mientras que el peliplata seguí allí de pie, mirando incesantemente el mármol. Había salido del hospital a toda prisa y sus pasos le habían llevado directamente allí. Sin saber cómo encontró la lápida, perdida entre la multitud de brillantes rectángulos de mármol que cubrían el suelo. No se había parado a pensar como la había encontrado. Su memoria estaba totalmente en blanco. Sólo estaba el bebé que había visto y ahora el frío mármol que albergaba el cuerpo del chunnin y donde también morían sus lágrimas. No le importaba el frío, ni siquiera lo sentía. Una ola de calor había arropado su cuerpo haciéndole cerrar los ojos, suspirando derrotado.

 

Había sido incapaz de moverse en toda la noche, contemplando la blanquecina luz que desprendía la piedra bajo el brillo de la luna. La mañana iba llegando lentamente, trayendo con ella algo de calidez, pero no la suficiente como para consolar el corazón del peliplata.

 

—Kakashi.— La voz de Tsunade sonó lejana y triste a la espalda del peliplata. —Tu hijo te espera.— El jounin ni siquiera se giró. Su mirada seguía clavada en aquellas letras grabadas. La mujer se acercó un paso más poniendo la mano en su hombro.

 

—No puedo hacerlo.— Terció en un susurro ahogado.

 

—Claro que puedes, Kakashi.— Le dijo la chica con una leve sonrisa. —Sé que no es fácil, pero tienes que hacerlo.—

 

—Tú no sabes nada, Tsunade.— Respondió el peliplata de forma cortante.

 

—Sé muy bien lo que es perder a la persona que amas Kakashi.—Respondió la rubia con absoluta seriedad. —Pero a ti te queda el consuelo de tu hijo, Kakashi. Ese niño es una parte importante de Iruka, de hecho es todo lo que te queda de Iruka.—

 

—Ese niño es la razón por la que Iruka ya no está.— Sentenció con un nudo en la garganta. —Me traes de vuelta a la villa y me dices que la única razón por la que no he muerto en combate ya no está. Quiero volver al frente de inmediato.— Añadió tratando de mantener la calma mientras la miraba fijamente a los ojos.

 

—Lo siento, pero no puedo concederte eso.— Respondió la mujer con firmeza.

 

—¡Entonces dime qué coño esperas de mi, Tsunade!.— Gritó perdiendo completamente los nervios. La Hokage suspiró con un gesto algo comprensivo.

 

—Sólo dale una oportunidad, Kakashi. No te pido nada más.— Contestó melancólica. El jounin se giró dispuesto a marcharse después de dedicarle una fría mirada a la mujer. —Durante la última revisión le pregunté a Iruka que por que no quería decirnos quien era el padre; ¿sabes que fue lo que me contestó?.— Soltó la mujer con la mirada perdida en el cielo bañado por aquellos tonos fucsias y anaranjados del amanecer.  Los paso del peliplata se detuvieron por instinto.

 

—¿Qué te contestó?.— Preguntó incapaz de reprimir sus ansias por conocer las palabras del chunnin.

 

—Me dijo que no se lo diría a nadie antes que al padre.— Respondió aún dándole la espalda al jounin. Kakashi se giró para mirarla. —Quería que tú fueras el primero en saber que era tu hijo cuando llegarás a la villa. Esa era su única ilusión, Kakashi; que tu volvieras para estar con tu hijo.— Dijo antes de girarse, cruzando su mirada con la del peliplata. —Nosotros hemos respetado sus deseos. Sólo las personas que atendimos el parto, Naruto y tu sabemos la verdad de ese niño. Ahora es cosa tuya. Te toca a ti decidir lo que vas a hacer.— Añadió caminado hacia y el marchándose del lugar. 

 

Los ojos del peliplata se cerraron, agachando la cabeza. Sentía un extraño ardor en su pecho que no era capaz de describir. Las hojas de los árboles de alrededor caían ya con un tono marrón arrastradas por el viento. Le gustaba el color de las hojas al caer. Le recordaba a los ojos de su chunnin. Aquellos profundo y oscuros ojos que a la luz del sol brillaban con preciosos destellos marrones. Tomó aire lentamente, sintiendo el cansancio en sus ojos. No le quedaba más lágrimas por derramar, y aunque así fuera, ya no le quedaban fuerzas para seguir derramándolas, al menos no ese día.

