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Yours ni naritai! por BombayLove

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Un día no tan caluroso de verano, un hombre de no más de treinta años estaba sentado en un banco de plaza, siguiendo con la vista, los movimientos de un niño que jugaba solo dentro de la arena. El niño se levantó, sacudiéndose la arena que había quedado pegada en su ropa y se acercó a él. El hombre lo miró, dejando apoyado a su lado la lata con jugo de naranja que estaba bebiendo. Le sonrió, acariciando sus oscuros cabellos.

- ¿Quieres ir a comer, Naoya-kun?

- ¡Sí!

La sonrisa del pequeño, le iluminó el alma, quizás era por eso que iba a verlo con más frecuencia que al resto de los niños. Quizás, de un momento a otro, Naoya se había vuelto más que en un trabajo, en algo casi afectivo. Sacó del bolsillo interno de su saco un pañuelo y le limpió las manos lo mejor que pudo.

- Hay un local de comidas rápidas en la otra cuadra – Lo miró -. No queremos que tu mamá se enoje, ¿cierto?

El niño negó con la cabeza efusivamente, casi con miedo, y no era para menos, después de todo, él era lo único que lo alejaba de ese hogar donde era maltratado.

El hombre se levantó, agarrando la lata con una mano y ofreciéndole al niño que le llevara su maletín, lo cual el pequeño agradeció con una amplia sonrisa. Tras agarrarlo de la mano, el hombre se levantó del banco y caminando hacia el local, lanzó la lata en un cesto de basura.

El bullicio en el lugar era insoportable, pero, al mismo tiempo, era algo imposible de evitar al haber entrado allí. De todos modos, lo más molesto eran los gritos de las hormonales muchachas que atiborraban y daban el doble de trabajo a los empleados del lugar. Bajó su vista al pequeño niño que buscaba no soltarse de su mano, quien observaba la situación por detrás del hombre, casi con miedo, observando los precios y las diferentes promociones que ofrecía la tienda. Sonrió con dulzura al ver cómo se aferraba a su mano, sin percatarse del traspié hecho por un mal movimiento de una joven frente a ambos, ocasionando que Naoya se soltara de la mano del hombre y cayera al suelo, cayendo sentado al mismo, pero golpeándose el brazo con una de las mesas en el proceso.

- Naoya-kun, ¿estás bien? – Le dijo el hombre, socorriéndolo rápidamente, aunque eso significó perder ambos su lugar en la fila.

- Ah, lo siento – Se disculpó la muchacha, volviendo a la conversación que mantenía con tres de las personas que estaban en la fila, delante suyo.

- S… Sí – Dijo el niño, mientras de sus ojos, salían dos lágrimas que surcaron rápidamente sus mejillas.

- ¿Te encuentras bien? – Un muchacho de cabellos claros se arrodilló al lado de Naoya, acariciando dulcemente sus cabellos -. Los niños no deberían llorar, ¿sabes? - El muchacho sacó una de las pequeñas tiras de distintos colores que estaban sobre el cinto de su delantal, con el logo del lugar. Ató una fina cinta roja al dedo de Naoya, quien lo miró, extrañado -. ¿Ves? No hay necesidad para llorar.

- Gracias – Dijo el pequeño.

- ¿Es su hijo? – Le preguntó el muchacho al hombre de traje, quien se quedó mirándolo. Nunca había visto a alguien que desprendiera tanta bondad y belleza a la vez. Quizás la falta de sueño le estaba empezando a afectar, haciéndolo alucinar, por lo que negó con la cabeza, respondiendo, sin darse cuenta a la pregunta -. Ah, ya veo – Dijo el rubio, levantándose -. ¿Su hermano menor?

El hombre se levantó, ayudando a Naoya a levantarse. Estaría demás explicarle que prácticamente él lo estaba salvando de ser golpeado por sus padres, por lo que tuvo que mentir rápidamente.

- Así es, es mi hermano, ¿no? – Miró a Naoya, apretando su mano con un poco más de fuerza para que entendiera que en esa situación, debía seguirle la corriente.

- Ah… Sí… Es mi hermano – Dijo el niño, con una sonrisa.

