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Mercy in Darkness por ParadiseNowhere

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Notas del fanfic:

¡He vuelto! Por si alguien me esperaba desde Writter, lo siento por la tardanza.

Esta historia nació de una historia reto que me propusieron mis amigos hace más de dos años. Hacíamos mucho esas cosas. El reto consistía en introducir en la historia 3 palabras: señal, proyector y mochila.

Entonces, cuando aún escribía Writter, se me dio por leer esa historia y Mercy in Darkness empezó a tomar forma.

Y aquí está. Espero que os guste, amén de poder mantener un ritmo regular de escritura.

 

¡Antes de empezar! Propongo de nuevo el juego de las canciones. Si estás leyendo el fic y te viene a la mente alguna canción, dímela junto con el grupo que la canta. Las iré poniendo en las notas de los fics.

Es muy divertido y descubres muchos grupos interesantes, doy fe.

 

Espero que disfrutes.

Notas del capitulo:

¡Es la tercera vez que trato de subir esta maldita historia!

Empezamos mal...

Capítulo 1_Mercy in darkness.

 

 

I

 

Era de noche. El viento hacía impactar con fuerza las gotas de lluvia contra su piel. Pero no podía sentirlas. No podía sentir la húmeda tierra bajo sus pies descalzos, no podía sentir la gélida e incesante lluvia o el frío penetrante en sus huesos.

Dust no era capaz de sentir nada más que el dolor. Lo sentía en todas y cada una de las células de su cuerpo; un dolor que no había experimentado jamás. Cada bocanada de aire, cada ínfimo movimiento era una auténtica tortura.

Continuaba caminando a pesar de todo. Cada vez, su paso se volvía más lento, más débil, más tambaleante. El manto de hojas caídas le dificultaba el camino, haciéndolo resbalar a cada instante, obligándolo a apoyarse en la dura corteza de los árboles.

Uno de sus pies se enredó en algo, tal vez una raíz, trastabilló y calló de bruces sobre el suelo. Con esfuerzo, consiguió darse la vuelta y quedar boca arriba, mirando el cielo gris a través de las copas de los árboles.

Trató de moverse de nuevo, pero no podía. Dust había llevado su cuerpo al límite de sus posibilidades, y ahora se negaba a obedecerle. La sangre abandonaba su maltrecho cuerpo a través del sinfín de heridas abiertas en su piel.

Estaba empezando a desmayarse, por fin. Esperaba encontrar un poco de paz en el reino de los sueños, una vía de escape al dolor, ¿qué importaba si vivía para conocer un nuevo mañana?

Los párpados le pesaban y dejó de luchar por mantenerlos abiertos. La vista se le desenfocó y contempló una última vez el cielo gris, sin saber siquiera si volvería a abrir los ojos alguna vez.

Todo se desvaneció. El dolor, el miedo, la angustia, el ruido de la lluvia y el olor a tierra mojada. Su mente se liberó de todo pensamiento. Acogió con gusto esa sensación de vacío, se hundió de lleno en ella, por fin liberado del dolor, de todo aquello que lo preocupaba.

Vacío.

Solo había vacío y oscuridad.

La clemente oscuridad, que venía a buscarlo y lo envolvía en sus brazos insustanciales, apartándolo de todo, dándole un instante de paz…

 

 

 

II

 

-No es humano. No puede serlo- murmuró el doctor, observando a través del cristal de la puerta-. Por lo menos no uno normal- añadió en voz más baja, mirando sin parpadear apenas la habitación al otro lado de la puerta cerrada.

-Pues luce como si lo fuera- contestó la enfermera que hacía de su ayudante, de pie a su lado.

-Cualquiera lo diría. En primer lugar porque no puede seguir vivo. Y en segundo porque se está recuperando a una velocidad increíble. En todos mis años de oficio no había visto cosa igual.

-Ciertamente, no es algo que se vea todos los días. Yo tampoco había visto nunca cosa igual. Cuando uno cree haber visto de todo… Dejando a un lado su resistencia inusual y su milagrosa recuperación, lo que me sorprende es el estado en el que se encontraba cuando dieron con él ¿Quién podría haber hecho algo así? Es…

-¿Inhumano?

-Iba a decir horrible, pero también puede valer.

Ambos hombres se quedaron allí parados, guardando silencio durante un instante.

-Ese policía lleva aquí un día entero, ¿Cuándo piensan venir a relevarlo? Por lo menos el pobre se merece poder ir a casa a descansar un poco y a cambiarse de ropa, ¿No?- preguntó la joven.

-Parece ser que la policía está un poco saturada últimamente y que andan faltos de personal.

-¿Y en serio es necesario que este paciente tenga un escolta de forma permanente? ¿No es suficiente con la seguridad del hospital?

