Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

CINDERELLA STORY: After dreaming por yellowmuffy

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Deben tener en cuenta que este es un fic con un 70% de fantasía (Quizá por eso está en esa categoría XD) así que toda situación absurda que se plantee debe tomarse como algo común dentro de la historia.

DISFRUTENLO!!

NOTA: Esta historia es publicada sin ningún fin de lucro. Todos los personajes que aparecen en esta hitoria son personas reales y por lo tanto de pertenecen a sí mismos... :(

 

Notas del capitulo:

Lo juro, este es uno de los capítulos/oneshots más lagos que he escrito. Pero estoy feliz de haberlo terminado de una vez :D

 

 

CINDERELLA STORY : After dreming

Por YellowMuffy

 

Un rubio de finas facciones se miraba detenidamente en el espejo acomodando cada uno de los largos  rizos de su cabello. Estaba a punto de salir en un programa de televisión y no quería para nada que algo estuviera fuera de lugar. Aunque de haber elegido, preferiría estar en casa durmiendo un par de horas.

- Señor Yoshiki –dijo una voz con temor a su espalda- Ya casi entran al aire.

El rubio asintió como respuesta y dejó lo que hacía para ponerse de pie, echando un último vistazo a la imagen que le regresaba el espejo de sí mismo con una expresión melancólica adornando rostro. Su deslumbrante y perfecta ropa llena de encajes y finas telas estaba en perfecto estado, al igual que su maquillaje. Labios perfectamente perfilados de carmín y sombras en los tonos indicados para resaltar sus ojos, todo perfectamente planeado para que contrastara con el tono de su piel, haciéndole ver más pálido.

Dio la vuelta dándole la espalda a su reflejo y fue hasta la puerta caminando con elegancia, pasando al lado de  la empleada  que seguía viendo como el rubio desparecía por el umbral.

- Ha llegado el momento de deleitarnos con un poco de música clásica. Para todos ustedes: es pianista, compositor y una de las personas más nombradas en estos días. El invitado especial de esta noche es… -Música de suspenso llenó el set del programa mientras la conductora anunciaba la entrada del rubio- ¡Hayashi Yoshiki!

En el momento en que ese par de palabras fueron pronunciadas, el foro estalló en euforia a la par de que el aludido se acercaba a tomar su lugar en el asiento junto a la conductora. Dedicando en el trayecto una sonrisa amable y dulce a todos los fanáticos que le veían emocionados por tenerlo tan cerca.

Ambos, presentadora e invitado, hicieron un lave reverencia como saludo cumpliendo con el protocolo.

- Es un verdadero placer tenerlo aquí señor Hayashi –Decía melosa la mujer a su lado leyendo y acomodando las tarjetas con información que tenía entre manos.

- El placer es mío –correspondió Yoshiki con suavidad cruzando sus piernas elegantemente.

- Sabemos muy bien que usted no sólo es un excelente intérprete de piano, sino que además ha logrado componer algunas de las sonatas más hermosas que he escuchado en mi vida –dijo la mujer consultando sus tarjetas-  ¿Qué es lo que le inspira para componer su música? –Fue su primera pregunta.

El rubio se relajó un poco antes de responder, agradecido de que sólo hubiese hecho alusión a su carrera musical y nada más. Algo tan sencillo como aquello parecía llevar la conversación a un territorio seguro.

- En realidad –respondió- no hay una cosa en específico que me inspire a componer, cualquier cosa puede servir para crear algo nuevo. Desde un bello paisaje, una persona, un recuerdo de la infancia o una vieja emoción guardada y reprimida con los años… Desde lo más dulce a lo más siniestro. Cualquier cosa está bien mientras las emociones que se despiertan comienzan a surgir como notas en mi cabeza…

- Eso es verdaderamente interesante –Comentó la mujer feliz- ¿Será que es una persona en específico quien lo inspira en este momento? –indagó con tono picarón mirando la reacción del público.

- Eh… -Yoshiki fue tomado desprevenido con la pregunta, sintiéndose estúpido por haber caído en la estrategia de la entrevistadora para hacerlo bajar la guardia.

- Todos sabemos que su relación con Sakurai-sama hace mucho tiempo pasó a ser algo más que meramente laboral  y  hay algo que el público y todos sus fans se mueren por preguntar. ¿Cómo van las cosas entre ustedes ahora?

- Bien, todo es como debería ser –respondió con simpleza sin intención de ahondar más en el tema, pero para su mala suerte eso no era lo que la entrevistadora tenía en mente.

- Existen muchos rumores sobre las aventuras amorosas de Sakurai-sama en el extranjero ¿Esto afecta de alguna manera su relación?

- De ninguna manera –dijo el pianista con voz estóica, aunque en su pecho no dejará de notar la punzada de inquietud que le causaba el comentario de la mujer.

Una pregunta incómoda le seguía a otra, pero en todo momento Yoshiki trató de mantenerse paciente, contestar revelando lo menos posible de su vida y desviando la conversación a otro lugar.

- Bueno, para finalizar esta emisión ¿Podría tocar una de sus maravillosas piezas para nosotros?

- Por supuesto –Acepto el rubio gustoso, y mientras la conductora anunciaba la entrada breve de los comerciales, Yoshiki se dirigió hasta dónde un piano, previamente preparado, le esperaba.

Aún tenía la mente dando vueltas a todas la preguntas que había intentado evadir y particularmente en una sola persona: Sakurai Atsushi; su actual pareja y a quién no había logrado ver una sola vez ese mes.

Un par de indicaciones más y el foro se volvió a encender en luces que le enfocaban sólo a él.

Sus dedos recorrieron las teclas una vez tratando de familiarizarse con el instrumento, concentrando su mente en el sonido que salía de éstas. Una vez que estuvo seguro de qué era lo que deseaba tocar, ejerció presión sobre las notas que así lo requerían. Y el hermoso y melodioso sonido de una sinfonía inundó la estancia, llenando de emociones a todos los que presenciaban tan bello espectáculo, incluido el músico que tocaba la pieza.

Los corazones de los espectadores daban tumbos por el sentimiento de melancolía que les provocaba la melodía y algunos hasta se permitían derramar lágrimas por los recuerdos evocados al escuchar atentos cada nota que salía a causa de la mano del angelical rubio.

Yoshiki, llegando al final de la interpretación, cerró sus ojos impidiéndose dejar que las lágrimas que exigían caer por sus mejillas lograran su cometido y con un último tacto de sus dedos sobre el piano finalizó la canción. Llenándose el lugar inmediatamente de aplausos para el pianista, como siempre que terminaba una pieza musical.

Se mantuvo en su lugar unos segundos serenándose y al momento en que se levantó de su lugar, una sonrisa (falsa) ya adornaba su rosto.

Lo primero que Yoshiki hizo al salir del foro directo a su camerino, fue empinarse una botella de agua completa y tomar el móvil entre sus muy cuidadas manos. Hacía semanas que no recibía un solo mail de su novio y esto comenzaba a preocuparlo. Quizá estaba muy ocupado, pensó  mientras amarraba su larga cabellera en una coleta y la dejaba caer al frente por encima de uno de sus hombros.

- Su chofer lo espera en la salida Señor Hayashi –anunció una voz que el rubio no se molestó en reconocer y, soltando un suspiro, se levantó de su lugar y caminó con gracia por los pasillos de la televisora hacia la salida.

Hizo un último intento marcando el número de su pareja, pero casi de inmediato fue mandado al buzón de voz, y él ya sin ánimo de decir nada, sabiendo que él otro nunca escuchaba la contestadora, mejor colgó y guardó el aparato, lanzando con ello un último suspiro. Mirando por la ventana el paisaje que ofrecía la ciudad de noche, temiendo en el fondo volver a casa a sabiendas que esta estaría completamente vacía.

 

-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h

 

Un alegre joven con cabellera  completamente fucsia y alborotada, veía hacia todos lados, fascinado con su nuevo empleo. Tenía entendido que a una de las estilistas a cargo de una de esas estrellitas del momento, le había sido imposible atender su trabajo por motivos que él desconocía; pero alguien decidió que él era el adecuado para suplirla y al ver esto como una oportunidad única en la vida, el joven estilista aceptó de inmediato.

Esa mañana se había levantado impaciente, así que con fin de relajarse se había sentado frente al televisor a jugar un poco en la consola de videojuegos. Pero calculó mal su tiempo, como siempre ocurría cuando usaba aquel aparato, y de un momento a otro se dio cuenta que necesitaba salir de su apartamento o llegaría tarde. Tomó entre sus manosuna bola de cristal bastante más pequeña a la que usaban las adivinas y susurró unas palabras con sus labios contra el cristal.

Al siguiente segundo ya se hallaba lejos de su casa, en unas de las avenidas principales de la ciudad. Guardó con rapidez la bolita de cristal entre sus ropas, se sumergió en la marea de gente y corrió lo más que pudo hasta dar con el lugar indicado.

Y ahí estaba ahora, feliz por lo que veía y tratando de encontrar a su “jefe”.

- Eres muy afortunado Hide-chan –se dijo a sí mismo quitándose de encima el enorme sombrero que traía, bastante parecido a los que usan los niños cuando se disfrazan de bruja, con el ala ancha y la punta un tanto retorcida.

