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La Rosa Amarilla(fic con Dragon no Shiryu ) por gen_sagitagemini

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Notas del fanfic:

 

 

 

Notas del capitulo:

Bueno este fic es de Dragon no Shiryu y mio y esperamos que les guste :D

-No puedo creer que estemos a punto de convertirnos en caballeros dorados- murmuró Dohko alegremente, intentando contener su emoción


-Ni yo- Shion le seguía el paso.


Ambos caminaban por el pueblo, recorriéndolo tranquilamente por última vez. Ahora que serían caballeros de oro, ya no dispondrían del mismo tiempo y tranquilidad para hacerlo.


Estaban tan emocionados hablando sobre sus futuros cargos como santos de oro de Athena, que no se percataron de que un hermoso hombre estaba parado justo delante de ellos, dándoles la espalda. De finos cabellos azules y esbelta y alta figura, ataviado con una larga gabardina negra, el hombre estaba de pie, de frente a una fuente observando una bella rosa roja, con una expresión melancólica en el rostro.


Shion iba yan distraído viendo uno de los puestos que vendían hermosas antigüedades, que no se percató del hombre que estaba frente a él y chocó inesperadamente contra él. El hombre estaba tan concentrado en su rosa, que no se percató de lo sucedido hasta que estaba en el suelo, con el lemuriano sobre su cuerpo, intentando levantarse.


 


-¡Shion!- Dohko se apresuró a levantar a su amigo y luego se acrecí al hombre al que éste había derribado. -Lo siento mucho- le dijo, completamente apenado -yo… él…- se quedó mirando sus hermosos ojos azules y su bello rostro.


El hombre lo observó también durante unos instantes hasta que sintió la mano de Shion sobre su brazo, con la intención de enderezarlo por completo.


-Lo siento… ehh… - Shion se perdió en su intensa mirada y su bella figura.


-Albafica- se presentó el hombre, con mucha seriedad -no tienen de qué preocuparse… yo me retiro- echó un último vistazo a los dos amigos y luego se marchó no sin antes recoger la rosa roja.


 


Dohko y Shion se quedaron mirándolo impresionados, hasta que desapareció por completo. Luego, al sentir que estaban siendo mucho más evidentes de lo que deberían, disimularon sus expresiones y regresaron a su conversación como si nada hubiera sucedido. Pero lo cierto era que aún entre ellos mismos, no se estaban prestando atención, su mente estaba perdida en ese hermoso rostro, esos bellos ojos y esa impresionante figura, del joven hombre que había dicho llamarse Albafica.


 


Había llegado el día de la ceremonia para el nuevo caballero de Aries y de Libra. Tras haber echo el juramento y haber sido elegidos por las armaduras doradas, los nuevos caballeros de oro decidieron recorrer el santuario, y presentarse con los que serían sus nuevos compañeros de armas.


Estaban por cruzar la onceava casa, después de haber conocido a Degel de acuario, cuando la voz del joven santo de acuario los detuvo velozmente.


-¡Esperen!- se levantó y se acercó a ellos -tengan cuidado con la doceava casa. El jardín del templo de Piscis está tapizado con rosas venenosas, si se atreven a acercarse, morirán en cuestión de segundos-


-Espera- dijo Shion -¿dices que está tapizado de rosas venenosas?… ¿y cómo…? ¿y cómo es que el caballero de Piscis sigue con vida?-


-El caballero de Piscis tiene veneno en la sangre, deben tener cuidado con él… no pueden acercarse mucho, es peligroso, por eso no se sorprendan si su actitud es más bien distante… él está acostumbrado a ser un hombre solitario-


-¿Veneno en la sangre?- Dohko dirigió su mirada hacia el doceavo templo -¿cómo es que alguien puede vivir con veneno en la sangre?-


-No es sencillo… él es especial porque fue capaz de resistir ése entrenamiento… pero ya les dije, tengan cuidado, no se acerquen a él demasiado-


Dohko y Shion se miraron entre ellos, y luego agradecieron a Degel con un gesto de cabeza. Se dirigieron despacio a la casa de Piscis, sin imaginar que les aguardaba una sorpresa.


 


Empezaron a caminar pro el doceavo templo, se encontraba alumbrado por los rayos solares, pero no había pista del dichoso santo venenoso.


se adentraron mas hasta que encontrar una figura a lo lejos, estaba en un hermoso jardín de rosas rojas encucliyado oliendo su aroma embriagador.


se acercaron hasta toparse con una figura familia, larga cabellera azul cielo, esbelto y de apariencia delicada, solo un hombre cumplía con esos requisitos:


-. Aalbafica.- susurrante sonaron ambos


Era el mismo joven con porte elegante con que se toparon la vez pasada, no creyeron lo que sus ojos veían y menos cuando portaba la armadura dorada de picis era una especie de alucinación, tanto era el deseo de volver a verlo que creyeron que era un espejismo, se frotaron los ojos, pero ahí seguía concentrado en sus rosales mortales.