-Parece ser que no. Bueno, dejémoslos. Tenemos otros pacientes que visitar. Por el momento solo podemos esperar a que se produzca algún cambio en su estado, y quedarnos aquí de pie no va a ayudar. Vamos.

-Es una pena. Ese policía es realmente guapo, me pregunto si querrá tomar algo con migo en cuanto le den un respiro…- suspiró mirando al chico a través del cristal.

Tendría más o menos veinticinco años. Llevaba el pelo de color negro corto, y sus ojos eran del mismo color que su pelo, o quizá aún más oscuros, oscuros como una noche sin luna. Era de estatura media, rondando el metro setenta y cinco, y era esbelto, aunque estaba en muy buena forma.

-¿Eso es todo en lo que puedes pensar?- bufó el doctor echando a andar.

-Claro que no, y usted lo sabe- respondió siguiéndolo al trote para alcanzarlo-. Estoy preocupada por el paciente, y por el resto de nuestros pacientes. Solo trataba de olvidarme de todo esto por un instante.

 

 

 

III

 

Matthew estaba cansado.

Ni siquiera llevaba la cuenta de las horas que había pasado allí sentado, en aquel incómodo sillón de hospital, pero le parecía que había pasado una auténtica eternidad.

Suspiró, se masajeó el puente de la nariz y se removió de nuevo en el sillón, tratando en vano de buscar alguna postura mínimamente confortable.

Se sentía estúpido allí parado. Estúpido e inútil. Vestía su uniforme de camisa azul y pantalones negros, llevaba su placa, su arma reglamentaria, sus esposas y su walkie-talkie tan solo para estar allí sentado, mirando el aire, sin hacer nada.

Pero aquello era parte de su trabajo. Aquel chico tenía que tener un escolta, y Matthew lo comprendía. Hasta que no encontraran a quien le había hecho aquello, o al menos no tuviesen más datos, cabía la posibilidad de que volviesen a intentar hacerle daño. Debían vigilar que no le ocurriese nada. Pero, ¿Por qué tenía que tocarle a él?, pues porque era el miembro más joven del cuerpo, recién salido de la academia y destinado a aquella comisaría hacía apenas unos cuantos meses. Era el novato, el último mono, y eso lo irritaba un poco.

Levantó la mirada y la posó de nuevo sobre el chico postrado en la blanca cama de hospital. Era muy joven, debía de tener más o menos su misma edad. Apenas quedaban porciones de su cuerpo sin vendar, pero podía ver su piel de tono bronceado bajo las vendas. Entre los vendajes que le cubrían medio rostro, tapándole por completo el ojo izquierdo, escapaban varios mechones de pelo de color plateado, seguramente teñido para seguir algún tipo de moda, o eso refunfuñaba el doctor.

Llevaba inconsciente desde que lo habían encontrado, hacía casi dos días. Unos cazadores lo habían hallado de madrugada, tirado en un bosque cercano, medio desnudo.

Casi no podían creérselo cuando descubrieron que aún vivía. Había sido llevado de urgencia al hospital. Todo el mundo estaba sorprendido por su resistencia y, tal y como repetía una y otra vez el doctor a su cargo, por su rápida recuperación.

Pero de momento nada, no daba señales de despertarse. Y Matthew seguía allí, solo, cansado, esperando que viniese de una vez por todo alguien que lo relevase, aunque fuese tan solo para pasar por su casa a asearse y dormir un par de horas en su cama para que sus huesos volviesen a su sitio. Ya tenía asumido que quien iba a pasarse la mayor parte del tiempo en aquella habitación era él, pero también necesitaba dormir.

Cuando por fin llegó su relevo, se marchó de allí como alma que lleva el diablo. Pero, aunque estaba contento de poder descansar unas cuantas horas, tan pronto puso un pie fuera de aquella habitación, supo que no podría dejar de pensar en aquel chico postrado en la cama de hospital.

Y es que aquel asunto lo inquietaba sobremanera. No podía evitar hacerse mil preguntas al respecto. ¿Quién era aquel chico? ¿De dónde había salido? ¿Por qué le habían hecho sufrir de aquella manera? Cada vez que pensaba en aquello, se sentía más novato que nunca. En la academia de policía lo habían preparado psicológicamente para hacer frente a aquel tipo de situaciones… pero, simplemente, no se podía estar lo suficientemente preparado. Todo cambiaba, todo se veía desde una perspectiva diferente en el mundo real, donde la gente sufría y era herida de verdad, no en casos hipotéticos.

Mientras pensaba en el chico del hospital, se preguntó si realmente llegaría a habituarse a vivir aquel tipo de experiencias.

Notas finales:

 ¡Segundo capítulo en marcha!


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