- Disculpe –se acercó hasta una de las personas que estaban ahí- ¿Me podría decir dónde encuentro a Yoshiki Hayashi? Soy el nuevo estilista, Hideto Matsumoto –se señaló a sí mismo.

- Claro –respondió el interrogado- está ensayando con Toshi, siga ese pasillo y seguro lo encuentra.

- Gracias –se despidió cordialmente el pelirrosa y caminó dando brinquitos de entusiasmo hasta que encontró al rubio que estaba buscando, aunque en realidad le hubiese gustado no irrumpir en ese momento. Desde el interior de la habitación que le habían señalado se escuchaban las voces de dos personas que al parecer discutían entre ellos. 

El estilista de repuesto no pudo con la curiosidad y se asomó con sigilo por el umbral de la puerta para evaluar si era bueno el interrumpir o no.

Dentro se veían dos siluetas, a uno lo reconoció como Toshimitsu Deyama o como todos le decían en las calles “Toshi”, un cantante renombrado de Japón y a quién recordaba por las muchas portadas de discos que se hallaban regadas en el piso de su departamento, cortesía de su compañero de cuarto que no se cansaba de escuchar la música de ese hombre. Pero del otro no tenía la más mínima idea y supuso que era la del pianista para el que trabajaría ahora.

- No puedes seguir así Yoshiki –decía un pelinegro bajito enfrentando la mirada almendrada del rubio al que tenía casi acorralado- ¡El piano no lo es todo en la vida y Sakurai Atsushi tampoco!

Hide se acomodó mejor en su lugar recargándose sobre el marco de la puerta, ya siendo totalmente visible,  resuelto a esperar a que los otros dos notaran su presencia o a que terminaran su conversación antes de hacer su aparición. En primer lugar porque sentía  curiosidad por ver cómo sería su nuevo jefe, y segundo  porque no consideraba muy amable entrar así como así y cortarles el ambiente.

- No se trata de eso Toshi-chan –escuchó el pelirrosa como el pianista respondía a lo antes dicho por el pelinegro evitando a cualquier costa cruzarse con los orbes negros del más bajo.

- ¿A no? –Exclamó Toshimitsu molesto-  ¿Qué hay de la forma excesivamente protectora con la que ese hombre te trata?  ¿Y esa paranoia que tienes con tus manos? ¿Acaso me vas a decir que todo eso es normal? ¡Tan sólo dime cuándo fue la última vez que saliste a hacer algo por ti mismo! ¡¿Cuándo?!

Hide arqueó las cejas interesado, aquello sí que era como ver un drama por la TV, pero mucho mejor.

- Eso no tiene nada que ver –el rubio se levantó de su lugar exasperado- si sólo vas a seguir hablando es mejor que te vayas –señalo a la puerta, lugar dónde se hallaba el estilista observando la escena y ambos músicos voltearon al notar al fin su presencia.

- Y-yo lo siento mucho… -Comenzó a decir el pelirrosa con nerviosismo, moviendo frenéticamente sus manos de un lado para otro. A pesar de estar esperando a ser notado, no se había preparado una excusa para explicar que los estuviera observando.

- ¿Tú quién eres? –Cuestionó con severidad el más bajito acomodando sus gafas de sol, ya que al discutir con el rubio se le habían movido un poco de su lugar.

- Soy el nuevo estilista del señor Hayashi –respondió sacando una secadora de algún lugar desconocido y mostrándosela al vocalista- Venía a buscarlo porque queda poco tiempo para la presentación pero si quieren los dejo solos…

- No, yo ya me voy –La voz de Toshi seguía sonando molesta, ya no le quedaba paciencia en sus reservas y no quería meterse en un pleito con el rubio, por mucho que le molestara su actitud esto era porque de verdad le importaba y no soportaba ver cómo el que fue su mejor amigo cuando ambos eran niños terminaba convirtiéndose en una muñeca vacía.

 

-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h

 

- Entonces… -decía el de pelo rosa entretenido mientras acomodaba los rizos del rubio de tal manera que cada uno de ellos se viera perfecto- ¿Usted no se lleva bien con Toshi-san, eh?

Pero el músico se mantuvo en silencio, sin intención alguna de responder preguntas de su vida personal a cualquier desconocido.

- ¿No piensa responder? –Hide hizo un puchero- Bueno, está en todo su derecho. Mira qué atrevido de mi parte, siendo un simple estilista, el preguntarle ese tipo de cosas a alguien como usted –dramatizó el pelirrosa exagerando y logrando sacar una leve sonrisa de los labios de Yoshiki con su broma.

- No es que me lleve mal con él –susurró el pianista dejándose llevar por la confianza que le inspiraba el pelirrosa, era como si una extraña fuerza lo impulsara a hablar y de la nada se sintiera cómodo en su presencia- Es sólo que ambos ya no compartimos las mismas cosas que antes.

-  ¿Entonces son viejos amigos? –

- Sí, viejos amigos –Yoshiki desvió la mirada hacia otro lugar. Sus ojos al igual que su mirada se veían cargados de melancolía y esto logró intrigar más al estilista, que muy en el fondo amaba desenredar los líos de la demás personas. No sólo como parte de su deber, si no como verdadera vocación.

- Interesante –soltó un susurro muy bajo curvando sus labios en una sonrisa traviesa.

- Perdón ¿Dijiste algo? –El rubio dirigió sus ojos al reflejo del estilista sobre el espejo.

- Dije que es una lástima, los buenos amigos deberían durar para toda la vida –disimuló de inmediato el rubio con una sonrisa y siguió con su trabajo sin volver a intentar hablar más con el pianista.

 

-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h

 

El resto de la tarde transcurrió de manera normal, sólo con un par de preguntas por parte del pelirrosa hacia el personal acerca del pianista con el que trabajaban. Después de eso, nada más interesante, hasta que cada uno de los presente tuvo que partir, incluido el nuevo estilista. Quién nada más aparecido en su casa (literalmente), se sentó frente al ordenador e introdujo un par de palabras en el buscador de internet, terminando con miles de páginas de respuesta desplegadas para él.

Se encontraba tan abstraído en sus tarea que no se llegó a dar cuenta cuando su compañero de habitación, un alto pelinegro casi totalmente vestido de negro y con pinta de motociclista, entró a la casa y se sentó a su lado, lo bastante cerca de él para leer lo que tenía a su amigo pelirrosa tan intrigado.

- Con que Yoshiki Hayashi –soltó pensativo el pelinegro recargando su barbilla en el hombro de Hide

- ¡WAAAA…! –El pelirrosa saltó sobre su lugar agarrándose el pecho asustado, y se dio la vuelta para encarar al otro- ¡No vuelvas a asustarme así Heath-chan!  -le recriminó.

- Lo siento, pero es que estabas tan concentrado en eso que no pude evitarlo –se excuso el otro con una sonrisa, levantándose y yendo a la nevera por una cerveza. Regresando casi al instante también con una bebida para su amigo.

Hide hizo un puchero con los labios aún resentido con el más alto, pero no declinó a tomar la lata bien helada de cerveza que le tendía Heath.

- No sabía que te gustara el piano –el pelinegro hizo ademán en dirección al ordenador para que el otro le entendiera.

- En realidad el piano no es lo mío –dijo Hide dándole un sorbo a su lata.

- ¿Y bien? –Interrogó el pelinegro con curiosidad y con una ligera sospecha de lo que Hide se traía entre manos.

- Bueno… -Hide empezó a mecerse en su asiento con actitud infantil- Creo que ya encontré a la persona indicada… ¡Es simplemente perfecto! 

Lo último, dicho con mucha emoción, sólo logró sacarle un suspiro a Heath, que a pesar de ser un par de años más joven que el pelirrosa parecía tener la mente más centrada que este.

-  Verás, su vida es la típica historia de éxito, ya sabes de estar en el fondo llegó a la cima y encontró un príncipe azul. Ahora lo tiene todo: es rico, lindo, talentoso… –enumeró con los dedos- Pero parece como si no fuera feliz ¡Y yo debo ayudarle!

Alzó su puño al aire decidido.

- No creo que necesite tu ayuda Hide –Trató de devolverle a la tierra- Existen muchas personas con desgracias en el mundo, mejor escoge a alguien más.

- Pero él es perfecto, Heath –volvió a insistir el pelirrosa con los ojos brillándole- Casi como una princesa de verdad que necesita a su hada madrina para ayudarle…

- Somos brujos, no hadas madrinas… -el pelinegro cruzó los brazos y le miró enojado.

Y es que era cierto, ambos pertenecían a un sector la población que poseía “habilidades especiales” o bien, en una sola palabra: magia. Ahora mismo estaban dando sus “servicio” para graduarse como magos en la ciudad de Tokio. Uno más por obligación, ya que era tradición familiar y de haber podido escoger hubiese preferido ser el bajista en alguna banda, y el otro porque realmente le gustaba.

- No se trata de eso –le regañó el mayor poniéndose de pie para tirar lo que quedaba de su bebida en el cesto de la basura y sentarse nuevamente frente a la computadora, dando la espalda a su compañero- Es sólo que necesita de mi ayuda y aunque no me lo pida, no podría negarme. Si hubieses visto la expresión en su rostro lo entenderías. Las notas de su piano piden auxilio a gritos. Además, yo quiero hacer algo que realmente valga la pena para graduarme.

