Era consuelo y tortura ver a la reencarnación de Tenma vestir aquella noble armadura de bronce. Su cara y su voz era la misma, como si su alumno y amigo nunca hubiera muerto y así como el hubiera mantenido su juventud intacta ante el paso inclemente del tiempo.
Dohko resistió un suspiro y volteo su cabeza para no ver al muchacho. Por mas que se pareciera, por mas que su corazón deseara que fuera verdad, Seiya no era Tenma. El mismo pensaba que había superado ya la muerte del antiguo Pegaso, que había encontrado paz interior y racionalizado lo sucedido en la anterior Guerra Santa. Pero aun así no podía olvida aquella piel cálida y tersa bajo sus dedos.
De haber sabido lo hubiera amado mas, le hubiera hecho el amor de la manera mas dulce y apasionada, lo hubiera abrazado contra su pecho y prometido la luna y las estrellas con tal de que su eromenos regresara expresamente los sentimientos que había desarrollado hacia el.
Pero Tenma nunca dijo nada, solo se revolcaba entre las sabanas y reía libremente, resistiendo juguetonamente los avances de su maestro hasta finalmente abrir sus piernas y recibir a su erastes entre ellas.
Era doloroso y al mismo tiempo dulce recordar la manera en que el Pegaso se acurrucaba sobre su pecho. Ya no era tradición la relación sexual entre alumno y maestro, pero Tenma lo había tomado de la mejor manera, aceptando sin palabras lo que Dohko le ofrecía, que era todo menos su armadura de Libra. Sus pensamientos, sus conocimientos, casi toda su devoción hasta el punto que Dohko llego a pensarse un traidor ante Athena por sucumbir ante los encantos de un muchacho.
Ah, pero que muchacho. Un beso era suficiente para que figurativamente Dohko cayera a los pies de Tenma, a veces llegaba a suponer que el joven japonés tenia muy en claro el control que hubiera podido ejercer sobre el santo dorado, sin embargo nunca pidió nada mas que lo que su erastes le ofreciera en el momento.
Respirando profundamente, Dohko volteo hacia donde estaban los muchachos de bronce y esta vez se atrevió a mirar fijamente al caballero de Pegaso. Seiya no era Tenma.
Tenma.
De haber sabido antes el destino de su alumno, Dohko se hubiera permitido realmente tomar posesión del cuerpo del caballero de bronce. Lo hubiera besado de pies a cabeza, le hubiera dicho todo lo que sentía por el, hubiera osado hacerle el amor como si fuera un amante, no simplemente toques y roces entre partes intimas, manos y muslos. Le habría besado con mas pasión y locura que nunca. Se hubiera deleitado en ser el primero y el unico del joven Pegaso, en tomar su virginidad y se hubiera permitido ser un amante celoso y protector. Hubiera disfrutado de aquella voz que tímidamente gemía ante cualquier toque amoroso, hubiera memorizado la manera en que se ruborizaba para recordarlo más nítidamente.
Pero su Tenma hacia mucho que ya no vivía, y en su lugar estaba Seiya. Valiente, galante y perseverante, dispuesto a dar la vida por Athena y la justicia. Por un corto segundo, Dohko se permitió a si mismo preocuparse y preguntarse si Seiya no tendría ningún remordimiento hasta ese momento. Era tan joven, igual que los otros caballeros de bronce, igual que Tenma, Alone y Sasha hace tanto tiempo.
Dohko suspiro por fin y sonrío ligeramente. Seiya no era Tenma, pero Seiya estaría bien, tenia a sus compañeros y la noble armadura de Pegaso que tambien habia protegido a su amado Tenma. Todo estaria bien, su sacrificio no seria en vano y su alma pronto iría a descansar al lado de Tenma al fin.