No Soy
Por: Eruka
-No te quiere-susurro en tu oreja. No giras la cabeza, porque ya no me buscas. Estoy pegado a ti como lo está tu sombra y, más que eso, soy inherente a tu existencia. Soy tu pesadilla interminable y tu mundo entero.
Soy todo lo que tienes.
Lo que sí haces es mirar en dirección a la chica que se está alejando de ti como todas las demás. Es tan fácil hacerlas marcharse, y no sólo se debe a mí; yo no puedo adjudicarme todo el éxito de tu irremediable soledad: tú estás tan podrido que apenas me necesitas para quedarte solo. Eres tan mono, tan adorable y tan honesto, que ellas revolotean entorno a ti, esperanzadas hasta que se dan cuenta de que no eres nada. Tu encanto las atrae hasta tu piel, pero no las retiene; ellas están a tu lado sin acompañarte, para siempre.
Y yo estoy detrás de ti. No me ves porque no lo necesitas. No me ves porque nunca giras la cabeza, no me ves porque yo no necesito que lo hagas, no me ves porque nunca te enfrento como un hombre. No lo hago porque no lo soy. Soy tu demonio personal, Naruto. Y tú eres mi víctima. Somos la vida del otro, tú el motivo de mi existencia y yo quien confirma la tuya.
-No la necesitas –te aseguro, tranquilo. Ambos lo sabemos, pero externar tus sentimientos siempre es divertido. Decirlos en voz alta no los hacen más reales, pero sí más dolorosos. Y me gusta tu dolor, porque la miseria aísla, y yo te quiero sólo para mí. Te sientas en la banca del parque en donde te dejaron otra vez, y asientes cortamente. Me estás dando la razón, aunque seguramente ni siquiera te has dado cuenta.
No lloras nunca, porque crees que eso te hace más hombre. Pero tu corazón débil y quebradizo sólo te hace más humano. Deberías llorar, yo deseo que lo hagas. Que grites, te lastimes y llores desconsolado por horas. Quiero que hagas todo eso, porque tu dolor es mi pasión y sin pasión no se vive. Podrías externar todos los sentimientos que llevas dentro, no sólo los buenos, ni sólo los que te hagan quedar como un tipo de héroe.
-No sonrías –te prohíbo, pero es muy tarde porque ya estás componiendo esa mueca de alegría. Es para idiotas sonreír porque sí y a nadie en particular. Los niños que están jugando cerca de los columpios te miran y te devuelven la sonrisa, porque no saben que hace mucho que no le sonríes a nadie. Hace mucho que por dentro ya estás perdiendo.
No eres más que un mocoso. No sabes quién eres, no sabes que deseas, y no sabes nada del mundo. Yo lo sé todo, y te lo podría decir si me lo pidieras. Pero te niegas a hablarme, como si ignorarme anulara mi presencia. ¿Recuerdas cuando eras niño? Siempre hablabas conmigo, como si yo pudiera salvarte de una vida perfecta. La destrozamos juntos y entonces anhelaste lo que tuviste. Y comenzaste a odiarme porque yo comencé a destrozarte a ti también. Me odias porque tú me creaste, y ahora me ignoras. Como si fuese posible negar mi existencia.
Me creaste porque aunque no necesites girarte, ni hablarme, ni mucho menos escucharme, sí me necesitas a mí. Necesitas a alguien que esté ahí contigo, que te susurre y te haga existir, que te necesite lo mismo que tú. Porque necesidad es la palabra clave y la que mejor te representa. Porque aunque necesites pocas cosas, las necesitas con tanta intensidad que nunca estás satisfecho.
Y yo estoy aquí, pegado a ti, adherido a ti, inherente a tu persona, susurrándote, atrayéndote a la locura y arrancándote el alma para pegarla a la mía. La que tú creaste. Ignórame, vamos, pero no niegues que soy lo que quieres. No niegues que repites mi nombre, que me ves en sueños, que no giras la cabeza porque mi imagen está dentro de ti todo el tiempo. Que si alejas a todas esas chicas es porque no quieres que nos separen.
Admite que estás loco, que no te queda un gramo de amor propio ahí dentro porque todo tu amor es mío. Abraza la idea de una vida solitaria juntos, de ser uno mismo a la par que somos una pareja perfecta.
No escapes, ni corras, no pelees, no te atrincheres detrás de una cordura en la que no crees.
Me amas.
Di mi nombre, déjate caer en mi abismo, ríndete a mi presencia, acepta que el dolor que te provoco es lo que te hace seguir viviendo.
-Eres sólo un fantasma –tu voz, tan clara, resuena en mi mente. Me estás hablando, pero no me estás hablando ¿cómo es posible reconocer mi existencia a la par que la niegas? –sólo un pensamiento que nunca se fue ¿cómo podría amarte, Sasuke, si nunca exististe?
Es una pregunta ridícula. No importa si no soy tangible, lo único importante es que existo para ti. Tú me diste vida, pero no eres capaz de quitármela. Nadie podría, porque tus emociones son tan fuertes que nada podría rebatir mi existencia.
-¿Por qué no giras y lo compruebas? –te reto, encantado por esta pequeña charla. Hace años que no hablamos, así que está bien si quieres que todo esto gire entorno al eje de mi más que comprobada presencia.
-No lo necesito –respondes. Ambos lo sabemos, y ese es el punto al que deseo llegar-¿Por qué tendría que mirarte si no existes? Estás aquí dentro, no afuera como piensas… si girara, no vería nada.
-Tú puedes mirarme –aseguro, convencido.
-Sólo veo un dibujo, Sasukle, el mismo que veía cuando te dibujaba una y otra vez cuando era niño.
-Pareces confiado, ¿qué te ha sucedido? –interrogo, curioso. No puedes escaparte de mí, ambos lo sabemos, así que me decido a obviar tus divagaciones absurdas. Sin valor.
-La chica que se fue –respondes y luego te encoges de hombros –yo decidí que no lo supieras -continuas, y esta vez puedo adivinar que frunces el ceño-que no supieras que ella no es importante. Que ya no necesito a nadie más que a mí mismo. Yo te derroté, Sasuke.
No, no puedes. Porque para derrotarme tendrías que probar que no estoy aquí, detrás de ti. Y odiarme no es más que una prueba invencible de que crees en mí. Simplemente, no puedes. No puedes hacer nada más que quedarte solo, siendo el mayor absurdo de una vida que ni siquiera sientes. Una vida que es más mía que tuya.
-Sí puedo –aseguras, cansado. Te pones de pie, y yo me preparo para ponerme también de pie. No me interesa seguir con una charla tan ridícula, pero siempre estoy contigo, así que probablemente tendré que seguir escuchando-Sí puedo-repites.
Y no lo entiendo. Nunca en el tiempo en que siga teniendo voz y pensamientos podré entenderlo. No voy a entender por qué me dejas, ni cómo eres capaz de hacerlo. No voy a aceptar jamás que no puedo ponerme en pie, alejarme de esta condenada banca y seguirte, atraparte y seguir adherido a ti como otra capa de tu piel.
No me voy a rendir, Naruto, porque no importa si me has dejado aquí, no me interesa en lo más mínimo si he dejado de existir o no. Porque tú haces mi vida, y yo hago la tuya.
Porque no quiero ser el amigo imaginario que deja de ser amigo para ser simplemente imaginario.