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Ángel Guardián por InfernalxAikyo

[Reviews - 51]   LISTA DE CAPITULOS
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Notas del capitulo:

IMPORTANTE: En esta historia existen dos narradores (distintos puntos de vista) : Uno escribe con letra normal (Asderel) mientras que otro escribe con negrita (Eliot) 

Bueno aquí otro capitulo...

La vdd no habia escrito mucho en los últimos días... estaba un poco desanimada y no llegaba la inspiración... Pero leí algunos reviews que habían dejado últimamente que me animaron a seguir escribiendo n_n muchas gracias D: 

Sé que el capítulo es largo pero esta bueno ... -creo- xD

Siento que Daemon esté tomando tanto protagonismo... pero la verdad no puedo evitarlo >_< me encanta !

Bueno eso :D ... espero que les guste

Si les gusta dejen reviews :D si no tambien >_< cualquier error ortográfico o de redacción haganmelo saber para corregirlo n_n

muchas gracias por su atención <3

Capítulo 8: Redención





- Te daré un pequeño regalo por tus servicios. – Dijo y se paró tras de mí. Allí con su dedo índice pareció dibujar algo en mí espalda. Luego me sonrió y volvió sus pies al pentagrama.

Vi desaparecer a Lucifer entre tenebrosas carcajadas. La luz incandescente nuevamente iluminaba todo el lugar y en menos de un parpadear se desvanecía. Lucifer se había ido, pero sus órdenes seguían latentes, penetrando mi mente y quebrando mis viejos sentimientos que quedaban escondidos bajo el derrumbe de las murallas de mi inconsciente.

Sabía perfectamente lo que me había obsequiado Lucifer. Me puse de pie y salí del edificio, comencé a escalarlo, subí por las murallas y por las ventanas a medio hacer, subí tan alto como pude. Llegue hasta una azotea maltrecha que apenas podía mantenerse alzada, a unos cien metros de altura.

Y me lancé al vacío.

No había olvidado la sensación ni la práctica, justo antes de estrellarme contra el piso extendí unas enormes alas negras, oscuras, opacas, sin brillo, una gruesa capa de cuero las cubría y protegía, sus plumas parecían hojas petrificadas, apenas se movían con el viento. Aunque no se parecían en absoluto a mis antiguas alas, la emoción de volar me la había devuelto Lucifer.

De alguna forma estaba agradecido.

Me dirigí hacia el norte, allí sentí la presencia de Eliot. En el cielo maniobraba ágil y veloz, no tardé tiempo en divisarlo. Descendí hasta él.

- ¡Ahí está, Abel!- Exclamé señalando hacia el cielo que ya comenzaba a estrellarse.

- ¡Y recuperó sus alas!- Dije corriendo hacia él. Algo me detuvo.

- No vayas, Eliot- El profesor Abel sostenía fuerte mi mano.


- ¿Por qué no? – Cuestioné mientras me soltaba de él y me dirigía hacia Asderel quién ya había aterrizado un par de metros delante de nosotros.

- ¡Asderel! - Grité mientras extendía mis brazos y lo estrechaba entre ellos. Parecía cansado, su piel estaba pálida y su respiración lenta, apenas podía sentir el lánguido latido de su corazón, su mirada me parecía vacía, seguramente estaba fatigado. Correspondió mi abrazo indolentemente.

- ¿Estás bien?- Pregunté mientras tomaba su rostro y lo dirigía hacia el mío, sus ojos dorados se posaron fijos en los míos pero no vi nada en ellos. No respondió.

- Eliot…espera un momento- Escuché a Abel un poco asustado mientras se dirigía hasta nosotros.

- ¿Estás bien…Asderel?- Insistí sin poner atención al profesor.

- Mejor que nunca…- Susurró apenas. Luego con una de sus manos me apartó con una fuerza inhumana, lanzándome lejos, hacia una muralla. Abel fue más rápido y un movimiento veloz se posó tras de mí y me atrapó antes de estrellarme.

