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Ángel Guardián por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

IMPORTANTE: En esta historia existen dos narradores (distintos puntos de vista) : Uno escribe con letra normal (Asderel) mientras que otro escribe con negrita (Eliot) 

Bueno aqui otro cap ... simplemente espero que les guste 

Cualquier error o palabra qe no debía aparecer o sin sentido háganmelo saber para corregirlo n_n

Si les gusto comenten si no tambien :D cualquier opinion se agradece bien ... 

Gracias por su Atención<3

Capítulo 7 : Lucifer y el Nephilim 





Los azulados ojos de Abel eran los que me recibían nuevamente. Desperté cansado y adolorido. Mis brazos, mis hombros y mi cuello estaban llenos de vendas, apenas podía moverlos. Mefistófeles había dejado profundas marcas en mí.

- P…Profesor – Balbucee mientras abría los ojos.

- Gracias a Dios, Eliot – Sonrió y dio un pequeño brinco de felicidad. En ese momento entró otra persona, era el chico que nos había salvado. Abel se puso de pie.

Me pareció mucho menos aterrador que la vez que le vimos bajo la lluvia. Su piel era clara y su rostro inspiraba una agradable tranquilidad, llevaba su cabello suelto, brillante y con un dulce aroma a jazmín, esta vez no inspiraba miedo, aunque sus ojos rojos me eran aún perturbadores. Sonrió.

- Así que sobreviviste…- Dijo con sus ojos fijos en mí mientras se detenía a un lado del profesor Abel.

- No seas tan burlesco, Daemon – Dijo Abel mientras daba un pequeño codazo en su estómago.

- Por cierto – Dijo el profesor mientras sacaba de un pequeño botiquín más vendas.

 –El es Daemon… él es mi -

- ¿Tu amante?-
Sonreí. Abel tosió un par de veces y se sonrojó notoriamente.

-  ¡Me agrada este chico! – Dijo la voz fuerte y varonil de Daemon mientras me daba una palmada en el hombro haciendo que se me escapase un pequeño gemido. Quedó mirándome extrañado.


- Es inteligente…pero muy debilucho- Dijo finalmente con una leve carcajada.
– Igual que tú, Abel –
Con esta frase el profesor terminó de sonrojarse por completo, sus mejillas parecían dos tomates.

- ¡Ejem! -  Raspó su garganta tratando de volver al tema anterior. - ¿Te encuentras bien Eliot? – Preguntó mientras comenzaba a cambiar los vendajes de mi brazo derecho. Yo asentí con la cabeza.

El chico de ojos rojos se preparaba para abandonar la habitación.

- ¡Espera! – Grité apartándome suavemente de Abel. El giró la cabeza hacia mí.

- ¿Qué sucede?-

- ¿Qué eres tú?- Pregunté en un tono confuso.

- No sé a lo que te refieres – Dijo dirigiendo de nuevo la vista hacia la puerta y moviendo la manilla para atravesarla.

- ¡¿Eres un ángel también?! – Increpé. El profesor intentó callarme, pero no lo logró.

- No…no lo soy – Dijo en un tono frío y monótono.

- ¿Entonces que eres… un demonio? –Guardó silencio, esto afirmaba mi pregunta.

- ¡Eso no puede ser! – Exclamé. - ¡Los demonios son malignos, crueles y  asesinos! - …es su naturale…-

- ¡La naturaleza no tiene nada que ver con esto, chico! – Dijo alzando un poco la voz, en tono de regaño. Luego de esto atravesó la puerta, parecía ofuscado, dio un portazo y desapareció. Mire a Abel atónito.


-  Es difícil de entender…- Comenzó a hablar antes de que yo se lo pidiese.

- Hay veces…en que los demonios son capaces de luchar contra su naturaleza… y terminan convirtiéndose en todo lo contrario – Dijo sonriendo - Tal como lo hizo Asderel…-
- ¿Asderel? - ¿Qué tiene que ver él en esto? -  En ese momento quedé helado. Recordé lo que había dicho Mefistófeles sobre él, lo llamó híbrido y dijo que era uno de ellos, un demonio.

¡Ahora entendía porque Lucifer lo quería a su lado!

- ¡Asderel! – Exclamé.

- ¡¿Dónde está el?! – Pregunté mientras me ponía de pie. Conocía lo suficiente a Asderel, sabía que estaría confundido después de saber esta noticia, necesitaba ayudarle.