- ¿No será más bien que te gusta el pianista ese? –Le cortó el discurso inspirador al otro con una sonrisa burlona, que se acentúo más al ver lo rojo que se ponía Hide con su comentario.

- ¡Cállate, Heath!  -Exigió éste molesto y avergonzado, lanzándole lo primero que encontró a la mano y le sacó la lengua.

Heath se cubrió como pudo con su brazo, divertido por la reacción del pelirrosa.

Cuando la discusión hubo pasado y el pelinegro se fue bostezando hasta su habitación. Hide aprovechó para buscar entre sus libros el adecuado para lo que se proponía y aquel que le dijera todo lo que necesitaba. Una vez con el libro en manos. Leyó las páginas con tranquilidad  mientras buscaba por la habitación lo que le pedía el texto: tomó un par de cristales de una caja, velas y demás cosillas; poniéndolas en la mesa que tenía más cerca, todas justas.

Apartando al fin las letras de tinta de su vista para contemplar con satisfacción todos los “ingredientes” colocados en orden.

-Es hora de comenzar Hide-chan –Se anunció a sí mismo mientras se arremangaba su traje y movía sus dedos de forma frenética e impaciente.

 

-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h

 

El rubio entró a su casa cansado después de un rutinario día ajetreado, quitándose las gafas y arrojando su abrigo al sillón más cercando a la entrada. Yendo a su habitación con la clara idea de tomarse lo que quedaba del día para dormir, pero fue entonces que calló en la cuenta de que las luces de su casa estaban encendidas desde antes de que llegara y que un par de maletas descansaban cerca de la entrada.

- ¿Acchan? –Yoshiki llamó a la única persona que podía ser responsable de aquello y caminó por la casa en busca de su amante, que minutos después se asomó por las puertas del estudio. Seguramente se hallaba  trabajando en la letra de alguna canción, puesto que también era músico, antes de escuchar al rubio. 

- Que bueno que llegas Yoshi –le dijo con una elegante sonrisa, como todo su ser, y estiró sus brazo en el momento justo para atrapar en el aire al rubio que se le lanzaba aferrándolo en un abrazo.

- No tienes idea de cuánto te he extrañado Acchan. Es horrible estar sólo…  -le decía el rubio hundiendo su rostro en el cuello del más alto con una sonrisa de oreja a oreja. Sintiendo las leves caricias en su espalda que daba el pelinegro, dándole a entender que él también le había extrañado.

Sin esperar más compartieron un dulce beso. Después de eso ambos olvidaron por completo el cansancio que tenían por el trabajo y esa noche volvieron a compartir el lecho, fundiéndose como uno sólo.

Y horas más tarde, mientras ambos dormían al lado del otro, el rubio no dejaba de removerse entre sueños. Estaba teniendo una extraña pesadilla. Parecía como si un recuento de toda su vida pasara en su cabeza mezclándose con sus más fuertes miedos.

Finalmente terminado sentado frente a un enorme piano en un escenario vacío en el que lo único iluminado y visible era aquel instrumento. A su lado una persona a la que le fue imposible reconocer, porque tenía el rostro cubierto, le hablaba con una voz seria y susurrante mientras le tendía un medallón que el rubio tomó entre sus manos con temor.

- Hasta que  tu corazón esta frase no pueda borrar, tus dedos las teclas de un piano jamás podrán volver a tocar… -el hombre repetía la frase una y otra vez, mientras el rubio analizaba el detalle de aquel accesorio. Notando que en la parte de atrás unas palabras venían grabadas:

El pesar oculto quema el corazón hasta reducirlo en cenizas.

El pianista levantó la vista y dirigió sus dedos temblorosos hacia las teclas del piano tocando una tonada que él conocía a la perfección, pero el único sonido que salió del piano fueron  notas dispares y carentes de melodía. La respiración del rubio de agitó e hizo varios intentos más con algunas otras piezas musicales, pero ninguna funcionó. Hasta que notó con desesperación como todo su alrededor comenzaba a desaparecer y quedar en penumbras.

Fue entonces que despertó llevando una de sus manos hasta su pecho con tal de sentir el ritmo desaforado de su corazón y en cambio encontrando el collar que había visto en su sueño, con las mismas letras grabadas al reverso, colgando de su cuello.

Se levantó con urgencia de su lecho, sin importarle si Atsushi aún dormía, y corrió hasta la sala dónde un piano de cola le esperaba siempre para que posara sus dedos sobre él. Pero exactamente como en el sueño, el rubio no pudo tocar nada que sonara mejor que alguien golpeando las teclas al azar y se soltó a llorar hecho un ovillo sobre el banco del piano.

Pronto los pasos de su pareja se hicieron presentes en la estancia y el pelinegro se sitúo a su lado mirándolo con extrema extrañeza.

- ¿Qué te ocurre Yoshiki? –le dijo sin querer dar un paso más con el temor a que el rubio se hubiese vuelto loco el tiempo en el que él no estuvo presente y que reaccionara de forma extraña.

Sin embargo, el pianista se levantó de su lugar con cuidado y, sin detener las lágrimas que corrían por sus ojos,  dirigió el rostro hacia el más alto.

- Acchan –Comenzó a decir entre sollozos, pero se detuvo a sí mismo antes de comenzar a dar su explicación. Sabía que podía confiar en Atsushi más que en ninguna otra persona, pero aún así no quería arriesgarse a que el otro le enviara a ver un psiquiatra- No pasa nada –terminó diciendo mientras hacía el intento de limpiar su rostro con el dorso de su mano y pudo ver cómo el cantante fruncía el gesto no muy convencido.

- ¿Estás seguro?

- Sí – respondió de inmediato Yoshiki esbozando una sonrisa rápidamente- No hay de qué preocuparse. S-sólo tuve un sueño que parecía muy real… -dijo, a lo que el pelinegro soltó una risa de suficiencia.

- No seas tontillo –le dijo posando una de sus pesadas manos sobre los dorados cabellos del otro- Los sueños no son más que eso, sueños.

El rubio aceptó lo dicho por su pareja con un asentimiento, mientras en su interior sabía con seguridad que aquellas palabras ya no eran del todo ciertas, aunque en lo más profundo de su ser deseaba que lo fueran y que lo ocurrido esa madrugada fuese solo el producto de una de sus paranoias.

 

-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h

 

Hide dormitaba sobre la mesa de su sala, con la mejilla pegada a la fría madera del mueble, cuando el sonido de su móvil lo despertó.

Con pereza se revolvió un poco el cabello rosa y picó el aparato para poder ver qué era lo que le había despertado. En la pantalla de este se podía leer un mensaje que claramente era de la compañía para la que ahora trabajaba pidiendo que no se presentara a laborar pues, se habían cancelado todas las actividades para ese día y algunos siguientes.

El estilista frunció el ceño por el repentino cambio de planes. Justamente ese día se suponía que se encontraría con el rubio pianista y le interrogaría igual que el día anterior pero ésta vez para averiguar qué tal había ido el hechizo que preparó la noche anterior. Se quedó pensando un momento en una solución y ésta le llegó más rápido de lo que esperaba, el que no se pudieran encontrar en el trabajo no negaba la posibilidad de verse en otro lugar, y más aún si tus habilidades te permiten “modificar” las cosas a tu favor.

 

-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h

 

Después de una ardua mañana frente al piano sin lograr resultados, Yoshiki se encontraba en el comedor de la casa mirando el teléfono por el cual, momentos antes, había estado hablando con su productor. Había terminado por cancelar todos sus compromisos y eso enfurecía a todo su equipo de producción, pero con la desgracia que le acontecía veía muy irresponsable de su parte presentarse a tocar sin poder hacerlo bien.

Suspiró y tomó el collar que pendía de su cuello con los dedos. Observando a detalle las letras escritas en él, sin poder comprender qué era lo que debía hacer. Creer en la magia no se presentaba como la mejor opción a escoger, pero tras buscarle una explicación coherente a la repentina desaparición de sus habilidades como pianista, no le quedaba más que aceptar que lo ocurrido en aquel sueño sí estaba afectando la realidad. Además, que el collar existiera como un objeto tangible fuera de su ensoñación, probaba mucho más la teoría.

- Hola princesa –le saludo la seductora voz de Atsushi sacándole de su alienación, acompañando su saludo  con un suave beso en la frente del rubio.

- Hola amor –Yoshiki correspondió con una sonrisa el gesto de su pareja.

- Te ves un poco distraído desde lo que ocurrió esta madrugada –observó el pelinegro cruzando los brazos.

- Acchan –comenzó el pianista, decidido a confiar en el porte elegante- Creo que es hora de que me retire de la música –le dijo con pesar.

- ¿Qué estás diciendo? –Atsushi dejó caer sus brazos y se acercó para asegurarse de que sus oídos no le engañaban.

- Ya no puedo tocar el piano –sollozó Yoshiki sintiendo como sus ojos de aguaban y su voz se quebraba. Esa era la primera vez que aceptaba aquello fuera de sus pensamientos.

- Yoshiki, ¿De qué estás hablando? Las personas no olvidan cómo tocar un instrumento de un día para otro –Obvió el pelinegro hablándole como si fuera un niño pequeño al que se le explica cómo hacer una suma simple- Debe ser que no te has concentrado lo suficiente.

