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Jacarandas por Syarehn

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Notas del fanfic:

Estas irreverencias sólo ocurren cuando piensas en Stony, mientras miras desinteresadamente las jacarandas en Ciudad Universitaria :3

JACARANDAS

. »« .

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Steve dio media vuelta y regresó a la mansión Stark, maldiciendo a Tony por ser tan necio. ¡Él  sólo se había quejado por la forma en que trataba a Virginia! Le había dicho que ella no era de su propiedad para tratarla como quisiera, que ningún ser viviente era de su propiedad por mucho dinero que él tuviese. Entonces Tony había rebatido con un discurso materialista, alegando que, si bien no era dueño de las personas, sí de su capacidad productiva puesto que él la pagaba. Y en cuanto al resto de los seres vivos de su propiedad, también se equivocaba, ya que si tuviese una mascota seria suya, y todos los árboles y plantas dentro de sus propiedades también eran obviamente suyos.

Y el Capitán sólo había podido mirarlo lleno de incredulidad. ¿Cómo podía ser tan soberbio? Así que se había retirado diciendo que no podía entender su enorme ego y su complejo capitalista.

Tony por su parte se había ofendido. 

—¡No es culpa mía tener el control de los medios de  producción! —le había gritado, aunque Steve no llegó a comprender a cabalidad los conceptos. Y  sin más que decir, Tony se había marchado dejando al capitán con la palabra en la boca y diversas dudas en terminología.

Más tarde, Thor le sugirió a Rogers que buscara a Tony, pues éste podía hacer cualquier clase de estupidez. ¡Y vaya que así había sido! De pronto todas las cosas en la mansión tenían un letrero virtual muy pequeño y pero bastante visible que rezaba «Propiedad Stark».

¡Incluso la propia mansión lo tenía!

—Ese tipo —farfulló Steve sin poder creerlo.

—Tú lo empezaste, tú lo arreglas, Rogers —sentenció Natasha con esa mirada fría que te hace replantearte quién es el que dirige a los Vengadores.

Así que Steve había gastado toda la mañana y la tarde en buscar al ególatra que había marcado su territorio en toda la mansión. «Al menos no lo marca como los perros,» Pensó el rubio, riendo ante la posibilidad. Sin embargo,  se sintió aliviado cuando vio a Tony en el jardín, pues al parecer no estaba haciendo nada es… Error, estar trepado en un árbol sí era estúpido. Y Steve lo corroboró cuando notó que estaba allí porque intentaba colocar en una de las ramas más gruesas algo que parecía un chip.

Estaba por detenerlo pero se detuvo cuando un pedazo de tela le fue arrojado en la cara. Steve lo apartó de su rostro y al ver bien de lo que se trataba se sonrojó  al instante, luego miró al frente para ver quien había sido el graciosito que le arrojaba ropa interior en la cara y no supo qué pensar cuando se percató de que había sido Bruce, el amable y siempre tranquilo doctor Banner.

—¿Pero qué…? —No había terminado la frase cuando Brice ya había comenzado a hablar.

—O vas y haces que Stark deje de poner sellos virtuales en las cosas de los demás, o Hulk dejará un lindo y verde sello en tu guardaropa a base de lo que comió esta mañana ─sentenció Banner conteniéndose y lo empujó hacia el jardín.

Steve miró nuevamente la prenda rojiza en sus manos con el lema «Propiedad Stark» bien marcado en la parte frontal. Se sonrojó de nuevo por la pena y el coraje, avanzando hacia la jacaranda con furia renovada.

Tony estaba recostado sobre una rama, en la primera bifurcación de una jacaranda en forma de “Y”, enrome, gruesa y resistente.

—¡Stark! —le llamó a gritos—. ¿Qué demonios haces allí arriba? —preguntó al pie del árbol.

—Complazco al instinto aviar que llevo dentro —ironizó Tony, sonriendo con cinismo y acomodándose mejor en una de las enormes ramas. Steve rodó los ojos.

—¡Ni siquiera llevas tu traje! ¿Planeas matarte si caes?

—¿Por qué caería? No es como si fuese a jugar al equilibrista, Capi-paleta.

—¡Deja de hacer estupideces y baja de ahí! —le exigió Steve cruzándose de brazos.

—¿Por qué? Es mi mansión y es mi árbol, y yo soy libre de hacer lo que quiera. Es más, si quiero vivir sobre mi árbol, talarlo y hacerme una mesa o romperte la cabeza con él,  puedo hacerlo. Ahora largo de aquí y no fastidies.

—¡Eres imposible! —gritó Steve y sin mucho esfuerzo subió junto a él.

—¿Subiste a disculparte por cuestionar mi potestad?  —inquirió Tony sarcástico, sintiendo la brisa primaveral revolver sus cabellos.

—No. Vine a exigirte que quites tus estúpidos letreros luminosos —le demandó el rubio arrojándole la prenda roja a la cara, tal como lo había hecho Banner con él.

Cuando Tony la extendió para ver qué era enarcó una ceja.