- ¿A…Asderel? – Pregunté asustado mientras Abel se ponía delante de mí, protegiéndome.

- Él no es Asderel…- Musitó mientras acomodaba un hueso de su muñeca, él había recibido todo el impacto de la caída.

- ¿Entonces que es…?- Pregunté mientras me ponía de pie.

- ¡Quédate atrás!- Exclamó, yo obedecí. 

- Solo es su parte demoniaca…no va a reconocerte-

- ¿Qué pretendes, mortal?- La voz de Asderel sonaba distinta, un poco más áspera, un poco más apagada. Abel no respondió.

Asderel saltó sobre el profesor pero este lo esquivó, golpeándole brutalmente con uno de sus puños en la nuca, pero pareció no tener ningún efecto, Asderel ni siquiera tambaleó.

- ¡Vamos!- Gritó en una ruidosa carcajada. - ¿Eso es todo lo que tienes?-

Entonces tomó a Abel por el cuello y comenzó a estrangularlo. Una mueca de su cara indicó que debía irme, pero no accedí. Apenas podía moverme por el miedo.

- As…Asderel- Susurré aterrado. Dirigió sus anaranjados ojos a los míos.

- Después de acabar con él acabaré contigo – Dijo mientras una sonrisa macabra abordaba todo su rostro. Sus manos estaban temblando, todo su cuerpo estaba temblando. Él estaba luchando.

¡Pude verlo! Seguramente Asderel había sido víctima de alguna posesión o algún hechizo, pero él estaba luchando contra eso.

- ¡Asderel! - Grité mientras me abalanzaba contra suyo y caía sobre él. Abel cayó al piso.

- ¡Despierta, Asderel!- Grité mientras zamarreaba sus hombros. Él solo me miraba extrañado.

-¡Asderel!- Volví a gritar más fuerte. Sonrió, su sonrisa me molestaba, era malévola, casi maniaca.

Sin pensarlo demasiado le golpeé en la cara, con tal fuerza que su rostro giró hacia la izquierda y se quedó un par de segundos en esa posición.

Volvió a sonreírme y sin decir más me lanzó hacia los aires con una fuerza que pareció salir de su cuerpo, pensé que me estrellaría pero antes de hacerlo voló hasta mí y me tomó por el brazo y me volvió a lanzar, esta vez hacia abajo, aumentando el impulso. Desde esa altura seguramente el impacto sería suficiente para matarme, cerré los ojos esperando mi final.

Pero no pasó nada, cuando los volví a abrir algo me mantenía suspendido en el aire, a apenas dos metros del piso, sosteniéndome como el viento sostiene una pluma.

Abel dirigía sus manos hacia mí, estaba conteniéndome de alguna forma, con una extraña fuerza. Me sostuvo por un par de segundos más y me dejó caer suavemente.

- ¿A sí que los humanos también pueden usar telequinesis? – Preguntó Asderel con un tono sarcástico.
 
- Eso y mucho más – Sonrió Abel.

- ¡Vamos a ver si es cierto!- Exclamó y con sus alas lanzó una ráfaga de un viento oscuro directo hacia nosotros, El profesor se puso delante de mí y con sus manos pareció formar una barrera. Esto me recordó a aquella vez que Abel y Daemon nos salvaron de Mefistófeles, en esa ocasión Daemon formó un escudo alrededor de nosotros, seguramente el profesor aprendió de él. Pero Abel parecía estar cansándose, su defensa no soportaría mucho más.

Asderel se acercó hacia nosotros y puso sus manos sobre la protección de Abel, comenzando a atravesarla lentamente. El profesor cayó de rodillas, se estaba debilitando cada vez más. Vi como las garras de Asderel se acercaron a nosotros, rompiendo la barrera, tomaron a Abel por el cuello de la camisa y lo lanzaron contra unos viejos edificios, corrí en su ayuda pero el ángel se me adelantó.