 

 

 

 

Sus pasos le guiaban por las calles de Konoha, con la vista perdida en los movimientos de su sombra. Quería pensar, pero no podía. Su mente estaba en otra dimensión, muy lejos de donde debería estar. No sabía ni por qué estaba andando, sólo sabía que tenía que andar. No había ningún rumbo, ningún lugar al que ir, ningún lugar en donde le estuvieran esperando; pero no era capaz de detenerse. El sol comenzaba a ponerse cuando por fin se dio cuenta del lugar donde sus pasos le habían llevado. Desde hacía varias horas no hacía más que dar vueltas al enorme edificio que conformaba el hospital de la hoja. Se quedó mirando las puertas de cristal que daban al interior varios minutos antes de atreverse a cruzarlas. Volvió a recorrer el mismo camino que el día anterior, subiendo casi de forma inconsciente hasta llegar a la planta de maternidad. Unas voces cercanas sonaban con un débil eco no muy lejos de él. No tardó en reconocer la voz de Naruto, la cual sonaba con un extraño júbilo. Pese a no entender lo que decía sabía que hablaba con la Hokage.

 

No tardó en encontrar una puerta entreabierta mientras las voces del Uzumaki y la mujer se hacían más nítidas. Empujó la puerto sin siquiera avisar, entrando en la habitación y encontrándose al joven rubio con el pequeño bebé entre sus brazos. Su fino cabello plateado brillaba a la luz del sol del atardecer que entraba por la ventana y bañaba la estancia dándole un toque cálido y acogedor a pesar de estar prácticamente vacía. Sólo una pequeña cuna de plástico, una camilla de sábanas blancas y un pequeño moisés con asas conformaban el mobiliario. La conversación se detuvo de golpe en cuanto el peliplata entró en la habitación, el cual miraba fijamente a Naruto.

 

Kakashi no podía comprenderlo. No podía entender cómo el Uzumaki era capaz de sonreír en presencia de aquel niño, cómo era capaz de sostenerlo entre sus brazos, como era capaz de sonreír teniéndolo acurrucado en su pecho. Estaba claro que algo no funcionaba, pero no sabía en cuál de los dos; si en el rubio o en él mismo.

 

Tsunade miró de nuevo al rubio, el cual asintió con los ojos azules clavados en los de la mujer antes de que ésta saliera por la puerta sin decir nada.

 

—¿Qué haces con ese niño en brazos, Naruto?.— Inquirió con seriedad y un deje de desprecio en la voz. El rubio suspiró armándose de paciencia antes de dedicarle una amplia y radiante sonrisa al jounin.

 

—¿Es que querías ser el primero en tomarlo en brazos, Kakashi?.— Preguntó fingiendo una total inocencia. —Es precioso.— Afirmó sin borrar su sonrisa mientras se acercaba a él. —¿Has visto lo mucho que se parece a Iruka?.— Preguntó alzándolo para poner el pequeño rostro al alcance visual del mayor.

 

—No quiero cogerlo, no quiero mirarlo y no quiero saber nada de ese niño.— Respondió el peliplata retrocediendo un paso, pero aún incapaz de salir de la habitación.

 

—Está bien.— Suspiró dándole la espalda mientras se acercaba a una pequeña cuna de plástico transparente. —En ese caso tendrá que quedarse conmigo. Espero que le guste el ramen. ¿Te gusta el ramen pequeño?. Espero que sí, porque no creo que comamos otra cosa, dattebayo.— Kakashi observaba en silencio cómo Naruto dejaba al pequeño en la cuna mientras le hablaba ignorando por completo su presencia.