—¿Me está insinuando algo, Capitán? —se burló—. Porque déjame decirte que esto puede ser muy directo pero nada romántico o incitante.

—¡Tu pedantería no tiene límites! —expresó Steve frustrado—. ¡Deja de compórtate como el imbécil que eres y quita tus letreros! —exigió nuevamente, furioso.

—No. Y no me levantes la voz, Rogers. ¿Qué dirán los vecinos? —dijo señalando a los demás vengadores que los miraban discretamente—. Ahora, si no te molesta, déjame descansar en mi árbol, que por cierto estas invadiendo.

—¡Stark! —Steve se abalanzó sobre Tony en un arranque de frustración.

Estuvieron forcejeando un rato hasta que sintieron que perdían el equilibrio.

—¡Basta, Rogers! Deja de moverte o caeremos —gritó Tony. La altura no era tan amplia, no para un par de superhéroes pero sería demasiado patético romperse algo sólo por caer de un árbol. Steve se quedó quieto, ambos respiraban agitadamente por el pequeño altercado y se miraban de soslayo, acusativos—. Sé que soy cómodo, pero deja de aplastarme —pidió Tony.

—No —contestó Steve secamente, sorprendiendo al castaño.

—¿Qué?

—No hasta que no me asegures que quitarás tus letreros —chantajeó el soldado.

—¡No puedes exigírmelo! Son mis cosas. Yo sé lo que hago con ellas —se quejó Tony de inmediato, indignado.

—Esto —dijo Steve mostrando los calzoncillos de Bruce—. No es tuyo —recalcó—. ¿O sí? —preguntó después de un rato, curioso y dubitativo. Tony los miró un momento.

—¡Jamás usaría algo con un corte tan anticuado! —afirmó Stark escandalizado—. Sin mencionar que son demasiado pequeños. —Steve rio aun contra su voluntad. Debía admitir que Stark tenía gracia.

Se miraron aun sonriendo y Steve no previó el roce de labios que se suscitó cuando Tony se irguió un poco. Podía sentir su calor, su aliento a menta. No era algo que alguno de los dos planeara o algo en lo que hubiesen pensado, pero era agradable.

Tony cerró los ojos, analizando la situación, sus pros y contras. Eso no estaba bien, el Capitán era su amigo…O algo similar a eso. No podía andar acostándose con su compañero de batallas. Nada se lo impedía pero podría tener consecuencias desfavorables para muchos.

Por su parte, Steve se alejó un poco, confuso, pensado que todo era un error, aunque quizá el error más placentero de su vida. Quería volver a sentir esa sensación de calidez y deseo pero le asustaba que fuese precisamente Anthony Stark quien la produjera. Ambos trataban de entender lo que la situación provocó en ellos y ambos concordaban en que estaba mal pero se sentía bien, casi podrían decir que hasta cierto punto se sentía correcto, como una pieza de rompecabezas embonando por fin con el resto después de mucho buscarla y olvidarla al creerla perdida.

Se miraron de nuevo y esta vez fue el Capitán quien acortó la distancia. No fue un beso, sólo un nuevo roce, pero la paciencia de Tony no era tan grande, así que avanzó los escasos milímetros que los separaban y aún con algo de reticencia instó al rubio a abrir los labios, a jugar con sus lenguas, a moverse a un cadencioso y sensual ritmo. Steve apoyó su peso en el hombre de hierro, dejándose llevar, colocó sus manos en la cintura del moreno pegándolo más a su cuerpo.

«Embriagante». Fue el pensamiento mutuo. El beso siguió hasta que respirar fue ineludible.

—¿Stark? —le llamó Steve al notar que Tony se veía inseguro, algo totalmente fuera de contexto tratándose del ególatra y todo petulancia Anthony Stark.

—Si quieres que sigamos con esto sigue besándome antes de que la razón regrese —declaró Tony y Steve tardó un par de segundos en decir qué hacer. Deseo o lógica. Inhibición o recato. Libertad o moralidad social. ¿Por qué  la primera opción era más atrayente?

Sin perder más tiempo arrojó lejos la playera de Tony y la suya. Stark se dedicó a pasar su lengua por el marcado y firme pecho del soldado, succionado sus pezones en ocasiones, haciendo suspirar al rubio. Desabrochó con parsimonia la bragueta de Steve y acarició su miembro por encima del bóxer.

Rogers no había perdido el tiempo y ya estaba deshaciéndose de los pantalones de Tony, así entre gemidos y suspiros ambos terminaron desnudos, frotándose con firmeza teñida de suavidad.

Iron man empujó sutilmente a Steve hacia la otra bifurcación del árbol, y tomándolo por sorpresa comenzó a lamer la virilidad del capitán.

—Ah, Tony… —susurró Steve, jugueteando con el cabello del moreno para mantenerse aferrado a algo y no perderse en el placer.

Tony seguía succionando y en ocasiones mordiendo con delicadeza hasta que sintió, debido a los espasmos de soldado, la llegada del inminente orgasmo, sólo entonces se detuvo, ganándose una fiera mirada de reproche.