 - Esta en la habitación de junto… debe estar con Daemon –

En ese momento corrí hasta la otra habitación, Abel me siguió. Cuando entramos estaba Daemon sentado en una pequeña silla junto a una cama, pero Asderel no estaba.

- ¿Dónde está? – Pregunté angustiado.

- Se ha ido…intenté hacerle razonar pero no me escuchó – Dijo en un tono de desaire. La ventana se hallaba abierta, la brisa entraba helada por las cortinas. Había escapado ¿Dónde estaría ahora?

- Iré por él – Dije mientras me apresuraba a salir por la ventana.

- Espera…- Dijo Daemon mientras sujetaba mi mano. – Yo iré con él – Sonrió.

- P…Pero – Intenté objetar.

- Tu solo lo confundirás más…créeme-  Hizo una pausa. –Le entiendo perfectamente, sabré encontrarlo- Dijo clavando sus ojos escarlatas en los míos, parecía confiado.

- Confía en él, Eliot-  Abel ponía suavemente su mano sobre mi hombro, en señal de apoyo. Suspiré e hice un gesto de aprobación. Daemon se posó sobre la ventana y extendió unas bellas y grandiosas alas negras azuladas, rodeadas de un resplandor blanco y luego emprendió el vuelo. Le seguí con la mirada hasta que lo vi perderse en la lejanía del cielo.

-¡Eres uno de nosotros, un híbrido! –
La voz de Mefistófeles resonaba aún en mis oídos, la oía fuerte y clara, confundiéndome.

¿Y si era verdad?

Si es cierto que soy mitad demonio ¿Por qué me encomendaron la misión de ser un ángel guardián? ¿Tan grande era mi Karma para que se me hiciese sufrir de esta forma?

Aún no olvidaba esa sensación de placer, mezclada con ira mientras golpeaba salvajemente el rostro de Mefisto ¿Acaso eso fue una expresión de mi ser maligno?

Si eso era cierto Yo…Podría dañar a Eliot en cualquier momento.

Él simplemente es un humano, es frágil ¿Qué pasaba si mi yo demoniaco se enfrentaba con él? Seguramente le mataría.

Tengo que alejarme de él.

- Te ves abrumado, Asderel – Azariel aterrizaba a mi lado, le miré con desprecio.

- ¿Tú sabías de esto, verdad? – Pregunté mientras me acercaba considerablemente a su rostro. Bajó su mirada hacia el piso.

- Si…- Comenzó como si estuviese arrepintiéndose. –Yo y Cassiel sabíamos de esto…pero-

- ¡¿Y cómo no me dijeron?! –
Exclamé mientras lo tomaba por el cuello de la camisa.

-¡Lo hicimos para protegerte! – Gritó mientras él también se apresuraba a tomarme por el cuello.

- ¡¿Protegerme?! – Grité exasperado y alcé mi puño contra él, Azariel pareció asustarse. Intentó retroceder.

- ¡Cálmate Asderel! – Cassiel descendía hasta nosotros e intentaba de separarnos.

 - ¡Como quieres que me calme! – Grité mientras soltaba a Azariel y dirigía mis ojos fijos a Cassiel.

- Solo…escúchame – Dijo mientras intentaba tomar una de mis manos.

- ¡Déjenme solo! – Exclamé mientras soltaba mi mano de la suya. – Necesito estar solo…- Dije intentando de calmarme. Una mueca de tristeza de dibujo en la cara de Cassiel, no la tomé en cuenta y di media vuelta. Sentí que me siguió un par de pasos.

- Déjale solo, Cassiel – Escuché la voz de Azariel deteniendo a su hermano.


No volví a mirar atrás. El cielo empezó a nublarse y no tardó en comenzar una gran tormenta. Solo vestía una camisa que no demoró en empaparse. La lluvia solo empeoraba las cosas, me hacía sentir más triste y agobiado. Caminaba sin rumbo, en todas direcciones. Había perdido mi norte.

Entré por unas viejas calles donde se encontraban viejos edificios que apenas podían mantenerse erguidos. Era un barrio abandonado, me adentré en él y en su soledad y comencé a perderme entre sus pasajes. Llegué hasta un edificio desolado y me refugié en él.

Parecía como si jamás hubiese sido terminado. Sus insípidas murallas fueron para mí el único lugar donde podía pensar calmadamente. Después de mucho meditar decidí hacer lo único que me garantizaría saber toda la verdad sobre mí.

Invocar a Lucifer.

