El sonido de las sirenas de la ambulancia rompió con la tranquilidad de las solitarias calles de Seúl aquella madrugada. Las luces de las casa se iluminaron una por una tras el paso del automóvil a gran velocidad y de sus resaltantes luces de color rojo y azul que calle a calle volaban sobre el pavimento.
Las calles vacías de una ciudad que permanecía sumida en la ignorancia de la escena dentro de aquella ambulancia, de la imagen de un automóvil destruido junto a la vía unos kilómetros atrás. Ignorantes todos, de como una vida comenzaba a escaparse en respiraciones entrecortadas.
Su cabello se pegaba a su frente sucia por la tierra y la sangre ya seca, su rostro magullado y lleno de rasguños dejaban entrever una belleza esplendorosa, su cuerpo, apenas cubierto por ropas ya quemadas y rasgadas, convulsionaba con suavidad sobre la camilla.
La mujer sostenía el tubo mientras las manos de su compañero realizaba una incisión en aquella garganta blanca, en donde la sangre brotaba como si fuese simple agua, como si no fuese vital.
Sus dedos comenzaron a escavar dentro de la garganta, con la sangre cubriendo sus blancos guantes y sus uniformes perfectos, él mantenía la vista fija en su pecho, en como el aire no entraba… Presiono el tubo contra la herida que acaba de hacer y lo adentro en ese cuerpo, tratando de darle un poco más de tiempo, un aire más.
Pero, entonces los ritmos decayeron mientras ella seguía haciendo presión en el pecho marcado, tratando de darle un aliento más, una oportunidad más de vida. Su compañero conecto con esfuerzo el respirador y comenzó a bombear, con la sangre aún derramándose por los hombros, por el pecho que ella seguía presionando.
La presión caía, el pulso no se sentía pero ellos seguían bombeando aire y fuerza, queriendo mantenerlo con ellos, por lo menos hasta el hospital. Unas cuadras más, unos metros más y habría una esperanza.
.- Lo estamos perdiendo, lo estamos perdiendo – murmuro ella con esfuerzo, aún tratando de mantenerlo de su lado pero el pulso seguía decayendo y aquella piel comenzaba a ponerse fría – No alcanzara a llegar con vida. ¿Debemos…?
Él hombre a su lado asintió sin nada que decir y termino por rasgar las quemadas ropas de aquel cuerpo joven y con gracia clavó la aguja en el abdomen trabajado, dejando que el liquido entrase en su sangre, que hiciese el efecto necesario para salvarle la vida.
Las convulsiones se detuvieron, y la sangre goteo con lentitud, ella aún mantenía sus manos sobre su pecho y él aún presionaba la inyección contra su abdomen, esperando…
De pronto, en medio del bullicio producido fuera de la ambulancia y dentro de ella, un sonido resonó con fuerza, en los oídos de todos los que estaban ahí, casi como si fuese un grito desgarrador.
El pitido seco de la maquina, ninguna imagen que diese prueba de vida. Solo una línea recta y un persistente pitido que trastoco sus mentes.
Ella dejo de hacer presión y dejo caer su cabeza contra su hombro mientras su compañero caía junto al cuerpo, las gotas de sangre comenzaban a empapar el suelo del auto, ambos suspiraron y el motor se detuvo.
Habían llegado al hospital.
…
Justo al otro lado de la ciudad, el teléfono rompía con la tranquilidad de una casa sumida en la oscuridad. Los pasos adormilados recorrieron el pasillo mientras él seguía masajeando sus ojos.
Era aún de madrugada, el sol no tenía ni intenciones de iluminar la ciudad aún, ¿Quién llamaba?
El tintineo del teléfono se detuvo mientras él llegaba a la mitad del camino, ahogo un bostezo y se dio la vuelta, dispuesto a regresar a la cama pero el pequeño aparato volvió a arremeter.
Camino más rápido esta vez y tomo el auricular con fuerza, de un momento a otro, su corazón había comenzado a latir rápido y un frió penetrante había surcado su espalda.
No dijo nada, se limito a escuchar. Al otro lado de la línea se escuchaba el cuchicheo de múltiples voces, las ruedas de los autos correr y algunas sirenas apagadas. ¿Era acaso él? ¿Llamaba a avisarle que regresaría aún más tarde? ¿O…?
La voz que escucho no era la que tanto deseaba oír, no era el tono que tanto le gustaba escuchar junto a su oído, no pertenecía a quien sonreía en una fotografía junto al teléfono.
Era un tono grave, una voz seria y con lo que dijo… Supo que algo había pasado.
.- ¿Está en casa el esposo del señor Choi Minho?
(...)