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El futuro es nuestro por Paz

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"El futuro es nuestro"


Título: El futuro es nuestro

Resumen: Buscando a Hanamichi desesperadamente

Autor: Paz

Pareja: Sakuragi Hanamichi y Rukawa Kaede

Disclaimer: Este fic está basado en Slam Dunk, los personajes pertenecen a Inoue Takehiko, no saco ningún beneficio utilizando sus nombres, solo me distraigo colocándolos en situaciones inverosímiles o dramáticas.

Aviso: Yaoi. Se trata de una relación chico/chico. Lemon.

Autora: Ante la maravillosa acogida que ha tenido mi fic Paseando por la orilla del mar sin él, os subo este, que es la misma historia desde el punto de vista de Kaede contando como se decidió a buscar al chico que amaba.





"El futuro es nuestro"




Fue una decisión acertada regresar a Kanagawa. Una etapa de su vida que dejaba atrás, obtuvo satisfacciones que llenaron sus aspiraciones de llegar a ser el mejor en la NBA, tras conseguirlo y ya no necesitando probarse más a si mismo que era el mejor basquetbolista, pensó en el regreso. Su contrato culminaba por aquellas fechas y decidió no renovarlo, considerando además que una lesión le mantenía apartado momentáneamente del juego. La idea de volver a Japón estaba motivada principalmente por una razón que afectaba su vida personal.

Ahora estaba despejado el camino hacia la conquista de la única persona que significó algo en su vida. De quien se había enamorado sin esperanzas de ser correspondido, ya que por temor o cobardía dejo pasar la oportunidad de ser feliz pues se le adelantaron.

Comprendió que había llegado el momento de volver cuando se enteró del compromiso de Sendoh, ese desgraciado había jugado con los sentimientos de su pelirrojo, mentalmente siempre que pensaba en él lo mencionaba así o Do’aho, alentando un vínculo que nunca tuvo futuro, si su relación con Sakuragi hubiera sido diferente, podría haberle advertido de la fama que arrastraba Sendoh, se le veía tan ilusionado que nadie le habló de la mala persona que era este con sus conquistas, con su eterna sonrisa engañaba sin reparos a quienes se dejaban seducir por ella o por sus palabras de amor, él ya entonces sabía que ninguna de las chicas o de los chicos que engañaba le duraba más allá de dos semanas. Sabía que Hanamichi era especial, por eso se enamoró de él, puro fuego e inocencia, una combinación extraña y letal, porque de esa inocencia se aprovecho Sendoh. Qué dulces palabras dejaron salir esos labios mentirosos? qué falsas promesas hizo que fueron capaces de mantener esa relación a pesar de la distancia?, en Japón Hanamichi, en América Sendoh.

Desafortunadamente coincidió con Sendoh durante un evento deportivo y su experiencia con él fue devastadora, fue entonces cuando comenzó a prestar atención a las conversaciones de sus compañeros, sobre todo cuando escuchaba el odiado nombre de su antiguo rival, al parecer tenía por costumbre marchar de los entrenamientos con una nueva conquista sin importarle si era hombre o mujer, conquistas de una noche pues nadie volvía a verle dos veces con la misma persona. Estaba convencido que Hanamichi pasaba las horas y los días preguntándose que no le llamaba o acaso escribiéndole largos correos que no obtenían contestación inmediata. Sufriendo por su ausencia ignorando que Sendoh no tenía, de eso no le cabía a él duda, ni un pensamiento hacia el pelirrojo que esperaba ilusionado una llamada o un simple correo que dijera “Hola, soy yo, te amo”o “Te extraño”. Aún recordaba las palabras hirientes que Sendoh dijo al mencionarle él al pelirrojo “Es un iluso, un tonto idiota que sueña con el AMOR” recalcando la palabra con una risa sarcástica. …l hubiera querido defenderle, decirle que el idiota era él por pensar así, porque Hanamichi era lo más hermoso que uno podía desear tener, para amarle, cuidarle y protegerle de desgraciados como él, más no pudo hacerlo, en aquellos instantes su posición no era la adecuada para controversias y como si quisiera castigarle por mencionar al pelirrojo le trato con excesiva rudeza.

Iba en busca de Hanamichi, dispuesto a todo por conseguir su amor, si era necesario, suplicaría, lloraría, no le importaba si era necesario humillarse ante el pelirrojo si con ello lograba su amor.

Su llegaba a Kanagawa le condujo a la primera decepción. Hanamichi llevaba más de tres años ausente. Nadie sabía donde estaba.

La primera persona con quien se encontró fue con Mitsui y por el conoció que Hanamichi ya no vivía allí, a sus preguntas le respondió que ignoraba su paradero.

Desesperado hizo algo inusual con su frío carácter, llamar a las puertas de sus antiguos compañeros los que se sorprendían bastante cuando le reconocían y más aún cuando escuchaban su demanda. Todos le decían lo mismo, murió un familiar se marcho y ya no volvió. No era posible que una persona desapareciera sin dejar el más mínimo rastro. Alguien tenía que saber de él. Recordó que tenía unos amigos a los que llamaba su “Gundam”, recordaba a uno moreno que siempre estaba a su lado. Inútilmente intento recordar su nombre para ir a verlo, se devanó la mente sin conseguirlo. Convencido que en cualquier momento ese nombre le sería revelado por sus recuerdos, espero pacientemente mientras paseaba por las calles y plazas de Kanagawa, con la secreta esperanza de encontrárselo. A la siguiente semana, sus pasos le llevaron a recorrer los habituales lugares donde el pelirrojo y sus amigos solían moverse, sus esperanzas iban frustrándose una tras otra, hasta que una tarde que paseaba sin un rumbo determinado sus pasos se detuvieron a la vista de un cartel que le resultó familiar.



