Recuerdo la primera vez que hicimos el amor. Era de madrugada, me hallaba durmiendo en mi habitación como un angelito. De repente sentí su presencia; era su perfume. Podría reconocerlo en cualquier parte; es único, como él. Cayó sobre mi cuello, sobre mis hombros. Abrí los ojos aferrándome a él y reconocí su rostro a pesar de la oscuridad.
- ¿Qué haces Joaquim?- susurré sonriendo.
- Nada – contestó en el mismo tono que yo.
- Eres un mentiroso – reí al sentir sus besos en mi estómago.
- Silencio – apareció sobre mi frente. Un mechón de sus cabellos cayó cerca a mi oído. Comenzó a besarme con intensidad.
Fue lindo, fue perfecto. Sentir que se apoderaba de mí para ser feliz. Me encantaba ver su rostro, sus gestos, oír su voz apagada en medio de las tinieblas.
- Te amo – confesé mientras sus manos apretaban mis caderas.
- Yo también… – alcancé a distinguir sus palabras.
Desperté y vi su cara en la vida real.
- ¿Qué te pasa Joaquim? – Pregunté fastidiado - ¿por qué me despiertas tan temprano?
- ¿Temprano? Van a dar las nueve. Feliz cumpleaños – añadió con seriedad.
Allí estaba con su perfume único y su ropa impecable. Era cierto; cumplía quince años, por fin era un adolescente.
- Gracias. Ahora ya no podrás decir que soy un niño – señale alegremente.
- Claro, ahora diré que eres un aniñado – espetó con una sonrisa irónica.
- Cállate. Aprovechas porque eres tres meses mayor que yo.
- Físicamente…
- Mira, si a eso has venido mejor te vas de mi cuarto. Encima has interrumpido un sueño tan bonito que tuve.
- Está bien…te traje un regalo ¿quieres verlo?
- ¿Qué es? ¿Un beso? – pregunté con picardía, pero fui ignorado.
- Es esto – extendió hacia mí una cajita negra con un moño plateado. La destapé con cuidado. Era un libro de edición de lujo.
- El principito – Estaba ilustrado; un niño rubio con un bastón y un traje de príncipe aparecía en una de las hojas.
- Se parece a ti. Además no se me ocurrió otra cosa para regalar.
- ¿Por qué siempre tienes que arruinarlo todo? – pregunté ofuscado. Joaquim era un auténtico aguafiestas, el peor de todos -. ¿Y mi beso?
- ¿Cuál beso, Johan? – arqueó sus cejas finísimas fingiendo sorpresa -. Te di El principito.
- Quiero mi beso de cumpleaños – exigí cruzando mis brazos.
Se agachó y beso mi frente. Quise retenerlo, pero me contuve. Nuestro primer beso ocurrió hace varios años atrás. Esta vez fue real. Tendríamos aproximadamente cinco años. Estábamos en el patio de su casa, junto a las rosas de su madre. Joaquim estaba convencido de plantar un naranjo. Había conseguido las semillas y una pala con uno de sus empleados. Pobre, no tenía ni la menor idea de lo que estaba haciendo. Lo único que había logrado con la pala era ensuciar sus pulcras manos.
- Joaquim, ni siquiera hemos podido hacer el hoyo – protesté aburrido.
- Vamos a tener una casa de árbol. Ya verás.
- Pero en tu casa hay muchos árboles. ¿No puedes coger cualquiera que ya esta grande?
- No – continuó hundiendo la pala en el pasto.
Su decisión me había cautivado, incluso a esa edad supe lo que era el amor.
- ¿Sabes? Se me acaba de ocurrir una idea.
- ¿Cuál? – pregunto interesado.
- Te diré pero tienes que estar frente a mí.
- ¿Para qué?
- Sólo hazlo y verás.
Se puso de pie, delante de mí. Estaba tan lindo que lo besé en los labios rápidamente.
- Johan ¿Qué haces? – balbuceó. Estaba pálido. Parecía que había perdido la capacidad de moverse.
- Te di un beso.
- Eso está mal. No lo vuelvas a hacer.
Pero lo hice, muchas veces más. Desde que tuvimos cinco hasta hoy que cumplí quince. ¿Por qué Joaquim, a pesar de sus reclamos, no me detenía realmente? Él era mío, nací poseyéndolo. Era una historia que sabíamos desde siempre. Nuestros padres habían sido amigos desde el colegio. Ambos se casaron y acordaron un matrimonio entre sus primeros hijos. Por eso cuando Suzanne, la madre de Joaquim salió embarazada, no mucho después le siguió mi madre. Sin embargo el maldito destino había querido que yo fuese hombre y no mujer. Todos se quedaron perplejos porque no habían pensado en esa posibilidad. El acuerdo se deshizo, pero la historia nos siguió para siempre y yo, sentía que Joaquim era mío hasta que apareciera la zorra que quisiera quitármelo. Igual estaba dispuesto a esperar lo que fuese necesario para ser correspondido, finalmente algún día se enamoraría de mí sin importar cuántas mujeres tuviera que quitar de nuestro camino.