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Angel Mao: Deep of the Winter por Kurenai Mido

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Notas del fanfic:

Aclaración: las anteriores historias de Angel Mao transcurrían en alguna ciudad en algún país del hemisferio norte, como queda demostrado por el hecho de que la Navidad cae en invierno. Esto se debe a un error inconciente por mi parte, ya que todas mis historias (absolutamente todas) se desarrollan en ciudades/barrios de un país del hemisferio sur; debo agregar así mismo que dicho país es ficticio y nunca menciono su nombre, pero como quería ser fiel a mi idea original decidí de ahora en más ubicar a Angel Mao en el hemisferio sur, en el país "X". Es por eso que esta historia se desarrolla en lo profundo del invierno (al fin y al cabo el frío es más romántico que el calor) y no en verano, como sería si continuara el orden cronológico de las anteriores.

Notas del capitulo:

Ya sé, el resumen de la historia es una cagada, pero leanlo que se pondrá bueno, lo prometo ^^

Nunca pasa nada bueno sin algo malo, ni pasa nada malo sin algo bueno. Toda persona adulta sabía que la vida estaba hecha por igual de cosas felices y cosas tristes, y aprendía a vivir con ellas del mejor modo posible. Mao, que se consideraba muy maduro para sus dieciséis años, lo sabía, lo cual no significaba que no anhelara más cosas de las buenas que de las malas. Todas esas reflexiones pasaron por su cabeza en un instante, mientras oía decir a Riley que se marcharía unos días por trabajo.


-Será solo una semana, mi amor- explicó el joven floricultor con tono de disculpas, sabiendo que a Mao no iba a hacerle ninguna gracia.- El señor Joseph me lo ha pedido en persona, porque confía en mí: hay posibilidad de adquirir una tienda en Ryworth que sería una excelente expansión para el negocio, ¿sabes? Pero tiene que ir alguien a verificarlo y estudiar bien…


-¿Por qué no va él mismo?- interrumpió Mao, muy tieso, desde su cama. Había tenido una mañana difícil en el hospital con ejercicios muy extenuantes, y creyó que la visita de su novio lo alegraría un poco. Riley, consciente de eso, trató de calmarlo.


-Podría hacerlo si no estuviera cubierto de obligaciones aquí, mi amor. Si bien yo soy de su confianza, hay cosas que él prefiere arreglar solo. Ha hecho un par de cambios con los proveedores y eso requiere su presencia y atención personal, por eso me pidió que fuera a Ryworth a cerrar, si es posible, el contrato por la nueva tienda. ¿Entiendes?


-No hace falta que me preguntes si entiendo, no soy tonto- contestó Mao con aspereza.


-No es para que te ofendas, mi amor… solo quiero explicarte, pues no me agradaría irme y que te quedes enojado conmigo.- Riley le tendió una mano con afecto, pero Mao lo ignoró y lo obligó a bajarla y a armarse de paciencia.- Mao, por favor, no te lo tomes así. Sabes que yo también te voy a extrañar y a llamar todos los días, y que no estaré de vacaciones. No tienes porqué angustiarte. Vamos, mírame aunque sea.


-Ya sé que no te vas de vacaciones- aceptó Mao a regañadientes, mirándolo de forma esquiva.- Pero no me gusta quedarme solo. Dewey vive ahora en el campus de la universidad y no sabe si podrá venir para las vacaciones de invierno, y tú sales con que te irás a Ryworth una semana. Me da rabia. No lo puedo evitar aunque sea algo infantil.


Riley volvió a probar ablandarlo con una sonrisa y esta vez tuvo éxito, a juzgar por el modo en que Mao aceptó su gesto y permitió que le tomara las manos. Sabía que la actitud de su novio era un poco egoísta, pero no le importaba; por el contrario, lo hacía derretirse mucho más por él. Su pelinegro era tan dulce como transparente, y no podía ocultar su deseo de permanecer juntos. Él pensaba igual, solo que era menos franco al respecto por su edad y por la responsabilidad que cargaba en el trabajo: pero también él ansiaba estar junto a Mao cada día que fuera posible. Suspiró.


-Lo único que te puedo prometer es que trataré de regresar lo antes posible, si puedo arreglar todo como me lo ha pedido el señor Joseph. Y quizá si lo hago bien me dé un par de días libres. ¿No te gustaría?