-¡¡Idiota!! Como has podido olvidarlo –se dijo mentalmente, se encontraba enfrente de Danny’s, cruzo la calle y atravesó la puerta de entrada al local. Se veía bastante animado, chicos y chicas jóvenes y otros no tanto, vió una mesa libre y la ocupó dejándose caer sentando con pesadez. Miró alrededor con curiosidad más ningún rostro le resultaba conocido.



Levantó la mirada al observar por el rabillo del ojo que alguien se detenía a su lado, al principio creyó que era la camarera, luego desecho esa idea, la joven vestía con cierta elegancia.



-Disculpe, eres Rukawa, verdad?


Su mirada se posó en la joven más detenidamente, decididamente no la conocía.


-Si… -respondió.

-Soy Yuki, la amiga de Haruko –comprendió que no sabía de quien hablaba- la hermana del capitán Akagi.

-Ah… -respondió aunque ni siquiera recordaba el rostro de la tal Haruko, ni recordaba que el capitán tuviera una hermana.

-He oído que estas buscando a Sakuragi. –su mirada mostró interés- Puedo sentarme?



Le hizo un gesto para que lo hiciera, aquellas palabras fueron mágicas, las llaves que abrieron su cerrada personalidad.



-Conoces su dirección?

-No –vió que el brillo de sus ojos desaparecía en menos de un segundo- pero si se quien puede decírtelo –se apresuró a hablar- Mito Yohei. Eran los mejores amigos, casi como hermanos.



Rukawa al escucharlo supo que ese era el nombre que infructuosamente intentó recordar.



- Mito Yohei Es el chico moreno -murmuro para si y más alto inquirió- Dónde puedo localizarlo? –ansiaba encontrarle cuanto antes.

-Podría darte su dirección, pero no es necesario, mira ahí llega.



Rukawa miró hacia la puerta y reconoció al chico en cuanto le vió. Ese era Mito.


-Disculpa… -murmuró a la chica, mientras se levantaba y la dejaba sola, se acercó al joven, solo entonces se advirtió que no iba solo, llevaba del brazo a una chica, que le miraba embelesada.



-Mito…, Mito Yohei… -no era una pregunta.


El joven volvió la cabeza hacia quien así le interpelaba y su mirada se posó en el chico moreno que tenía ante si.



-Rukawa… -le reconoció al instante de posar su mirada en él.


La muchacha que le acompañaba dejo escapar una exclamación sorprendida. Mito la miró, aún recordaba que Haruko siempre se creyó enamorada de Rukawa y que este apareciera allí no le agradaba nada.



-Puedo hablar contigo? –preguntó.

-Qué quieres? -No se mostró muy amistoso.

-A solas… -murmuró.

-Puedes hablar delante de ella, así no tendré que contárselo luego. Ya sabes como son de curiosas las chicas.

-No, no lo se, ni me importa.



Mito me contempla asombrado, la muchacha vuelve nuevamente a dejar escapar otra exclamación, ahora de pesar. Como si sus palabras la impactaran.



-Que quieres de mi?

-Eras amigo de Sakuragi… –empezó diciendo.

-Soy su amigo –le interrumpió.

-Mejor aún… -Mito le mira expectante por sus palabras- No creo equivocarme al suponer que sabes donde localizarle.

-Supones bien, se donde vive –reconoce aunque no comprende el interés de Rukawa por Hanamichi, sobre todo cuando era bien conocidas todas sus trifulcas y peleas.

-Dime donde esta, por favor. Necesito su dirección.



Ahora es Mito quien deja escapar una sonora exclamación y sus palabras no le dejan otra opción de confesar al amigo de Hana sus sentimientos.



-Por qué habría de decírtela. Que yo recuerde siempre acababais a los golpes, decididamente no voy a decirte donde esta. Ahora es feliz y esta tranquilo.

-Te equivocas no es feliz, y no creo que este muy tranquilo –rebatió sus palabras.

-Qué quieres decir? –se sorprendió de la seguridad con que lo decía.

-Creí que eras su amigo. No te lo ha contado? Sendoh le ha plantado, se ha comprometido en América con un fulano cargado de dinero, ahora ya no necesita entretener a Hana. Le ha botado.



Mito le miró perplejo. Hana no le dijo nada de eso y hace apenas un par de días que habló con él por teléfono.


-Si le buscas para burlarte de él… -por su mente no paso otra idea.

-No, le amo y se que ahora Hana me necesita. Me he mantenido a un lado porque él no le soltaba, ahora que le ha dejado libre, nada ni nadie me impedirá encontrar al pelirrojo.

-Dásela… -dijo la chica con decisión.

-Qué!!! No pienso hacer tal locura. –dijo Yohei terco, no creía ni una palabra de lo dicho por Rukawa. Estaba seguro que ocultaba algo más siniestro. No iba a creer que Rukawa estaba preocupado por su amigo, y menos aún que estuviera enamorado de él. Desde el primer día fueron declarados enemigos a causa de Haruko, la chica que ahora era su novia.