Finalizó su comentario con una suave caricia en el largo cabello de su pareja. Para ser sincero, todas las actitudes extrañas que estaba mostrando el rubio desde su llegada, comenzaban a generar una punzada de inquietud en su interior y le hacía dudar un poco de la salud mental del pianista. Había muchos casos en los que las personas enloquecían al estar sometidos bajo mucha presión y no cabía duda de que Yoshiki siempre estaba rodeado de un ambiente estresante, quizá eso ya había comenzado a hacer estragos en su mente.

- ¿Porqué no te quedas en casa y descansas un poco? –Sugirió con amabilidad- Aún faltan un par de horas antes de tu siguiente compromiso, deberías aprovechar y dormir.

- No estoy cansado Acchan –se quejó Yoshiki impaciente- Es que en verdad no puedo tocar nada.  -Inhaló profundo para infundirse tranquilidad- Ayer tuve un sueño muy extraño… -Trató de explicar con nerviosismo-  y en la mañana apareció este collar en mi cuello. Si no logro cambiar lo que viene escrito en él, entonces jamás podré volver a tocar el piano…

Silencio.

- ¿Y dices que todo te lo dijo un sueño? –la extrañeza se reflejaba en los ojos negros del más alto. Luchando internamente por no soltar una carcajada.

- ¡No estoy bromeando! –soltó seriamente Yoshiki perdiendo la paciencia.

Pero la seguridad con la que el pianista le decía que todo aquello era cierto, no hacía más que probar la teoría que Atsushi había formulado en su mente: Yoshiki se había vuelto loco.

- No me crees ¿Verdad? –cuestionó el rubio dolido.

- Creo que necesitas descansar –insistió el otro llevando sus manos hasta las rubias hebras que caían de la cabeza de Yoshiki y acarició los rizos de su pareja con excesiva dulzura. Casi con el brillo de la lástima reflejado en sus ojos negros.

Tomó a su amada “princesa” en brazos y le condujo de nuevo hacia la habitación que compartían.

– Ahora yo tengo que salir. –le dijo mientras lo depositaba sobre la cama con suavidad- Así que ¿Por qué no te quedas aquí en casa a descansar  y cuando regrese hacemos algo juntos?

Yoshiki asintió a lo dicho por el pelinegro, sintiendo perfectamente el cambio en la actitud de su pareja a una condescendiente. Atsushi no había creído en nada de lo que le dijo y eso quería decir que se encontraba sólo en esto.

El rubio soltó un suspiro observando como la puerta se cerraba tras el cantante y bajó su mirada hacia el suelo. Mientras estaba sentado en el mismo lugar, en completo silencio, pudo escuchar cómo la cerradura de la casa era cerrada por fuera con llave y un escalofrío le recorrió la espalda. Atsushi y él nunca aseguraban la puerta a menos que no fueran a regresar por un largo tiempo.

Alarmado y con la sensación de hallarse preso en su propia casa, buscó a su alrededor sus propias llaves pero no logró dar con ellas en ninguna parte. Corrió hasta la salida girando la perilla de la puerta varias veces pero esta nunca se abrió.

 

-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h

 

Sakurai se detuvo un momento contra la puerta de la entrada suspirando mientras escuchaba los golpes de Yoshiki contra el objeto. Esperó a que éstos cesaran y volvió a retomar el paso hacia su automóvil. Topándose con que en ese mismo momento el viejo amigo de la infancia de Yoshiki, bajaba de su vehículo, al parecer con la intención de hacerle una visita a su rubio.

- ¿Qué haces aquí Deyama? –los ojos negros del más alto miraron con reprobación al moreno. Si antes odiaba que ese hombre se acercara a Yoshiki, ahora mucho más si éste estaba en una situación tan “complicada”.

- Vengo a hablar con Yo-chan –respondió Toshi usando el apelativo cariñoso con toda la intensión de hacer al otro cantante rabiar.

- Es una lástima –habló Sakurai disimulando por completo su molestia- Yoshiki en este momento se encuentra indispuesto, será mejor que vuelvas otro día. Por hoy necesita un descanso.

Toshi analizó las palabras del moreno con desconfianza, pero teniendo en cuenta la cantidad de trabajo que Yoshiki siempre tenía encima, no era de extrañarse que en algún momento colapsara. Así que decidió creer en el más alto.

- Bien –aceptó volviendo a abrir la puerta que acaba de cerrar de su auto- Pero dile que vendré a verlo pronto.

Sakurai asintió a su petición y ambos subieron a sus vehículos, partiendo por caminos diferentes.

 

-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h

 

La mañana transcurría soleada y ajetreada en aquel parque rebosado de gente, entre las que claramente se distinguía un rubio de finas vestimentas y que no sólo llamaba la atención por su imagen, si no por la misma aura que le rodeaba. Pasaba al lado de las personas y estas inmediatamente se le quedaban viendo expectantes, incomodando en sobre medida a Yoshiki.

Le habían tomado varios minutos luchando contra una de las ventanas más bajas para abrirla y poder escapar por ella. Pero en el transcurso había logrado algunas heridas en sus perfectamente cuidadas manos. Aunque en ese momento lo que más le preocupaba era salir de aquel lugar cuanto antes.

No podía creer lo que Atsushi había hecho ¿Por qué lo haría? Fue lo primero que se preguntó al estar vagando por las calles y a la única solución que llegó fue a que el pelinegro había comenzado a dudar de su cordura.

No deseaba seguir añadiendo pesares en su espalda así que se planteó el ir sólo a dar un tranquilo paseo por las calles buscando poder pensar las cosas con calma y aclarar su mente. Pues a su parecer, era el estrés y el cúmulo de emociones lo que le impedía tocar su anhelado instrumento como siempre. Pero no contaba con encontrarse todos los lugares a los que iba tan abarrotados de gente, que además no le dejaban de mirar sorprendidos o atontados como si un extraterrestre fuera lo que caminaba en su lugar.

Por fin logró encontrar un lugar apartado en el parque dónde aparentemente no había nadie a la vista que le acosara con la mirada y se sentó en una banca que descansaba bajo un árbol, cansado y decidido a regresar a casa abortando la misión que tenía en mente en un inicio.

- ¿Yoshiki-san? –le llamó una voz que le pareció bastante conocida y buscó con la mirada a quien lo llamaba.

- ¿No eres tú el nuevo estilista? –Cuestionó el rubio al ver al hombre de inconfundible cabellera rosa acercándose.

- Sí –dijo éste con una sonrisa de oreja a oreja y tono de voz bastante infantil- ¿No es una verdadera coincidencia?

El pelirrosa terminó de acortar distancias y se colocó al lado de Yoshiki en la banca, balanceando sus pies hacia delante y hacia atrás, en un movimiento dispar.

- Yo debo irme –cortó el ambiente el rubio levantándose con rapidez.

- ¿Estás seguro? –los ojos del mayor se clavaron en el otro tratando de convencerle de quedarse.

- Sí, lo siento –dijo éste y se dio la vuelta.

Pero el mago no podía darse por vencido así como así.

- ¡Espera! -Le gritó levantándose de un salto y se interpuso en su camino impidiéndole el paso con los brazos y palmas extendidos.

El rubio le miró dudando.

- Te vez un poco triste ¿No te gustaría dar un paseo conmigo? –el pelirrosa hizo la sugerencia como si de la cosa más maravillosa se tratara.

- ¿Contigo?

- S-si –Hide comenzó a dudar que el pianista fuera a aceptar.

- Bien –dijo, tomando desprevenido al estilista, y soltando un suspiro al no comprender del todo por qué estaba aceptando la invitación de una persona que bien podía entrar en la categoría de desconocido. Pero al igual que el día anterior, cuando se había puesto a hablar con el de cabello rosa, la excesiva energía que éste parecía irradiar le inspiraba cierta confianza al rubio, como si con el otro pudiera abrirse por completo.

- ¡Bien! –Exclamó Hide victorioso- Podríamos ir por un rico helado para comenzar, conozco un lugar cerca de aquí en el que tienen un helado de limón maravilloso; y luego podríamos…

- Espera –le cortó Yoshiki antes de que siguiera haciendo planes- No puedo andar como si nada por las calles ¿Recuerdas?

El pelirrosa lo recorrió de arriba abajo con la mirada sin comprender por qué tal objeción y descubrió que por dónde lo vieras el rubio se veía totalmente reconocible.

- Cierto –Hide se quedó pensativo un momento y llevó una de sus manos hacia su barbilla- Tendré que hacer algo contigo… ¡Vamos!

Lo último lo dijo recuperando su entusiasmo y llevándose al pianista jalándole del brazo.

- ¿A dónde? –preguntó este con temor.

El pelirrosa aprovechó la pausa en una calle muy transitada por autos, y que no les permitían el paso, para darse la vuelta hacia el temeroso rubio y dedicarle una sonrisa traviesa, respondiendo.

- Es hora de hacerte un cambio.

Siguieron caminando un par de cuadras más hasta quedar frente a un edificio de departamentos sencillo, quizá un poco deprimente. Entraron por la puerta principal y subieron por las escaleras hasta una de las habitaciones del  tercer piso.