 

—¿Podrías vigilarle un momento? Tengo que ir a hablar con Tsunade para arreglar los papeles y todo ese rollo, no tardare mucho.— Terció cambiando el tono de voz, volviéndolo completamente frío y distante, cosa que nunca había visto en el joven Uzumaki.

 

—Pero yo no…—

 

—Tranquilo, Kakashi. Puedes hacerlo desde ahí.— Interrumpió el rubio antes de marcharse, dejándole completamente solo con el bebé.

 

Los minutos pasaban demasiado lentos para el peliplata, que permanecía de pie junto a la puerta, lo más lejos que podía de aquella cuna. El pequeño cuerpecito empezó a moverse, tensándose mientras comenzaba a gimotear. Poco a poco ese débil reclamo se fue convirtiendo en un llanto cada vez más fuerte.

 

Aquel llanto constante y desesperado taladraba los oídos del jounin, grabándose en su mente. Se giró asomándose al pasillo, mirando a ambos lados con esperanza de ver aparecer al rubio doblando una de las esquinas. No obstante no había nadie; parecía no haber ni un alma en toda la planta. Suspirando volvió a entrar en la habitación; ese desquiciante llanto empezaba a ponerle nervioso. Se acercó a la cuna dubitativo, tomando un chupete de color amarillo que había en esquinita y lo puso en los labios del pequeño. Pese a sus esfuerzos por que el pequeño lo sujetara, el chupete caía de los labios del niño en cuanto Kakashi apartaba la mano. Le miró con impotencia, viendo la cara roja por el llanto mientras gruesas lágrimas caían a ambos lados de la cara redondita, agitando los puños en el aire. El sofoco del pequeño era demasiado como para poder calmarlo sólo con un pedazo de caucho.

 

—Vale, está bien.— Terció demasiado agobiado por la rabieta del pequeño al tiempo que lo levantaba de entre las sábanas bancas. Lo acomodó es su brazo izquierdo, caminando lentamente por la habitación mientras sostenía el chupete en los labios del pequeño. El insistente llanto cesó casi al momento. Kakashi tomó aire soltándolo lentamente, agradecido por la calma que volvía a reinar en la habitación. En el mismo momento en que sus pasos se detuvieron el pequeño amenazó con comenzar una nueva tortura auditiva para el mayor.

 

—¿Qué quieres, que me pase el día caminando?.— Preguntó molesto bajando la mirada hasta el pequeño por primera vez. Dos enormes orbes oscuros le miraban fijamente mientras el pequeño chupete se movía rápidamente con un ruidito de succión que se le antojó divertido al mayor. El parecido con Iruka era realmente innegable. Tenías sus mismos ojos profundos, con la misma forma que los de su chunnin. Los mismos labios y hasta el color de piel era igual al tono canela de Iruka. Sólo el pelo plateado que caía despeinado por su frente era diferente, lo que hacía resaltar aún más las facciones del pequeño.

 

Alzó el rostro resoplando con fuerza, tratando de soltar junto con el aire la confusión y la impotencia que sentía en ese momento. No podía pensar, fuera lo que fuera lo que su corazón sintiera en ese momento no era lo suficientemente fuerte como para comprenderlo. No podía mirar a ese bebé como otra cosa que no fuera el culpable por la falta de Iruka, pero no podía culparlo por ello. Su vida le había sido arrebatada. Lo que iba a ser una pausa en su relación se había convertido en un adiós nunca pronunciado por parte de ambos y un saludo que el peliplata jamás podría haber imaginado. Apretó los labios cerrando los ojos fuertemente. Era imposible; por más que quisiera mantenerse firme le resultaba casi imposible no llorar. El estado de ansiedad y tristeza del mayor no tardó en llegar hasta el pequeño. El silenció volvió a romperse, el pequeño rompió a llorar ensordeciendo al peliplata. Kakashi caminó lentamente hasta la pared, apoyándose en ella y dejándose caer lentamente mientras acomodaba al pequeño sobre su hombro. Rodeó su pequeñísima espalda con el brazo apretándole contra él mientras dejaba que las lágrimas resbalaran en silencio por sus mejillas, derramando con ellas toda la rabia que albergaba en su interior.

