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¿Cuál es tu versión? por yuuki-sama

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Notas del fanfic:

Espero les guste

 

Notas del capitulo:

Primer cap. Narrativo. Espero sea de su agrado.

La razón del porqué soy yo quien comience hablando, es porque quiero dar mi versión antes que nadie. De ahora en más, todo el mudo contará lo que mejor entienda y le dé la gana, todo el mundo tiene su propia versión, y ya que esto es solo una pelea de una palabra contra la otra, al menos siento que llevaré la ventaja si comienzo yo primero.


Prosiguiendo, y quizá con un tono algo más egoísta, tengo que decir que Kanon es mío, y ya de por sí, con eso digo la razón de porqué oirán a todo el mundo dando explicaciones. Pero es mío y no lo decidí yo, simplemente las cosas son como son.


No me malinterpreten, no soy su dueño ni mucho menos, pero si  a él le corresponde estar con alguien en la vida, esa persona es su actual anfitrión, y sé que muchos de ustedes compartirán mi opinión, pues los hechos son los hechos. No soy particular fanático del destino, sin embargo algunas cosas están escritas desde mucho antes que pensáramos en nacer.


Para no aburrirlos mucho más con tanta palabrería, contaré mi historia – o más bien la historia de ambos:


Kanon y yo nacimos en el seno de una familia acomodada. Soy mayor que él por apenas unos minutos, pero minutos que con los años pesaron demasiado, eso fue lo que me etiquetó como el hermano mayor y a él como mi hermanito. Aunque, como todo niño, no recuerdo mi infancia con nitidez, sé que siempre lo adoré. Desde que comencé a hablar, él era mi “chichí” (no chichi, sino chichí, mi bebé) y todo giraba en torno a estar con él, no en vano éramos hermanos. Algo muy curioso, y que más adelante fue el desencadenante de todo, es que aprendí a ir al baño primero que él; de hecho, fueron muchas las cosas que a mí se me dieron primero, (no sé si tenga algo que ver con que soy el mayor), supongo que mi motivación de aprender era él, porque si aprendía primero, sería yo quien le enseñase todo. Retomo; como aprendí a ir al baño antes, no me quise quedar atrás en ser su maestro y, bueno… ya es un hombre de treinta y tantos que, lógicamente (y por desgracia) no me necesita más en esa tarea. Más adelante comprenderán porqué digo esto.


Si miro hacia atrás, en mi infancia o adolescencia, solo puedo encontrar su rostro (¡dioses, ese niño era mi todo!). Los recuerdos de mis padres son muy vagos, apenas si pasé tiempo con ellos. Prácticamente todo su período de vida estuvieron viajando (ahora parece más entendible porqué mi mundo era él). El único familiar cercano que tuvimos fue nuestra abuela. La verdad es que yo no era muy apegada a ella, pero la respetaba. Kanon sí deliraba por su bienestar, por lo que si el bienestar de nuestra abuela era parte de la felicidad de mi hermano, era mi responsabilidad que ella estuviese bien también.


No puedo negar que a veces llegué a sentirme solo, así que tomé por costumbre escurrirme a su cuarto muy entrada la noche, y acurrucarme a su lado para poder tener un buen sueño. Pero como apenas era un párvulo, no me levantaba lo suficientemente temprano como para irme a mi propio cuarto, y la abuela siempre me descubría. Debo decir que esto no era algo que le agradase mucho, decía que no podía hacer eso aunque nunca me dio una razón del porqué. Con el tiempo, podríamos decir que se fue rindiendo, y hasta me atrevo a apostar que nos tenía algo de pena al sentir que fuimos, de cierta manera, abandonados por nuestros padres. Así que nos acomodó una habitación más grande de la casa para los dos. Por su puesto, puso dos camas, pero mientras Kanon siguiera recibiéndome en la suya, esa estaba de sobre. Eso sí, que aprendí a levantarme más temprano para que no me descubrieran durmiendo con él, porque ya después de entrar a cierta edad sería muy difícil de entender mi hábito.


 Él nunca mostró rechazo hacia mí, pero tampoco un cariño especial, excepto con lo de dejarme dormir a su lado. Creo que ya se había acostumbrado a sentir el calor de mi cuerpo por la noche. Pienso que, sin sentir lo mismo que yo sentía hacia él, me necesitaba en su cama cada noche, aunque fuese solo para posar una mano en su cuerpo.