- Acabaré contigo – Le dijo mientras que de sus manos comenzaban a escapar afiladas garras, capaces de cortar piel, músculos y arterias, las alzó contra él. Los azulados ojos de Abel se aterrorizaron. El ángel iba a liquidarlo.

Corrí con todas mis fuerzas, llegando antes que las manos de Asderel, interponiéndome entre él y el profesor, gritando un

- ¡Detente!-

Sus garras estuvieron a punto de atravesarme, por un momento pensé que moriría. Su mano estaba quieta, frente a mí, temblando, algo impedía que las manos de Asderel avanzaran más.

Sus ojos se dilataron, sorprendidos.

- ¿E…Eliot?- Preguntó de pronto, como despertando de una pesadilla.

- ¡Gracias a Dios!- Exclamé mientras me abalanzaba sobre él, abrazándolo. Me apartó suavemente y cayó al piso, sujetando su cabeza con ambas manos, parecía estar sufriendo un fuerte dolor de cabeza.
Se puso de pie de pronto, como si se hubiese recuperado. Su mirada nuevamente volvió a cambiar, quizás más tétrica y macabra que antes. Intenté dar un paso hacia atrás, pero Asderel fue más rápido y me tomó por el cuello, asfixiándome.

- Perdóname, Eliot- Dijo mientras su mano se iba cerrando cada vez más, sentí como el aire comenzaba a faltarme y como el palpitar lento de mi corazón sacudía todo mi cuerpo, sostuve la mano de mi amigo y sonreí.

- Este bien, Asderel-

 Entonces, lleno de ira me lanzó contra el piso. Otro fuerte dolor lo azotaba otra vez, parecía que dentro de él se estaba dando una terrible batalla entre el bien y el mal.

Desesperadamente alzó sus garras ante mí y casi sin mirar se dispuso a atravesarme, cerré los ojos.

Pero un fuerte estruendo me hizo abrirlos de nuevo, algo había empujado a Asderel contra unos contenedores de basura.

Miré tras de mí, allí estaba Abel, un pequeño riachuelo color rojo  escapaba de sus labios. A su lado, sosteniéndolo entre sus brazos estaba Daemon, su rostro parecía cansado y su cabello marrón escapando por sus hombros y su espalda indicaba que había estado corriendo, o volando, buscándonos desesperadamente.

- Gracias a Dios que estás bien, Abel- Susurró mientras besaba sus cabellos. El resplandor alrededor del cuerpo de Daemon comenzaba a aparecer nuevamente, intensificándose. Se quitó el abrigo y envolvió a Abel en él, lo tomó en sus brazos y lo recostó en un rincón.

- D...Daemon-  Tartamudeé, él guardo silencio. El aura blanca que le cubría cambiaba a dorado e incluso precipitadamente a negro. Asderel sonrió y abrió sus alas, elevándose.

- Tu y Abel aléjense  de aquí – Dijo mientras pasaba a mi lado sin mirarme.

- P…pero-
Cuestioné.

- ¡No te entrometas!-
Exclamó volteando su mirada hacia mí. Sus ojos rojos se habían tornado un poco más claros, casi violetas. Pude reconocer que estaba furioso. Di un paso hacia atrás.

- Así está bien, chico- Musitó en una leve sonrisa. Luego de eso extendió sus amplias alas negras que brillaban con más intensidad que nunca, miró una vez más hacia mí e hizo un gesto con las manos, despidiéndose. Luego emprendió el vuelo, tan veloz que apenas pude divisarlo.


Asderel estaba ansioso en el cielo, esperando. Ninguno de los dos se dio el tiempo si quiera de charlar un poco, Daemon subía rápido hasta él, dándole un puñetazo en el estómago que Asderel devolvía casi al instante. Así comenzó una feroz batalla.

Apenas podía ver con claridad lo que estaba pasando en el cielo. En la oscuridad de la noche la única luz que nos permitía observar lo que estaba pasando era la de la luna llena, que hoy estaba roja como la sangre, cubriendo todo el lugar con un intenso resplandor carmesí.

