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Bastardo por Elle Trancy

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Se levanto mas aturdido que nunca. Los parpados le pesaban, las piernas no le respondían, su garganta parecía poseer un desierto entero y el cuerpo era como una gran roca pesada, que, aunque su cuerpo era pequeño y delgado, ahora se sentía más insostenible que nunca.

 

 

 

Miro hacia todos lados gracias a que la única parte del cuerpo que no le dolía, temblaba o pesaba era: Sus ojos. Había sido una fuerte jornada de “trabajo” la noche anterior. Sin embargo, reconoció enseguida su hogar; Parpadeo un par de veces muy suavemente, como si pestañar muy fuerte le fuera a partir en dos...

 

 

 

-“Sobreviviste  anoche” – Pensó – “Ya nada podría romperte”

 

 

 

 

Se quedo allí, quieto, intentando reflexionar el por qué de la situación. Como si sentarse – o en su caso; Acostarse – a pensar le presentaría ante él las razones por la cual había cedido.

 

 

 

Sí, él. Porque era el gran Gaara-sama quien se imponía ante los demás, y no los demás ante él.

 

 

Él, quien era el Dios y señor de su vida y de su pequeño, insignificante y solitario mundo, donde solo tenia permiso entrar él y nadie más que él. Porque era demasiado orgulloso –Y podría decirse que egoísta – para aceptar que alguien más entre en su vida para darle el “Sabor” a algo que él prefería sin azúcar ni sal.

 

 

Entonces ¿Cómo demonios llego hasta ahí?  ¿Por qué aquella maraña de cabellos negros se revolvía a su lado?

 

 

¿De dónde salio?

 

 

 

Bufó al darse cuenta de que tan profundo había metido la pata. Y no precisamente en un charco de mierda, no, hubiera preferido ESO antes de lo que ahora se presentaba como su situación. La cagada habría sido mil veces mas reconfortante que la arena movediza que lo tragaba lentamente, porque el “destino” o quizás “dios” no tenia ningún apuro en terminar de verlo hundido. No, este prefería sentarse en un sofá grande junto a una botella de coca-cola y un tarrón gigante de palomitas de miz mientras disfrutaba descojonándose de la risa por la desgracia del pelirrojo gruñón.

 

 

¿Cómo iba a saber que cuando se está borracho te hacen hacer cosas que en realidad no deseas?

 

 

 

 

Esta vez mordió su labio inferior y echó la mirada hacia atrás, donde un rostro angelical se asomaba por debajo del edredón.


-“¡Ay, que bello durmiente!” Dijo nadie, nunca.

 

 

 

En cambio sintió una urgencia por patearlo fuera de SU cama, de SU cuarto, de SU departamento y por último de SU vida.

 

 

 

Pero esto último era imposible, y se atrevería a decir que las primeras tres lo eran también, en un grado un tanto menor, pero aun lo eran... 

 

 

 

Porque el “Bello durmiente” que disfrutaba de una cama cómoda, un edredón tibio, un aroma a afrodisíacos y el aire acondicionado a todo dar inmediatamente después de una larga noche de sexo desenfrenado era nada mas y nada menos, señoras y señores, el señor: Sai Amane, jefe del departamento de literatura homo erótica de la editorial “Drewverth”. Claro que esto fuera totalmente irrelevante si ESE no fuese su trabajo, y no solo su trabajo, sino el trabajo de sus sueños. Con todo esto llegamos a una sola conclusión: Sabaku no Gaara yacía en SU cama con SU jefe Amane Sai.



¿Felices? ¿No?

 

 

Pues no, la historia no termina allí. ¿Por qué el señor y amo Gaara-sama quien se jactaba de una fama del “carácter de los mil demonios” se encontraba en la cama con el señor “Hippie bastardo” Sai?

 

 

 

Para eso retrocederemos unas doce horas atrás.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

- ¡Lo logramos! – Grito un enérgico rubio a la vez que alzaba ambas manos al aire y sacaba su lengua como un can.

 

 

 

- Ya, ya – Trato de tranquilizar aquel pelinegro de ojos blancos. – Sabia que lo lograríamos, no podemos dejar mal a los fans, ni mucho menos a los autores.

 

 

- Vaya, vaya, Neji-san ¡Usted si que se preocupa por cosas tan mínimas! – Vocifero de nuevo el rubio sacando a cierto personaje de sus casillas.