Al notar, desde siempre, que el apego de él hacia mí no era precisamente recíproco, aprendí a quererlo desde lejos, es decir, a aguantarme cada cosa que le quería hacer; cosas que podía ir desde posar mi mano sobre la suya a… otras que pienso reservarme porque las considero inapropiadas.


Sin embargo, las cosas cambiaron a mi favor un 8 de enero de un año que no pienso precisar, porque revelaría mi edad. Teníamos catorce años. Recuerdo que estaba en el escritorio de aquella primera alcoba que compartimos juntos. Sé que estaba haciendo mi tarea y él estaba sentado en la cama haciendo… cualquier otra cosa. La verdad es que nunca fue un fanático de los estudios, cosa en la que realmente no nos parecemos. Estaba trabado en un ejercicio de matemática, y vaya que lo recuerdo bien porque estaba comenzando a estresarme. Oí su voz decir mi nombre, sin embargo no volteé a ver. Luego sentí el pelotazo en mi cabeza. Volteé al instante. Le respondí con un grosero y bajo “¿qué quieres?”. Realmente estaba tenso. Luego me sorprendió con sus palabras: “¿recuerdas cuando me enseñabas a ir al baño?”. Respondí que sí. No entendía por qué me interrumpía solo para decirme eso. Lo que realmente me tomó desprevenido fue cuando me preguntó: “¿no me ayudarías de nuevo… ahora?”.


De aquí en adelante, aclaro que mi intención no es despertar la sensación vomitiva de nadie cuando diga que, no solo me sorprendió su propuesta, sino que me gustó. Supongo que en ese momento, tomé todos los colores que mi piel me permitía y no sé cómo ni con cuáles palabras exactas, solo sé que accedí a tan alocada petición. Pues ni que Kanon fuera un niño de nuevo, ni que no supiera lo que hacía… en el baño, al menos.


 Entramos juntos. Recuerdo que me estaba tomando de la mano. En ese momento ya estaba algo… ¿emocionado? Quizá. Se bajó los pantalones. Tragué saliva. Había pasado ya algún tiempo desde que lo tuve semidesnudo y tan cerca de mí, así que me aceleré bastante rápido. No estábamos ni cerca del retrete cuando Kanon me invitó a rodear su cintura y agarrar su pene entre mis manos. Todavía sostenía el planteamiento de que era para ayudarlo. No me importa, lo hice gustoso y seguiría su juego hasta el final. Prácticamente saboreé ese toque con mis dedos, pues tenía su miembro poniéndose duro justo en mis manos. Yo tampoco me quedé atrás. Me sentía fantástico pero débil a la vez, y es que las piernas me temblaban del placer. Así que recosté mi cabeza en su hombro mientras me dejaba arrebatar por todas esas emociones que durante años fueron reprimidas, y que ahora disfrutaban de su libertad.


Kanon posó sus manos sobre las mías y comenzó a moverlas un poco. De ahí en adelante me sentí en confianza de toquetearlo un poco más, más lejos, con más gusto, pues veía que él también lo estaba disfrutando. No me detuvo ni por un segundo, más bien me guiaba en el acto. En su rostro se veía que estaba literalmente embriagado de placer, y con esas mismas expresiones me pidió que lo abrazara más fuerte, que deseaba sentir mi erección. Fue la primera de las muchas excitantes órdenes que tomó la costumbre de darme. Le obedecí sin pensarlo si quiera, pues lo que más deseaba era acariciar todo su cuerpo con mi falo. Primero lo hice con ropa, pero él me suplicaba que quería sentirme más y más, por lo que tuve que deshacerme de esas molestas prendas muy pronto. Todo lo demás lo terminamos en nuestra recámara. Ahí, en la cama que toda nuestra vida habíamos compartido, fue donde, por primera vez, lo toqué en cada parte de su cuerpo, me aseguré de no dejar ni un centímetro de su piel marcada por mi propia piel.


Entre gemidos y roces, me pidió que lo mastubara. De nuevo, obedecí sin pensarlo. Por segunda ocasión, tomé su pene entre mis manos y comencé a moverlo y a tocarlo. ¡Dioses! ¡Cómo tuve que luchar para no llevarlo a mi boca! Creerán que no tiene sentido, pero sabía que todavía no era el momento.