Tomé un pequeño fragmento de vidrio que encontré en el piso y lo clavé en uno de mis antebrazos, la sangre era una de las formas de llamar al señor de los infiernos. La clavé profundo y no tardó en comenzar a fluir el líquido rojo, tracé con él un pentagrama invertido en el piso. Aunque nunca pensé en hacerlo alguna vez un ángel sabía perfectamente como invocar. Anoté los últimos símbolos y dibujé un círculo alrededor del pentagrama. Luego lo llamé, en latín.

-Salve Satanas, Salve Satanas, Salve Satanas
In nomine die nostri satanas luciferi excelsi
Potemtum tuo mondi de Inferno, et non potest Lucifer Imperor-


No tardó en aparecer ante mí. Un resplandor enceguecedor iluminó hasta el último rincón del lugar. Cerré mis ojos y los mantuve así un par de segundos hasta que la luz bajase. Dentro del pentagrama Lucifer se mostraría. Me sentí un poco nervioso, en el cielo se había contado una multiplicidad de leyendas respecto a Lucifer, siempre había imaginado como era, pero verlo en la realidad era mucho más aterrador que imaginarlo.

Estaba descalzo y apenas vestía unos pantalones de cuero color negro. Su piel era blanca, más blanca que la nieve incluso, casi incolora…parecía fría. Su cabello era color negro con pequeños tonos dorados, lo llevaba hasta la cintura. En sus brazos y piernas cargaba un par de cadenas, la historia contaba que pesaban más de veinte toneladas cada una. Su cuerpo estaba lleno de cicatrices. Se decía que Lucifer fue el primer ángel en sufrir todos los castigos, escarmientos y torturas alguna vez inventados, es por eso que se transformó en el señor del infierno: La tierra de los condenados.

Miró hacia mí, clavando fijos sus ojos en los míos. Eran espantosos, siniestros, no podía alejar mi mirada de ellos. No había pupilas ni iris en ellos, solamente rojo, un rojo más rojo que la sangre corriendo por mis venas, un rojo brillante y tenue a la vez, sentí terror. Su apariencia era inhumana, no era angelical ni demoniaca. Era bestial. Me sonrió mostrándome sus filosos dientes, como los de un lince.

-Hasta que decidiste llamarme- Su voz era áspera, masculina y un poco ronca, sonaba como si más de un espíritu estuvieran hablando a la vez a través de sus labios.

No logré pronunciar palabra alguna durante los primeros cinco minutos, estaba asustado, todo mi cuerpo temblaba. Podía sentir la energía de Lucifer entrando en la mía y reaccionando con ella. Por un momento pareció mostrarse ante mis ojos toda la agonía, angustia y desconsuelo que vivían aquellos condenados al infierno ¿Eran estos los efectos que causaba estar cerca de él? Mi cuerpo comenzó a cansarse.

- Detén esto…por favor- Rogué mientras tomaba mi cabeza con ambas manos. El dolor era insoportable. Mil imágenes atravesaban mi mente y la quebraban en mil pedazos, gritos escalofriantes hacían retumbar mis oídos ¿Este era su poder? Caí arrodillado frente a él.

- Está bien – Dijo con su voz seria y segura. Las imágenes y los gritos se detuvieron. Volví mi cabeza hacia él.

- Dime…- Comenzó casi en un tono paternal mientras una de sus manos caía sobre mi cabeza agachada. - ¿Qué necesitas saber?...Te daré todo el conocimiento que  quieras -

Aún mis manos y todo mi cuerpo estaban temblando, el mismísimo Señor del Infierno me estaba ofreciendo conocimiento. Estaba dispuesto a saber toda la verdad, aunque esta me hiriera en lo más profundo de mí. Respiré hondo.

- ¿Qué es lo que soy?-

- ¿Un Nefilim? – Preguntaba sorprendido.

- Si…- Comenzó el profesor Abel en voz baja, como si fuese un secreto.

–Los Nefilim son el resultado de la cruza entre Ángeles y Demonios-

- P…pero no lo entiendo- Comencé nervioso. –Asderel es un ángel-

- Si…lo es…-
Dijo mientras me invitaba a sentarme a su lado. – Pero por algún motivo él puede albergar un lado demoniaco, convirtiéndose en un híbrido-

- No logro comprenderlo…- Dije confundido mientras negaba con la cabeza.

- Hay dos tipos de Nefilim- Dijo mientras abría un gran libro que había estado sosteniendo en sus manos, tenía extraños dibujos y frases en distintos idiomas que no lograba comprender.