-Eres un idiota –dijo soltándose de su brazo y yendo hacia el interior del local, al pasar al lado de Rukawa le miró fijamente- Voy al aseo un instante, espero que entretanto recapacites.



Rukawa volvió a su mesa, algo en la mirada de esa muchacha parecía decirle que esperara. Sin saber porque confió en ella.

Mito seguía lanzándole miradas desconfiadas.

Cinco minutos después la joven reaparecía. Se detuvo al lado de su novio.



-Se las has dado? –preguntó.

-No me fío de él –respondió con terquedad.

El joven bufó, dándose vuelta se dirigió a la mesa de Rukawa, vio a la joven que le acompañaba y la saludo alegremente.

-¡Yuki, que gusto verte! –tomó su mano al tiempo que miraba hacia Rukawa.

-Hola, Haruko. Desde que tienes novio no ves a las amigas –dijo regañándola con afectuosidad.

-Te prometo que mañana iré a tu casa y te haré una larga visita. Tengo muchas cosas que contarte. –miró hacia Yohei que mostraba signos de impaciencia.

-Conforme…, te espero… -bajo la voz- yo se lo entregaré.

-Gracias, Yuki, mañana te contaré todo.

-¡¡¡Pobre de ti si no es así!!! –un nuevo abrazo y se separaron. Yuki vió a Haruko reunirse con su novio y como si tuviera mucha prisa se la llevó de allí. Al quedarse solos Yuki abrió su mano ante el joven mostrándole un pequeño papel.

Rukawa contempló sorprendido el papel arrollado. Se apresuró a tomarlo, comprendiendo que esa joven estaba dándole lo que tanto ansiaba. La oportunidad de encontrar a Hanamichi.

Lo desenrolló, leyendo lo que estaba escrito. Era un número de teléfono.

-Dale las gracias a tu amiga. Le estoy sumamente agradecido –murmuró dirigiéndose apresuradamente hacia el teléfono.



*******************************




Descendió del coche de línea, mirando con curiosidad a su alrededor, era allí donde realmente vivía Hanamichi? se interrogó a si mismo. Se trataba de un típico pueblo de pescadores, la región en si no había alcanzado el desarrollo industrial que caracterizaba otras zonas, tampoco el turismo, excepto quizá los surfistas que llegaban a esa playa en busca de olas, tratando de montar la más alta.

Casas elevadas sobre plataformas, construidas en madera, no parecía el lugar idóneo para Hanamichi, que le había llevado a ese rincón olvidado de todo. Su mirada se topó con la de un anciano, que le observaba a su vez con curiosidad, la expresión serena de su rostro le hizo comprender que allí las preocupaciones cotidianas debían ser sencillas de resolver.



-Konnichi wa… -saludó respetuosamente, notando en sus ojos cierta admiración.

-Konnichi wa… gomennasai… -el anciano consideraba incorrecto haberle mirado con esa insistencia.


Su mirada se torno cálida, y el hombre de constitución menuda y bajo de estatura se animó a hablarle.



-Si necesita pensión conozco una junto a la playa. Te sentirás cómodo, es agradable y limpia y si lo que busca es relajarse tiene los mejores baños.

-Me has convencido, anciano –rió, sorprendiéndose él mismo de su espontaneidad- Dónde queda esa maravilla? –preguntó.

-Tienes buenas piernas, no creo que te importe caminar.

-Puedo hacerlo –decidió que si estaba equivocado y allí no estaba el pelirrojo unos días de relax le ayudarían a relajar la tensión acumulada- En realidad, busco a una persona, tal vez pueda ayudarme.

-He vivido aquí toda mi vida, bien podré hacerlo si la conozco.

-Se llama Sakuragi Hanamichi. –le informó.

-Eres su amigo? –le miró con más atención.

-Fuimos compañeros.

-Jugabas al basquetball con él? Supongo que si, sois igual de altos. –vió como el chico se alegraba al escucharle- No esperabas encontrarle?

-Empezaba a creer que era una pista falsa. Me podría indicar como llegar a su casa?

-Esta lejos. Fuera del pueblo. Un par de kilómetros, si realmente quiere encontrarlo, suele estar paseando por la playa.

-Ahora? –miró el sol que ya se perdía tras el horizonte.

-Si… -una cristalina carcajada escapó de su boca desdentada- Le llaman “el loco de la playa”. Le encontraría antes si va por la playa.

-Iré entonces –lleva zapatillas de deporte y la arena no sería un inconveniente.

-Si por cualquier motivo no le encuentra, vive en una casita blanca con un jardín de rosas. Hay algunas casas en el borde de la playa, si se fija es la única que destaca, las demás quedan ocultas por la vegetación.

-Arigatoo gozaimashita… -murmuró con una inclinación hacia su amable interlocutor.

-La pensión del que le hable esta al lado, yo voy hacia allí, ira más cómodo sin el bolso, puedo llevarlo sin problemas. –se ofreció.

Rukawa lo miró dudando.

-Es pesado… -advirtió.

-Estoy acostumbrado. No tema mis huesos aún son fuertes.

-Se lo agradezco –le dejo con total confianza todos sus efectos.

-Esa senda lleva directamente a la playa, luego a su izquierda, es el camino más corto, ya que no tiene vueltas y revueltas.

-Gracias, estoy seguro de encontrarle.