- Ya veo – Dijo el muchacho, haciendo para atrás una de las sillas, para que Naoya se sentara -. ¿Qué van a pedir?

- ¿Eh? Pero… ¿Está bien que nos hayamos ido de la fila?

- Tranquilo, nadie va a enterarse – Dijo el rubio, riendo suavemente.

- Creo que… un combo completo y… un jugo… para mí.

- Enseguida, señor – Dijo el muchacho, volviendo sobre sus pasos hasta perderse detrás del mostrador. Su energía simplemente lo dejó anonadado. Ni siquiera él había tenido tal energía cuando era más joven. Se preguntaba cuántos años se llevarían, si tenía motivos para tal felicidad. Pero lo que más le llamó la atención fue ese lazo atado en el dedo de Naoya y el efecto que eso hizo en el niño -. Aquí tienen – El muchacho regresó con el pedido, entregándole el café al hombre y el combo completo de la casa al pequeño -. Que lo disfruten.

- Ah… Disculpa...

- ¿Dígame?  ¿Necesita algo más?

- Ehhh… Tu nombre…

- ¿Eh?

- ¡Sí! ¡Yo también quiero saber cómo se llama mi hermano mayor!

El aludido sonrió ante la pregunta y ante la reafirmación del menor.

- Mi nombre es Ken, Narumizaka Ken. ¿Tú cómo te llamas? – Le preguntó al pequeño.

- ¡Mi nombre es Higuchi Naoya! – Exclamó el niño.

- Ya veo – Dijo Ken, sonriendo. Volvió su vista al hombre que lo acompañó. Estaba vestido de traje. Aún con el sofocante calor del lugar era como si ese calor no le llegara, estaba impecable -. ¿El suyo?

- Oikawa… Sousuke – Musitó el hombre, finalmente, teniendo Ken que agudizar su oído para alcanzar a escucharlo, debido al bajo volumen con el que le habló.

- Oikawa-san, ¿eh?

- Sousuke está bien – Dijo el morocho, bebiendo un sorbo de jugo. Aunque era del mismo sabor que había estado bebiendo mientras miraba las acciones de Naoya en el parque, estaba hecho de manera diferente, de una forma más casera, más afectiva, menos “hecha en masa” -. Está delicioso.

- Ahh… ¿En serio? ¡Muchas gracias! – Dijo Ken, dedicándole una reverencia -. La verdad es que es la primera vez que hago un jugo de esos – Reconoció, apenado, sintiendo sus mejillas ardiendo levemente.

- ¿Sí?

- Sí, sino, ustedes iban a tener que esperar un poco más.

Sus mejillas rojas, le parecieron sumamente tiernas, le hicieron recordar a un él que había pensado se había perdido mucho tiempo atrás, cuando su madre lo abandonó. Su sonrisa se borró de un momento a otro tras recordar aquel doloroso episodio de su vida que hubiera preferido no recordar, por lo que volvió sus acciones al vaso que descansaba inerte entre sus manos.

 - Ehm… Gracias por eso – Dijo Sousuke, sin mirarlo.

- Por  nada, que lo disfruten.

Dicho eso, Ken se dio vuelta y volvió a su trabajo. A medida que bebía el jugo, Sousuke notó que él no era el único que tenía aquellos lazos en el cinto de su delantal, que de alguna forma eso era parte de su uniforme.

- Ahhh… Estoy lleno – Declaró Naoya, acostándose sobre su asiento.

- Bueno, para eso vinimos, ¿cierto? – Dijo Sousuke, sacando su billetera para pagar la cuenta.

- ¿Cuándo es tu próximo día libre? – Preguntó emocionado el niño.

- ¿Mhh? ¿El mío? Mañana, ¿por qué?

- Aquí les traigo la—

- ¡Vamos al parque! ¡Con Ken-niichan!

Tanto Ken como Sousuke se quedaron sorprendidos por el pedido del pequeño. El segundo atinó a lanzar una suave risa.

- Lo siento, Naoya-kun suele hacerse amigos con facilidad como verás – Le dijo a Ken, entregándole el dinero.