En la negrura del cielo, las luces que envolvían a Daemon y a Asderel resaltaban con notoriedad. El chocar de sus puños emitía un molesto ruido y sacudía la tierra como si estuviese temblando. Abel se puso de pie y llego a mi lado.

- Daemon no se detendrá…- Dijo mientras con su mano limpiaba el rastro de sangre en sus labios y en su frente.

- Podrían matarse…- Dije preocupado. Abel guardó unos segundos de silencio.

- ¡Tranquilo! – Dijo finalmente palmeando mi hombro. 

- Daemon solo busca hacerle entrar en razón- Sonrió. Miré hacia arriba.

Daemon formaba grandes esferas de fuego con facilidad, lanzándolas hacia Asderel, pero este las evitaba ligeramente y contraatacaba con fuertes ráfagas de viento oscuro que no tardaron en cortar las ropas de Daemon. Sin pensarlo mucho este último voló hasta Asderel y le dio una patada en el rostro, desestabilizando, estuvo a punto de caer.


Daemon había bajado la guardia, Asderel aprovechó esto y lo tomó y lo lanzó hacia el piso, el impacto fue tan fuerte que el crujir de sus huesos y músculos quedó impregnado en mis oídos por un par de minutos, la fuerza con la que Daemon se estrelló en el piso fue tal que este pareció partirse en mil pedazos, dejando un gran agujero. Asderel descendió hasta él.

Daemon parecía inconsciente. Con una malvada sonrisa Asderel se acercó y se arrodilló frente a él, lo tomó por el cuello levantándolo del piso y alzó sus garras en su contra. Sin vacilar las clavó directo en su corazón.

-¡Daemon! - Exclamé asustado e intenté correr hacia ellos, pero Abel me detuvo tomándome del  brazo, le miré extrañado. Sonrió

De la boca de Daemon comenzó a correr un hilo de sangre, Asderel sonreía mientras más fuerte iba clavando sus afiladas garras en el corazón del Nefilim, pero de pronto su expresión cambió.

La mano de Daemon sostenía la de Asderel con tal fuerza e ímpetu que su muñeca se torció, apartándola del corazón del chico. El chico de ojos rojos alzaba su mirada de nuevo y sonreía ante el confundido Asderel.

-¡¿C...Cómo?!- Exclamó extrañado mientras con su otra mano intentaba zafarse del brazo opresor de Daemon.

La extraña aura que desprendía del cuerpo de Daemon comenzó a intensificarse, cubriéndolo por completo. Las heridas que llevaba en sus labios e incluso la de su pecho comenzaron a cicatrizarse rápidamente.

¡Se estaba regenerando!

Asderel lo miraba anonadado, estaba realmente sorprendido, Daemon aprovechó su descuidó y en un movimiento más rápido de lo que mis ojos pudieron seguir, se elevó por los aires arrastrando consigo a Asderel, quedando ambos suspendidos en el cielo. Daemon puso su mano por sobre la cabeza de Asderel quien automáticamente quedó como si estuviese congelado.

Daemon comenzó a dirigir la luz que le cubría hacia la frente de Asderel, quién empezó a gritar y a luchar por quitar la mano de su cabeza.

Parecía que el resplandor que introducía el peli marrón dentro del ángel causaba gran dolor.

- ¡Suéltame!- Gritó Asderel. Su voz estaba distinta, era ronca y casi inhumana, como la de un demonio. Sus ojos comenzaron rápidamente a volverse más brillantes y amarillos de lo normal, mientras que la esclerótica, eso que rodeaba el oro de sus ojos y que acostumbra ser color blanco comenzaba a volverse negra, tan oscura como el tono de sus alas.

- ¿Que está haciendo?- Pregunté nervioso apretando la muñeca de Abel.

- Trata de hacer un exorcismo…-  Dijo mientras cubría mis manos con las suyas. – Tranquilízate, estará bien – Terminó, sonriendo.

Daemon tomó por el cabello a Asderel y luego lo empujó hacia el piso, se estrelló junto a nosotros y sobre él cayó el chico de ojos carmesí.