Sin dejar de tocarlo, pues en ese momento mi cordura dependía de aquello que estaba haciendo, hice que se levantara un poco de su posición horizontal y me coloqué detrás de él por reiterada ocasión. Quería masturbarlo mientras yo me masturbaba contra su propio cuerpo. Creo que fue algo que los dos disfrutamos inmensamente. Nos dijimos muchas cosas que bien podrían catalogarse de obscenas, pero era la emoción del momento.


Las cosas llegaron a su final cuando él me dijo que no aguantaba más. Me hubiese gustado quedarme así por siempre, pero eso no se podía, así que me preparé para, al menos, terminar junto con él. Fue el momento de nuestras vidas en que se produjo la mayor conexión. Explotamos juntos. Mis manos estaban pegajosas, completamente empapadas de su semen, pero ¡sí que valió la pena!


A pesar de todo, ese día no lo penetré, ni siquiera lo besé. De hecho nunca lo había besado y no lo hice en los días posteriores. Yo quería. Cada célula de mi cuerpo deseaba probar esos labios, no obstante él tenía que decidir si quería ir más lejos o incluso repetir aquello. Lo único que les puedo decir es que ese día desconocí lo que era descansar, pues yo – porque mi hermano se durmió en mis brazos al poco tiempo – no pude dormir ni un ápice.


Buscando mi oportunidad, me aseguraba de estar ahí todo el tiempo, más pegado que un chicle, por si se le antojaba “ir al baño”. Al ver que pasaban los días y nada, comencé a perder esperanzas en que sucediera algo. Kanon no hacía ningún movimiento, y ya había demostrado que cuando quería algo, se valía de cualquier cosa para conseguirlo.


Así fue, hasta que una noche, cuando me iba a pasar a su cama, como de costumbre, me sacó de ella de una sola patada. “¡Pero si estará loco!”, pensé. Asomándose desde la orilla de aquel mueble que toda la vida compartimos, y con mis asentaderas en el suelo, me dijo: “si quieres dormir conmigo, te aviso que hay una nueva regla”. ¿Nueva regla? ¿Y es que acaso había viejas? “¿De qué se trata?”, pregunté un poco incómodo. “Aquí no te metes si no es sin ropa”. Abrí los ojos de par en par, analicé lo que me había dicho por escasos dos segundos, me saqué el pijama al instante y me subí a la cama con toda la rapidez del mundo. Le di aquel beso que por años me había prohibido darle, y él me correspondió amorosamente. Esa noche… esa noche sí dormí excelente.


De ahí en más, nuestra relación, y puedo decirlo, sentimental, fue creciendo más y más. Mi vida era Kanon y para Kanon yo era el todo. Es que siempre nos amamos. Siempre debió ser así. Nunca lo vi besarse con nadie como cuando lo hacía conmigo. Mucho más que eso. Fui el primero en él y él siempre fue mi primer y único amor, mi media naranja si es que esas cosas existen.


Pasaron los años y mi vida al lado de Kanon no podía ser mejor. Es que encajábamos perfectos. Él era el jefe, eso nadie se lo discutió nunca, y yo era su perrito embobado que obedecía cada una de sus ridículas órdenes, eso lo sabíamos los dos. Estábamos a punto de entrar a la universidad y ya tenía toda mi vida planeada junto al hombre que siempre amé. Pero…  nada sucedió cómo lo tenía planeado. Kanon solo me dijo que esto no podía seguir, que teníamos que terminar aquella aberración. Estaba muy nervioso. No me dio muchas explicaciones. Lo único que sé es que pocos días después, hizo sus maletas y se fue a estudiar a otro continente, asegurándose de que yo no le pudiera encontrar. No sé qué ni cómo exactamente, pero algo tenía que ver con la charla que había tenido con la abuela la misma tarde en que me dijo todo aquello. Yo no fui invitado a participar así que no sé de qué se trató, pero no hay que ser el más sabio para imaginárselo.


Incluso más años pasaron. Sé que él tuvo una pareja bastante seria y las pocas informaciones que tengo hoy en día es que él lo sigue buscando, aunque sé que a quien ama es a mí y que nunca quiso que nos alejáramos. Solo estaba asustado y confundido.


Después de saber todo esto, sé que no dudarán en darme la razón, aunque todavía les falten algunas versiones por oír. Sea como sea, él es para mí. 

Notas finales:

Me gustó mucho hacerlo, espero que hayan disfrutado leerlo :)


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