Rukawa siguió las indicaciones del anciano y descubrió una larga línea de blanca arena que formaba la playa, observando que la misma debía tener más de seis kilómetros de larga. Los últimos regazados estaban recogiendo sus tablas preparándose para marchar.

Con la seguridad de tenerle localizado, Kaede no se apresuró. Caminaba como si estuviera de paseo, disfrutando de la brisa marina y admirando la belleza de la costa, al tiempo que esquivaba las olas que morían a sus pies.

La oscuridad llego enseguida y en el cielo asomó el brillante astro plateado.

A pesar de la distancia, visualizó la casa blanca que el anciano le había mencionado, las otras pintadas de verde musgo se disimulaban entre la vegetación.

Mientras pensaba como presentarse ante Hanamichi, sin que él fuera consciente fue aminorando su marcha. No podía decirle “vengo a consolarte, se que Sendoh te abandono”, tampoco “pasaba por aquí” o “supe que vivías y me dije porque no ir a saludarle” Esta región quedaba en el lugar más remoto desde Kanagawa, en la otra punta de la isla, allí nada se le había perdido, excepto él.

El tiempo lejos de él no borró de su corazón el amor que sentía hacia el pelirrojo, seguía amándole aún más si cabía, porque nunca dejo de reprocharse su cobardía y solo su recuerdo consiguió que se le hiciera soportable su estancia en América.

De pronto vió una figura que avanzaba en su misma dirección, la distancia que les separaba no permitía distinguir sus rasgos, su cabellera rojiza era inconfundible y supo que Hanamichi. Se detuvo unos instantes viéndole caminar seguro, sin ningún temor, reanudó sus pasos acortando la distancia que le separaba de él. Le vió detenerse, imaginando que ya le había visto, aunque tal vez no le había reconocido. Observó que se volvía mirando hacia el mar. Al instante, con gesto decidido se descalzó adentrándose en el mar, avanzaba con rapidez hacia lo más profundo. Asustado recordó que el anciano le mencionó que se le conocía como “el loco de la playa”. Le imaginaba tan destrozado por el desamor de Sendoh que le creyó capaz de quitarse la vida. Desesperado se despojó de su gabardina dejándola caer al tiempo que se descalzaba mientras intentaba llegar a su lado.

Se lanzó al mar olvidando su temor, en su angustia no sintió la fría impresión del agua.

-¡¡¡HANAMICHIIIIIII!!!!!! –grito- ¡¡No…no lo hagas….!!! –llegó a su lado sin aliento.

-Qué no haga que? -su voz sonó sorprendida- Creíste que iba a… Ya nadie muere de amor. –agregó con expresión triste.

-Yo si, si tu mueres, yo muero –y supe que todo estaba dicho, que no necesitaba de explicaciones.

-Rukawa…yo –no le deje hablar, le bese, sus labios suaves y cálidos respondieron a mi caricia con ansia.

Inesperadamente, una ola me arrancó de sus brazos alejándome de su lado. El temor de morir como mi madre se apoderó de mí. Mi mirada le llamó atemorizada. Le ví nadar con rapidez hacia donde estaba intentando mantenerme a flote, sintiendo que me alejaba cada vez más de él, no quería rendirme, no esta vez cuando la felicidad estaba a mi alcance, bracee desesperado y entonces sentí su brazo alrededor de mi pecho y su voz tranquilizadora.



-Tranquilo…, déjate llevar. No te soltaré.


Me tranquilice, a su lado nada temía, en pocos minutos estábamos en la arena donde nos derrumbamos, el agotado por el esfuerzo de nadar contra el oleaje y yo por el sobresalto pasado.


-Vamos… -se incorporó ofreciéndome su mano- No es bueno estar con la ropa mojada. Vamos a casa –con mi sobresalto no me dí cuenta de lo cerca que estábamos de ella- es ahí mismo –murmuró mostrándome la casa de blancas paredes, rodeada de un jardín con rosas tal como me dijo el anciano.

-Vives aquí? – pregunté por decir algo al tiempo que aceptaba su ayuda. No le solté inmediatamente, su mano me producía un grato cosquilleo- Gracias, Hanamichi. Me has salvado.

-De nada, Kaede. –se soltó y comenzó a caminar hacia su casa.



Recupere mis cosas y le seguí en silencio. Me sorprendió que no entrará en la casa, cuando le ví abrir una puerta para que pasara, lo hice y él tras de mi, estaba en una zona de baños, en todas las piscinas el agua caliente humeaba.


-Pasa… nos vendrá bien un baño caliente –me dijo mostrando una tina.



Estaba en un onsen.


-La tenía preparada para después del paseo –me explicó al ver mi sorpresa, nos quitamos la ropa que se pegaba al cuerpo produciéndonos escalofríos. Nos aseamos antes de entrar en la tina. La temperatura del agua era deliciosa y allí pudo encontrar el ansiado relax.

-¿Es aquí donde te escondías? –pregunté despacio.

-Yo no me escondo. Vivo aquí. Trabajo aquí.

-Eres el encargado? –sorprendido.

-Bueno, puede decirse que si, -una sonrisa iluminó su rostro- Me levantó temprano para abrirlo, tengo algunos clientes muy madrugadores, mantengo la limpieza, me ocupo de que no falten toallas, jabones, tengo algunas clientes muy coquetas y para ellas necesito tener colonias y también cremas para el cutis, cremas de manos, en fin que cuido de tener suficientes existencias, soy el que tiene que cerrar al final del día. Me mantiene ocupado. Sin contar la pensión, tengo unos huéspedes fijos muy agradables.