- Eso es lo que puedes hacer si te conviertes en Nefilim, Asderel- Susurró a su oído.

La cabeza de Asderel giró hacia mí, una extraña sonrisa esparció de su boca, luego volvió a mirar a Daemon.

- El Asderel que conocéis no está aquí… -  Dijo y moviendo una de sus manos apartó a Abel de mi lado y lo lanzó contra unas murallas.

-  ¡Abel! – Exclamó Daemon.

Antes de que su compañero estrellara, Daemon voló hasta él y lo estrechó entre sus brazos y estrellándose junto a él, recibiendo todo el impacto.

Asderel se puso de pie y acomodó su cuello que estaba torcido, escapando de él un desagradable tronar de huesos. Se dirigió hasta mí.

Dí un paso hacia atrás, el ahora temible Asderel se paraba frente a mí y me tomaba fuertemente por los hombros, obligándome a mirar dentro de sus oscuros ojos.

- Al fin nos vemos de nuevo, Seth-  Dijo mientras me sonreía. –Pero esta vez tengo que acabar contigo-

-  ¡No entiendo nada!- Exclamé al borde de las lágrimas, Asderel iba a asesinarme, mi cuerpo entero estaba temblado.

- Yo te haré comprender- Dijo y apretó mis hombros mucho más fuerte, quedé paralizado y atrapado dentro de sus ojos.

No tardó en aparecer ante mí una visión. No sabía qué año era ni donde estaba. Una pradera solitaria y seca era lo único que veía junto al caudal de dos ríos que lo bordeaban, aunque el lugar parecía deshabitado, maleza, algunos arbustos, árboles y flores cubrían su áspero suelo.

Allí estaba yo, era distinto a lo que soy ahora pero sabía que ese joven era yo. Sabía que mi nombre era Seth y que era un pastor de ovejas, que en sus ratos libres se dedicaba a tocar la lira.

Estaba recostado bajo un árbol que se desprendía de sus hojas, estaba sobre un gran monte. Por las insípidas casas que se levantaban a lo lejos de mí podría jurar que me encontraba quizás años antes de Cristo.

Aunque sabía que esa persona que estaba ahí era yo, no podía controlar mis movimientos, después de todo era una visión ¿o una regresión a una vida pasada quizás?

Me puse de pie y dirigí mi cabeza hacia el cielo, se nublaba rápidamente, pero no eran nubes normales, un color rojo las cubría por completo. No tardaron en sonar los primeros truenos ¿Acaso se avecinaba una tormenta?, el estruendo era agudo, tanto que tuve que llevar las manos a mis oídos, pero sin despegar mis ojos del cielo carmesí.

De pronto, caí abruptamente al piso, un fuerte temblor azotaba todo el lugar. Más que una simple sacudida yo le llamaría terremoto, la tierra comenzó a abrirse, se partía en dos. Corrí hacia uno de sus extremos y me aferré a un árbol, el monte había sido separado a la mitad y al medio de los dos extremos solo había oscuridad, un gran agujero negro.

La convulsión pareció detenerse, algo cayó sobre mi cabello, miré hacia el cielo nuevamente, gotas color rojo llovían desde arriba y no tardaron en pintar todas las flores y praderas color sangre, lleve una de las gotas a mi boca.

 ¡Sangre! ¡Eso era justamente lo que caía desde el cielo!

Todo lo que vino después es algo indescriptible e increíble. Desde el cielo, junto con la lluvia de sangre, millones de personas comenzaron a caer, algunos envueltos aún en una luz aparentemente blanca, todos gritando horrorizados cayendo a montones dentro del agujero negro, que parecía devorarlos al momento en el que entraban ahí. Sin miedo me dirigí hasta el centro de oscuridad que había allí, tuve que aferrarme fuertemente a una gran roca porque un fuerte campo magnético parecía atraer todo lo que estaba a su alrededor, intenté ayudar a algunos de los caídos pero me fue imposible, estaba anonadado mirando cómo se hundían en lo más profundo y mi cuerpo no podía moverse. De pronto, uno de los tantos que caían llamó mi atención. Fue como si le viese en cámara lenta, su cabello era oscuro y tan largo que caía por más debajo de sus caderas, fue el resplandor dorado de sus ojos lo que me encegueció y captó toda mi atención.