 

 

 

No es que el rubio de ojos azules le cayera mal – A Gaara TODO el mundo le caía mal – Tampoco era que estuviera molesto – No, el siempre traía esa aura asesina alrededor de él – ni mucho menos estaba estresado – Si lo estuviera, ya aquello se habría convertido en una escena de una masacre bizarra – Era solo que tanto ruido, la voz chillona del Naruto, los aires de grandeza del Neji y las miradas indecorosas que le proferían varios en el departamento de literatura, estaba menguando su paciencia y acrecentando el carácter que le caracterizaba.

 

 

 

 

-“Los voy a matar a todos” – Pensó para sus adentros, agradeciendo que el “Leer mentes” no estuviera incluido en el genotipo de las personas ni mucho menos como un poderoso sexto sentido.

 

 

 

 

Bufó cansado. Y comenzó a jugar con un lapicero que encontró cerca.

 

 

 

Pero pronto una mirada se poso en él, dejó de lado lo que hacia. Una mirada poderosa, de esas que cuando te miran te dicen: “Mírame bastardo, sabes que quieres” y, por mas que luchó, no pudo contenerse; Alzo la mirada hacia aquel lugar, y aquellos ojos negros le penetraron. Casi pudo sentir un trozo de carne rozar su próstata.

 

 

 

 

Reprimió un gemido y volvió la mirada al desafiante azabache.

 

 

 

 

-“El primero que retire la mirada es el perdedor” – Había recordado las palabras tan bizarras de su hermana Temari cuando tenia trece años mientras le explicaba sobre el contacto visual entre niñas y niños.

 

 

 

Claro que para ese entonces, ni por asomo se le había pasado por la mente que lo que le molaría años mas tarde serian los “niños” y no las “niñas”.

 

 

 

 

Desafío al otro entrecerrando los ojos demostrando así un gran “No me follaras, hijo de perra”

 

 

 

Sai ladeo una sonrisa y decidió cortar por lo sano. Decidió dar por vencida la “pelea de miradas”. Pero ni por error asumiría la derrota.

 

 

 

 

Y de aquello se dio cuenta Gaara, horas mas tarde. Cuando el bastardo de su jefe anuncio que habría una reunión en el Sake Bar y que la presencia del personal era OBLIGATORIA, de lo contrario podrían ir buscando otro empleo.

 

 

 

 

- “Maldito bastardo” – Había pensado, dirigiéndole todas las maldiciones habidas y por haber al pelinegro quien, además, era primo segundo de Itachi y Sasuke Uchiha.


Y vaya la fama que se gastaban esos dos. Al parecer la familia de los Amane no era tan distinta.

 

 

 

-“Todos son la misma mierda” –

 

 

 

 

 

Sin embargo, y por el amor que le tenía a su trabajo en “Drewverth” como editor de literatura, asistió a la famosa reunioncita. Claro, no sin antes vestirse con su peor cara posible, una que daba escalofríos de solo verla...

 

 

Lo siguiente se puede resumir como; Una “Amena” conversación trivial, Sake, Mas trivialidades, mas Sake, Sake y algo de Sake para variar.




Ya había perdido la cuenta de cuantas botellas habían traído a la mesa. En realidad, en ese momento podría perder la cuenta de cuanto sumaban en total los dedos de las manos con los dedos de los pies.

 

 

 

 

Gaara-sama estaba ebrio. Y aquello no paso desapercibido por los pervertidos ojos del Amane.

 

 

 

 

 

 

-¡Eres un bastardo! ¿Lo sabes? – Le dijo una vez en la mesa sólo quedaban la pelirosa Sakura y el de dientes aserrados Suigetsu, en una conversación muy trivial, pero lo suficiente entretenida como para no prestarle atención a las barbaridades que el pelirrojo le profería a su jefe – Haces esto a propó – Paró por hipo – sito, pero ¿Sabes qué? Yo no voy a ceder ¡¿Me oyes – De nuevo aquel hipo de borracho – Sai Amane Alias “Me la creo de mucho”?!



Sai se permitió reír, pero reír en serio.

 

 

 

 

- Y. . . ¿Qué piensas hacer al respecto? – Interrogó con una melodiosa y sensual voz, mientras entrelazaba sus largos dedos pálidos y apoyaba su mentón en la mesa que había echo con sus manos. Alzo una ceja esperando respuesta.

 

 

 

 

Pero a Gaara no se le ocurrió nada.

 

 

- ¿Qué tal si me llevas a tu casa y allí te vengas de mi? – Propuso ladeando una sensual sonrisa.

 

 

 

 

Fue allí que el juego comenzó.