- Ahhh… No…

- Por favor. ¿Puedes venir Ken-niichan? – Le suplicó Naoya.

- Ehh… Yo… Bueno… Yo también tengo el día libre mañana – Dijo Ken, con una sonrisa.

- ¿Eh?

- ¡¿En serio?! – Exclamó el pequeño, más que feliz -. ¿Podemos ir a comer a tu casa, niichan? – Preguntó, mirando a Sousuke.

- Claro que sí. Eh… ¿No te molestaría ir a mi departamento mañana? – Le dijo a Ken.

- Si no molesto…

- Para nada – Dijo Sousuke, sacando del bolsillo interno de su saco un bolígrafo para poder anotar su dirección en una servilleta de papel -. Aquí tienes. ¿Te parece bien al mediodía?

Ken asintió con la cabeza, mientras sus ojos grababan la impecable letra del adulto.

 

Al día siguiente, Ken llegó a paso lento al departamento de Sousuke. Fuera del mismo, podía oír la risa tanto del mayor como de quien creía, era Naoya. Tocó el timbre, acomodándose el morral sobre uno de sus hombros, mientras esperaba que la puerta se abriera. Al hacerlo, vio al dueño del departamento, seguido escasos segundos más tarde por Naoya, quien abrazó al recién llegado.

- ¡¡Ken-niichan!!

- ¿Cómo estás, Naoya-kun? – Lo saludó el mayor, acariciando sus cabellos.

- ¡Bien! Te estábamos esperando. Ven, entra – Dijo el pequeño, tomándolo de la mano y arrastrándolo hacia dentro del departamento -. Estábamos preparando curry. ¿Te gusta el curry?   

- Claro, me encanta.

- Naoya-kun, déjalo en paz. Recién llega – Pidió Sousuke, volviendo a sus tareas de cocinero.

- No se preocupe, no es molestia – Dijo Ken, siguiéndolos a ambos.

- No te preocupes – Lo corrigió el morocho.

- ¿Eh?

- Puedes tutearme.

Ken sintió que el aire en sus pulmones y alrededor suyo escaseó al ver la sonrisa de aquel hombre, mas no dijo nada, pensó que se debió al cambio de aire con respecto al calor que estaba haciendo afuera.

La jornada pasó más que tranquila, sin ningún tipo de distracción. Pero con la partida del sol también debió hacerlo Naoya. Acompañado de Ken, Sousuke lo llevó a su casa. Le pidió al muchacho que lo esperara fuera del edificio, lugar donde se despidió de Naoya.

- Nos vemos otro día, Ken-niichan.

- Seguro – Dijo Ken -. Cuídate.

- Gracias.

Ken esperó escasos cinco minutos hasta que Sousuke regresó.

- ¿Quieres tomar un café antes de irte? – Le preguntó, a lo que el muchacho asintió con un movimiento de cabeza -. Lamento haberte mentido, Narumizaka-kun – El aludido lo miró, mientras dirigían sus pasos al departamento del morocho -. La verdad es que yo no soy el hermano de Naoya-kun. Yo sólo soy un asistente social – Sousuke miró a Ken de reojo, quien esperaba a que continuara con su monólogo -. La razón por la que viene conmigo a veces, es porque estoy a cargo de su cuidado. Tenemos una relación lo suficientemente cercana como verás.

- Creo que Naoya-kun te quiere. No sé cuán grave será la situación en su hogar, pero, no creo que un niño llame niichan a cualquiera. Realmente, ese niño te quiere.

Sousuke esbozó una sonrisa, mirando escasos segundos al cielo.

- Creo que tú también estás metido en esa misma bolsa – Le dijo.

- Cuando nos conocimos, dijiste que Naoya-kun hacía amigos con facilidad…

- ¿No te estás contradiciendo a ti mismo?

- Jajaja… Puede ser.

El morocho se quedó mirando el perfil del rubio por un momento.

 

Ambos muchachos regresaron hablando de cosas triviales al departamento del mayor.