- No te preocupes –dijo Hide atribuyendo el silencio del otro a la preocupación- No te pienso hacer nada raro –usó su tono de voz nasal para dar énfasis a las últimas palabras.

Hasta ese momento a Yoshiki no se le pudo haber ocurrido que el pelirrosa tuviera una segunda intensión con llevarlo hasta su vivienda, pues en su mente no existía más que bondad destilando de parte del estilista. En realidad, lo que le mantenía un tanto alejado de la realidad, era el hecho de que seguía buscando en su mente una  solución, y de ser posible rápida, para su problema con el piano. La posibilidad de tener que dejar de lado su carrera y todo lo que ésta le daba seguía haciéndole doler el pecho.

- No –negó de inmediato- Jamás pensé algo así.

- Adelante, entonces –El pelirrosa terminó de girar la cerradura de la entrada y abrirla para el rubio, haciendo una graciosa reverencia para cederle el paso.

- Gracias –respondió el pianista internándose en la habitación.

Observando rápidamente el pequeño departamento pudo ver un par de cosas extrañas regadas por todos lados: cristales, cráneos, plumas, libros extravagantes y demás; pero prefirió no preguntar, igualmente él no podía negar tener alguna que otra colección rara en casa.

- Siéntate –le señaló Hide el viejo sofá de la sala y se fue a perder a una de las habitaciones.

Mientras, Yoshiki, escuchaba cómo el pelirrosa removía varias cosas, como si buscara algo y regresaba segundos después con una secadora en manos, pinzas para el cabello, tijeras y demás instrumentos de estilista; además de un poco de ropa.

-  Que empiece la diversión –soltó con una sonrisa que podía llegar a dar miedo y voz marciana, extremadamente nasal.

- ¿E-estás seguro de esto? –Yoshiki dudó acariciando unos rizos de su cabello con nerviosismo.

- Tú sólo confía en mí –le dijo Hide volviendo a usar su tono normal y guiñándole el ojo.

Al momento de escuchar el primer tijeretazo y ver caer un mechón de su dorado cabello, el pianista prefirió cerrar los ojos con miedo a arrepentirse. Dejó que el pelirrosa tuviera total libertad creativa con su cabellera. Y poco a poco sintió como su cabeza perdía peso.

- Listo, ya ha quedado –Anunció Hide con orgullo luego de un largo rato, tomando un espejo y poniéndoselo en frente a Yoshiki para que pudiera verse.

El pianista seguía nervioso por lo que se pudiera encontrar, ya que la sola referencia de lo que Hide le había hecho a su propio pelo no le decía nada bueno y le hacía temer por su cabellera dorada. Así que lentamente abrió sus ojos, encontrándose con una sorpresa. No tenía nada extraño en la cabeza, sólo que ahora el largo de su melena llegaba arriba de sus hombros, cayendo casi totalmente lacio en varias capas. Llevó una de sus manos hasta tocar las puntas con sus dedos, tratando de acostumbrarse al largo y sin dejar de mirarse al espejo.

- ¿Y qué me dices? –interrogó Hide sin poder aguantar más el silencio del rubio- ¿No te gusta?

Yoshiki bajó el espejo y negó.

- No es eso –dijo- es sólo que han pasado demasiados años desde que no llevaba el pelo corto.

- ¡¿En serio?! –El pelirrosa le miró sorprendido.

- Casi desde que empecé a tocar el piano…

Al tiempo en que terminaba la frase, la expresión del  pianista se tornó melancólica debido a que aquello le recordaba el verdadero motivo por el que se hallaba en el departamento de su estilista y no cumpliendo su deber. Este cambio no pudo pasar desapercibido por el de cabello rosa, que se apresuró a decir algo para animarle.

- Yo creo que te queda muy bien –Refiriéndose a su nuevo corte y tendiéndole la ropa- Ahora es mejor que te pongas esto.

Yoshiki obedeció, entrando en el baño a cambiarse mientras Hide le esperaba en la sala. Retiró su elaborado atuendo y lo remplazó por el otro, sintiéndose un poco extraño con aquella ropa que parecía sacada del armario de un motociclista.

Se miró en el pequeño espejo que había arriba del lavabo evaluando su imagen y encontrando que se veía totalmente distinto a  hace unas cuentas horas, su apariencia andrógina había desaparecido casi por completo y parecía un poco menos llamativo. En realidad, la idea de vestir “normal” no le desagradaba en absoluto. Sonrió un momento al imaginar la cara que pondría Atsushi al ver que su “princesa” había desaparecido. Seguramente se vería molesto. Suspiró.

- Al menos así podré andar tranquilo, por ahora –se dijo a sí mismo y salió del cuarto de baño.

- Te queda bien, ahora nadie te reconocerá –alagó el pelirrosa al instante en que Yoshiki se posó frente a él.

Hide se levantó con entusiasmo y le llevó del brazo hasta la puerta.

- Vamos –le animó, y juntos volvieron a salir a las calles.

Desde ahí anduvieron muchas horas de un lugar a otro, cumpliendo el itinerario que el estilista había planeado en su cabeza durante el tiempo que a Yoshiki le tomó cambiarse. Fueron desde una heladería, hasta una reconocida plaza comercial, y aún así no parecieron levantar ningún revuelo, así que ambos supusieron que su plan de “camuflaje” había funcionado perfecto.

Estaban a punto de decidir en qué lugar detenerse como siguiente punto, cuando el rubio se detuvo frente a una tienda de instrumentos musicales en cuyo escaparate se exhibía un precioso piano de cola. Inconscientemente tocando con su mano derecha el dije en su cuello.

- ¿Sucede algo? –cuestionó Hide mirando interrogante al pianista, como si no tuviera una idea de lo que pasaba en la mente del pianista.

- No, no es nada –acompañado de un suspiro, fue lo único que recibió como respuesta.

- ¿Quieres entrar? –Indagó Hide.                                                             

- No –de inmediato salió de los labios de Yoshiki. Pero el estilista le ignoró por completo y le llevó jalando hasta la entrada. Ese era el momento perfecto para sacarle información al rubio y Hide no lo pensaba desperdiciar.

- Entremos -dijo.

Yoshiki siguió al pelirrosa con renuencia. Observando cómo este, nada más cruzando la puerta, contemplaba los brillantes instrumentos que inundaban el lugar, centrándose en especial en una guitarra laboriosamente decorada con un complejo patrón colorido sobre un fondo negro.

- ¿No es hermosa? –preguntó sin despegar sus ojos marrones del instrumento.

- Claro

El rubio estaba algo incómodo en ese lugar y Hide lo sabía.

- ¿Sucede algo? –repitió la pregunta que hizo antes de que ambos ingresaran a la tienda musical. Esta vez señalando el collar que Yoshiki aún aferraba en una indirecta, pues parecía que la mano se le hubiese quedado pegada al colgante.

- Hide-san, ¿tú crees en la magia? –cuestionó el pianista ignorando su pregunta y evitando por todos los medios posibles cruzar la mirada con el estilista. Era la misma pregunta por la que Atsushi se había molestado con él esa mañana. Sin embargo, Yoshiki necesitaba que alguien le diera una respuesta distinta a la que recibió de su amante y estaba seguro de que Hide podría ser quien se la dijera.

- ¡Por supuesto! –exclamó Hide. Era inútil decir lo contrario, pensó, eso sería como negar su propia existencia.

Yoshiki se atrevió a clavar sus orbes en los de Hide y descubrió en ellos mucha seguridad en lo que le decía. Fue esto mismo lo que le llevó a seguir hablando.

- Entonces, no me creerías un loco si te digo que alguien me maldijo.

- ¿Maldecir? –soltó exaltado.

Eso le ofendía. Una maldición siempre traía consigo la desgracia y él lo único que quería era ayudar al rubio, no perjudicarlo. Eso de lanzar hechizos maléficos al primero que se te antoje no venía para nada con el de cabello rosa y su idea de un “provechoso uso de la magia”- Tú no tienes ningún tipo de maldición. Es imposible que usaran ese tipo de magia contigo…

-  ¿Pero tú cómo puedes saber eso? –Yoshiki le miró extrañado por su reacción y el comentario.

De inmediato Hide cayó en la cuenta de su error y miró a su alrededor en busca de algo con qué desviar la conversación a terreno más seguro. Siendo lo primero que encontró una pulcra e imponente batería.

- Mira –dijo señalando el instrumento- ¿No te gustaría probar con otro tipo de instrumentos? Ya no puedes tocar el piano, pero eso no te impide tocar algo más.

Caminó hasta la batería llevando consigo al rubio y le sentó en ella. Tomando totalmente desprevenido a Yoshiki, que hacía lo que el pelirrosa le indicaba de manera mecánica y de pronto se había olvidado por completo de su conversación al ver la nueva posibilidad que se abría ante sí.

- Es sencillo –Hide tomó una de las baquetas que estaban a la mano y le dio un golpe a un platillo- ¿Lo ves? Sólo es cuestión de golpear estas cosas y lo demás viene de ti.

 Yoshiki miró fascinado cada rincón de la batería. Dio leves golpecitos sobre los tambores, acostumbrándose a los estridentes sonidos que producía. Y cuando al fin se sintió cómodo sobre aquel asiento, cerró los ojos dejando que sus manos y pies dieran rienda suelta a una melodía; que a pesar de sonar fuerte y agresiva, también distando mucho de lo que un experto lograría, sonaba armoniosa y lograba trasmitir tantas emociones que podía causarte un nudo en la garganta a cualquiera.