 

 

 

 

No espero siquiera que el ascensor terminara de subir cuando ya le había quitado la camisa y desabrochado la correa junto a los pantalones.

 

 

Continúo besándole como lo hizo desde el momento en el que entraron al ascensor, y Gaara, en su intento por abrir la puerta sin despegarse de Sai boto en varias ocasiones las llaves, siendo Sai quien se decidiera por abrir la maldita puerta de una vez.
No llego a la cama con ropa, en cambio, toda esta marcaba un recorrido desde la entrada del departamento hasta la dichosa cama, donde ahora se apoyaban un par de cuerpos ardientes en deseo.

 

 

 

Le mordió en el cuello, esperando oír aquellos gemidos que solo el pelirrojo podría regalarle, pero no escucho nada. Cuando subió la mirada se dio cuenta que el taheño se mordía la mano aplacando sus jadeos de excitación.

 

 

 

 

- ¿Ah, sí? – Retó el azabache – Veamos cuanto puedes morderte...

 

 

 

Procedió a bajar desde el cuello hasta la línea del boxer con su lengua, haciendo ocasionales paradas.


La primera en los imperdonables pezones rosados y duros, los cuales les dedico especial atención antes de seguir bajando por el delgado y pálido abdomen del pelirrojo.

 

 

Aunque Gaara se tenso, no dejo escapar un gemido.

 

 

La siguiente parada fue en el ombligo, el cual rodeos igualmente con su lengua y penetro hasta dejarlo mojadito. Dio varios mordiscazos en el abdomen de camino al boxer “A por el premio mayor”.

 

 

 

En esta parte del proceso estaba que tiraba la toalla, ¡Pero no! Aun no se daría por vencido. Tenia que demostrarle al bastardo de Sai que el no era una de las putas que se acuestan con él por una mísera paga. El Alcohol había sido el detonante de la creatividad del pelinegro. Así que, solo por esa noche se destacaría. Y con ese pensamiento latente fue bajando el boxer del otro con los dientes, descubriendo así un pene erecto y lubricado.

 

 

Se relamió antes de metérselo de lleno a la boca. Hasta tocar la pared de la garganta, hasta enrollar su lengua por todo el grosor del miembro. Antes de hacerle acabar, decidió morderle las piernas. No con sensualidad, ni con amor. . . Sino con salvajismo.


Tanto que llego a hacerle moretones inmediatamente. Sin embargo, fue allí cuando pudo escuchar los fuertes gemidos de Gaara.

 

 

 

 

-“Con que sado ¿Eh?” 

 

Sin preparación alguna, y de una sola y seca estocada; Le penetro. Metiendo su miembro completamente.

 

Después de aquello Gaara perdió la conciencia.

 

 

 

 

. . .

 

 

 

Lo miro esperando a que este despertara para echarlo de una vez por todas de su casa. Ya bastante tenia con que el muy mal parido le hiciera la vida cuadros en el trabajo.

 

 

Sai abrió los ojos al sentirse acusado por una mirada aguamarina.

 

 

 

 

Sonrío abiertamente y se descubrió del edredón. Gaara, de alguna forma, había encontrado la manera de sentarse en la cama apoyando la espalda de la pared.

 

 

 

-“¿Qué es tan gracioso, bastardo?” – Quiso decir, pero el simple hecho de saber que aquel hombre podía despedirlo sin ningún inconveniente, lo cohibió.




Gaara-sama se trago sus palabras, una vez más.

 

 

El azabache siquiera de ducho. Solo cogio sus prendas, las vistió y arreglo con las manos su cabello.

 

 

 

Gaara hizo un sobre esfuerzo por levantarse. Y al encontrarse con su desnudez enrollo la sabana delgada de la cama en su cintura. Claro, no sin antes sorprenderse por los prodigiosos hematomas que tenía en los muslos.

 

 

Sai le sonrío una vez más. Pero aquella sonrisa era. . . ¿Burlona?

 

 

 

-“¿Qué estás planeando, Sai-Bastardo?” – Se volvió a tragar las palabras.

 

 

Sin embargo, Sai no dijo nada hasta llegar al umbral de la puerta principal. Donde girando solo el rostro para encontrarse con el de Gaara confeso al fin.


- Tú contrato venció ayer, puedes ir a renovarlo cuando quieras, pero hasta entonces, ya no trabajas para mi.


Acto seguido se encamino hacia el ascensor.



Y fue allí cuando Gaara reafirmo lo obvio. Y sin pena ni represión expuso en voz alta;

 

“¡Eres un maldito bastardo, Amane Sai!”

 

 

 


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