Casi por impulso tendí mi mano y tomé la suya, salvándolo de caer al abismo. Vi como parte de su cuerpo comenzaba a quemarse así que no demoré en tirarlo hacia fuera, apenas lo hice, el agujero como por arte de magia se cerró, quedando solo una hendidura en él, como una cicatriz de todo lo que había pasado.

El chico estaba desnudo, su cabello alargado era lo único que le cubría. Unas extrañas alas, como las de un ave yacían quemadas en su espalda, no sabía exactamente que criatura era esta, pero debía ayudarla. Toqué su frente, estaba ardiendo, hice una almohada con paja y yerbas y lo tendí bajo la sombra de un árbol. La tormenta ya había pasado.

Bajé rápidamente el monte y corrí hacia uno de los ríos que corrían cerca, corté un trozo de mi ropa y lo hundí en el agua, que aún estaba roja, me preocupe de que quedara lo suficientemente mojada como para bajar la fiebre, subí nuevamente.

Cuando llegué a su lado apenas parecía abrir los ojos, intentó sentarse.

- Shhh, calma – Dije mientras ponía mi mano sobre su pecho y volvía a tenderlo.

- Estas ardiendo…- Dije mientras ponía el trozo de ropa en su frente, una mueca en su cara me indico que la suave humedad del trapo le gustaba.

- Gracias…- Dijo apenas con voz tímida, mirando hacia otro lado.

- ¿De…?- No esperé a preguntar, estaba realmente intrigado. - ¿De dónde vienes? -

- ¿No es eso obvió? – Respondió un poco sarcástico. – Acabo de caer del mismísimo cielo-

- ¿Eres un…ángel? – Dentro de mi tribu corrían rumores de que los primeros hombres fueron expulsados de un lugar llamado Edén y que la puerta de este fue resguardada por una criatura llamada Ángel, un ser divino, que habitaba en el cielo, mensajero del mismísimo Dios, creador de todo.

Pensaba que todas esas historias no eran más que leyendas, pero creo que ahora había comprobado lo contrario.

- Era un ángel…- Susurró apenas. – Ahora no sé qué es lo que soy…-

- Esta bien…- Dije mientras sonreía y daba vuelta el trapo mojado para que siguiera enfriándole. – Ahora solo eres tú – Quedó mirándome fijamente, me sonrojé. Su rostro parecía realmente dulce, no entendía por qué un ser así fue condenado a algo tan terrible como caer a ese agujero, quizás solo fue una equivocación, por algo le había salvado.

- ¿C...Cómo te llamas?- Pregunté intentando salir del vergonzoso sentimiento que me causaba cuando me miraba a los ojos.

- As…Asderel…- 

¡Como no lo vi antes! Este chico era justamente él. Sus ojos, aunque inocentes y puros parecían sumamente tristes.

- ¿Qué pasa?- Pregunté mientras acariciaba su cabello.

- Me has salvado y cuidado…-  Dijo tristemente. –Prometo que la próxima vez haré lo mismo por ti-  

- Pero no merezco nada de esto…-

- ¿Por qué? – Pregunté casi interrumpiendo.

- Yo…- Dijo un poco inseguro, hizo una pausa y respiró profundamente.

- He matado… a muchos de los míos- Terminó con la voz quebrada, una capa transparente cubría sus ojos, no tardaron en brotar las lágrimas por sus mejillas.

- Esta bien…- Dije mientras llevaba su cabeza a mi pecho, comenzó a llorar desconsoladamente. Parecía realmente arrepentido.

- No tengo perdón…- Dijo entre sollozos.

- Si lo tienes…- Dije sonriendo mientras levantaba su cabeza y llevaba su rostro cerca del mío.