-Comprendo. –cerré los ojos, agradeciendo ese tibio calorcillo del agua.

-¿Cuándo volviste? –su voz tenía un tono curioso.

-Hace un año. –dije sin moverse. Se estaba a gusto allí- Me lesioné. –explique.

-Lo siento. –su sinceridad era patente en su tono de voz- ¿Podrás volver a jugar? –preguntó esperanzado.

-Si.

-Me alegro por ti. –su voz sonaba más cerca- Gracias Kaede por rescatarme…



Abrí los ojos preocupado.


-Dijiste que no… -le mire, todos conocíamos la relación que Hana mantenía con el jugador estrella del Ryonan, Sendoh jugando con los sentimientos de Hanamichi, este nunca ocultó que amaba a Sendoh y por comentarios sueltos que había escuchado de sus labios, le prometió que vivirían juntos cuando volviera de América.

Durante las últimas semanas antes de marchar, coincidió con ese desgraciado, y siempre estaba con la misma persona, su amante era un conocido playboy, mucho mayor que él, lo que hacia suponer que por parte de Sendoh solo el interés le unía a ese hombre, cuando la prensa se hizo eco de la sonada y espectacular fiesta de compromiso ante cientos de testigos del compromiso del hijo del millonario Wayne Morrison con el jugador de los Bulls, comprendió y supo también que esa relación se remontaba a tres años atrás.



- … de la soledad –continúo.


Kaede no tuvo tiempo para expresar su alivio, Hana se inclinó sobre él apoderándose de sus labios, acariciando su espalda con su mano.



-Te amo, Hanamichi… -murmuré cuando mi boca fue liberada de ese beso turbador.

-Dame tiempo…., se que puedo amarte –su rostro tenía una expresión tan turbadora que se conmovió.

-Todo el que quieras, si he podido esperar hasta hoy sin esperanzas, como no hacerlo ahora que la tengo. –gimió cuando nuevamente sus labios se apoderaron en los suyos con fuerza y una boca ardiente succionaba sus sentidos. Su mano se apoyó en su nuca manteniéndolo bien sujeto, mientras la otra enredaba sus dedos entre los húmedos cabellos pelirrojos. Gimió estremecido cuando su mano se posó blandamente acariciándole íntimamente.

Se le notaba ansioso de cariño, necesitaba sentirse amado y si bien fue sincero conmigo al decirme que no me amaba, su cuerpo me perteneció de un modo delicioso, era ardiente y seductor y tuve la certeza que Hanamichi me amaba, aunque él no lo supiera.



***************************************




Cuando desperté me sorprendí al encontrar junto a nuestras cabezas, un par de bandejas con un abundante desayuno cada una que despedían un olorcillo apetitoso y más aún al sentir que alguien había cubierto nuestros cuerpos con una suave frazada.

Hana se movió en mis brazos, sentí que comenzaba a despertar, me quede quieto, esperando su reacción.



-Kae?

-Ummmh.

-Crees que es precipitado si te digo que te amo. –levantó su rostro viéndose en esas pupilas azules.

-No me lo parece. –su declaración le lleno de alegría- Yo también te amo. –liberó una de sus brazos que le rodeaban y acarició con ternura ese rostro amado y que durante mucho tiempo deseo acariciar. Sus dedos pasaron lentamente por su frente, delineando sus cejas, rozando levemente su nariz, acariciando sus pómulos, viendo el rubor de sus mejillas y el temblor de sus labios, se apoderó de ellos amasándolos entre los suyos, deleitándose en esa boca temblorosa y ávida que se entreabría a él.



Le llego el momento de estremecerse. Gemía con la profundidad del beso, sus manos deslizándose por su espalda, apremiantes y el movimiento ondulante de su cuerpo contra el suyo, excitándose mutuamente con el movimiento. Gemidos y jadeos entrecortados, palabras de amor, besos y caricias, las manos de ambos en el cuerpo del otro, explorando, conociéndose, queriendo aprender que satisfacía más a su compañero, buscando sus puntos de placer, donde sus caricias tocaban la sensible piel de su amado generaban calor, sus cuerpos sudorosos se entregaban al máximo hasta que alcanzaron el éxtasis, sus cuerpos tensos alcanzaron la culminación y ambos sintieron como el tibio semen empapaba sus manos.

Se asearon y secaron sus cuerpos, junto con las toallas, cuidadosamente doblados dos yukatas y cómodas pantuflas esperaban por ellos, tras vestirse se sentaron frente a frente, con las bandejas de alimentos delante de ellos y comieron hasta saciar su apetito.



-Ven… -Hana le condujo hacia otra puerta que como pudo distinguir después comunicaba con la vivienda.

-Vives aquí? –preguntó Kaede mirando la pequeña recepción, recordó entonces la pensión que le había recomendado el anciano.

-Si…, “Rosas Rojas” a tu disposición. Hoy no hay huéspedes, excepto los fijos, te los presentaré más tarde. Ahora te daré una buena habitación…

-He dejado su bolso en tu habitación –dijo una voz tras ellos.

-¡¡Eh!!!



Ambos se volvieron. Kaede miró sorprendido al anciano que conoció la tarde anterior.