-Sí, claro. Su rostro ya no lucía tan enfadado y, como quien no quiere la cosa, se las había arreglado para tirar del brazo de Riley hasta que éste se vio obligado a dejar la silla y sentarse en el borde de la cama a su lado. El moreno experimentó un repentino calor y lo rodeó por los hombros con un brazo, procurando que el contacto no le nublara el juicio.


-Entonces, trata de pensar en positivo, y los días se te pasarán volando. ¿No crees?


-Quizás sí. Aunque si pudiera caminar, yo…


-Si pudieras caminar aún sería un viaje de trabajo, de modo que no sé si te habrías divertido, como cuando fuimos a mi casa en Navidad.- Lo besó en la mejilla.- Te prometo que la próxima vez te llevaré conmigo, Mao, pero ahora por favor no te obstines más y despidámonos de la mejor manera posible. Al fin y al cabo yo también voy a extrañarte.


-Está bien- claudicó el pelinegro, girando la cabeza para mirarlo a los ojos.- Pero a cambio quiero que me des ahora un beso.- Se ruborizó.- Uno que alcance para cubrir todos los días que no estarás. Si no, no te perdono.


Riley no pudo evitar sonreír con enorme regocijo, y le tomó la mejilla con su mano libre, exultante.- Te daré todos los besos que tú quieras y un poco más para que no extrañes.- Uniendo la acción a la palabra acercó su rostro al de Mao y lo besó, con ternura primero y con pasión después. El menor tenía labios llenos y suaves que provocaban comérselos, y antes que se diera cuenta estaba acariciándolo y devorando su pequeña boca con ansia. Mao reaccionó en consecuencia; como no podía saltarle encima, gimió dos o tres veces y dejó que su lengua se enredara con la de Riley. El mayor debió hacer uso de todo su autocontrol para no seguir más allá como lo reclamaba su cuerpo, de modo que al separarse tenía el rostro colorado y la respiración alterada. Miró a su novio con intensidad y le gustó recibir a cambio una mirada igual de apasionada.


-Espero que ahora no tengas más motivos de quejas de mí, muchachito- bromeó.


-No- susurró Mao, avergonzado pero feliz.- Ya te puedes ir tranquilo si quieres.


Riley se levantó de la cama y se alisó la ropa con parsimonia, mientras miraba a Mao subirse a su silla. Se sentía aliviado de que hubiera suprimido su belicosidad, porque realmente quería llegar a Ryworth sin tener cargos de conciencia que lo atormentaran. No le gustaba dejar a Mao solo, en especial desde que Dewey se marchara. Tenía a sus padres, por supuesto, pero ningún chico de dieciséis se conformaba con la compañía de sus padres en las vacaciones, y menos cuando tenía un problema tan grande como Mao. Allí mismo, parte de aquel enojo provenía de lo agotadora que había sido la terapia en la mañana, por lo cual no podía culparlo por su reacción negativa. Se había interiorizado con el proceso de rehabilitación para poder ser de ayuda a su novio, y en consecuencia podía leer sus estados de ánimo tan bien como si leyera un libro. En aquel momento era una curiosa mezcla de irritación, exasperación y melancolía. La terapia funcionaba, pero a un ritmo demasiado lento como para soportarlo.


-Mao- lo llamó después de ponerse su abrigo. El chico lo miró y él se agachó a darle un beso en la frente. Lo miró a los ojos.- Se fuerte, mi amor. Yo sé que algún día podrás hacer todo lo que desees, así que no bajes los brazos.


-Wau… gracias, Ray. Procuraré… no decepcionarte. Me esforzaré.


-Buen chico.- Un nuevo beso en la mejilla selló su despedida.- Esas piernas hermosas que tienes pronto caminarán a donde sea por sí mismas. Ya lo verás.