- Te perdono, Asderel-  Me miró un poco sorprendido y luego me sonrió, su sonrisa iluminó todo su rostro, algo de alivio había causado.

- Gracias…- Dijo volviéndose contra mi hombro y apoyándose en él.


Desperté, nuevamente los oscuros ojos de Asderel me recibían. Pero ahora había entendido todo por completo.

Sabía que el Asderel que tenía frente a mí no era el verdadero. Ahora comprendía que era lo que tenía que hacer.

- Te perdono, Asderel- Dije mientras me abalanzaba sobre él en un cálido abrazo. Su cuerpo comenzó a temblar y sus manos a sudar, intentó corresponder mi abrazo pero se detuvo.

- ¿¡Qué haces!?- Dijo intentando apartarme de él, pero no lo logró, su fuerza parecía inútil.

Sin pensarlo más tomé su rostro y lo dirigí hacia el mío, besándolo. Intentó zafarse pero no pudo hacerlo, solo correspondió mi beso. Sus labios que hasta ahora habían estado fríos comenzaron a retomar su calor, sentí como poco a poco él Asderel que conocía volvía. Me abrazó estrechamente.

Cuando me aparté de él ya había vuelto por completo. Aunque sus ojos parecían tener el mismo resplandor dorado e intenso que había adquirido recientemente, más parecidos a los ojos de un demonio que de un ángel, todo lo demás había vuelto a la normalidad, me sonrió. Era exactamente el Asderel que había conocido hace miles de años atrás, el mismo que salve de caer a las garras del infierno, él mismo que lloró la muerte sus compañeros, el mismo ángel caído.

- Gracias…- Dijo mientras tomaba una de mis manos y se acercaba nuevamente a mi rostro, sentí su aliento entrelazándose con el mío, cerré los ojos.

-  ¡Qué hermosa escena! – Exclamó Daemon acercándose a nosotros, interrumpiéndonos. Estaba sonriendo. –Me alegro que hallas vuelto a ser tu mismo, Asderel- Dijo llegando a nuestro lado. Me aparté levemente.
- Si…Daemon – Dijo Asderel sonriente. – Muchas graci…- Pero fue interrumpido por un fuerte puñetazo de la mano de Daemon, tan fuerte que lo hizo volar por los aires, tan lejos que incluso le perdí de vista. Solo escuché el feroz estruendo de Asderel estrellándose contra unos edificios, a kilómetros de donde estábamos nosotros.

-  ¡Eso es por golpear a Abel! – Gritó enfadado. Luego me tomó a mí y a su compañero y nos acercó hasta donde había caído Asderel, estaba tendido sobre unos escombros. Daemon se sentó sobre él y volvió a golpearle en la cara.

- Y eso es por golpear a Eliot, tu protegido- Asderel solo guardó silencio, un hilo de sangre brotó de sus labios, corrí hacia él pero Abel me detuvo.

- Solo espero que ahora puedas controlar ambos lados de ti-  Dijo aún enfadado Daemon, mientras ponía su mano por sobre la boca de Asderel, la sangre de sus labios se detuvo y su herida cerró rápidamente.

- Ya lo he hecho – Dijo Asderel entre pequeñas carcajadas mientras sobaba su rostro. Puso su otra mano sobre la mejilla de Daemon y la acaricio levemente.

- Muchas gracias, Daemon- El chico de ojos carmesí se apartaba de Asderel y volvía con Abel. Llegué hasta donde estaba mi amigo.

- Y no sé como agradecértelo a ti, Eliot- Dijo tomando mi mano.

- Solo haz lo mismo por mí la próxima vez- Sonreí.

Ya no había problemas, como lo había predicho Abel, Asderel había equilibrado el bien y el mal dentro de sí.

Asderel había sufrido una metamorfosis, solo la que se logra cuando consigues equilibrar lo bueno y lo malo dentro de ti mismo, se había transformado.

Ahora él era un Nephilim.

                                 

Notas finales:

Les ha gustado ><? 


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