Recuerdo incluso lo que no quiero. Olvidar no puedo lo que quiero.
Marco Tulio Cicerón
¡Ya!
Por: Eruka Frog
Qué gracia, esa chica tenía el pelo sujeto exactamente igual que Iruka-sensei. Se río con ganas y siguió sorbiendo de su súper marica malteada de moras, mientras recordaba que Kakashi, la pareja de Iruka-sensei le había dicho que Kankuro había cambiado de número. Y hablando de él, tenía que comunicarse con su hermana para saber si ese verano también lo contrataría como maniquí viviente en su prestigiosa boutique; realmente le iba bien con sólo ese trabajo veraniego, a pesar de lo agotador y vergonzoso que pudiera ser, pero es que al final pagaba bien y con la compañía de Gaara, el trabajo no se hacía tan pesado. Excepto cuando el baboso novio del pelirrojo iba a pararse fuera de la vitrina a dedicarles sendas miradas depravadas. No sabía cómo su amigo podía salir con un sujeto como él, tan bastardo y graciosito; vale que era groseramente atractivo y su cabello era lo más sedoso que había parido madre, pero se lo tenía muy creído.
Sasuke lo tenía mejor.
Diablos. Diablos. Diablos.
Cerró fuertemente los ojos, intentando contener por todos los medios las jodidas lágrimas que intentaban darse a la fuga. Se mordió el labio inferior hasta hacerse sangrar e intento pensar en cualquier cosa que no fuese él. Papitas, Chouji tragando papitas como si fueran líquidos, Chouji y Shikamaru mirando al cielo, Shikamaru novio de Temari, Temari hermana de Gaara, Gaara novio de Sai, Sai primo de Sasuke.
-No, no…
Sujetó su cabeza con ambas manos, apretándose las sienes con mucha fuerza. No podía llorar, porque si comenzaba a hacerlo, aparte de quedar como un completo fracasado en aquel sitio, no podría parar. Lloraría por el resto de su vida hasta deshidratarse. Y se alegraría cuando muriera, porque si el destino era piadoso con él no existiría nada más después de la muerte y él ya no existiría para extrañar a Sasuke.
-¿Estás bien?-la dulce voz de la preciosa camarera con coletas y minifalda le llegó desde muy lejos, desde el planeta de la gente que no tiene el corazón roto.
-Perfectamente-mintió. Y era una mentira realmente grande, porque ni siquiera podría ponerle una escala al tremendo dolor que sentía. ¿Del uno al diez? Él contestaría, sin dudas, infinito.
No debía pensar en ello, porque sentirse miserable no cambiaba nada. Mesa. La mesa que Tsunade había arrojado contra la puerta hacía una semana, harta de que no hiciera la limpieza, Jiraiya, que lo había defendido cuando la rubia había querido llegar a la agresión directa. Hinata, cuyo gran busto amenazaba la libertad condicionada del viejo pervertido, Hinata que le había pedido que recogiera al día siguiente a Ino en el aeropuerto. Ino y Sakura. Sakura y Sasuke…
Sasuke terminando con él. Sasuke destruyéndolo, arrojándolo al vacío, arrancándole el corazón y despojándolo de la posibilidad de vivir una vida plena y feliz. Sasuke quitándole todo.
“Definitivamente no tiene caso seguir saliendo”.
Claro que tenía caso, claro que había una razón de peso. Naruto, ese día de hacía medio año, había querido decirle que había un motivo de vital importancia para seguir juntos: su vida. Pero había callado, porque sabía que a Sasuke jamás le habían importado realmente las lágrimas ni el chantaje emocional. Se mordió la lengua como siempre hacía y espero un rato, esperando ilusamente a que el moreno, como siempre, recapacitara y se diera cuenta de que estaba actuando como un tonto. Que le pidiera perdón, le tomara la mano y se sonrieran. Todo perdonado, pensaría Naruto entonces, olvidando para siempre ese mal rato.
Pero Sasuke no cambió de parecer por más que lo espero (y admitía que seguía haciéndolo), se fue de largo como el cabrón que siempre había sido y, suponía, seguiría siendo. Para el moreno era fácil no recordarlo. Lo sabía porque no dejas a la persona que siempre está en tus pensamientos, la persona cuyo rostro te da aliento y te saca una sonrisa, la persona que también te recuerda a cada instante, que no te borra de su mente ni para dormir y que te promete una vida feliz.
¿Cuánto le costaría superar esa ruptura? Todos sus amigos le aseguraban que no tardaría mucho más que un par de meses, la dulce Hinata le había informado que aunque el camino fuese duro, al final ganaría confianza y experiencia. Gaara casi le había gruñido que nadie se moría por una cursilada como ser abandonado. Sasuke le había prometido que era lo mejor para ambos.
MENTIRA.
Todo era mentira, porque él sabía perfectamente que había muchísimas maneras de morirse, y estaba seguro de que ser destrozado era parte de ellas. Y no quería una experiencia agradable, no la quería en su memoria y Hinata podría usar de dildo su argumento totalmente estúpido. Y Sasuke podía tragarse sus palabras de mierda e irse al mismísimo infierno, porque incluso hasta ahí él lo seguiría.
¿Lamentable? ¿Patético? A ver qué dices cuando te pisoteen el corazón y tengas que armarlo pieza por pieza, con grapas y a la fuerza para aguantar el día a día. A ver qué dices tú cuando intenten convencerte de que destruir el pilar de tu vida es lo mejor para ti. A ver qué dices tú el día que te sientas tan miserable que prefieras ser cualquier otra cosa menos quien eres. A ver que dices tú si de un día para otro, toda tu vida se cae a pedazos y tú eres el único idiota que sigue creyendo en el bendito amor.
A ver si así tienes la bocota para llamarlo patético.
-Tu cuenta-la voz suave volvió a repetirlo y el jadeó de sorpresa. La chica le sonrió de nuevo antes de retirarse, a punto de decir algo pero quizás demasiado cobarde para suplicarle que le diera su número de teléfono. Naruto miró la cuenta y observó la adorable carita que la chica había dibujado ahí, sintiéndose ligeramente abrumado porque hacía tiempo que no se acordaba que, aparte de Sasuke, otras personas podían encontrarlo atractivo.
Mejores personas.
Suspiro cansado y se prometió que la próxima vez que recordara a su ex pareja, no sería tan dramático. Ya habían pasado seis meses y estaba mucho mejor que al principio, porque en el fondo estaba convencido de que una ruptura, incluso si es con el amor de tu vida, no hace que uno simplemente explote y muera. Se perdonaba esos pequeños ataques de patetismo, pero estaba convencido de que al final desparecerían.
Porque ni siquiera los recuerdos más dolorosos sobreviven al olvido.
Mucho menos al perdón.