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Ángel Guardián por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

IMPORTANTE: En esta historia existen dos narradores (distintos puntos de vista) : Uno escribe con letra normal (Asderel) mientras que otro escribe con negrita (Eliot) 

Bueno aquí otro capítulo >_< tarde en cargarlo lo siento mucho, espero que les guste... cualquier error ortográfico o algo por favor háganmelo saber que no he podido revisarlo muy bien antes de subirlo....

Este es uno de los últimos capítulos, ya quedan uno o tal vez dos pero no mas, ojala les guste n_n

Gracias por leer <3

Capítulo 18: Asalto al cielo





Los rayos del sol entraron por la ventana sin cortinas, penetrando súbitamente mis párpados, apartándome del dulce sueño que estaba teniendo y volviéndome a la realidad que tanto buscaba evitar. Asderel aún dormía a mi lado, como un niño, sus mejillas levemente sonrosadas y la expresión de plácida calma en su rostro me conmovió muchísimo. Parecía aún estar en sueño profundo, así que con cuidado me acomodé en su pecho y volví a dormir.


- Despierta ya, dormilón- Como si el tiempo hubiese pasado sumamente rápido volvía a despertar, solo que esta vez era despertado de la manera más dulce, Asderel susurraba en mi oído mientras que llenaba mi rostro de cariñosos besos.

-Ya…ya desperté- Dije entre carcajadas, el contacto de sus labios suaves en mis mejillas y nariz me producía cosquillas. Me rodeó con sus brazos repentinamente y me estrechó entre ellos con fuerza. Por un momento me sentí triste, en lo más profundo de mí sabía que la guerra no demoraría en detonar y tendría que despedirme de Asderel.

- ¿Ya lo sabes, no?- Murmuró con voz entristecida de pronto, sin apartarme de sus brazos.

- Lo sé, Asderel, lo sé- Respondí en un suspiro angustiado, mientras tomaba mi mano con la suya. Ambos nos mantuvimos así, tomados de las manos por largo rato. Sentí ganas de llorar pero me contuve, no debía entristecerlo a él, menos ahora.

Fuera de la habitación se estaba dando un escándalo de proporciones. Los preparativos para la lucha contra Miguel ya habían comenzado, escuché a Gabriel dar instrucciones a Daemon y Abel, mientras caminaba de aquí para allá, impaciente. Dirigí mis ojos a la ventana, un espectáculo se estaba dando allá afuera. Desde el cielo, miles de ángeles descendían desde lo alto en forma de hermosas luces que lograban disimularse con el hermoso día soleado que esperaba afuera. Un pequeño temblor azotó la tierra en ese instante, pero ni Asderel ni yo nos movimos de nuestra posición, sabíamos perfectamente lo que significaba, el ejército de Lucifer se acercaba también y la casa dónde estábamos sería su cuartel.

Cerré los ojos ¡Que todo sea un mal sueño! Pensé, pero no iba a suceder, esto estaba pasando y no podía hacer nada por evitarlo.

- A…Asderel- Murmuré en un susurro ahogado, me estaba esforzando por no romper en llanto pero mi voz quebrada comenzaba a delatarme. Quería llorar, todo mi cuerpo comenzó a prestarse de delicados espasmos.

-Eliot…- Musitó. Su voz se escuchaba exactamente igual a la mía –Deja de contenerte…- Sollozó. Entonces en ese momento di media vuelta y quedé frente a él, estrechándolo en un abrazo cálido y aprehensivo y apoyándome contra su hombro comencé a llorar. Él me recibió tiernamente entre sus brazos, acariciando mis cabellos con una de sus manos y rodeándome fuerte con la otra.

- Prometo que volveré contigo…- Dijo de pronto mientras levantaba mi mentón entre sus dedos y clavaba sus pupilas doradas en las mías.

- Tus ojos…- Murmuró de pronto –Están más grises de lo normal…- Me sonrojé ¿Y cómo no? Estaba realmente triste, suficiente para que mis ojos estuviesen más oscuros.

- Permíteme darles un poco de color- Y me atrajo inesperadamente hasta él, regalándome otra vez su dulce beso, sus labios estaban un poco más fríos de lo normal, pero no lo suficientes para no contagiarse con la calidez de los míos. Rodeé su cuello entre mis brazos mientras nos besábamos, lentamente, suavemente, disfrutando cada segundo como si fuese el último, disfrutando cada movimientos de nuestros labios entrelazándose, como si estuviesen bailando uno con otro. El néctar húmedo que desprendía de su boca era dulce licor embriagante para mí y su respiración era el aire más puro para mis pulmones. Nos separamos remisamente uno del otro.