Albafica saliendo de su concentración supo de sus visitas. Viendo que los otros aun se encontraban incrédulos decide hablar.


-. Tiene mi permiso para pasar.- dice con una voz que suena angelical a sus oídos, de un segundo otro desaparecen las rosas de las muerte, para mostrar el paso a la sala del patriarca.


Los jóvenes ya mas avispados se avergüenzan de su actitud frente a un compañero, pero ¡ es que era increíble! , cómo era que ese hermoso joven de apariencia endeble se encuentre de entre los mas poderosos de la orden sin contar que carga con ¡letal veneno!.


Penosamente no pudieron emitir vocal alguna, sus paredes esofágicas se encontraban resecas y unidas imposibilitando el paso a un sonido bocal o algo que se asemejara.


Pasados unos pesados tres minutos pudieron hablar con dificultad.


-. Gr-Gracias .- dijo dohko


Ya no perdieron tiempo sin decir mas subieron las prominentes escaleras de piedra, dejando su subjetivo para después.


 


-Albafica- murmuró el castaño nuevamente mientras se acercaban hasta el hermoso hombre de largos cabellos azules.


-Veo que ahora son caballeros de oro, Aries y Libra-


Ambos se miraron entre ellos, y acto seguido, sus ojos se dirigieron a Albafica. El santo dorado de piscis observaba la reciente actitud de sus compañeros, y dedujo que no musitarían palabra alguna por sí solos.


-Ya me he presentado, creo que lo recuerdan- añadió solemne.


-Si… Shion de Aries…- el lemuriano tendió una temblorosa mano.


-No, entre caballeros no… mucho menos conmigo- Albafica bajó la vista melancólico y luego realizó una elegante reverencia.


-Claro… nosotros veníamos a…-


-Presentarse- Albafica les dirigió una rápida mirada -no hay otra razón para venir al templo de Piscis, a menos que sea para atravesarlo… y creo que no se han presentado bien-


-Eh, bueno… la reverencia es algo…-


-No me refiero a eso, Shion… es sólo…- volvió la vista al caballero de Libra y clavó su profunda mirada en sus orbes esmeraldas -que tú no me has dicho tu nombre-


Y es que el santo de la séptima casa, tan ensimismado en sus pensamientos sobre la inigualable belleza que se alzaba imponente frente a sus ojos, había olvidado por completo hasta a los mismísimos dioses. Avergonzado por su torpeza, dejó escapar una sonrisa nerviosa e imitó sin mucho éxito la reverencia con la que el santo de piscis los había saludado.


-Dohko de Libra- ante la mirada del caballero de Piscis, sintió que su cuerpo se desarmaba por completo. No pudo mirarlo a los ojos más de unos cuantos segundos, y bajó la vista, sintiendo su rostro arder de vergüenza.


Sólo entonces, el caballero de piscis esbozó una pequeña sonrisa que desapareció casi al instante.


-Bienvenidos sean a la orden de los ochenta y ocho caballeros de Athena… no sé si han hablado con ustedes, pero les sugiero que eviten el templo de Piscis a menos que sea estrictamente necesario que vengan por aquí-


-Entonces…- Shion no podía quitarle la vista de encima -entonces ¿es cierto lo del veneno?-


-Bueno, al parecer sí han hablado con ustedes… caballeros de Aries y de Libra, no deben acercarse al templo de Piscis si no es necesario… ni a mí tampoco-


-Entonces lo de la sangre…- Dohko miraba al suelo sin poder sostener su mirada en los hermosos ojos del caballero de piscis.


-Así es… mi sangre está envenenada, ninguna persona debe acercarse a mí- dirigió su mirada melancólica detrás suyo, al hermoso jardín que se alzaba en la parte trasera del templo de Piscis y llevaba a la sala del patriarca.


-¿Y cómo es que tu sangre está envenenada y puedes estar vivo?- le preguntó Shion.


-Eso… es algo que hablaré con ustedes una vez llegado el momento… y si no tienen otro asunto que me implique, les sugiero que regresen a cuidar sus templos, como les dije, no es bueno para ustedes dos estar aquí-


-Y si es así… ¿quién le acompaña?- titubeó el guardián de la séptima casa.


Albafica lo miró sin expresión alguna pero en sus ojos claramente podía vislumbrarse un halo de dolor y tristeza.