- Esta el Nefilim por naturaleza…hijo de una relación entre un ángel y un demonio… – Intenté agudizar mi vista para prestar atención a  todos los bocetos y trazados que veía en el libro mientras escuchaba a Abel.

- Y están los otros…aquellos que se rebelan contra su propia naturaleza y son capaces de hacer aflorar el otro lado…-

- ¿Cómo Daemon?- Pregunté casi interrumpiéndolo. Ahora entendía lo que había dicho el chico de ojos carmesí respecto a la naturaleza de los demonios.

- Si…- Comenzó diciendo en un tono un poco melancólico, con una leve sonrisa dibujada en sus labios.

– Daemon era un demonio…que lucho contra su naturaleza, logrando el equilibrio interno entre el bien y el mal…-

- Transformándose  en un Nefilim…- Terminó, suspirando. Parecía que hablar sobre esto le traía recuerdos.

- ¿Por qué decidió hacer eso…? Pregunté. –Se oye difícil de lograr…-

- Por mí…- Dijo mientras sobaba sus manos.

- Y sufrimos muchos castigos por esto, incluso él mismo Dios estaba en desacuerdo…-  Me miró a los ojos fijamente.

- No será fácil, Eliot…-
Continuó con una mueca de seriedad en su rostro.

–Tú y Asderel tendrán que pasar por muchos obstáculos si quieren mantenerse juntos-

 Eso ya lo sabía, lo supe desde la primera vez que le vi, desde que decidí ayudarlo y salvarlo de los chicos en el orfanato. Siempre he sido consciente de ello, estar con Asderel es difícil y peligroso.

Pero asumiré el riesgo. 

- Ya ha pasado mucho tiempo desde que Daemon se fue – Insinué.

- No querrás…-

- Oh, claro que sí – Interrumpí mientras me apresuraba a saltar por la ventana.

- ¡Espera, Eliot!- Abel no me podría contener más. Comencé a correr en busca de Asderel y el profesor de tras de mí.

- Eres un demonio, Asderel –
Comenzó Lucifer levantando con una de sus manos mi mentón, sus dedos estaban fríos, su tacto hacía que mi piel  se erizara, como si me estuviese congelando. Clavó su aterradora mirada en mis ojos temblorosos.

 - ¿No lo recuerdas? – Negué con la cabeza.
- Ya conoces la historia…- Por algún extraño motivo no podía levantarme del piso ni lograba quitar mi mirada de la suya, aunque me causara miedo  – Yo también era un ángel…- Comenzó en un tono irónico. – El más hermoso de todos los ángeles que rodeaban a Dios…Pero decidí rebelarme -

- ¡Salir del reinado de ese imbécil fue lo mejor que pudimos haber hecho! –
Exclamó acercando su rostro al mío.

- ¿Pudimos? – Pregunté confundido.

- Oh si, Asderel -

- Tú fuiste uno de los ángeles que me acompañaron en la rebelión, eras como mi mano derecha -

- ¡Cuantas cabezas de querubines habrás cortado bajo mi mando! – Dijo en una pequeña carcajada mientras palmeaba mi hombro. Enseguida su sonrisa desapareció.

- ¡No te creo!- Grité, desafiándolo.

- ¿Quieres verlo?- Preguntó y enseguida acercó aún más su rostro al mío, intenté apartar mis ojos de los suyos pero me tenían preso.

 –Pon atención, Asderel-

Ante mí comenzaron nuevamente a aparecer imágenes. Había un ángel...sus rasgos eran un poco distintos a los míos pero sabía que ese era yo, a mi lado había un millar de ángeles, estábamos luchando, luchando contra nuestra propia especie. Era una guerra civil.

La famosa  revolución del cielo. 

- Ese eras tú…en tu vieja vida. – No lograba comprenderlo ¡En algún momento el mal se apoderó de mí!


- Y como cuenta la leyenda…- Prosiguió. –Fuimos derrotados y desterrados al mundo de los humanos, transformándonos en ángeles caídos…-

- Igual como lo eres ahora-

- ¿Y qué pasó…? – Pregunté mientras mis ojos comenzaban a llenarse de lágrimas. La verdad que contaba Lucifer se hacía para mí la más dolorosa y angustiante que alguna vez pude conocer.

- ¡Él creó para nosotros un infierno!- Exclamó exaltado.