- Te amo, Eliot- Susurró en mi oído ¡No me cansaba de escuchar esas dulces palabras escapando de sus labios!

- Te amo, Asderel- Respondí mientras tomaba una de sus manos y besaba sus delicados dedos.

En ese momento fuimos interrumpidos, la voz de Gabriel entrando en la habitación indicaba que todo estaba a punto de estallar:

- Asderel…- Murmuró tímidamente –Ya está todo listo- Mi ángel dirigió una rápida mirada hacia mí, ambos nos pusimos de pie y salimos de la habitación junto a Gabriel, tomados de las manos.

Fuera de nuestra habitación era un caos. En toda la gran sala de estar, en el jardín, incluso fuera y sobre la gran casona se hallaba un gran ejército. Jamás había visto tanto contraste, desde los ángeles más hermosos rodeados de luz hasta los demonios más oscuros.

Gabriel traía algo en sus manos, que no tardó en entregar a Asderel. Era una armadura de plata y oro que quedaba perfectamente ajustada a su cuerpo –Te protegerá de la fuerza de Miguel- Dijo y le dio una palmada en la espalda. Ya estaba todo listo para irse, obviamente yo no les acompañaría y Daemon y Abel se quedarían junto a mí, para protegerme en caso de que descubrieran que yo era el protegido de Asderel.

En un destello de luz, los demonios y los ángeles ascendieron rápidos, casi invisibles al ojo humano, entre lo más alto del cielo todos desaparecieron en un segundo. Ya llegaba la segunda revolución.

- Ven aquí, Eliot- Murmuró tristemente Asderel mientras que con fuerza me enredaba entre sus brazos y me atraía hasta él, pegando nuestros cuerpos uno con otro, en un cálido abrazo –Prometo que volveré, lo juro- Dijo mientras acariciaba mi cabello. Correspondí el abrazo mientras de entre mis ojos comenzaban a escapar lágrimas sin que yo pudiera evitarlo

- No llores, Eliot- Dijo mientras tomaba con su mano izquierda mi mentón y lo atraía hasta el suyo, topándose nuestros labios en un febril beso con sabor a voy a extrañarte. Yo solo accedí a perderme en sus labios de miel y perderme dentro de este, nuestro último encuentro.

- Cuídate mucho- Susurré mientras con mis dedos retiraba las lágrimas que habían comenzado a descender lánguidas por las mejillas de Asderel.

- Lo prometo- Sonrió y me atrajo suavemente a él para besarme en la frente.

Luego de un par de minutos en esa posición me aparté sutilmente para dejarle ir. Entonces extendió sus hermosas alas color negro, las plumas brillaban destellantes como nunca. Sonrió nuevamente y me hizo un gesto de despedida con una de sus manos, para luego elevarse y desaparecer en un segundo, sin dejar rastro alguno excepto una pluma que cayó entre mis manos como un último regalo.


Ya habíamos llegado a las afueras del cielo. Por un momento quise retirarme y correr a envolverme nuevamente entre los brazos de Eliot, por un momento quise olvidarme de esta estúpida guerra de egos entre Lucifer y Miguel, por un momento quise abandonarlo todo. Pero no podía hacer nada de eso, si no terminaba con este problema ahora lo único que lograría sería más problemas para Eliot, por primera vez quería estar tranquilamente junto a él, sin  demonios ni ángeles que nos atormentaran ¿Había hecho mal en contactar con Eliot? ¿Había hecho mal con salvarle? ¡No! Definitivamente no podía arrepentirme por esto, los únicos momentos gratos que he tenido alguna vez han sido junto a él, los únicos sentimientos puros que he sentido alguna vez han sido para él. Si ahora estaba en las puertas del paraíso para derrotar al tirano de Miguel es solo por Eliot, por protegerle y por vivir en paz junto a él de una vez por todas.