Mientras Sousuke se quedó en la cocina haciendo café, Ken se sentó en torno a la mesa al otro lado de la mesada que separaba el living comedor de la cocina, devorando con la vista cada ínfimo rincón de aquel lugar.

- ¿Vives solo, Oikawa-san? – Le preguntó, apoyando su cabeza sobre su mano cuyo brazo estaba apoyado sobre la mesa.

- Algo así – Dijo el morocho, espiando por debajo del filtro de café cómo caía el líquido marrón, llenando gran parte de la taza.

Ken desvió su vista hacia la mesa ratona, viendo algo que llamó su atención de entre todas esas revistas acomodadas. El muchacho se levantó y se sentó en el sillón de tres cuerpos, agachando apenas su cuerpo para dar con un anuario escolar, el cual agarró entre sus manos y abrió.

- Ahhh… ¡¿Este es su anuario, Oikawa-san?! – Exclamó el rubio, efusivamente.

- ¿Mh? – Preguntó el aludido, saliendo con una sonrisa de la cocina con una taza de café en cada mano, pero su sonrisa se borró en cuestión de segundos al ver el anuario que estaba hojeando el muchacho que, ajeno a su expresión, no buscaba a otro que no fuera Sousuke.

- ¿Dónde está? – Le preguntó el menor, dedicándole una rápida mirada decorada con una sonrisa antes de volverla al libro que estaba hojeando. Al girar una página más, sin poder, todavía, encontrar a Sousuke, llegó a la sección donde estaban las fotografías de todos los alumnos. Una de esas fotografías, perteneciente a una muchacha llamada Kishimoto Ruka estaba completamente tachada con un fibrón, por lo que el rubio levantó la cabeza para encontrarse con el dueño del lugar dejando ambas tazas sobre la mesa ratona -. Sus compañeras de secundaria eran terribles, ¿no?

- ¿Por qué?

- Bueno… Porque tacharon el rostro de una de las chicas…

- Ese anuario no es mío – Dijo Sousuke, sentándose en el otro extremo del sillón.

- Ah – Musitó el rubio, cerrándolo lentamente y dejándolo donde lo había encontrado -. Lo… siento mucho…

- No, está bien – Dijo el morocho, bebiendo un sorbo de café.

- ¿Puedo preguntar de quién es? – Agregó el muchacho, agarrando la taza de café entre sus manos.

- De mi novia.

- Ah… Usted… ¿Tiene… novia?

- ¿Por qué ese titubeo? – Preguntó el aludido, con una media sonrisa -. En realidad…, no sé si seguimos siéndolo. Me dejó. Al menos… Creo que me dejó. Ignora mis llamadas, sus amigos tampoco le pasan mis mensajes – Se hincó de hombros -. Suena a una relación terminada, ¿no?

- Sí… Supongo que sí… Qué pena por usted, Sousuke-san…

- No hay nada por lo cual sentir pena – Dijo, bebiendo otro sorbo de café -. Yo no siento pena por ella, ni nada por el estilo.

- Ya veo. De todos modos, siempre… duele terminar una relación, por más que las dos partes se lleven bien o mal, siempre duele algo en el corazón.

- Entonces, quizás sea insensible, o no tenga corazón – Dijo Sousuke, con una sonrisa.

- No creo eso – Ken dejó la taza de café sobre la mesa y agarró la suya para dejarla en su mismo sitio y obligarlo así a mirarlo a los ojos -. Tú te estás haciendo cargo de un niño que tiene dificultades en su casa, ¿eso no te hace sensible? ¿No te hace una persona con un buen corazón?

Ante las sinceras palabras del muchacho, Sousuke no pudo evitar hacer otra cosa más que reír a carcajadas, imitándolo Ken a los pocos segundos.

- Lo siento, es que… Tu sinceridad… me causó mucha gracia.

- Perdón… A veces… Me dejo llevar…

- No me disgusta que lo hagas – Dijo Sousuke, volviendo a agarrar su taza -. Tienes una hermosa sonrisa.