Hide observó sorprendido la figura del delicado rubio dado certeros golpes al instrumento y se preguntó internamente si existía algo que aquel bello chico no pudiera hacer. Mientras inconscientemente formaba en sus labios una sutil sonrisa.

- ¡Excelente! –Le gritó aplaudiendo con entusiasmo una vez que el otro hubo bajado de la batería- ¿Quién dice que necesitas tocar el piano cuando eres tan bueno con la batería?

- Gracias, supongo –sonrió.

- Tal vez a eso se refería el tipo de tu sueño, dejarte llevar por lo que tu corazón desea, probar cosas nuevas… -Hide iba a continuar con su parloteo pero al ver cómo el rostro del pianista se endurecía, se detuvo.

- Espera un segundo –Yoshiki frunció el seño- ¿Cómo podrías saber eso si yo nunca te mencioné nada sobre el sueño?

Los colores se borraron del rostro del pelirrosa y sus ojos se abrieron con sorpresa.

- No es lo que tú crees… -comenzó a decir tratando de enmendar su error, pero el rubio ya no le escuchaba.

- A menos que tú seas el tipo que estaba dentro de él –aseguró señalándole.

De inmediato Hide se apresuró a negar la acusación con nerviosismo, moviendo sus manos frenéticamente de lado a lado.

- ¡No!  -Casi le grita- ¿C-cómo puedes decir tal cosa?

La mirada del rubio le atravesó con furia.

- ¡¿Entonces cómo explicas saber exactamente qué fue lo que me dijo ese hombre?! –Exigió saber el rubio algo exaltado.

- Pues… -Hide se había quedado sin excusas- Sólo quería ayudarte –Colocó una de sus manos sobre el hombro del rubio aunque éste la retiró de inmediato con un manotazo.

- ¿Ayudarme? ¡¿Ayudarme?! –Espetó con furia-¡¿Y tú quién demonios te crees que eres para meterte en mi vida?!  Lo que sea que me hayas hecho, ¡Reviértelo ahora mismo!

Las palabras caían en el pecho del rubio causándole dolor, ver el rostro del joven pianista frente así le hacía querer retroceder en el tiempo y nunca intervenir.

- Yo sólo quería que fueras feliz… -seguía disculpándose el estilista.

- ¡¿Y qué puedes saber tú sobre mi felicidad?! –Le cortó Yoshiki- No tienes idea de lo que he hecho para llegar a dónde estoy, todo lo que he sacrificado por mi carrera…

- ¿Y todo para qué? –Hide le hizo frente al fin- ¿Para ser sólo una muñeca que toca el piano cada vez que te lo piden? Una que nunca sonríe a menos que esté frente a una cámara… ¿Qué importancia tiene haber desperdiciado tu vida frente a un piano si siempre habrá un vacío en tu corazón que no puedes llenar?

Se acercó nuevamente al rubio y cruzó sus miradas.

- Entiéndelo –le dijo- Si sigues apresando a tu corazón de esa manera y te olvidas de las cosas que son en verdad importantes, nunca serás realmente feliz. Y no hay valor más importante en esta vida que la felicidad.

- No quiero volverte a ver –Fueron las tajantes palabras de Yoshiki que se negaba rotundamente a escuchar lo que sea que el pelirrosa le tratara de hacer entender- ¡No te vuelvas a acercar a mí!

- Disculpen –les interrumpió una tercera persona, el encargado de la tienda- ¿Podrían resolver sus asuntos fuera de mi tienda? Asustan a mis otros clientes…

- Claro –Soltó Yoshiki dándose la vuelta y saliendo de la tienda.

El hombre encargado se quedó mirando al delicado rubio salir dando pasos con gracilidad y agrandó los ojos sorprendido.

- ¿No era ese Yoshiki Hayashi? –preguntó a Hide, que aún miraba la salida a punto de ir tras el pianista.

- No –respondió el estilista- Seguramente sólo es su imaginación, señor.

Hideto dejó al encargado sólo y también salió de la tienda de música, preguntándose si debía seguir a Hayashi. Pero prefirió dar la vuelta y caminar por el lado contrario al que el rubio había tomado. Él mismo se lo había dicho, no debía seguir interviniendo más en su vida. Por mucho que quisiera ayudarle no había hecho más que alterar su falsa “vida perfecta”. Ahora sólo le quedaba olvidarse de aquel hombre y de la punzada que le provocaba en el pecho el pensar en él.

Por hoy se iría a casa a contarle todo lo ocurrido a Heath, quizá un par de burlas de su compañero le levantarían el ánimo. Y mañana, mañana sólo volvería a vagar por las calles en busca de cualquier cosa  o persona que le sirva para graduarse.

 

-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h

 

Yoshiki caminó algo desecho por las calles, sintiéndose más tonto que nunca. Ya no quería pensar en nada, ni en el piano, ni en Atsushi, ni en Hide. Sólo rogaba por llegar pronto a casa y que esta se encontrara vacía para poder soltarse a llorar de la desesperación. ¿Cómo es que justamente a él le tenía que ocurrir ese tipo de cosas en tan poco tiempo?

Llegó hasta la que era su morada y abrió la puerta, notando que las luces estaban encendidas. Justamente estaba cruzando el umbral de la entrada cuando vio que Atsushi ya le esperaba sentado pacientemente sobre el sofá de la sala.  Al verle, éste frunció levemente el entrecejo con desaprobación por su nueva imagen y soltó un suspiro levantándose de su lugar.

- Acchan –soltó el rubio retrocediendo un par de pasos al observar como el otro avanzaba hacia él. Recordaba perfectamente lo ocurrido aquella mañana y ya no estaba seguro de si podía seguir confiando en el cantante.

- En verdad creía que no regresarías… -Le dijo Atsushi con algo de tristeza en la voz, justo antes de que Yoshiki chocara contra alguien en su retroceso y éste alguien le tomara por los brazos inmovilizándolo.

- ¡Suélteme! –Gritó- Acchan, por favor dile que me suelte… –le rogó al pelinegro con terror en su mirada luchando con toda la fuerza que tenía.

- Lo siento, precioso. Es por tu bien… -Las palabras de Atsushi fueron como un baño de agua helada que le dejaron paralizado por un instante.

Tiempo que aprovechó otro hombre, que al parecer acompañaba al tipo que lo sujetaba, para clavarle una aguja en el cuello.

- Atsu… -su intento por articular palabras se vio eclipsado por la repentina pesadez de sus miembros, y la imagen del pelinegro mirándole con lástima fue lo último que alcanzó a vislumbrar antes de envolverse en la inconciencia.

 

-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h

 

Hide se encontraba dormido entre una enorme pila de latas de cerveza y botellas de distintos licores, después de haber llegado a casa y de haber recibido sus respectivos comentarios burlones por parte de Heath. Éste, como casi siempre, le había sugerido tomar algo para distraerse. Y finalmente terminaron por vaciar toda la reserva de alcohol que tenían en la cocina.

Miró el reloj de la pared sin alarmarse, aunque éste señalara que pronto sería el medio día. No había por qué apresurase al trabajo porque sabía muy bien que ya no sería bienvenido ahí. No después de lo que había pasado con el rubio pianista y su rotundo fracaso como mago. Era hora de empezar a buscarse un nuevo trabajo y abandonar el anterior. Dio un largo bostezo y con un chasquido de sus dedos se alistó para salir rumbo a la entrega de su renuncia.

Decidió caminar en vez de sólo aparecerse. Necesitaba despejarse un poco y la caminata le ayudaría mucho.  Y en su camino a la compañía pasó frente a su cafetería favorita con la idea de tomar algo en la mente. El lugar, con la apariencia de una cafetería común, se hallaba semivacío y las pocas personas que ocupaban alguna mesa en el establecimiento eran desde lo más pintorescas hasta lo más común. Sin embargo, algo que no saltaba a la vista para cualquiera, todas y cada una de ellas era del mismo tipo que el pelirrosa estilista: todos eran magos. Es por eso mismo que Hide se sentía como pez en el agua allí dentro.

- Hola Mana –saludó Hide al encargado, un pelinegro con ropas de lolita, cuando llegó frente al mostrador.

- ¿Qué te sirvo Hide? ¿Lo de siempre? –le preguntó este con familiaridad y sin expresión alguna en su rostro de muñeca.

- No –se apresuró a decir el pelirrosa viendo el ademán del otro por tomar la cafetera. La cafeína y la resaca no era algo que se debiera mezclar, así que lo mejor era pedir otra cosa.- Creo que esta vez sólo quiero un poco de pay de limón.

Hide le dio el monto que cubría su orden y Mana anotó su pedido en una pequeña libreta, recibiendo el dinero.

- En un momento te lo llevan –dijo.

Hide asintió y se fue hasta una de las mesas frente al ventanal. Se quedó mirando por la ventana y de inmediato una linda chica llamó su atención, el leve siseo de su dorado cabello por el viento le hizo quedarse hipnotizado por un momento.

- Te vez como todo un enamorado –le dijo con burla el mesero que se acercó con su orden. Ambos ya se conocían de todas las veces que Hide iba al lugar. Ese era el motivo de tanta confianza entre ellos- Te felicito, es linda.