-Ohayo gozaimasu–le saludó con una amplia sonrisa- Veo que no tuvo dificultad en encontrarle.

-Sus explicaciones fueron muy precisas –alego- Gracias.

–Os conocéis? –preguntó sorprendido el pelirrojo mirándoles.

-Le ví bajar del coche de línea y me pareció un poco perdido –cloqueó con una risa.

-Me recomendó muy especialmente una pensión.

El anciano rió.

-Has vuelto a hacerlo –su tono de voz sonaba a regaño.

-Hacer? -les miré sin comprender.

Hana se ruborizo, el anciano reía divertido.

-Esta vez acerté… -reía aún más.

Miré interrogante a Hanamichi.

-Ta-kun va todas las tardes a buscarme una pareja. No te puedes hacer una idea de los chicos que han venido aquí enviados por él.

No pude evitar ser yo quien se ruborizará al escucharle y un calor intenso subió a mis pálidas mejillas.

-Te presentaré a mis huéspedes, en realidad somos como una familia. Me cuidan como si fuera un polluelo desvalido –me dijo mirando con ternura al anciano y a las dos mujeres, también mayores que se acercaron hasta nosotros. Observe que eran muy parecidas entre sí- …l es Rukawa Kaede, un compañero de la preparatoria y también del equipo de basquetball, he llegado hace poco de América donde triunfo en la NBA –enrojecí aún más al oírle, ví la admiración en sus miradas- Ellas son las hermanas Himura, Sakura –leve inclinación, le respondí del igual modo- y Yuki –nos saludamos- y su hermano Takeo, a quien ya conoces. –me incline nuevamente ante el anciano. –ví las risillas que intentaban sofocar las mujeres, no sabía que, pero había algo en mi que les causaba gracia- Ah!! Me olvidaba él es Kitsune.

Su aclaración no me dio tiempo para sorprenderme, porque al instante estaba rodeado por los tres ancianos que me palmeaban y me hablaban al mismo tiempo, alegres y felices como de verme allí.

-Eres su héroe –dijo riendo Hana cuando conseguir mirar en su dirección.

-Qué les has dicho de mí? –indagué.

No pude escuchar sus palabras, porque seguía riéndose, me tomaron de cada brazo y me llevaron hacia un salón. Volví el rostro y ví Hanamichi venía detrás, aun riendo. Sin comprender que pasaba me ví sentado en un cómodo cojín y hubo tal diligencia y rapidez que en instantes tenía una mesilla individual con apetitosas viandas. Pensé que parecían tener alas en los pies, por la agilidad asombrosa que desplegaron ante mi.

-Yo no puedo…

-Come o se ofenderán –dejo salir una de sus estruendosas carcajadas.

No podía saberlo, pero intuí por la expresión de los hermanos que no debían escucharle reír así muy a menudo. Estaban extasiados contemplándole y comprendió que Hanamichi debió pasar muy malos momentos viviendo con la vana esperanza de un regreso que no se produjo. Más él estaba allí para devolver la alegría a su pelirrojo, aquella idea le resultó chocante, él, el Rey del Hielo, el antisocial queriendo alegrar a su chico, su propia vida fue de una monotonía más absoluta hasta que conoció a Hanamichi.

Yuki o Sakura, aun no conseguía distinguirlas puso en sus manos los hashi (palillos) y automáticamente empecé a comer de los distintos platillos.

-¡Ummmh! Esto esta delicioso –y cuidadosamente le ofrecí un bocado a Hana.

Le ví cerrar los ojos degustándolo.

-Yuki, esta vez te has superado –alabó Hana- Siempre esta experimentando nuevas comidas y me tiene a mi para darle una opinión, me temo que he sido rebajado a ocupar un segundo lugar en sus preferencias –ha medida que hablaba su expresión compungida consiguió hacer reír a las susodicha.

Me sentí mal, al verlos de pie mientras nosotros estábamos disfrutando de una comida realmente deliciosa, les hice un gesto para que se sentaran junto a nosotros.

Al instante, alegaron diversas tareas que tenían pendientes, y nos dejaron solos.

-He dicho algo que les molestó?

-No…, realmente están ocupados. Yuki siempre esta en la cocina, Sakura se ocupa de las habitaciones y Takeo va a preparar los baños.

-Y tú?

-Hoy es mi día de descanso.

-Cómo diste con ellos?

-Es algo largo de contar.

-Tengo mucho tiempo –me cruce de brazos esperando.

-Vayamos a vestirnos y salgamos a dar un paseo por la playa.

Accedí. Me sorprendí al ver el dormitorio de Hana, estaba ubicado en la última planta, con techos que rebajaban la altura de la habitación hasta alcanzar el piso.

-Ten cuidado con las vigas me advirtió antes de pasar. –entonces comprendí porque lo decía.

Río al verme esquivar un par de tablones peligrosamente cerca de mi cabeza.

-Lo siento, es algo provisional –me aclaró- Están reformando mi dormitorio, creí que ese estilo me gustaba y comprendí tarde que no…

Comprendí. Le hice callar con un suave beso.

-No tienes que decirme nada. Al menos que quieras que yo te hable de mis conquistas –no existían, más él no podía saberlo. El único que ocupaba mis pensamientos era él.

-Tuviste muchas… -no era una pregunta.

-Miles… -entonces comprendió que bromeaba.