 

 

 

 

“Amor mío. Sé que esto no es fácil, sé que lo estás pasando mal; pero sí supieras lo feliz que me hacer verte abrazar a nuestro hijo. Tanto que no me importa que estéis los dos llorando. Quisiera estar ahí contigo, Kakashi. Quisiera poder abrazaros a los dos, permitiros llorar en mi regazo. Pero no puedo hacerlo, sólo puedo simular que te acaricio. Para mi es suficiente así, aunque sepa que para ti no. Siento no poder consolaros, siento la carga que vais a tener que soportar al tener que confortaros el uno en el otro, solos. Me hubiese gustado daros tantas cosas, Kakashi; tanto amor como tú me diste. Tanta seguridad, tanta paz. Apenas si me queda tiempo para compartir con vosotros. La línea entre tu mundo y el que ya es el mío cada vez es más débil. Sólo espero poder alargar mi estancia en este limbo el tiempo suficiente para poder verte sonreír de nuevo; para poder veros sonreír a los dos. El tiempo suficiente para ver que realmente te has dado cuenta de que el bebé que sostienes entre tus brazos ahora mismo es el fruto de nuestro amor. ¿Cómo no iba a ser un bebé hermoso, Kakashi?. Había demasiado amor, un amor tan hermoso como nuestro pequeño. Ojalá te dieras cuenta de que estoy aquí, arrodillado junto a vosotros. Ojalá sintieras mi mano acariciando tu mejilla, tratando de borrar esa lágrima que ahora mismo cae por ella. Por favor, mi amor, míralo. Mira a nuestro hijo y deja de llorar. Consuélate viendo lo más bonito que hemos hecho. Lo mejor que hemos hecho juntos, Kakashi. Lo he amado desde el mismo momento en que descubrí que una parte de ti estaba en mi interior, creciendo dentro de mí. Sé que lo has amado nada más verle y que entenderás la decisión que tuve que tomar. Puede que no ahora, pero algún día lo comprenderás; te lo prometo. Tomé esa decisión confiando en ti. Sé que puedo confiar en ti, Kakashi. Lo sé sólo porque sé que tú también darías tu vida por él sin dudarlo. Estoy seguro”.

 

 

 

 

Sus pequeños párpados, adornados por unas largas y espesas pestañas comenzaban a pesarle cada vez más. El hombro sobre el que reposaba su cabecita coronada de plata era cálido y confortable. Su respiración se suavizó a medida que se inclinaba cada vez más, encontrado en puto de apoyo adecuado para caer por fin rendido en los brazos del mayor. El ruido de un objeto de plástico al caer contra el suelo hizo que el jounin levantara la cabeza. Secó sus lágrimas con la mano libre mientras veía el chupete en el suelo a su lado. Volteó el rostro con cuidado hasta ver el apacible semblante del menor, dormitando con la boquita entreabierta. Se levantó del suelo acercándose al moisés que había sobre la estrecha cama, dejándolo en su interior con cuidado. Le miró fijamente mientras dormía, sumido en una apacible calma. Acercó la mano acariciando su rostro. Dibujando una línea imaginario de lado a lado que pasaba por encima de la que pequeña naricita.

 

—Sólo te falta la cicatriz para ser exactamente igual a Iruka, ¿sabes?.— Susurró en voz baja, temiendo despertarle. —Eso y el pelo.— Añadió con una sonrisa al tiempo que deslizaba los dedos entre el fino cabello.

 

 

 

 

—¿Crees que habrá funcionado?.— Inquirió el Uzumaki a la Hokage, la cual daba vueltas de un lado a otro del despacho en que ambos se encontraban.

 

—No lo sé.— Mustió la rubia algo desesperanzada deteniendo sus pasos. —Pero no podemos esperar más tiempo.— Añadió saliendo decidida del despacho. Naruto la siguió rápidamente en un completo silencio.

 

—Bueno Naruto, ya puedes llevártelo.— Terció con tono firme al tiempo que entraba de nuevo en la habitación donde se encontraba el peliplata. —Recuerda que tienes que traerle la semana que viene para la revisión.— El rubio se acercó al moisés bajo la atenta mirada de Kakashi.