-Mis rosas- contestó suavemente y les dedicó otra sonrisa al tiempo que realizaba una nueva reverencia a manera de despedida.


Los visitantes correspondieron torpemente y salieron a paso lento del templo de Piscis.


Ninguno de los dos emitió palabra en su camino de vuelta, pero a ratos, fugaces miradas de ambos regresaban a la doceava casa, esperando encontrar la mirada del hombre más hermoso que ambos habían visto jamás.


Lo que no sabían, era que el santo de Piscis, oculto tras uno de los fustes de su templo, los observaba marcharse con una expresión de soledad en su rostro angelical.


 


-. No debo, no puedo.- se decía con dolor


Albafica siguió con la mirada hasta que cada dorado entro a su templo,él hubiera deseado poder responder con algo mas de sentimiento ante la pregunta del guardián de cabellos castaño-rojizos, pero no podía su veneno lo limitaba de sobremanera a tal grada de no poder ni rozar a una persona sin que esta presentara los efectos enervantes a su cuerpo.


-. Serán buenos compañeros y grandes amigos.- volvió decir a la soledad con un sonrisa melancólica.- en especial tu Libra.


Por motivos desconocidos la semblanza que presentaba le santo de Libra lo reconfortaba, se podía ver a largas que su actitud era de una persona relajada, alegre, viva y sociable tal vez incluso despistado pero sin duda también refleja fiereza, serenidad, lealtad, vigor, todo en un perfecto equilibrio demostrando ser merecedor de la armadura de libra.


Se fue directo a su jardín de rosas rojas, sus letales rosas rojas, aquellas que para los humanos comunes significaba "amor y pasión" para él santo de picis representaba muerte y sangre.


Tomó una con sutil delicadeza pasándola por sus dedos, aspirando su aroma, confesando al viento un secreto que solo su maestro conocía.


-. Me gustaría poder contar con un amigo al cual apoyarme, al cual confiar y mas que nada al que me ayude a quitar la soledad, siento algo de envidia de ti shion-. declaro.- pero mas de ti dohko por encontrar un equilibrio a tus emociones, por poder mostrarlas.


Se quedó sentando a la orilla de su jardín recordando los tiempos de niño cuando fue feliz a lado de su maestro y padre Lugonis, siendo un niño podía enseñar todos sus sentimientos.


Recordó una pequeña charla con su maestro fue el día en que Albafica tendría que tomar una decision vivir aislado en el doceavo templo resguardando la seguridad de las persona o estar entre los humanos y poderlos tocar desarrollando lazos.


Sinceramente el bello sueco no quería perder conexión con las personas, le agradaba poder estar cerca de ellos, pero por otro lado comprendía que se necesitaba a un nuevo santo de picis para salvar a la humanidad del desastre.


Acepto el cruel destino de llevar la "bendición" de picis.


El peli celeste conforme al entrenamiento y a los años se tornaba mas hermoso como letal. Por extraño que parezca el que la gente le dijera "hermoso" le enfurecía, él no creía serlo al contrario de los demás que no se cansaban de decirlo, esa palabra se generó Tabú.


La letalidad de la toxicidad de su cuerpo evitaba que entablara amistad y lazos de union con sus cercanos compañeros, eso era al pensar de éste.


Lo que Albafica no inducia era que aunque no pudiera aproximarse a sus compañeros no significaba que no formara lazos de unión, eso pensaban sus camaradas sobre todo dos el de la primera y séptima casa.


 


 


Los días pasaban sin novedades en el santuario, sin embargo, el caballero de Libra y de Aries, apenas podían con el entrenamiento al que eran sometidos sin descanso día tras día. A pesar de no ser precisamente los más jóvenes, no estaban acostumbrados a semejante esfuerzo.


Todos los días, Albafica de Piscis bajaba al pueblo a dar breves paseos, aunque fuera sólo por un momento. Y es que no era que el pueblo se hubiera vuelto demasiado interesante, siempre había lo mismo, pero atravesar la casa de Libra y Aries era lo que hacía que todas esas horas de soledad se vieran olvidadas al menos por un instante. Siempre pedía permiso amablemente para atravesar, como intentando enmendar la imagen fría y seria que seguramente se habían llevado de él.


Una noche que regresaba de un paseo, se despidió distraídamente de Asmita de Virgo, con la sola idea de saludar por segunda vez al caballero de Libra. No obstante, su sorpresa fue desagradable al encontrar la séptima casa vacía completamente. Llamó al caballero por su constelación y luego por su nombre, que hasta ese momento, no se había atrevido a pronunciar.