Ken lo miró, sintiendo que su corazón dio un respingo al oír sus palabras.  La jornada pasó amena, en silencio. Cuando Sousuke se levantó para dirigirse a la cocina y lavar su taza, fue seguido rápidamente por Ken. El morocho abrió el grifo y dejó que el agua corriera para mojar la esponja que aún tenía algo de detergente para lavar su taza. Al hacer su mano hacia donde estaba Ken para agarrar su taza, accidentalmente rozó su piel, por lo que el menor, alertado por el estremecimiento que había sentido, dejó caer la misma al suelo.

- Ah… Perdón – Dijo el rubio, tragando en seco, arrodillándose para levantar los trozos de cerámica desparramados en el suelo, pero nuevamente su piel rozó con la de Sousuke  y nuevamente sintió aquel estremecimiento, rozando uno de sus dedos con una punta de cerámica, cortándoselo apenas -. Ay…

Sin preguntar nada, Sousuke sostuvo la mano del muchacho entre las suyas y la llevó a sus labios, rodeando aquella herida con su lengua, mirando directamente las expresiones de Ken al hacerlo. Repentinamente aquel dedo terminó rodeado por toda su boca, succionándolo Sousuke íntegramente, viendo cómo las mejillas del menor se teñían de un pálido color rojizo y sus dientes mordían su labio inferior, como si quisiera contener algo en aquel pequeño acto. El morocho quitó el dedo del muchacho de dentro de su boca para morderlo apenas, haciendo que, de la herida volviera a salir sangre, tan sólo para repetir sus acciones en torno a él. De un salto, Ken se incorporó, cerrando su mano en un puño y dirigiéndose a la puerta, sintiendo su cabeza dándole vueltas y su corazón palpitando a una velocidad que nunca creyó que lo haría. Del mismo modo en que Ken quería escapar rápidamente de ese lugar, Sousuke estaba a punto de impedírselo, cerrando de un portazo la puerta que el muchacho había abierto con deseos de irse. Su cuerpo fue acorralado contra esa misma puerta, sintiendo Ken su sangre hirviendo tan sólo con sentir el aliento de Sousuke sobre su cuello.

- ¿Pensabas que te iba a dejar que escaparas? – Le susurró al oído, lamiendo el contorno de su oreja con la punta de su lengua. El rubio lanzó un gemido el cual obviamente llegó a oídos del mayor, quien con rápidos movimientos, giró a Ken para tenerlo frente suyo, agarró con fuerzas sus muñecas por sobre su cabeza, notando lo débil que lo había vuelto de un momento a otro con acciones tan simples. Con su mano libre, tomó su mentón con fuerza y lo besó, siendo correspondido Sousuke por el rubio, pero siendo él quién forzó la entrada de su lengua dentro de su cavidad, rozando su entrepierna con su rodilla, sintiendo el mayor los deseos de Ken por gemir -. Te gusta, ¿eh? – Jadeó sobre su oído, mientras su rodilla se movía casi frenéticamente sobre la entrepierna de Ken.

- N… No… Sousuke-san – Se negó el muchacho.

El aludido no pudo evitar sonreír ampliamente.

- No estás viendo tu rostro, por eso te niegas – Besó su frente, sus mejillas, sus labios -. Pero lo estás sintiendo – Instintivamente, al sentir la mirada de Sousuke sobre la suya, Ken desvió la suya -. Me quieres… dentro – Gimió nuevamente sobre su oído, provocándolo. Lanzó una risa pícara al aire, soltando a Ken -. ¿Y bien? ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a irte? – Con las mejillas al rojo vivo, Ken negó con la cabeza, sintiendo lo incómodo que sería ir a su casa con una erección como la que tenía en ese momento -. Suplícame – Ken lo miró -. Suplícame que tenga sexo contigo.

El rubio abrió la boca, pero de la misma no salió vocablo alguno. Se mordió el labio inferior y miró a Sousuke, volviendo la vista al piso al hacer contacto visual con el morocho. Podía darse media vuelta e irse, o gritar, en el peor de los casos, pero una parte de su cuerpo se dio cuenta que a partir de ese día le sería muy difícil vivir sin él.