Éste dejó el plato con una apetitosa y generosa rebanada de pay frente el pelirrosa y sonrió al ver de cerca a la chica que pasaba ahora frente a ellos. Sin embargo, al contrario del otro, Hide apartó su mirada de la joven con molestia al poder observar que aquel brillo dorado no pertenecía a la persona que él anhelaba.

- No, no es ella. Pero lo veo en todas partes, Kaoru* –le habló por lo bajo el estilista al joven de cabello violáceo, tomando un cubierto y picoteando el postre que le acaban de entregar. Dándose cuenta que esa era la primera vez que aceptaba que su interés por el rubio iba más allá que el simple deseo de ayudarle.

- ¡¿Eh?! –Kaoru le miró algo sorprendido- Entonces es un chico…

Hide soltó una risilla y asintió con energía.

- Sí, pero es el chico más bello que haya visto –habló embobado el pelirrosa recargando el rostro en una de sus palmas y el codo en la mesa.

- Hablas como toda una quinceañera enamorada. Estás vez sí que cupido te dio fuerte el flechazo –Rio el más joven.

- Lo sé, pero tendré que arrancarme esa flecha –Hide cambió de expresión a una mucho más triste y Kaoru le observó interesado- Tiene novio, no es mágico y en éste preciso momento debe estar odiándome por quitarle su habilidad con el piano…

- Eso suena mal –se recargó mejor en el respaldo de la silla- Pero si quieres mi consejo, no deberías rendirte…

- ¡KAORU LA ORDEN DE LA MESA 4! –una voz retumbó en el establecimiento.

- Lo siento mucho, Hide –se disculpó el menor levantándose con rapidez. Escuchar a Mana gritando era algo demasiado malo si se tenía en cuenta que el dueño casi nunca hablaba- Tendré que dejarte… Nos vemos.

Ambos se despidieron con un gesto de mano y Kaoru corrió a la cocina de donde venía el llamado del encargado.

 

-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h

 

La anestesia o cualquier droga que le hayan aplicado estaban comenzando a perder su efecto. Abrió sus ojos con lentitud y una habitación casi completamente vacía y enteramente blanca le recibió. Tenía la conciencia de haber despertado un par de veces antes, pero siempre le volvían a dormir de inmediato, incluso antes de poder aclarar su vista un poco. Aunque esta era la primera vez que estaba completamente solo.

Sus muñecas estaban fuertemente atadas a la cama en la que estaba postrado y por más que trató no pudo zafarse ni un poco. Soltó un gemido de dolor y sintió la zona apresada punzar con el roce de las ataduras. No tenía caso seguir intentando.

Miró a su alrededor preguntándose cuánto tiempo había transcurrido, pero nada. Lo único que alcanzaba a divisar era el panorama que se perfilaba dentro del marco de la ventana. El sol se veía en lo más alto del cielo, pero no existía ningún indicativo más de dónde y en qué momento se encontraba.

En ese momento una mujer con el traje similar a de una enfermera entró en el cuarto. Se acercó hasta él y lo examinó con la mirada, deteniéndose en sus muñecas enrojecidas.

- Debo llamar al doctor –dijo, más para sí misma que para el rubio, y dio media vuelta para salir.

- ¡Espere! –le llamó varias veces el rubio pero la mujer le ignoró olímpicamente.

Sin embargo, casi al instante la puerta estuvo abierta de nuevo, pero esta vez por ella se asomaba un hombre de amplia sonrisa y bata blanca, con una placa en el pecho que decía su nombre: Dr. Masaki Haruna.

- ¿Cómo se siente? –interrogó el hombre mirando los papeles en los que escribía.

- Esto tiene que ser un error –dijo Yoshiki implorando por que el médico le tomara enserio- Yo no debería estar aquí…

El doctor le volteó a ver aun sonriendo, aunque el reflejo de la condescendencia brillaba en sus ojos, acarició con gentileza sus rubios mechones y dijo:

- Claro, cariño –Dio unas palmadas en su cabeza y prosiguió a ver sus muñecas bajo las ataduras- Ahora sólo déjame atender esto.

- No, usted no lo entiende –insistió- Necesito salir de aquí, por favor.

Pero por más que dijera algo, el hombre no dio respuesta a la petición de su paciente. En cambio, parecía totalmente absorto en curar las heridas en las muñecas del pianista.

Yoshiki perdió la paciencia por completo y trató de zafarse nuevamente. No podía soportar ni un minuto más en un lugar. Sentía como con cada pasar de la manecilla de un reloj, una gota de su cordura se iba perdiendo.

Con fuerza, el hombre que siempre aparentaba amabilidad le sostuvo contra la cama y maniobró lo más rápido que pudo para volver a introducir el estupor en el cuerpo del rubio por medio de la inyección de fármacos en sus venas.

 

-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h

 

La mente de Hide daba vuelta tras vuelta a la corta conversación que había tenido con el mesero mientras daba pasos lentos en los pasillos de la compañía. Tratando de evadir lo que era evidente. Anhelaba poder volver a sentir la calidez que emanaba cada vez que veía al pianista.

Se detuvo un instante para observar a su alrededor y poder ubicarse. Miró con tristeza la puerta en la que había visto por primera vez al rubio. Sin darse cuenta sus pasos le habían llevado hasta ahí. Pero antes de que tuviera la oportunidad de comenzar a recriminarse mentalmente, alcanzó a percibir algo extraño en el ambiente; todos los presentes se encontraban ocupados cuchicheando cosas entre ellos y en el momento en el que captaron su presencia, guardaron silencio inmediato viéndole con cierto morbo y desprecio.

- ¿Qué sucede? –interrogó el pelirrosa a sus compañeros, pero ninguno le dijo nada. Sólo uno de ellos, que estaba bastante cerca del pelirrosa, le tendió un pequeño conjunto de revistas y periódicos como explicación.

El estilista observó la portada del primer periódico y abrió los ojos con completa sorpresa. Su imagen con la del rubio saliendo del departamento la tarde anterior aparecía borrosa debajo de un encabezado de letras llamativas que rezaba insinuaciones a un posible adulterio. Arrojó el ejemplar al suelo para poder ver qué era lo que los demás ponían y en cada uno de ellos se encontró con titulares similares, sólo que cuando la pila iba disminuyendo de volumen los titulares comenzaron a cambiar.

“Yoshiki Hayashi es internado por causas desconocidas”  decía uno. Hide se aventuró a leer el pequeño párrafo que acompañaba la noticia y sólo unas líneas le bastaron para darse cuenta de lo que estaba sucediendo. Yoshiki estaba siendo despedazado por la prensa que ahora mismo le atribuía el papel de loco e infiel, además de algunos añadidos que los reporteros amarillistas habían sacado de sus suposiciones y los convirtieron en reales para las masas en sólo cuestión de segundos.

- Eres un tonto Hide –se dijo a sí mismo golpeando su frente con la palma de su mano y luego alborotando su ya esponjado cabello color chicle- Tonto, tonto, tonto. –se repetía una y otra vez al compás de los golpes en su sien. Todo era su culpa.

 - ¿Hide? ¿Hideto Matsumoto? –Una voz dijo su nombre a su espalda y el pelirrosa tuvo que dar media vuelta para ver quién era, pero justo antes de que pudiera terminar su acción el bajito pelinegro de gafas oscuras que le llamaba le estampó contra la pared más cercana, tomándolo con fuerza del cuello de su camisa.  Las personas alrededor exclamaron alarmados, pero curiosamente ninguno hizo nada por detener al agresor. En cambió, algunos se retiraron discretamente del lugar, murmurando cosas al alejarse.

- ¡¿Qué demonios tienes que ver en esto?! –le exigió saber Toshi furioso arrojándole a Hide un periódico en el pecho.

- ¡Yo no sé nada! –Hide se soltó del menor con un empujón- ¡La prensa está loca, siempre se saca cosas locas de la manga!

- ¡Por supuesto que tienes que saber algo, seguramente fuiste tú quien metió a Yoshiki en esta cosa!

¿Qué tanto se habría distorsionado las cosas? Pensó Hide al escuchar las acusaciones de Toshi.

- ¿Porqué dices algo así? –indagó el mago acomodándose la camisa e intrigado por cualquier sospecha que el más bajito pudiera tener. Tomó el artículo que el otro le ofrecía y sí, efectivamente, en éste le adjudicaban a él la culpa del repentino “cambio” en el pianista por ser una “mala compañía”.

- ¡Tú fuiste la última persona con la que estuvo Yoshiki antes de todo, ¿Quién más sino tú pudo haberle hecho algo?!

- Qué tal su novio controlador o si él mismo lo hizo por su cuenta –le hizo ver el pelirrosa, sabía que no era así y que en realidad él sí era la causa directa o indirecta de todo, pero necesitaba interrogar al pelinegro y no lograría conseguirlo a menos que éste dejara de tener la intensión de golpearle- Yo sólo lo encontré ayer por casualidad y le invité a dar un paseo porque se veía agobiado.

La expresión de Toshi se fue suavizando poco a poco, hasta que al fin dejó caer sus brazos a los costados, rindiéndose. Recordaba perfectamente la actitud misteriosa que Atsushi había tenido el día anterior. Quizá el pelirrosa no le mentía después de todo. Se quitó las gafas e hizo su cabello hacia atrás con al otra mano.