Al percatarse de que el cosmo del guardián de la séptima casa, que ya conocía casi tan bien como el suyo, no aparecía, suspiró decepcionado y prosiguió su camino.


Cuando llegó a la doceava casa, dispuesto a dejarse vencer por el sueño, escuchó pasos tras él.


-Saludos, caballero de Piscis- la voz de Dohko se filtró detrás de él, y con un rostro sorprendido lo recibió en un saludo no menos corrida.


-Buena noche, Caballero de Libra… Dohko- Albafica bajó la vista y luego, un poco más sereno, volvió a posarla sobre los ojos esmeralda de su compañero. La sorpresa le había llegado de golpe, casi tanto había sido para Dohko y Shion encontrarlo en el doceavo templo.


-Sé que no debo venir aquí… pero creo que a ambos nos hace falta la compañía- el santo de Libra apenas podía sostenerle la mirada unos instantes.


Albafica se quedó sin palabras, evidentemente, no había traba que poner ante esas palabras, de cualquier forma, era verdad.


-A… ¿y qué pasa con… Shion de Aries?-


-Él… ya debe estar dormido… y usted apenas…-


-Llámame Albafica- interrumpió suavemente el caballero de Piscis. A pesar de ser dos años mayor, ambos eran jóvenes y pertenecían al mismo rango.


-Albafica…- a Dohko le brillaron los ojos -tú apenas vienes llegando-


-Siempre voy al pueblo… se respira un aire alegre… se respira amistad, compañerismo, unión… se respira vida- el caballero de Piscis se llevó una mano al rostro, para quitarse el cabello que le tapaba sus bellos ojos azules, ligeramente enrojecidos.


-Albafica… no entiendo cómo puedes estar tan solo aquí-


-Es mi destino, Dohko… y yo nunca estoy solo, mis rosas me acompañan… al igual que mis recuerdos, los recuerdos de las personas que amo, y que las mantienen conmigo-


Dohko notó la tristeza que los ojos del hombre que tenía frente a sus ojos, pero sabía que no sería sencillo consolarle con un abrazo, o de menos, una caricia. Seguramente, Albafica no era tan peligroso como creía serlo, pero jamás le permitiría acercarse a menos de dos pasos.


-Entiendo, pero… la compañía nunca hace mal… estoy seguro que dentro de tu templo estoy a salvo-


El caballero de Piscis aceptó la compañía de Dohko de Libra, sabía, muy en el fondo, que necesitaba estar con alguien que lo hiciera sentir bien. No supo a qué se debía, pero le pareció que estar los dos, conevrsando entre ellos sin nadie más, era mucho mejor que hallarse con una tercera persona, aún tratándose de Shion de Aries.


Esa noche, justo antes de que Dohko se marchara, éste se había acercado al caballero de Piscis intentando darle un abrazo, no obstante, el peli celeste lo detuvo con un gesto de mano, intentando convencerse a sí mismo que era lo mejor, mantener la distancia.


-Lo siento… yo…-


-No digas más, Caballero de Libra- Albafica acercó un dedo a la boca de Dohko, sin tocarlo -soy yo quien lo siente… pero mi cuerpo es letal, peligroso-


-Y hermoso- murmuró Dohko para sí. Luego, le sonrió a su compañero de armas y se despidió como era su costumbre. Una vez más, Albafica lo miró hasta que llegó a su templo. Sentía que las horas que pasó al lado de Dohko, habían sido las mejores en muchos años de obligada soledad.


 


Dohko bajaba los templos sintiendo un calor muy especial en su pecho, pues el acercamiento que tuvo con Albafica fue exclusivo, nunca nadie se había adosado tanto a picis, eso lo clasifica en un puesto endiable para muchos de sus compañeros de oro.


Pensó en contárselo a Shion a la mañana pero mejor decidió dejarlo así, como un secreto que seria solo suyo.


Llegó a libra y se dirigió a su recamaras privadas para cambiarse e ir a descansar


En el doceavo templo Albafica no dejaba de sentirse cómodo, después de años interactuaba con una personase, sentía gratificante poder platicar a gusto, pero lo que mas gusto le daba era que fue libra su compañero , con su típica alegría alejaba todo rastros de soledad y sufrimiento, no le importo que solo fueran pocas las horas con las que convivieron eso era mas que suficiente para apartar los pensamientos triste que lo atrapaban en la noche,.


-. Hoy dormiré tranquilo, gracias a ti pequeña rosa amarilla-. ante ese pensamiento pudo sonreír como antes, añorando poder contar con la presencia del de libra mas adelante, pero únicamente ellos dos.

Notas finales:

Dragon no Shiryu y yo les agradecemos mucho su lectura, y esperamos sus reviews


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