(…)


Al llegar a su departamento eran casi las diez, y estaba físicamente agotado. Si por él hubiera sido se habría acostado enseguida, con la ropa puesta y todo, pero comprendió que no era posible y se dio a la tarea de hacerse la comida y armar las maletas, todo a la vez. Había comprado un boleto en micro a Ryworth que salía a las ocho de la mañana, pero aún no tenía nada listo para el viaje y maldijo su falta de precaución. Por la mañana no tendría tiempo de nada, de modo que ropa, catálogos, elementos de higiene, su portátil y otros artículos diversos cayeron sin orden alguno en una maleta mediana negra. Por la mitad dejó todo y se acomodó en su pequeña cocina-comedor a degustar la cena (pollo a la plancha y tallarines con manteca), acompañado por un programa de televisión que narraba la vida de Freddy Mercury. Le gustaba; pero aún así el sueño lo hacía cabecear a cada rato. Lo que terminó de sacarlo de su sopor fue el timbre del teléfono.


-¿Hola?


-Hola, hermanito. ¿Interrumpo?


-Ah, Linda. No, no interrumpes. Terminaba de cenar. ¿Pasa algo?


-Nada en particular. Tenía ganas de charlar contigo un rato.


Riley conocía muy bien a su hermana menor y sabía que si llamaba a esas horas era porque quería algo; pero como no le serviría de nada ser directo, dejó que la conversación discurriera por trivialidades durante un rato. Finalmente Linda se armó de valor y preguntó si podía ir a quedarse a su departamento por unos días. La repentina pregunta lo tomó por sorpresa, y dudó sobre como contestar.


-¿A qué viene eso, Lin? ¿Tienes problemas con mamá y papá?


-No exactamente- reconoció, suspirando.- No en realidad. Con quien discutí fue con Tod. Nos peleamos y no tengo ganas de que venga aquí a fastidiar para que volvamos, así que pensé en irme contigo por las vacaciones. Pero mamá opina que es algo infantil.


-Y tiene razón- soltó Riley impulsivamente.- No solucionas nada huyendo como una ladrona. Si ya no quieres salir con Tod, ¿Por qué simplemente no se lo dices?


¡Oh, no es tan fácil! Además no estoy segura si quiero romper o no. Por el momento solo quiero irme lejos y pasarla bien, y pensé que tú me ayudarías- acusó de repente.


-Bueno, pues no estoy de acuerdo con tu plan. Además mañana tengo que viajar y estaré en Ryworth por una semana, así que no podría quedarme contigo.- Antes que su hermana lo interrumpiera procuró convencerla:- Linda, hazme caso e intenta hablar con Tod como una persona adulta. No sé qué problemas tienen y no quiero inmiscuirme, pero te conozco y sé que te gusta. No hace falta que vengas aquí para hacerte la interesante con él.


-No sé si eso fue un elogio o una crítica, pero de acuerdo- contestó Linda al fin- tú ganas, no iré a invadir tu departamento. Por ahora.


-Jaja. Muy graciosa. Y aparte de a ti, ¿Cómo les va a todos por casa?


-Bien, por suerte. Papá está de vacaciones y mamá comenzó un proyecto con una amiga para vender pasteles, y ya tienen algunos clientes en los bares y café del barrio.


-Es fantástico, ojalá resulte a futuro- expresó Riley contento.- ¿Y Tucker?


-¿Tucker? Mira, Tucker está rarísimo- cuchicheó Linda en voz baja.- Llega del trabajo, se encierra en su cuarto, mamá lo llama a cenar, cena y vuelve a meterse al cuarto. A veces está taciturno y callado, y a veces lo sorprende con una sonrisa misteriosa cuando está en la computadora, como si hablara con alguien.


-¿Piensas que es por Claire? ¿Qué volvió con ella?


-¡Dios mío, no!- se horrorizó Linda.- No, esa mujer no ha vuelto a asomar la nariz por aquí, y no creo que Tucky fuera tan tonto de volver con alguien así. No. Creo y si no me falla el olfato que a nuestro hermano le gusta alguien, otra persona. Pero las cosas no deben ser tan simples, o él no andaría con un humor tan cambiante…


-Ey, más despacio- la frenó Riley- no supongas tantas cosas tan rápido. Ya te conozco y eres capaz de armar toda una investigación al respecto sin recordar que Tucker ha sufrido, así que por favor sé todo lo discreta que puedas si vas a estar espiándolo. Además, no estás segura que sea eso, ¿verdad?


-Por eso dije que es una corazonada, si no me falla el olfato- recalcó Linda- pero soy mujer y soy más sensible, lo bastante como para percibir si mi hermano está enamorado. Y creo que lo está.