Respiré hondo y mire hacia los lados. Allí estaba lleno de la más perfecta mezcla entre el bien y el mal. Allí estaba yo, comandando a los seis arcángeles restantes y a sus respectivos ejércitos de ángeles. A nuestro lado estaban Lucifer, Mefistófeles y Fausto que se había decidido acompañarnos en nuestra travesía junto a un millar de almas infernales. Algunos demonios estaban allí para recibir el favor de Dios y poder alcanzar la redención y así tener la esperanza de poder ascender nuevamente al paraíso, otros simplemente estaban sedientos de sangre angelical, no la nuestra, no de la que estaba al otro lado del gran portón de oro, si no que ansiaban la sangre que corría por las venas de Miguel, aquel que los arrojó a las inmensidades abismales del infierno y los condenó a las torturas que allí se ejecutaban, la gran mayoría incluyendo a Lucifer, quería vengarse.

- A tu orden, Asdi- Rió sarcásticamente Lucifer mientras hacia una reverencia frente a mí. Tragué saliva, estaba nervioso, jamás había sido partícipe de ninguna guerra, jamás me había llevado bien con demonios y ahora ellos estaban a mi mando también.

Respire hondo y llevé a mis labios el séptimo sello, un instrumento que alguna vez sería tocado por la boca de Miguel para anunciar el fin de los tiempos, pero ahora sabríamos que ese día no llegaría. Aunque no fue tocada para su fin original, sonaba con la misma fuerza y potencia como si lo hiciera.

- ¿Qué es eso? – Pregunté un poco exaltado mientras un fuerte temblor azotaba la tierra junto a un estruendo que resonó fuerte en mis oídos y en los de todas las personas que estaban allí, como una trompeta.

- Ha comenzado…- Dijo Abel mientras apoyaba su mano en mi hombro –Ha comenzado la gran guerra-

Eufóricos entrábamos tirando abajo el gran portón. Si todo terminaba rápido mejor, aunque me sentía preparado para esto, dolía en lo más profundo tener que asesinar a los de mi propia estirpe, Miguel había logrado cautivar a millares de ángeles prometiéndoles poder y orden y ellos habían caído en su trampa. No tenía más opción que levantarme en su contra.

Al otro lado de la gran puerta de oro, miles de ángeles armados nos esperaban listos para abalanzarse contra nosotros. No debíamos dudar, estábamos a la par en número y cualquier descuido podría ser fatal. Con una seña hecha con mi mano indiqué que el asalto debía comenzar, yo y los seis arcángeles éramos los primeros en atacar, tras nuestro y listos para la embestida corrían frenéticos el ejército de ángeles y las tropas demoniacas sedientas de sangre, una gran batalla comenzaba.

Los destellos y las llamas de fuego irradiante comenzaron a cubrir todo el lugar, casi a ciegas por culpa de la intensa luz que encandilaba nuestros ojos comenzamos a luchar intensamente, tal y como para la primera revolución, cuando yo aún pertenecía a las tropas de Lucifer y rebeldemente nos levantábamos contra Dios. Pero esta vez era distinto, no era a Dios al que debíamos enfrentar, era a su hijo ambicioso que había perdido la cordura y que ahora amenazaba con ser más peligroso que el mismísimo padre, desafiando incluso con destruir no solo el cielo y el infierno, si no el triste terreno que se encontraba entre los dos: La tierra.

Miré hacia mi izquierda, una tropa de ángeles se había abalanzado contra un conocido y lo envolvía con sus cuerpos luminosos, sin dudarlo me arrojé contra ellos y formando una esfera de energía que nos envolvió al herido y a mí, los repelí como moscas.

-¿Estás bien, Mefisto?- Pregunté mientras tomaba con mi mano derecha el maltratado rostro del Demonio.

- S…Si- Murmuro apenas, Mefistófeles estaba completamente lastimado, el tacto de los ángeles, cuando iba con la intención de dañar era fatal para los demonios y viceversa.

- Resiste…- Dije sonriendo mientras enredaba entre mis dedos sus alargados cabellos blancos. De alguna forma y sin que lo hubiese deseado, sentía un particular cariño hacia Mefistófeles aunque él hubiese hecho todo por separarme de Eliot, quizás era por esto que lo estimaba, porque de alguna forma gracias a él mis lazos con mi protegido se habían estrechado aún más.