-  Te ves muy agobiado –comenzó Hide, apareciendo una botella de agua, que en realidad contenía suero de la verdad, detrás de sí sin que el pelinegro se diera cuenta.- ¿Porqué no tomas un poco de agua y te tranquilizas?

El estilista le tedió la botella al cantante mientras Toshi le miraba con renuencia, pero finalmente la tomó y bebió el contenido. Hide sonrió con satisfacción.

- Bien, Toshi-san –le dijo apurado- Necesito que me diga dónde se encuentra Yoshiki.

Casi de inmediato Toshi, sin poder medir lo que hacía, se soltó a decir lo que el pelirrosa le pedía  y éste sólo se limitó a memorizar las palabras del pelinegro.

 

-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h

 

Se encontraba absorto en la oscuridad de aquel monótono cuarto, hace varias horas que los fármacos en su sangre se habían disipado y desde entonces nadie más se había asomado siquiera en su habitación. Y él había aprovechado todas esas horas de soledad viendo como la noche iba envolviendo la estancia con sombras, de la misma manera que su vida en esos últimos días. Aunque después de un rato de reflexión su mente había comenzado a divagar por su cuenta y las notas musicales aparecieron por sí solas como una visión imaginaria, con la única diferencia de que ésta vez no eran las dulces notas de un piano las que inundaban sus pensamientos, sino el fuerte y rápido golpeteo de una batería. Asemejándose al acelerado latir de su corazón en cada momento de desesperación que experimentaba y la fuerza de sus emociones cada que caía en la cuenta de la venda que él mismo se había puesto sobre los ojos por tanto tiempo.

Si tan solo pudiera salir de aquel cuarto, quizá podría volver a retomar las riendas de su vida. Fue entonces que recordó a Hide, todas las palabras que le había dicho y lo acertado que estaba.  Y el evocar la imagen de una de las tantas sonrisas que el pelirrosa le había dedicado aquella tarde, le hizo guardar un poco de esperanza.

- Hide –susurró su nombre en la oscuridad.

 

-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h-h

 

Afuera de un gran edificio y cubierto por las tinieblas, Hide observaba las habitaciones preguntándose en cual de todas sería en la que encontraría al rubio y si éste se encontraría bien. Sin más preámbulo, sacó de entre sus ropas su fiel bola de cristal y un mechón dorado, de los que se había encargado de cortarle a Yoshiki y que guardo por si acaso, y acercó las doradas hebras hasta la redonda superficie del cristal. Rozándolas en movimientos circulares.

- Llévame hasta dónde tu dueño –siseó y al instante siguiente ya se hallaba en uno de los pisos superiores del hospital. Un paso más cerca del pianista.

Ahora sólo necesitaba saber en cuál de todas esas puertas encontraría a Yoshiki y estaba dispuesto a lanzar un par de hechizos inadecuados de ser necesario.  Dio un paso al frente con la decisión de comenzar su avance, cuando el débil susurro de su nombre llegó hasta sus oídos.

- Hide…

De inmediato el pelirrosa giró su cuerpo  y se dirigió hasta la puerta de dónde provenía el sonido. Sólo bastaron un par de palabras y el movimiento de sus dedos y la puerta estuvo abierta para él. AL traspasarla, una sonrisa asaltó su rostro al ver que al fin tenía a Yoshiki frente a sus ojos. Con ataduras en manos y pies, la mirada ausente y extrema palidez, pero parecía estar bien a pesar de todo.

- Hide –volvió a decir el rubio, esta vez sorprendido por verlo ahí. Temiendo que su mente estuviera empezando a jugar con él.

- Tranquilo –dijo Hide transmitiéndole calma con el tacto de sus dedos sobre la mejilla del pianista- Te sacaré de aquí, te lo prometo.

Sacó una navaja de entre sus cosas y en cuestión de nada las ataduras que mantenían postrado al rubio estuvieron desechas. Este contempló un segundo sus manos libres y las lágrimas de felicidad brotaron por sus ojos, no estaba sólo después de todo, y al momento siguiente se lanzó a estrechar al pelirrosa. Siendo correspondido con completa ternura por éste.

Se quedaron unos minutos así, uno junto  al otro, compartiendo el calor de un abrazo y sintiendo el palpitar del otro tan cerca como para fundirse uno con el otro. Al menos hasta que las voces de alarma en los pasillos empezaron a acercarse hasta ellos y Hide tubo que hacer uso nuevamente de su bola de cristal para desaparecer de aquel lugar junto con el rubio. Apareciendo en la sala de su casa, dónde Heath descansaba viendo la Tv después de un arduo día de trabajo y que casi cae de bruces al ver a su compañero materializarse en compañía del otro.

- ¡Hola Heath! –saludó el pelirrosa.

- ¿Qué se supone que es esto? -preguntó el pelinegro señalando al rubio.

- ¡Ah! Cierto –Hide se apartó un poco de Yoshiki y le señaló con un movimiento de mano- Heath, él es Yoshiki. Yoshiki, él es Heath, mi compañero de cuarto.

- Hola –saludó el pianista y Heath le correspondió el saludo con un movimiento de su cabeza.

- Bien –Comenzó Hide recuperando su habitual alegría- Iré por un poco de té…

Y salió hacia la cocina, mientras los otros dos se quedaban en completo silencio.

- Realmente debes gustarle –dijo el pelinegro conteniendo una risilla- Para hacer algo tan loco como lo de esta noche, eso debe ser amor.

Yoshiki miró hacia otro lado incómodo. No dudaba que existía algo que le ligaba al pelirrosa de alguna manera, pero tampoco se sentía capaz de hablar de amor después de lo sucedido con Atsushi.

- Supongo –respondió apartando la mirada del mago.

Segundos después Hide regresó de la cocina con tres tazas de té en una bandeja y las repartió entre los tres. Aunque el pelinegro se negó cuando le dio la suya.

- Yo mejor me voy a dormir –le dijo a Hide- Parece que ambos necesitan un tiempo a solas y yo sólo hago mal trío…

Se despidió del pianista y entró a su habitación.

Hubo unos minutos en que no se escuchó más sonido que el sorber de sus tazas, tiempo que ambos aprovecharon para resolver el nudo que se revolvía en su mente, pero cuando Yoshiki se terminó el té decidió que era momento para hablar.

- Hide –le llamó para que el estilista le prestara su atención- Muchas gracias por todo lo que has hecho. No tienes idea de lo mucho que significa para mí…

Hide negó.

- Era lo menos que podía hacer después del lío en el que te metí –sonrió- De no ser por mí nunca habrías ido a para a ese lugar.

- Quizá –Comenzó Yoshiki alargando una de sus manos hasta tomar la del pelirrosa- Pero tú has sido la única persona en toda mi vida que se ha interesado en mi felicidad –sonrió- Debo confesar que la tarde que pase contigo fue la primera en muchos años que la dedicaba a mí mismo. Siempre era de estar en casa ensayando o salir a hacer lo que Atsushi quería…

- Me lo imaginaba –Hide rio tratando que aquel tacto de la piel del pianista contra su palma no le hiciera sonrojarse- Pero ahora no tendrás que verle más. Mañana mismo arreglaré todo para que el asunto quede olvidado…

- En verdad Hide, muchas gracias –Yoshiki ensanchó aún más su sonrisa y, por la luz de sus ojos, Hide pudo darse cuenta que había hecho lo correcto. Esa sonrisa era totalmente sincera.

- Me encanta tu sonrisa –soltó Hide embobado y sin darse realmente cuenta de lo que decía.

- G-gracias…

Ambos voltearon sus rostros hacia otro lado rojos como tomates.

Hide fue el primero en atreverse a voltear hacia el otro, con toda la intención de disculparse por sus palabras. No quería presionar al rubio de ninguna manera. Pero al ver que éste tenía la misma coloración en sus mejillas, decidió mandar todo al demonio. Tomó el mentón de Yoshiki con su mano y lo dirigió hacia él. Uniendo sus labios con los del músico. Haciendo que ambos sintieran una explosión de emociones con el simple roce y que cuando se separaran rieran cómplices por el acto, como una pareja de adolescentes enamorados.

Fue ahí que el cuento de hadas cerró sus páginas y la vida real pudo comenzar a correr para ambos.

 

Muy lejos en un cajón olvidado,

yacía un fino collar esperando a ser recuperado

y en su parte posterior las palabras inscritas se habían esfumado…

 

FIN

 

*Kaoru de Dir en Grey cerca de sus inicios, por si alguien no logra ubicar cuál XD

Notas finales:

Porque ésta es una de mis parejillas favoritas y existe un limitado material sobre ellos, decidí que ya era hora de subir este fic. Además de que la idea había estado rondando por mi cabeza desde el momento en que vi el video de “Celebration” (y de eso ya bastante tiempo).  Siento que el final me ha quedado algo rosa, pero finalmente me ha gustado el resultado. Quizá en el futuro publique algo más sobre ellos dos ( n w n) ♥

¿Qué opinan ustedes? ¿Les ha gustado?

Ashiteru Minna!! Espero verlos pronto ( > 3 <)/ ~♥ Chuuu!!

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).