—Calma, capitán, viene la diversión —le aseguró Tony, sonriéndole de esa forma seductora patentada por él mismo, y sin tantas ceremonias se colocó sobre la palpitante erección del Capitán.

Permanecieron quietos un par de segundos, mirándose sonrojados hasta que Tony se sintió listo para comenzar el vaivén apoyando sus manos en los hombros de Steve, pues sus piernas pendían en el aire.

—Más rápido…, Rogers —exigió Tony entre gemidos, a pesar de saber que era él quien llevaba el ritmo.

—Tony, este no es la posición ni… —La respiración se cortó un poco al sentir la estrechez del moreno por completo. Su mente se nubló y ninguna frase o idea coherente que no fuera moverse contra ese cálido cuerpo volvió a aparecer.

—Entonces haz algo —murmuró Tony entre jadeos, repitiéndose que empalarse a sí mismo sin previa preparación había sido una dolorosa idea.

Sin previo aviso, Steve lo empujó hacia el otro extremo de la “Y” arbórea sin interrumpir la penetración y levantó las piernas de Stark acomodándolas sobre sus hombros, elevando su cadera de modo que sólo la parte superior de la espalda de Tony rozara con la corteza del árbol.

Tony gimió por la rudeza la acción mientras Steve sostenía todo el peso del moreno con las manos aferrándolo de la cintura y apoyándose él mismo sobre sus rodillas. Era en esas situaciones extremas en las que amaba su súper fuerza. Y en verdad esperaba no perder el equilibrio.

—¿Qué decías sobre jugar al equilibrista, Stark? —Fye el turno de Steve para burlarse y vaya que lo disfrutó.

—Ah~ cierra la boca.

Las embestidas fueron más profundas y rápidas, consiguiendo que Tony Stark gimoteara sintiendo que iba a caer en cualquier momento pero era más grande la sensación de sensibilidad que le provocaba el miembro de Steve, que palpitaba y crecóa cada vez un poco más en su interior.

Steve no podía hacer más que moverse más rápido, con la mente nublada por el placer, disfrutando de las contracciones del esfínter del moreno.

Stark alzó los brazos en busca de algún soporte, hallando una par de ramas a las cuales se asió con fuerza, moviéndolas al compás de las embestidas y provocando que las florecillas lilas cayeran sobre ambos. Steve sonrió ante la encantadora visión y tardó unos segundos más en terminar con un ronco pero potente gemido con el nombre de Tony rozándole los labios, al tiempo que éste se corría con la excitante vista de Steve a mitad del orgasmo bajo una lluvia purpura.

Se acomodaron lo mejor que pudieron: Steve sobre el pecho de Stark, empañado por su propia esencia. Pasaron unos minutos así: abrazados y sonrientes por más que quisieran disimularlo.

Tony enredando los dedos en los rubios cabellos del capitán.

—Por favor, dime que quitarás todos los letreros que has puesto en cuanto bajemos de aquí —pidió el soldado en un suave murmullo, repartiendo suaves besos en el cuello de Tony.

—Sólo porque fue original, Capi-paleta —dijo Tony sonriendo—. Pero no quiero repetirlo en un árbol.

Cuando la brisa fue más fuerte y más flores volaron a su alrededor envolviéndolos con su aroma, decidieron que ya era momento de bajar. Se reacomodaron la ropa y Tony se acercó al Capitán de manera cadenciosa, apresando sus labios en un beso mientras enredaba sus manos en su espalda.

—¡Auch! —se quejó Steve cuando sintió un pequeño pinchazo en la espalda.

—Lo siento. Uñas largas —explicó Tony con una sonrisa traviesa.

Entraron de nuevo a la mansión y Banner se sintió feliz al ver que ni sus calzoncillos ni el resto de la residencia tenían ya los letreros.

—Bien hecho, capitán. ¿Cómo lo hiciste? —curioseó Bruce tomándose una copa junto a Thor.

—Usó su imaginación y vendió su alma al diablo  —contestó Tony en su lugar, acercándose para servirse un trago también.

Steve negó con la cabeza y les dio la espalda con el fin de ducharse, desoyendo las sonoras carcajadas que Banner y el dios no pudieron contener.

—En verdad vendió su alma —concordó Thor entre risas sin dejar de ver el resplandor en la espalda del capitán.

—Se dará cuenta cuando se mire al espejo  y te irá mal, Tony —le aseguró Bruce sonriendo. Tony sólo se encogió de hombros y bebió su copa.

—Fue él quien decidió cambiar su libertad por una tarde entre jacarandas —se defendió el castaño fingiendo inocencia.

¿Qué más daba que Rogers se enterara? Al menos cada que alguien reparara en su fornida espalda lo primero que notaría sería un logo virtual con las frase «Propiedad Stark» estampada en ella.

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Notas finales:

Sí, sí, sé que un árbol no precisamente lo más cómodo pero quería intentar algo original (?)

¡Gracias por leer!


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