 

—Tsunade, yo…— Comenzó a decir el peliplata viendo cómo el Uzumaki tomaba la pequeña cuna de las asas. Los ojos castaños de la mujer se calvaron en su único ojo visible.

 

—¿Tu qué, Kakashi?.— Preguntó con total tranquilidad.

 

—¿Qué fue lo que pasó?.— Tsunade suspiró con un deje de tristeza en la mirada.  

 

—El parto de un doncel es algo muy complicado, Kakashi.— Comenzó a explicar acercándose a la camilla y apoyándose en ella. —Teníamos programada la cesárea, pero el parto se adelanto cinco días a la fecha prevista. Iruka cayó desplomado mientras daba la primera clase y le trajeron lo más rápido que pudieron. Cuando llegó estaba teniendo contracciones cada dos minutos. Cómo el bebé no tenía sitio para colocarse, esas contracciones fueron empujándole y acortando cada vez más su espacio y provocaron que el cordón diera dos vueltas a su cuello, pero también provocaron una hemorragia interna en Iruka. Por eso teníamos programada la cesárea para una semana antes de que Iruka saliera de cuentas, para que esto no pasara. No creí que el parto de un primerizo se adelantara, no es lo habitual.— Kakashi escuchaba con atención cada una de las palabras que salía de los labios de la rubia. Tsunade tomó aire lentamente, bajando la vista hasta el cesto donde descansaba en bebé. —Si hubiésemos tratado de detener la hemorragia primero tu hijo habría muerto de asfixia. Le dimos a Iruka la opción de elegir y nos dijo que nos ocupáramos primero de él, Kakashi. Traté de practicar la cesárea lo más rápido que pude, pero no lo suficiente. Iruka se estaba desangrando demasiado rápido. Estaba intentado para la hemorragia cuando el corazón de Iruka se paró. Intentamos reanimarle durante más de treinta minutos, Kakashi; pero fue inútil. Lo último que dijo fue que el bebé era tuyo, que si pasaba algo te avisáramos de inmediato; y es lo que hice.— Tsunade suspiró pesadamente antes de volver a mirar al Jounin. —Él no tiene la culpa, Kakashi.—Añadió casi en un susurro.

 

—Nadie la tiene.— Terció Naruto atrayendo la mirada del peliplata. —Bueno, es tarde y Naruto Junior y yo tenemos que irnos.— Dijo tomando nuevamente las asas del moisés.

 

—¿Qué es eso de Naruto Junior?.— Inquirió Kakashi algo molesto.

 

—Es que aún estoy barajando varios nombres.— Contestó con una enorme sonrisa al tiempo que se rascaba la cabeza con la mano libre. —Nos vemos mañana, Obaa-chan.— Agregó mirando a la rubia mientras salía de la habitación.

 

Kakashi le siguió con la mirada, hasta que la silueta del rubio desapareció tras la puerta.

 

—Ese niño acabará comiendo ramen antes del año... Naruto acabará con su estómago antes de tiempo.— Suspiró la Hokage. —En fin, Kakashi. Sólo tienes que firmar estos papeles y todo quedará resuelto.— Añadió dirigiéndose al peliplata. Kakashi tomó la carpeta marrón que le tendía la Hokage.

 

—¿Qué se supone que es esto?.— Inquirió abriendo la carpeta y echando una rápida mirada al contenido.

 

—Bueno, Naruto ya ha firmado los documentos de acogida, sólo falta que tú renuncies a la patria potestad del niño para que podamos comenzar con los trámites de adopción.— Contestó la rubia encaminándose a la puerta. —Llévatelos a casa y ya me los traes firmados mañana.— Añadió antes de marcharse.

