Le molestaba.
No podía evitarse el fruncir el ceño exageradamente al verle o sentirle siquiera. Esa pesada presencia que contrastaba enorme con su apariencia.
Odiaba a Ulquiorra.
Todo él; desde su carácter seco y sin embargo tangiblemente irritante; su perfección al realizar misiones, su gracia casi frágil de caminar; su estúpida obediencia al vil humano de Aizen, sus aires de indiferencia. Y ni hablar de su físico; aquella palidez enfermiza; su hueco en el pecho, sus gruesas cejas, aquel labio superior oscuro; su trozo de mascara Hollow, su azabache cabello, sus orbes esmeraldas…
Pero de todo el conjunto interminable de desagrados que le veía, aquello que más le hastiaba eran esas delgadas y pulcras líneas verdes bajo sus ojos. Lagrimas tan falsas como atrayentes.
Si, les detestaba a más no poder.
Y tenía una buena razón para hacerlo.
El, por su carácter y personalidad, era alguien explosivo cuyo provecho en la vida era encontrar algo interesante. Algo que le estimulara a tal grado de tenerle recelo.
Algo o alguien. Era igual, no solía encontrarlo.
Creyó que uniéndose al bastardo de Aizen lograría obtener ese entretenimiento que quería; mas lo único conseguido, pero nada reprochable, era más poder. Pero con este no vinieron quienes le hicieran frente; si peleaba por ahí, siempre terminaba muy rápido, y el fastidiado por eso mismo.
Todo era aburrido y le empezaba a dar igual cualquier cosa en su entorno.
Cualquier ser que no llamaba su atención simplemente no la merecía.
Ahí es cuando entraba Ulquiorra.
Sujeto que le llamo la curiosidad de mala manera al instante. En ese mismo día que le conoció.
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Se encontraba peleando con enormes criaturas como casi ya era su costumbre.
Se impaciento de hacer nada y salió al desierto para buscar a quien despedazar. Justo cuando había acabado con todos, noto a ese alguien que solo parecía esperar que terminara.
El ojiverde había llegado para ordenarle que detuviera el escándalo que hacia al pelear con otros tantos Hollow´s.
Y él se detuvo para mirar a tan patético chico que osaba decirle eso. Rió estridentemente en burla, para luego ser callado con un movimiento rápido de Ulquiorra.
Se había colocado muy cerca de él, amenazándole el cuello con la mano desnuda como si de espada se tratase. No olvido el escalofrío que sintió ante el peligro presentido. Ese tipo era diferente.
-Para. Esto es tan absurdo y molesto.- le miro neutralmente hacia arriba, sin moverse de su pose.
Grimmjow tenía la boca levemente abierta, sin pasarse la sorpresa del momento ni separar los ojos de la otra mirada; aunque esto duro poco y al instante exploto.
-Bastardo… ¡¿Quién carajos te crees…!?- la fría mano ya estaba tocando el cuello, amenazante.
Grimmjow trono la boca bastante furioso.
-Espada.-
-¿Qué…?-
-Eres un Espada, deja de comportarte tan trivial.-
Ulquiorra se separo cerrando los ojos, bajando el brazo al costado y recuperando una pose templada.
-¿Lagrimas…?-
Abrió los ojos una milésima más de lo normal y miro al más alto, encontrándolo muy atento a su cara y con una expresión disuelta en duda y hasta curiosidad.
Grimmjow no podía dejar de repasarlas con la mirada. Esas líneas bajo los enormes ojos del otro le llamaron la atención que hasta se sintió con ganas de preguntar o siquiera tocarlas.
Su respiración antes agitada; hasta su enojo de hace instantes habían sido olvidados y ahora solo podía pensar en esas líneas.
-Son…- un fuerte brazo se alzo con claras intenciones de tocar el rostro pálido. Ulquiorra no lo permitió al dar un giro sobre los talones y darle la espalda.
-Regresa a las Noches.- y comenzó a caminar, alejándose.
El silencio le devolvió a la realidad, despertándolo casi de golpe para hacerse consciente de lo que había pasado.
-Maldito bastardo…- apretó los dientes y puños enérgicamente. -¿Quién demonios…?-
Era posible. El ex-shinigami había recolectado a más como él para arrancarles la máscara y hacerles sus súbditos. Si ese pelinegro tenía esa forma y le faltaba parte de su máscara, significaba que era un Espada también.
No, nada posible. Aquel deficiente sujeto no podía ser uno.