- ¿Él? -

- ¡Dios! -

- El mundo humano perdería su equilibrio si nosotros entrabamos en él, nos condenó a todos al infierno…pero algunos escaparon-

- Algunos como tú…-

- ¿Yo…escapé? – Pregunté aún muy confundido.

- Más bien te escondieron de las garras de Dios-

- ¿Y Cómo es que en esta vida desperté como un ángel?-  Pregunté.

- ¡Fue por ese humano!- Exclamó mostrándome sus afinados dientes otra vez. – El que ahora es Eliot, en otro momento se apiadó de ti y ablandó tu corazón. -

¿Qué? No podía creer lo que estaba escuchando. Siempre pensé que yo era el que había tenido que cuidar Eliot desde un comienzo.

Pero en un principio él fue el que me amparó y me salvó.

-¡Debes matarle, Asderel! – Exclamó mientras me tomaba por el cuello de la camisa y me levantaba del piso, poniéndome a su altura.

- ¡Si le matas obtendrás el verdadero poder…Tomaremos el cielo y será para nosotros! – Gritó aún más fuerte. Negué con la cabeza. 

- El amor de ese mortal solo te debilita… – No aceptaría nada de lo que Lucifer dijera.

- ¡Mientes! – Grité mirándolo fijamente a los ojos. El amor de Eliot solo me hacía más fuerte.

- ¡No soy un demonio! – Exclamé.

- ¡Lo viste con tus propios ojos, Asderel!... ¡Fuiste un demonio una vez y siempre lo serás! – Clamó clavándome con su mirada llena de ira y rencor.

-  Si no lo matas tú…lo haré yo con mis propias manos, de la forma más dolorosa y angustiante en la que se puede asesinar a alguien…- Dijo en un tono amenazador.

- Lo destriparé y dejare que los cuervos devoren sus intestinos mientras sigue vivo, querrá sacarse los ojos para no ver el espectáculo, pero no podrá porque cortare sus dedos, uno a uno y haré que los devor….-

- ¡Cállate! – Interrumpí enfurecido. Sentí como dentro de mí afloraba una sensación horrorosa. Era ira y rencor, recelo y odio. Con una de sus manos tomó mi frente y clavó sus uñas en ella.

- ¡Ya sé lo que haré contigo!- Dijo enterrándolas profundamente en mí.

- ¡Voy a despertarte!-

Se contaban historias de que Lucifer podía controlar la mente de cualquier ser existente, su poder era tal que podía llegar incluso a los recuerdos más íntimos de tu espíritu y podía cambiarlos por nuevos recuerdos y sentimientos que solo él podía manejar a su antojo. Fue así como organizó la primera rebelión.
El sentimiento de furia y desconfianza no tardó en aumentar en mí. Era un sentir oscuro, el deseo de querer destruir todo lo existente me invadía.

Todo esto me dolía, sus uñas, el odio que comenzaba a brotar de mí, era casi insoportable, pero no podía demostrarlo, no podía reaccionar. Mi cuerpo comenzó a moverse por sí solo, sin que yo pudiese oponerme y en poco tiempo de mi mente empezaban a escapar oscuros sentimientos que jamás habría pensado concebir.

Lucifer apartó sus garras de mí. Ya era parte de su colección de marionetas y no podía hacer nada por evitarlo, en lo más profundo de mí sentí ganas de llorar, de gritar y pedir auxilio, pero no lograba demostrar nada de esto.

Me volví a arrodillar ante él. Todas mis emociones verdaderas comenzaban a quebrarse de a poco dentro de mí, eran destruidas lentamente, eso dolía, un dolor inexplicable, como ningún otro.

Ya no tenía voluntad.

- ¿Qué deseas, mi señor?- No podía creer lo que estaba diciendo, mis labios se movían por si solos. Parecía ya no quedar nada de mí, le estaba jurando lealtad a Lucifer.

Se acercó un poco a mí, estaba completamente atado a él y no sabía cómo liberarme. Había intentado conocer la verdad sobre mí y esta solo me llevaría a mi destrucción.

- Quiero la cabeza de ese humano llamado Eliot-.  No podía resistirme,  de todas formas si Eliot debía de morir prefería que fuera bajo mis manos que las de Lucifer.

- ¿Me oíste?- - Quiero que lo mates…- Reiteró con una sonrisa casi macabra mientras acariciaba mis cabellos.

Guardé unos segundos de silencio, este fue mi último acto de voluntad propia.
- Como usted ordene, mi señor- 

Ya no podía negarme.

Notas finales:

Nooo >-< que haraas, Asderel? 


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