-Bueno… de cualquier modo es asunto de Tucker, Linda. No vayas a decir nada si él no lo dice primero.- Echó un vistazo a su reloj y pegó un respingo.- Madre, es tarde. Mira, tengo que colgar para prepararme para el viaje. No te ofendas.


-No me ofendo, ve y haz lo tuyo- suspiró su hermana.- Yo veré si hablo con Tod.


-Así me gusta.- Hasta pronto, Linlin.


(…)


Linda colgó el teléfono del pequeño living (que había usado para no gastar el crédito de su celular) y regresó a la cocina, donde aún estaban su hermano y su padre haciendo la sobremesa con café y el televisor encendido. Se dejó caer en una silla y agarró una manzana de la frutera, mientras clavaba la vista en la pantalla. Los hombres la miraron de reojo.


-¿Con quién hablabas, Linda?- inquirió su padre.


-Con Riley. Lo llamé para pedirle que me deje quedar en su departamento unos días.


-¿De verdad lo hiciste?- cuestionó Tucker meneando la cabeza.- Pensé que solo eran fanfarronadas tuyas. Mira que molestarlo así solo porque te peleaste con Tod.


-¡Bueno, es mi hermano y no perdía nada pidiéndoselo!- se ofuscó la chica.- De todas maneras se negó. Dijo que mañana sale de viaje para Ryworth y no podía ayudarme.


-¿A Ryworth? ¿Y te contó para qué?


-Me parece que no me lo dijo, pero supongo que por trabajo- razonó. Una semana o algo así. ¿Acaso la otra vez que llamó no dijo que su jefe planeaba expandirse? Seguro que es por eso.


-¿Una semana?- repitió Tucker, pensativo.


-Exacto.- Una vez más la intuitiva Linda notó el cambio de expresión de su hermano mayor, que de repente estaba más serio. De pronto Tucker perdió todo el interés en el programa, y al poco rato se excusó y se retiró a su habitación.  Se echó en la cama como aletargado, tratando de poner sus ideas en orden mientras encendía la radio para no tener que oír el silencio. Estaban en medio del invierno, en el período de vacaciones escolares; y si Riley había salido de la ciudad por trabajo, eso significaba que Mao estaba solo en su casa.


Pensaba en Mao todos los días, a cualquier hora. Sus sentimientos no habían cambiado un ápice desde el turbulento San Valentín en que le enviara el CD con canciones de amor, e incluso podía decirse que habían aumentado, porque ahora conocía un poquito más de ese chico tan luminoso que su hermano tuvo la suerte de conocer primero. Era con Mao con quien conversaba por Facebook tan seguido, y era esa la causa de las misteriosas sonrisas que advirtiera Linda. Pero cada vez que se alegraba demasiado por ese acercamiento recordaba que Riley era el novio de Mao y no él, y que su amor era una traición, y su dicha se transformaba en un dolor que le recorría todo el cuerpo y lo obligaba a encerrarse en su cuarto para que no vieran como se retorcía de rabia. Trataba de auto convencerse de que Mao era solo un oportuno reemplazo de Clare, que su amabilidad y ternura servían para distraerlo del abandono de su ex futura esposa, pero no servía de nada: apenas si recordaba haber estado comprometido alguna vez, y en cambio Mao lo atraía hasta el punto de enloquecerlo, tanto física como espiritualmente. Lo necesitaba. No podía renunciar al consuelo de su amistad.


-Se acostó y se levantó una docena de veces antes de sentarse ante la computadora con aire taciturno, sin saber bien que quería hacer. ¿Llamaría a Mao para saber cómo estaba con el asunto del viaje de Riley? ¿Le dejaría un mensaje en su muro? Quizá se sintiera un poco triste y necesitara alguien con quien conversar. Él podría con mucho gusto ser ese alguien; no debía desaprovechar ninguna oportunidad de hablar con Mao.


Aunque lo cierto era que Mao estaría separado de Riley por toda una semana.


“No”, se dijo de pronto con firmeza, apagando la computadora. No le diría a Mao lo que sabía, y no habría explicaciones para nadie. Era mejor que el pelinegro creyera que su visita era una coincidencia, para que no sospechara que su deseo de verlo distaba mucho de ser amistoso.

Notas finales:

Ya sé que están pensando que Tucker es un aprovechado, pero pobre, mira que enamorarse de su cuñado... sad, so sad...


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