Eso creyó hasta que lo vio sentado ya frente a él en enorme mesa. Aizen estaba ahí y les había llamado para presentarles; por eso no pudo reclamarle nada.
El humano se la paso hablando de planes a futuro; de obtener el poder y como acabarían con los Shinigamis. En fin, fue ignorado por Grimmjow ya que solo podía mirar de reojo tan faltante de gracia chico. Mas bien, tratando de descifrar tal par de líneas.
Interés a eso; recelo a la persona.
Había encontrado en que interesarse; Y eso le fastidio.
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Así que si, era culpa todo de Ulquiorra.
Al irle viendo más seguido se dio cuenta de que tanto lo detestaba. Porque lo tenía así, pensando cada día más inconscientemente en ese par verde.
-Joder.- detuvo su caminar que llevaba desde hace minutos por entre pasillos de Las Noches y miro a quien giraba el pasillo frente a él. Maldita su suerte.
Ulquiorra caminaba hacia él con esa característica fría suya. Y una vez más esas dos finas torturas.
-¿Qué haces aquí?- le cuestiono, deteniéndose a pasos de enfrentarle de frente.
-Tch… no te importa.- frunció el ceño y rasco su nuca en seña de desinterés. Debía contestar con la misma apatía que recibía.
-Te perdiste.- Ulquiorra cruzo un brazo sobre su estomago para colocar sobre este su otro codo y la mano en la barbilla. En su pose observo la segura reacción de Grimmjow.
-¡Mierda, no! Estaba aburrido y solo me puse a deambula por ahí.- quiso asesinar al ojiverde con la mirada, obteniendo solo una enorme sorpresa al ver una delineada y fina sonrisa en los labios bicolor del otro. No pudo evitar olvidar su postura de matón.
-Sueles ser de lo peor… por eso me interesas.- la mano en su barbilla subió más, como ocultando la sonrisa aun ahí. –Grimmjow.- le miro directo y penetrantemente. El sexta se estremeció.
¿Interés?
Que sabía de interés aquel. Un tipo inexpresivo como él no podía siquiera imaginarse cuanto podía uno, experto en eso, delirar por algo.
Su enojo creció; rápido y sin sutileza, jalo un brazo de Ulquiorra, arrimándolo fuerte hacia él.
-¿Tu que sabes?- trono la boca al mirarle tan bajo como era, y no cambiar su expresión cuando le tenía casi pegado al pecho descubierto como siempre portaba. –Nada sabes.- apretó el brazo hasta hacer daño no citado por Ulquiorra.
Nada. No había ya nada en su cabeza más que esas líneas verdes, atrayéndole e incitándolo a descubrirlas.
Bajando la cabeza y cerrando los ojos, lamio con parsimonia la que estaba bajo el ojo derecho; iniciando desde el mentón hasta tocar con la nariz el ojo verde y hacerlo cerrar.
Se descubrió disfrutar la suave esencia que desprendía Ulquiorra. El, como pantera que era, la olía y aspiraba profundamente, por eso no despegó su cara de la del otro, subiendo ahora una mano y delinear con un dedo la marca izquierda. Subió y bajo el digito varias veces, revelando con este la apenas sutil diferencia de textura sobre la piel y las marcas.
Era tan degustable aquello.
-¿Qué haces?-
Abrió los ojos y le sorprendió la tardanza de Ulquiorra a preguntar. Se despego suave de él, sin soltar su brazo ni impresionarle su gesto igual que siempre.
Ulquiorra alzo un brazo, girando la mano para limpiarse la cara con el dorso, siendo evitado esto por Grimmjow. Sujeto su pequeña mano.
-Hago lo que normalmente se hace cuando algo te interesa. Lo descubres.- mantuvo la mirada con la del otro, fuerte y decidido ante un tipo que nunca consideraría superior a él.
De nuevo, una fina sonrisa se dejo dibujar en los labios de Ulquiorra.
-Entonces deberé descubrir más de ti.- con un movimiento se soltó de Grimmjow, cerrando los ojos y comenzando a caminar, pasándole de lado.
El peliazul se quedo estático, razonando las palabras.
Así era Grimmjow; impertinente, rebelde y muy curioso a sus propios gustos.
Giro rápido, no alcanzando ver ya a Ulquiorra; pero supo bien que una nueva sensación necesitada de ser satisfecha había sido despertada.
Ahora quería saber cuánto le interesaba a Ulquiorra.
Si, lo odiaba al hacerle eso.