Ken se arrodilló en el suelo, acercándose a Sousuke de ese modo. Jaló apenas de sus pantalones con ambas manos, temblando, aunque no sabía por qué. Lentamente levantó la mirada, chocándose de ese modo con sus orbes oscuras.

- Sousuke-san… Por favor… Quiero que… tenga sexo conmigo.

Observándolo desde arriba, con una mirada sobradora, Sousuke se mordió el labio inferior, sintiendo cómo algo dentro de él buscaba salir de cualquier forma posible. Levantó a Ken del brazo y lo llevó a la rastra al sillón, abrazándolo y besándolo mientras lo acostaba sobre el mismo. Ninguno de los dos supo el momento exacto en que se desvistieron, estremeciéndose sus pieles ante el mínimo contacto con el otro. Aunque Ken intentara enloquecer a Sousuke del mismo modo en que él lo estaba haciendo, no podía mover un solo músculo, las caricias que el mayor le proporcionaba a su hombría, dejaban su mente en blanco y crispaban su cuerpo íntegro. De repente y sin previo aviso, el mayor detuvo sus acciones y llevó una de las manos de Ken sobre su pecho, besando la otra tierna y sonoramente, volviendo a succionar su dedo herido.

- ¿Qué esperas? Tocame – Gimió, con la voz ronca. Aunque ahora las acciones de Sousuke estaban enfocadas tan sólo en el pequeño dedo de Ken, eso era mil veces peor que lo que le había estado haciendo. Su exagerada expresión de placer al estar haciendo eso lo enloquecía sobremanera. Si bien era ahora su mano la que masturbaba la hombría de Sousuke, el rubio estaba seguro de que él no estaba sintiendo nada. Del mismo modo en que el mayor lo había hecho, el muchacho detuvo abruptamente sus acciones. Sousuke lo miró, con el ceño fruncido, pero no dijo nada. Ken se acercó a él, besando sus labios con ternura, recorriendo su cuerpo con sus labios, con su lengua, haciendo sus manos lo mismo en aquellas zonas que no podía o simplemente no quería llegar. Besó, lamió y mordió aquellas zonas más cercanas a su entrepierna, sintiendo Ken un estremecimiento por parte del mayor. En parte estaba satisfecho, estaba sintiendo al menos un poco del placer que él también le había ido, y era real. Gimiendo, siento completamente absorbido por el deseo del momento, succionó su hombría con vehemencia, tensándose Sousuke al sentir la humedad de la boca de Ken sobre su masculinidad. Necesitaba gritar, pero al mismo tiempo, una parte suya, pensaba que eso sería un símbolo de debilidad, de reconocer que efectivamente, no sólo su cuerpo estaba reaccionando más que positivamente a aquellas maravillosas acciones, sino también que su propio corazón deseaba mucho más estar con él -. Ah… No… Narumizaka-kun – Gimió, acariciando sus cabellos mientras este lamía la extensión de su virilidad, masturbándolo también con su mano. Sin intercambiar más palabras que las estrictamente necesarias, siendo aquel departamento llenado tan sólo por los gemidos que dejaban escapar libremente desde lo más profundo de su alma, Ken se incorporó sobre la hombría de Sousuke, bajando su cuerpo lentamente encima suyo. Al sentir que estaba completamente dentro, se quedó estático unos momentos, deleitándose Sousuke con sus mejillas al rojo vivo, por debajo de su rubia cabellera que a estas alturas ya estaba tapando sus ojos, pero aunque no podía verlo, sabía que tenía los ojos cerrados con fuerza y que obviamente dolía. Notó eso al sentir la estrechez de su interior. Estaba por demás decir o preguntarle si esa era su primera vez con un hombre. Aunque, la verdad, era que, a Sousuke le pasaba lo mismo.

- Sousuke… Ah… -San – Gimió Ken, en forma entrecortada empezando a dar saltos lentamente encima suyo. Por su parte, el mayor acarició su cuerpo, deteniéndose para darle atención a su hombría y para apretar sus muslos con fuerza, ocasionando tan sólo que el interior del menor se estrechara aún más, dándole más placer a ambos y tanto dolor, como placer a Ken.

