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No... por Marbius

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Nada mío excepto la trama y los errores que aparezcan.

… Olvides la protección [Prólogo]

 

—Tomi –sonrió Bill de lado al separarse por unos segundos del cuello de su gemelo—, hoy luces tan… sexy –finalizó el cumplido con un beso lento.

Los ojos del mayor de los gemelos cedieron ante la pesadez del cansancio y la borrachera, ambos factores contundentes para que su postura fuera él tendido de espaldas con las piernas abiertas y Bill sentado entre éstas y no al revés como debía ser.

—Estos deditos fueron al supermercado… —Tarareó Bill con dulzura, demasiada como para hacer de aquello algo realmente tan inocente, guiando sus dedos húmedos con sudor por la curva del vientre de Tom hasta su cadera y de ahí a…

—¡Oh, Bill, ahí no! –Saltó Tom, medio incorporándose en la cama, asustado de aquel cambio de roles—. Creo que lo que buscas está del otro lado.

—Yo creo –succionó Bill dos de sus dedos, un gesto cargado de lujuria que depositó un peso en el estómago de su gemelo—, que no. Está justo aquí, de eso estoy seguro –guiñó un ojo con picardía.

Sin esperar más, volvió al contraataque. Esta vez dominando a Tom con su lengua, recorriendo sus testículos con firmes lengüetazos que pronto lo tuvieron ajeno al hecho de que Bill avanzaba a pasos vertiginosos de un dedo a tres, lubricante incluido.

—Bill –arrastró Tom las palabras—, creo que no es buena idea… ¿Que tal sí…? No sé, podemos hacerlo en otra ocasión. –“Una en la que esté sobrio para negarme”, pensó con cada vez menos convicción. Bill trabajaba como todo un profesional, incluso para ser su primera vez.

—Pero si ya tengo tres dedos dentro –suplicó Bill haciendo ojos de cachorrito apaleado, moviendo los dedos mencionados con tan buena suerte que la próstata del mayor de los gemelos tomó la decisión por él al finalmente decidir por su dueño.

—Bien, ok, tú ganas –cedió al fin—. ¿Es lo que quieres? Lo tienes. Todo tuyo, pero hazlo ya –suplicó el mayor de los gemelos con una voz que no reconoció como la suya—. No me hagas suplicar –pidió al fin con las mejillas ardiendo de vergüenza. Mostrarse vulnerable, incluso cuando sólo era Bill quien lo observaba en uno de sus momentos de debilidad, le dejaba el ego en silla de ruedas por al menos un par de días.

—Gracias –murmuró Bill a sabiendas de lo mucho que le costaba a Tom ceder su ‘tesoro’, posicionándose con cuidado entre las piernas de su gemelo—. Gracias, gracias, gracias…

Sintiendo un repentino dolor en la parte inferior de su cuerpo, Tom llegó a pensar que había elegido mal. Pésimamente si lo veía por el lado más negativo.

Pero conforme los minutos pasaron, las caricias de Bill apaciguaron todo sentimiento que no fuera placer. Tom se encontró a sí mismo jadeando, gimiendo, pidiendo más en repetidas ocasiones, alzando las caderas con cada embestida de su gemelo, cediendo a la tentación de pensar que quizá, sólo quizá, una segunda, tercera e incluso una cuarta vez de lo mismo, no podía ser tan malo.

Él no lo sabía, pero estaba equivocado.

Muy equivocado…

 

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