-Entonces tienes mucha experiencia… -continuó mi broma.

-Alguna… -me puse serio- Hubo alguien… -sus labios me acallaron como yo hice con él.

-Tú y yo… juntos a partir de hoy… sin pasado. Conforme?

-Si… -terminamos de vestirnos y salimos.

-Ta-kun, voy al pueblo, necesitas algo? –preguntó al cruzarse con él que subía las escaleras.

-Jabones… de rosas.

-Tomo nota –se acercó a la cocina- Yuki…

-Aquí tienes… -puso un papel con una larga relación de artículos.

-Vas a arruinarme –rió al decirlo, tras echar un vistazo a la lista.

-Ya lo estas, no protestes.

Sakura descendía apresuradamente las escaleras mostrando un desgarrón en la tela.

-No podemos continuar así, pronto no tendremos existencias –la oímos murmurar. Levantó la cabeza y al vernos- No hay derecho, todas las mañanas encuentro algo destrozado.

-Cuántas nos quedan? –le preguntó Hanamichi.

-Son siete habitaciones. Tendrías que tener tres docenas para no pasar apuros.

-Encargaré una docena. –decidió- Cuántos huéspedes hemos tenido esta semana?

-Cinco a dormir, doce a comer y tres a cenar.

-Es una buena proporción. Me ocuparé que tengáis todo lo necesario. Vámonos –me dijo.

Asentí.

Al principio, mientras íbamos hacia el pueblo por la playa avanzábamos en silencio, debido a la hora, el sol brillaba en lo alto y las olas tenían una altura considerable. Empezaban a verse arriesgados jóvenes que llegaban a practicar su deporte favorito: el surf.

-Cómo encontraste este sitio? –la impaciencia me consumía.

-Es hermoso, verdad? –sonrió complacido- Yo no lo busque, él dió conmigo. –ante mi mirada extrañada siguió- Supongo que sabes que mi padre falleció sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo. Salí a buscar los medicamentos que podían salvarle, pero una pandilla me impidió llegar a tiempo y murió solo –sus palabras aún destilaban dolor, le abrace para confortarlo, él apoyó su cabeza en mi hombro, pase mi brazo por su espalda manteniéndole contra mi, él no intentó apartarse- Unos años antes, por motivos que siempre ignoré y aún ahora no conozco, mi padre se disgusto con su hermano mayor, lo que motivó que se marchara de Kanagawa. Nunca volvimos a saber de él. Yo era pequeño y mi recuerdo es muy vago, por tanto fue una sorpresa cuando una mañana me visita un abogado diciéndome que era el único heredero de mi tío.

-La pensión es tuya? Eres el propietario. –sin soltarle me puse frente a él.

-También están incluidos los baños, la casa y unos terrenos adjuntos a la propiedad, no creas que soy millonario, soy más pobre que una rata y los impuestos se tragan la mayor parte de mis ganancias.

-No importa, yo lo soy por los dos.

-¡Eh! –me miró perplejo- Tanto ganan los basquetbolistas.

-Yo también poseo algunas propiedades, solo que están bajo la custodia de un consorcio.

-Tu padre no se fiaba de ti?

-Algo así…. –reconocí. No me gustaba hablar de eso, y Hana se dio cuenta, porque le cambie la conversación- Estuve en Kanagawa. Te fuiste casi sin despedirte.

-Fue todo muy precipitado. –proseguimos andando- Cómo supiste como encontrarme?

-No fue gracias a tu amigo –dije molesto.

-¡JAJAJAJAJAJA!!! –me rodeó la cintura con su brazos y me beso suavemente- Yohei es un buen amigo y toda su lealtad esta conmigo, me consta que nadie más lo sabía.

-Absolutamente cierto. –respondí a su abrazo sin importarme las miradas curiosas de los surfistas que preparaban sus tablas y se lanzaban al agua con ellas para encontrar una ola.

-Preguntaste por mí? –estaba asombrado.

-Hice más que eso. Suplique por tu dirección. Estoy seguro de haber dejado conmocionados a todos nuestros compañeros. –sonreí levemente.

-Hiciste eso?

-Conmocionarlos?

-Suplicar… -sus ojos emocionados tenían un brillo de lágrimas.

-Si… -dije sencillamente.

-Cuéntamelo todo. –pidió echando a andar sin soltarse de su abrazo.

-Volví a Japón para jugar en un equipo nacional, me pondré en forma en pocos meses y volveré a jugar en cuanto el médico me diga que estoy repuesto por completo.

-Que te paso?

-El menisco. Tuvieron que operarme.

-Te ves muy bien.

-Gracias.

-Ahora cuéntame lo otro.

-Otro? Eso es todo.

-Kae… no te hagas el despistado conmigo –sus brazos me apretaron con fuerza, como ahogándome, sabía que bromeaba.

-De acuerdo, me rindo –reí, la expresión maravillada de Hana le emocionó- Quieres escuchar porque volví –hizo un gesto asintiendo- Por ti –le dí un suave beso- Por que no quería imaginarte triste, porque deseaba que tu vida fuera como cuando te conocí, risas e inocencia. Porque te amaba desde el principio y fui cobarde y porque ambos nos merecemos otra oportunidad.

-Perdóname por no darme cuenta, por no ver tu amor sincero.

-Te prometo, que no habrá más pesares, ni más pensamientos tristes, a partir de hoy tu y yo afrontaremos nuestro futuro juntos con alegría.