 

 

 

 

Aún había gente en las calles cuando el jounin atravesó las puertas del hospital. Suspiró profundamente mirando la últimas luces del atardecer nacarar el cielo. Sus pasos eran pausados a medida que camina en un completo y aplastante silencio, con la cabeza baja y las manos en los bolsillos; sujetando aquella carpeta entre el brazo y su costado. Pese al viento frío que golpeaba su cuerpo una sensación cálida y liviana recorría cada rincón de su cuerpo. Por un momento se sintió apartado por completo del mundo. Las baldosas del suelo en las cuales tenía centrada su vista se habían convertido en un horizonte gris que no tenía destino ni final. Dejó de escuchar los ruidos mundanos de su alrededor. Sólo el rasgar del viento contra aquella carpeta que se movía agitadamente tratando de liberarse de su brazo. No reparó en lo que tardó en llegar a casa. La luna ya estaba ascendiendo rápidamente mientras el peliplata atravesaba la puerta de su departamento. Se le hizo algo irreal encontrarse de nuevo en su propia casa. Había pasado demasiado tiempo durmiendo en el suelo, en árboles o en alguna cueva. Pese a no haber comido nada desde que volviera a Konoha, su cuerpo sólo le pedía un largo y profundo descanso. Entró directamente a su habitación, dejando la carpeta sobre el pequeño aparador de madera que había justo en frente de su cama. Se dejó caer sobre el colchón mientras se quitaba lentamente la ropa. Apenas se había despojado de lo que cubría su torso cuando se dejó caer cansado sobre la cama, tapando sus ojos con el brazo. Pese a querer asumirlo, le era completamente imposible. Se repetía una y otra vez que eso no podía estar pasando realmente. Un ruido sutilmente suave hizo que despejara sus ojos, alzando su cuerpo velozmente hasta sentarse en la cama. La carpeta marrón había caído del aparador, aterrizando en el suelo con las hojas que ésta contenía esparcidas por doquier.

 

—Puta corriente.— Mustió levantándose y acercándose a la ventana de la habitación, la cual para su sorpresa estaba cerrada. Kakashi se giró extrañado clavando su vista en los papeles de diferentes colores. Se acercó agachándose para recogerlos, metiéndolos de nuevo en la carpeta sin colocarlos. Volvió a dejarlo en su sitio y se tiró de nuevo en la cama. De nuevo aquel suave sonido le hizo sobresaltarse. Se incorporó lentamente cerciorándose de que no había nadie.

 

—¿Hola?.— Terció en voz baja. No sabía por qué, pero se quedó en silencio esperando una respuesta. Resopló vigorosamente antes de tumbarse, cubriendo su cabeza con la almohada. No tenía intención de volver a recoger aquellos documentos. No tenía intención alguna de salir de la cama para nada. Daba igual lo que ocurriera en el resto del mundo. Sólo quería quedarse allí clavado, esperando a que el mundo se detuviera.

 

Pese al cansancio que acusaba su cuerpo sus ojos no se cerraban. La conversación con Tsunade seguía dando vueltas por su mente. Un arranque de rabia le hizo saltar de la cama, tomando los papeles del suelo con cierto enojo y dejándolos encima de la mesita de noche. Se acercó aparador, abriendo el primer cajón y rebuscando en él hasta dar con un bolígrafo. Comenzó a firmar los documentos uno a uno. Su mano temblaba mientras la punta se deslizaba sobre el papel, aplicando cada vez más fuerza. Su respiración se volvió forzada, tratando de contener el llanto. La última hoja se desagarró al paso del bolígrafo sobre ella, siendo mojada por dos pequeñas gotas que habían caído furtivamente.

 

Tiró el bolígrafo contra la madera, volteándose en la cama. Un enorme vació se apoderó de él, arrastrándole al lugar más oscuro, profundo y lejano de su alma. El lugar donde la línea entre el bien y el mal era tan difusa que apenas se distinguía. La locura empezaba a parecer el estado más apacible en que podía encontrarse.

 

Notas finales:

Hasta aquí por el momento.. y prometo subir el siguiente muy pronto. Ya casi lo tengo terminado.

Miles de gracias a todos y para lo que queráis ya sabéis que hacer.

Nos vemos en el siguiente.

Besitos.

Nitta Umiko.


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