El rubio no pudo calcular cuánto tiempo le costó adaptarse a él, pero para Sousuke, parecieron siglos. Había notado que esa había sido su primera vez, pero la forma de moverse encima suyo era simplemente maravillosa. Ken podía oír que los gemidos de Sousuke eran verdaderos, que estaba gimiendo por el placer que él le estaba dando. El menor sintió un cosquilleo recorriéndole la espina dorsal -. Mhhh… Sousuke-san… No… No aguanto más…

- Yo… Ahh… tampoco – Respondió el mayor, ronco, sintiendo su garganta por demás seca, y bastante adolorida. Sosteniendo a Ken por las caderas, aceleró el ritmo que este llevaba sobre su virilidad, aumentando también el ritmo sobre la hombría del menor. Sus gemidos se volvieron en gritos de placer de un momento a otro, culminando en un grito ahogado, al mismo tiempo que su semen manchaba su mano y su cuerpo, estremeciéndose Ken como una débil hoja otoñal colgada de un árbol viejo. Ahora era Sousuke el que tenía el control de los movimientos del menor. Sus gritos no habían disminuido ni un poco. Sintiendo que su clímax se estaba acercando, el mayor se incorporó lentamente terminando por estrechar al rubio entre sus brazos, descargándose en su interior.

- Sousuke-…san – Jadeó Ken, apoyando su mentón sobre el hombro del morocho, con los ojos cerrados.

El aludido, sin mediar palabra alguna, tomó su rostro con una mano, sin soltarlo, lo miró a los ojos y lo besó con extrema ternura.

 

Era de noche cuando despertó, sintió un leve cosquilleo al hacerlo, encontrándose con el rostro de Sousuke y su mano alejándose de su rostro.

- Ah, lo siento. ¿Te desperté?

El muchacho negó con la cabeza, acurrucándose entre las sábanas.

- Está bien – Al sentir que no parecía estar en el sillón, el muchacho miró para todos lados, dándose cuenta de ese modo que estaba en la habitación de Sousuke -. ¿Cuándo…?

- Te quedaste dormido y te traje aquí.

- Vaya… No sentí nada – Se apenó el muchacho.

- No es para menos – Dijo Sousuke, buscando una de sus manos para poder entrelazarla a la suya -, después del esfuerzo que hiciste.

- Lo siento…

- No tienes nada que sentir. Me gustó que lo hicieras.

- No sé si esa era la respuesta que estaba esperando que me diera…

- ¿Qué otra respuesta querías? – Sonrió el mayor.

- No, ninguna. ¿Puedo quedarme aquí esta noche?

- Seguro – Le respondió el morocho, levantando apenas las sábanas para que el menor se acercara todavía más a él y poder así estrecharlo entre sus brazos.

 

El cálido rayo del sol lo despertó. Al intentar localizar a su compañero de lecho con la mano, no pudo hallarlo. Se sentó en la cama de un salto y del mismo modo llegó al living, desde donde pudo verlo haciendo algo en la cocina.

- Buenos días – Le dijo.

- Ah. Buenos días – Respondió Ken, con una sonrisa -. Me arruinó la sorpresa – Agregó, girándose para servirle un poco de café caliente de la cafetera, pero al sentir la frente de Sousuke apoyada sobre su espalda, se quedó quieto, con la taza llena en su mano.

- Es que… me desperté y no te vi.

- Lo siento – Dijo el rubio -. No quise despertarlo.

Apenas sintió que Sousuke se había alejado un poco de él, se giró y lo miró. Estaba con la cabeza gacha, distaba mucho de parecerse a la persona que al día anterior casi lo había obligado a hacer el amor. Parecía una persona mucho más débil que él. Acarició su rostro con ternura.

- No me dejes – Musitó.

- Nunca lo haré – Le dijo Ken, estrechándolo entre sus brazos.

Mas esa promesa nunca llegó a cumplirse. Cuando Sousuke notó la felicidad de Michiru estando con Ruka y el resto de sus amigos, decidió quitarse la vida, sintiéndose nada más que un obstáculo en su vida.

Notas finales:

Gracias por leer :3

Felia Año Nuevo xD


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