-Kae… yo no puedo dejar esto. Esos ancianos dependen de mí, son como la familia que no tuve, no puedo abandonarlos, ellos me han ayudado mucho, yo solo no hubiera soportado la soledad.

-Ni yo te pediría algo así. –le abrace con ternura, delante nuestro se veían las primeras casas del pueblo. Hablando habíamos alcanzado nuestro objetivo: Llegar al pueblo, más absortó como estábamos en nuestra charla seguimos caminando por la playa dejándolo atrás.

Ninguno de los dos pensó en detenerse o en comer, nos bastaba con sentirnos juntos, era muy tarde cuando desandamos el camino de regreso.

Por entonces, mi rodilla comenzó a dolerme y tuve que pedirle que nos sentáramos un rato en la arena. El accedió enseguida. Se sentó detrás de mí, sus piernas abiertas, a lo largo de las mías, mi espalda apoyada en su pecho y sus brazos rodeándome, apoyé mi nuca en su hombro. Tome sus manos entre las mías y permanecimos durante un rato observando el mar y el ocaso llego mientras mirábamos, nos quedamos silenciosos, observando como el sol se ocultaba en la línea del horizonte.

Volví el rostro para besarlo y mientras nuestros labios se unían gire por completo, quedando sobre él, Hana se dejo llevar hacia atrás y pronto su espalda descansaba en la arena, nos besábamos y acariciábamos, sin necesidad de hablar nos comprendíamos, sin embargo no todo estaba dicho entre nosotros y las explicaciones tarde o temprano llegarían y aquella era una buena ocasión para ello.

Surgió de improviso, le deseaba, necesitaba sentirme lleno de él, ya no bastaban los besos y caricias, necesitaba sentirse íntimamente unido a él y cuando se lo pedí me miró con sobresalto, hasta entonces no habíamos pasado de mutuas masturbaciones que aunque nos hacia sentirnos bien, ya no eran suficientes.


-No te haré daño. Te amo demasiado para lastimarte, yo no soy… -me interrumpí, él no deseaba saber eso.

-¿Cómo lo sabes? –interrogó.

-Te mencioné una experiencia…lo recuerdas?

-Si, te dije que no importaba el pasado, solo tú y yo y nuestro futuro.

-Si, deseas saberlo? –ante su mirada comprendí que si- Coincidí con él durante un evento deportivo. Supongo que al ser los únicos japoneses se sintieron obligados a colocarnos juntos, no me agradó ver que las tarjetas con nuestros nombres estaban sobre la misma mesa, pero no podía hacer nada para evitarlo, demasiada gente importante a nuestro alrededor. Entonces no consciente de ello, sin darme cuenta bebí excesivamente durante la cena y bueno, me sentí bastante mareado, cuando me propuso salir juntos para despejarnos, accedí, me llevó a un motel y allí bueno, ocurrió todo.

-Fue violento contigo? –se estremeció.

-Excesivamente. Necesite todo el fin de semana para recuperarme. –La abrace aún más para cobijarle con mi calor.

-Lo siento. –sus brazos también me rodearon confortantes.

-Más yo, porque estuviste a su merced demasiado tiempo, su sonrisa engañaba, parecía un buen muchacho, algo egocéntrico quizá, además su fama de rompecorazones le precedía, no debimos permitir que siguiera engañándote, lo siento. Ahora se que porque no deseabas conocer mi pasado, no querías hablar de ti. Te hizo mucho daño? –respondió a su abrazo con calor.

-Si… -musito- Me dolió más el daño moral que el físico, se que contigo todo será distinto, que nunca harás nada que pueda lastimarme.

-¡¡Jamás!! –Afirmé categórico- Te amo, Hanamichi.

-Te amo, Kaede… -sabía que era su corazón quien expresaba esas palabras, que a su lado le esperaba la ansiada felicidad que buscó con el hombre equivocado- ¡¡Ayyyy!! –dejo escapar el pelirrojo mientras le besaba su querido Kitsune.

-Te hice daño –me aparte alarmado, mirándole con expresión atemorizada.

-Me olvide de comprar los encargos de mis señoritas. Me van a matar. –exclamó compungido.

-No será para tanto –reí divertido, mientras le abrazaba y besaba, recostado apenas sobre él, sin hacerle sentir todo su peso.

-Tómame… -Si aún tenía miedo le comprendía, más él le necesitaba. Tenían mucho tiempo por delante para estar juntos y cuando Hanamichi se sintiera seguro a su lado, el tomaría ese cuerpo de ensueño.

-Aquí…? –se sorprendió el pelirrojo.

-Ves a alguien? –preguntó a su vez mirando con curiosidad a su alrededor. La playa estaba desierta, la luna se ocultaba tras unas nubes y la oscuridad se hizo más profunda como si quisiera proteger a los enamorados.

-Es cierto. Nadie viene a este apartado rincón –reconoció con una sonrisa Hanamichi, tomando esos labios que cada vez se le hacían más necesarios.

-Kitsune…

-Do’aho…

Las palabras fueron reemplazadas por suspiros y gemidos, Hana que siempre había experimentado en su relación la dominación tuvo ocasión de sentir una nueva forma de expresar sus sentimientos y fue tan grata para ambos que no les importó seguir expresando lo mucho que se amaban.



Fin
Empecé y terminé 23 y 29 de Noviembre 2003

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