El latido del demonio se hacía cada vez más bajo, podía sentir mientras tomaba su muñeca como la sangre que corría por su cuerpo comenzaba a bajar su ritmo hasta hacerse casi imperceptible. Sentí lastima por él, en otra vida ambos fuimos compañeros y al fin y al cabo éramos de la misma estirpe, los mismos instintos corrieron por nuestra sangre alguna vez, de alguna forma esto me hacía sentirlo mucho más cercano que cualquiera de los ángeles que podía estar luchando junto a mí. Debía hacer algo para salvarle o él moriría allí.

- ¡Mefisto!- Exclamé sacudiendo suavemente sus hombros para despertarle del letargo que comenzaba a invadir su cuerpo. La angustia comenzaba a irrumpirme, no sabía qué hacer para salvarle -¡Mefisto, resiste!- Acerqué mi rostro al suyo mientras lo zamarreaba para hacerle reaccionar.

- A…Asdi- Rió con una sonrisa irónica mientras con su mano torpe y temblorosa acariciaba una de mis mejillas - ¿Recuerdas el beso de Judas?- Yo asentí con la cabeza mientras un incómodo escalofrío recorrió todo mi cuerpo, el recuerdo de nuestro encuentro en el mundo astral aún me estremecía.

- Pues yo…- Murmuró torpemente –Siento haberte hecho sentir mal esa ve…-

- Shhh- Exigí silencio mientras cubría sus labios con mi dedo índice. El calló obedientemente, sorprendido mientras veía como yo acercaba más aún mi rostro al suyo, quedando a pocos milímetros de distancia. Sentí su respiración mezclarse junto a la mía y vacilé un poco nervioso, pero finalmente tomando con ambas manos su rostro lo atraje lo suficiente hasta que nuestros labios se toparon en un beso. El intento resistirse un poco al principio, pero finalmente cayó mientras nuestros labios se enredaban suavemente. No pude negar el escalofrío que corrió por mi cuerpo de pies a cabeza y la intensa calidez agradable que comenzaba a sentir. Su corazón volvió a palpitar acelerado, a punto de estallar en su pecho y la sangre de sus venas volvía a correr frenética por todo su ser, su emblanquecida piel había vuelto a su color natural y la fuerza ya había invadido sus músculos nuevamente.

- E…Eso fue…- Musitó nervioso, mientras se apartaba de mí suavemente aun dejando ver un pequeño hilo azulado hecho de energía que escapaba del interior de mí boca para llegar a la suya. Detuvo mi cuerpo que cansado caía sobre sus hombros. Levantó mi cabeza y sostuvo sus pupilas anaranjadas sobre las mías – Asderel…- Balbuceó con la voz quebrada y apenada, yo solo sonreí para indicarle que todo estaba bien.

- El beso de la vida…- Susurró correspondiendo mi sonrisa. Lo que había dicho Mefisto me sirvió para recordar que existía una forma de traspasarle mi vitalidad a él. Él era un demonio y por naturaleza absorbía la energía de otros, yo era un nefilim que era compatible con él, no dudé en darle un poco de mi fuerza para que se recuperase.

- Gracias…- Dijo ruborizado mientras me ayudaba a ponerme de pie.

- De nada – Murmuré torpemente mientras mareado intentaba no caer nuevamente al piso, el aire volvía a mí y comenzaba a recuperarme yo también.

Entonces sin decir nada, me atrajo hasta él y me envolvió en un cálido abrazo –Sé toda la carga que tienes sobre ti- Dijo de pronto, en ese momento sentí como algo se quebraba dentro mío, eran ansias y nervios, miedo de morir aquí y de ver morir a los míos, temor de perder ante Miguel y que todo sucumbiera bajo sus pies, horror del solo pensar en que podía no ver a Eliot nunca más. Mi cuerpo comenzó a temblar y mis ojos se sacudieron al borde de las lágrimas,  Mefistófeles me estrechaba aún más contra su pecho, intentando calmarme.

- ¿Estás bien?- Yo asentí con la cabeza y me separé de él, el demonio hizo un gesto para que mirara al frente. Una docena de ángeles estaba a punto de abalanzarse sobre nosotros.

- Gracias, Asdi- Rió con su característico sarcasmo –Ahora déjame devolverte el favor…- Dijo mientras hacía tronar los huesos de sus puños –Tiraré la basura por ti-  

Notas finales:

Les ha gustado? se ha pasado demaciado rapido ? que les pareció? dejen sus reviews >_< :3


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